«Sueña y serás libre en espíritu. Lucha y serás libre
en vida».
Enseñanzas del
Ejido Tila a dos años de autonomía.
Esta vez que vino la compañera Marichuy me sentí bien.
Yo no sabía que iba a participar, y cuando veo que se van todos me emocioné y
dije ‘ahora sí, voy a ir a ver a la Marichuy’. Porque el año pasado yo tenía
compromiso, estaba aquí pero los compañeros se turnaban para venir a desayunar,
y yo no pude salir. Pero yo dije, ‘no me importa si no voy, porque yo ya fui,
ya conocí esto’. Pero ahora que vi que todos desayunaron, tomaron café y se
fueron, yo ya me sentí contenta y dije ‘ahora sí me voy a ir’, y cuando voy
llegando a la plaza me dicen que hay que hacer la valla, y la gente corre a
hacer la valla. Y yo me sentí contenta, porque ir a ver a Marichuy por otro
lado no es igual que en nuestro pueblo, y yo me sentí contenta y así toda mi
familia.
La presencia de la vocera
del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), María de Jesús Patricio Martínez, llenó
a las familias ejidatarias de Tila de alegría y orgullo. “Todo salió bien en la celebración de su segundo año de autonomía”,
dice un compañero que este año estuvo encargado de la seguridad, tanto del
evento como de la vocera y de los concejales, concejalas y delegadxs del
Congreso Nacional Indígenas (CNI) que con ella venían. En sus palabras se
encuentra la mejor respuesta a quienes desde hace meses preguntan quién es y
qué hace exactamente Marichuy.
La compañera es una vocera para llevar todo lo que pasa adentro del
ejido, por eso está caminando, para conocer los varios problemas que hay en los
lugares y darle vida a los compañeros que todavía no conocen este camino de la
autonomía. A las personas que todavía quieren sus migajas. Por eso está dando a
conocer este trabajo, para derribar lo que son los grandes terratenientes.
Para ver a la vocera y
escuchar la palabra del CIG -y no para recibir playeras o arroz- la plaza de
Tila se llenó de gente; incluso desde las copas de los árboles, ejidatarios de
Tila y habitantes de pueblos de toda la región ch’ol tomaron parte activa en un
evento político que duró cuatro horas, durante el cual se escucharon las
intervenciones de la concejala Manuela Mónica Vázquez Vázquez, del Caracol La
Garrucha; de Guadalupe Vázquez Luna, concejala tzotzil de Los Altos de Chiapas;
y de Antonia Hernández Gómez, de la región tzeltal, entre otros y otras.
Los ejidatarios de Tila
dieron a conocer también su segundo informe de autonomía y autogobierno. Una de
las autoridades nombró los puntos fundamentales.
“Todo ese trabajo”, se concluye en el informe, “no
se ha hecho al cien por ciento”, pero se ha logrado “fomentar la autoeconomía, la autogestión y que los ejidatarios busquen
su forma de trabajo, y más aun la forma de apoyarse”, para que “este ejemplo sea para que otros pueblos el
día de mañana, no solo aquí en el pueblo, si no que en el estado y a nivel
nacional”.
La visita de la vocera
Marichuy fue importante también para eso, para invitar aquellos pueblos que
todavía no recorren el camino de la autonomía a animarse y organizarse, para
que, como dice la compañera Rosario:
sea mucho más mejor, porque yo sé que nosotros como gente indígena
podemos salir adelante, no como decía el ayuntamiento que no valemos los campesinos
y los indígenas. Valemos, aunque seamos pobres, aunque estemos sin dinero, pero
todo lo podemos hacer, tenemos pies y manos, tenemos cabeza para pensar.
Mientras que ellos todo lo hacían por dinero, porque están acostumbrados a
cosechar dinero. Pero esperemos que todos se vayan a organizar más, sin un peso
del gobierno, y demostrarle a esta gente que nosotros podemos con nuestras
propias manos.
“Como mi pueblo no hay dos”
“Como mi
pueblo no hay dos”, dice Sandra,
mirando el horizonte, mientras recorremos la vereda que lleva al cerro de la
cruz de Tila, donde fue escondido el milagroso Cristo de madera que cada año
reúne a peregrinos de localidades más y menos lejanas. La conservación de todo
el patrimonio cultural de Tila fue también una parte fundamental de la lucha de
los ejidatarios.
Una lucha que, como recuerda
la compañera Cecilia,
no busca conflicto con pobladores y avecindados, ni con grupitos que no
entienden nuestra autonomía. Sino es una resistencia al apartado gubernamental
del sistema capitalista y agrario, que son los que engañaron, los culpables de
querer instalar una cabecera municipal en territorio ejidal, queriendo
desaparecer un pueblo originario.
El camino de resistencia de
Tila ha sido largo y “los compañeros
pasaron amarguras, órdenes de aprehensión, contratación, intimidaciones,
persecución, allanamiento, traición”. Sin embargo, todo el sufrimiento ha
sido necesario para recuperar la soberanía sobre su tierra y el territorio, “la herencia que dejaron los abuelos, ellos
y ellas que cuidaban mucho la madre tierra, sus árboles, sus aguajes, sus
arroyos, las frutas, sus plantas medicinales, los cerros culturales, el panteón
ejidal y todo su patrimonio espiritual, el cerro, la Santa Cruz, las cuevas”.
