El
Marichiweu zapatista
Por Luis
Hernández Navarro,
Escritor y
periodista mexicano, editor de la página de Opinión de La Jornada,
fuente:
15 de enero
de 2020.
Un camino simbólico hermana la resistencia mapuche y la zapatista.
Nace en un enorme auditorio de madera con una estrella roja y cupo para mil
personas, en el nuevo Caracol de Tulan
Kaw. Un recinto que es una ballena en el sureste mexicano, construido en plena
montaña, en la tierra recuperada a un cacique local de Amatenango del Valle.
Y que fue bautizado
por los rebeldes del sureste mexicano como Marichiweu,
en honor al pueblo mapuche. Una palabra que significa cien veces venceremos en
idioma mapudungun.
El auditorio
Marichiweu fue la sede de dos de las cinco actividades político-culturales con
las que el EZLN cerró el año, a las que denominó Combo por la vida: diciembre de
resistencia y rebeldía. Una iniciativa político-cultural para defender
su proyecto de vida de la ofensiva devastadora de los macroproyectos de la 4T.
El primero, realizado del 7 al 14 de diciembre, consistió en la segunda edición
del Festival
de Cine Puy Ta Cuxlejalic. El Primer CompArte de Danza Báilate otro
mundo, efectuado entre el 15 y el 20 de ese mismo mes, fue el segundo.
Durante la fiesta
fílmica se proyectaron más de 50 películas, muchas documentales que
difícilmente llegan a salas de cine comercial. El acto fue un espacio de
reunión y diálogo entre artistas, realizadores, bases de apoyo y responsables
de la comunicación zapatistas conocidos como Tercios Compas.
Según el actor
Daniel Giménez Cacho, participante en el encuentro, “aquí el cine se vive como una experiencia de hacer comunidad, de hacer
colectividad […] esta es una experiencia
que enriquece mucho, que anima mucho, que da mucha esperanza. Aquí se ve más
allá de rollos, se ve en la realidad concretamente qué se puede hacer cuando la
gente está organizada para compartir. Cuando se piensa en el bien común florece
este lugar de encuentro, de respeto”.
Al CompArte
Báilate otro mundo asistieron más de mil bailarines y bailarinas de
géneros distintos. Según Argelia Guerrero: “la
pluralidad de estilos, lenguajes y contenidos sorprendió a neófitos y expertos:
danza clásica, neoclásica, contemporánea, butoh, árabe, acrobacia, bailables
zapatistas, circo, aérea, performance, participativa, belly dance, hip-hop,
manipulación de fuego y hula-hula. Talleres de danza contemporánea, expresión
corporal, salsa antirracista, malabar, danza árabe y danza africana”.
El baile tiene una
enorme importancia en las comunidades rebeldes. A finales de noviembre de 1996,
en un evento cultural en la antigua Ciudad Real, el comandante Zebedeo detuvo
las canciones y la lectura improvisada de diarios y poemas y contó la historia
de cómo, cuando estaban enmontañados y las bases de apoyo les llevaban el arroz
y los totopos, aprendían a organizar bailando.
Cada uno de los
insurgentes debía sacar a otro más a danzar y aprender con él o con ella los
pasos, porque si no, se tropezaban. Y, ya que le habían hallado el modo, se
separaban para meter a alguien más al baile. Explicó cómo la lucha era justo
como el baile. No había que parar de moverse, necesitaban encontrar el ritmo,
no podían perder el paso, tenían que ser cada vez más. Y, nada más terminar su
historia, pidió música, y con los primeros compases de la guitarra escogió a su
pareja y se dispuso a poner en práctica su decir. La fiesta dio inicio.
Eso de danzar se da
mucho en aquellas tierras. La primera vez que Cuauhtémoc Cárdenas llegó por
Guadalupe Tepeyac en 1994, rápido lo sacaron a bailar y hasta alternó una pieza
con doña Rosario Ibarra. Al salir la Comandanta Ramona rumbo a la ciudad de
México, la comunidad de San José del Río la detuvo con música y baile para
despedirla. Cuando los mil 111 regresaron a dar cuentas de los avatares de su
marcha sobre la Ciudad de México, La Realidad era puro baile.
La marimba no falta
cuando se necesita, y eso que se necesita a cada rato. Bailan de día y de
noche, con secas y con lluvias, hip hop, rap, cumbias y rancheras. Durante años
bailaron sin parar La del moño colorado.
Como parte del Combo
por la vida, se efectuó el 21 y 22 el Foro en Defensa del Territorio y
la Madre Tierra, con la participación de 921 personas de 24 países y 25
estados. También, del 26 al 29, el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres
que luchan, al que asistieron alrededor de 5 mil participantes, entre
ellas la cantante Mon Laferte.
El 31 de diciembre y
1° de enero de 2020, se celebró el 26 aniversario del inicio de la guerra
contra el olvido. El acto tuvo dos momentos. En la tarde, el
subcomandante Moisés leyó un duro pronunciamiento político ante 2 mil
milicianos zapatistas. En la medianoche, las Comandantas Elizabeth y Dalia y
los comandantes Zebedeo y Tacho hablaron de la necesidad de mantener la
organización y la lucha y defender la tierra y la autonomía. No les tenemos miedo, dijeron.
El EZLN es una
realidad del México profundo. No desapareció por las elecciones presidenciales
de 2018. El mensaje que envió este fin de año es claro: en su lucha por la vida
contra la maquinaria de muerte que se llama sistema capitalista y de los
megaproyectos que buscan destruir todo en nombre del progreso, están dispuestos a ser golpeados, encarcelados, desaparecidos,
asesinados como individuos e individuas zapatistas.
Cuando el Subcomandante
Moisés preguntó a los milicianos en lengua tzeltal -en la que pronunció todo su
discurso- si estaban dispuestos, ellos le respondieron: ¡SÍ!
El Marichiweu mapuche está en su
horizonte.
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