“Como mi pueblo
no hay dos”, dice Sandra, y tiene
toda la razón. Acomodado entre cerros hermosos, soleado en el día y fresco en
las noches, habitado por gente hospitalaria y, además, conocida meta religiosa,
el ejido Tila representa una segura fuente de ingreso y podría fácilmente
convertirse en uno de los varios “pueblos
mágicos” esparcidos a lo largo y ancho de México, donde en nombre de un
supuesto desarrollo turístico, los pobladores se ven despojados de sus
ceremonias, de sus tradiciones y de sus tierras.
Y tal vez por ahí iba el plan
de las últimas administraciones del ayuntamiento municipal que, en los últimos
años, “ya se había llevado el Carnaval a
Petalcingo, el Carnaval que le pertenece a los ejidatarios”. Pero los
planes de los ejidatarios eran diferentes, y el 16 de diciembre de 2015, el
ayuntamiento que desde 72 años ocupaba ilegalmente su territorio fue finalmente
expulsado. Después de aquella fecha, el Carnaval no es lo único que ha
regresado a Tila.
Junto con las tradiciones y
fiestas, con la autonomía han regresado también la seguridad y el bienestar: de
los escombros del ayuntamiento ha surgido un ejido Tila renovado también en el
espíritu, un pueblo hermoso, de gente trabajadora y respetuosa. Tan respetuosa
que aguantó “72
años de violación de nuestro derecho, 30 años de lucha por la vía jurídica, 6
años de espera del resultado de la ejecución del amparo 1302/2010 y el amparo
de origen 259/82” [1], antes de cansarse y decidir recuperar los
derechos que les correspondían como ejidatarios y el respeto que merecían como
seres humanos.
Tierra, paz y respeto. Ellos y ellas mismas cuentan
que la falta de estas tres condiciones básicas para vivir con dignidad, fue lo
que los y las desesperó. En 2015, finalmente, se
levantaron contra el ayuntamiento y, desde entonces, viven en autonomía.
Los pobladores vinieron a comprar terreno por culpa del ayuntamiento, y
si no les vendían se iban a comprar con los que ya habían comprado lo
suficiente. Y los que habían comprado en 10 ya no lo daban en 10, sino en 20 o
30. Los pobladores compraban y vendían, y de primera la gente era tolerante,
sólo los miraba, pero después ya se cansó y tuvo que hacer su trabajo porque la
gente de afuera sólo vienen a engañar.
Tampoco se trató sólo de un asunto de
seguridad, aunque este punto es clave, sobretodo para las mujeres,
que recuerdan como “los policías del
municipio y hasta los mismos empleados engañaban y hasta violaban a las
muchachas”.
Yo lo que más miré es que los policías tenían esposas allá de donde
venían, tenían hijos. Pero lo que venían a hacer aquí era engañar a las
chamacas, embarazaban a las muchachas y ya que estaban embarazadas o que tenían
hijos, ellos se pelaban con sus esposas. Y las muchachas las dejaban
abandonadas.
Fueron estas amenazas a la
integridad física de las familias de ejidatarios, y a la posibilidad de
sobrevivir con sus propios medios de subsistencia, que llevaron Tila a “hacer su trabajo”. Esto, y la justa
exigencia de ser respetados como personas que ejercen un trabajo digno y lleva
a cabo una igualmente digna vida.
¿Por qué cree usted que se enojó la gente de aquí? Porque aquí hay
gente preparada, hay doctores, hay maestros, hay enfermeros. Y ellos [los del
ayuntamiento] no los tomaban en cuenta, metían su solicitud pero no los tomaban
en cuenta. Traían gente de afuera, gente preparada pero por armas, que andaba
en las calles hasta con su pistola. Y cuando había algún problema, ellos iban
con el juez y los que hacen es que le hacen justicia al que tiene paga y al que
no tiene paga no le hacen justicia. Y eso también no nos convenía (…)
Ellos decían que la gente indígena son los indios
burros, son los indios patasrajadas. Mientras ellos conviven, cuando hacen su
preposada y todo. Ellos venían de otro lado, de Oaxaca, de Yajalón, de
Ocosingo. Y, por dinero, uno que no se viste bien, o que no come bien, para
ellos no valía. Sólo se abrazaban y se saludaban los que están de la misma.
Pero el día de hoy ya no hay distinción, y esto me alegra mucho.
Es “curioso”, para utilizar un eufemismo, mirar cómo en la descripción
de doña Rosario, las causas por las que los burócratas de “Oaxaca, Yajalón y Ocosingo” la discriminaban, corresponden a las
que en los “círculos iluminados”
de medio mundo alcanzan el estatus de
corriente política. La llaman decrecimiento y es una idea que sostiene que hay
que establecer una nueva relación entre los seres humanos y entre éstos y la
naturaleza. Sin embargo, al ayuntamiento de Tila el Decrecimiento nunca llegó,
y los empleados del municipio seguían considerando símbolo de retraso lo que
millones de personas persiguen como condiciones de vida ideales.
Doña Rosario, en cambio, así
como los demás ejidatarios, sabe lo que vale su pueblo y su modo de vida, y por
eso está dispuesta a defenderlo de cualquier amenaza.
A mi me gusta estar aquí porque yo siento que la vida es regalada (…). De la
tierra cosechamos el maíz, el frijol, el chayote, el plátano, la calabaza… y
para nosotros todo es regalado, es cuestión que nosotros utilizamos los pies y
las manos para trabajar, porque nosotros sólo lo sembramos, nosotros no lo
podemos crecer. Nosotros no nos damos cuenta a qué hora van a crecer las flores
y los frutos, cuando vamos a ver, ya está la cosecha. Y por eso hay que darles
gracias a Dios.
[1]
Comunicado del Ejido Tila de diciembre de 2015, http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/12/20/comunicado-del-ejido-tila-de-diciembre-de-2015/
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