Guerra de despojo
territorial y acaparamiento de tierras
Polette
Rivero Villaverde
América Latina
EN MOVIMIENTO
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de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/188132
18
septiembre, 2017
ALAI AMLATINA, 08/09/2017.- Las disputas por la tierra y el territorio forman
parte de los conflictos más antiguos de la humanidad, y al mismo tiempo que
ésta, han ido cambiando de tal manera que podemos identificar las formas y
métodos de despojo predominantes, así como los sujetos antagónicos que
protagonizan estas luchas en cada fase histórica.
Es posible afirmar que en el
siglo XXI asistimos a una nueva guerra por el territorio y la tierra. Se
visibilizó con la crisis de 2007-2008, cuando de forma masiva comenzaron a
difundirse a través de algunos medios y organizaciones independientes, las
denuncias de comunidades latinoamericanas y africanas, sobre los despojos que
los gobiernos y las empresas estaban llevando a cabo a fin de ocupar sus
territorios. A esta “fiebre
por las tierras” se le denominó acaparamiento de tierras o land
grabbing en inglés.
En breve se entendió que los
nuevos despojos territoriales eran más complejos que los de otras etapas
históricas. En parte porque los sujetos más activos en las compras
de tierras son grandes empresas transnacionales que han consolidado como nunca
su poder, y se encuentran respaldadas por sus gobiernos, su brazo armado y
económico, y por sus instituciones internacionales, Banco Mundial (BM), Fondo
Monetario Internacional (FMI), etc.
También encontramos
adquiriendo miles de tierras a sujetos que tradicionalmente no estaban
vinculados con el sector primario. Grandes fondos de capital
provenientes de bancos como Goldman Sachs, personajes poderosos como George
Soros, ex funcionarios públicos, fundaciones como la de la Universidad Harvard,
fondos de pensión de los trabajadores de países como Estados Unidos y Canadá,
encontraron en la compra de tierras un refugio ante la caída de la cuota de
ganancia que generó la crisis, y a su vez, un sector que a partir de los altos
precios de los alimentos, el petróleo y los minerales estratégicos, estaba
generando importantes ganancias por el mercado especulativo.
Mientras los problemas de
hambre se agudizaban para la mayor parte de la población mundial, las
corporaciones que dominan el mercado alimentario como Cargill, Bunge, Monsanto,
Syngenta, entre otras, registraban ganancias récord de hasta 400% más. A
su vez, países petroleros pero sin tierras de cultivo, como los Emiratos
Árabes, Qatar, etc., y países con una creciente clase media, realizan aún
grandes inversiones en tierras periféricas; es el caso de China e India.
Dimensión de los acaparamientos de
tierra
La medición de las transferencias de tierra no es
sencilla. Generalmente los interesados en esta sistematización
acuden a las notas periodísticas para dar seguimiento, lo que en parte resulta
disperso, parcial y a veces poco riguroso. En países como Brasil se
cuenta con cifras oficiales de extranjerización de tierras, pero en otros como
México los rubros jurídicos no visibilizan la privatización y extranjerización
de los territorios. No obstante, retomemos algunos datos para
dimensionar el problema.
A inicios de agosto de 2017,
Land Matrix, un observatorio que monitorea la compra de tierras desde el año
2000, reportaba que, de un total de 1 345 acuerdos concluidos a nivel mundial,
se habían transferido 49 238 484 hectáreas de tierras para cultivos, programas
verdes, minería, carreteras, turismo, etc. El acaparamiento de
tierras cobró una dimensión global, lo podemos encontrar en los cinco
continentes, pero es un proceso que predomina en la periferia.
De acuerdo con el
seguimiento de la organización GRAIN, entre 2006 y 2015, los países de América
Latina en los que se encontró acaparamiento de tierras destinado a cultivos
alimentarios, abarcaron una superficie de 3 927 450 hectáreas, mediante 59
adquisiciones. Se trata exclusivamente de inversiones extranjeras,
donde Brasil encabeza la lista con 2 727 502 hectáreas; seguido por Argentina
con 513 116; Paraguay con 208 549; Colombia con 154 660; Uruguay con 144 178;
Perú con 80 149; Venezuela con 60 000; Bolivia con 57 845; Jamaica con 30 000;
y Belice con 1 600.
El origen de las inversiones
extranjeras para compras de tierras en América Latina es muy diverso: Estados
Unidos, China, Singapur, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita, India,
Dinamarca, Luxemburgo, Holanda, Francia, Alemania, Reino Unido, Canadá, Italia,
Portugal, entre otros. Pero también se registra un acaparamiento de
tierras intrarregional, en donde capitales brasileños y argentinos están a la
cabeza. Brasil incluso es uno de los países que acapara tierras
junto con Japón en África.
Aunque estas cifras nos dan
una idea del problema, cientos de casos no están registrados ni se conocen
públicamente. Si a las tierras acaparadas para cultivos alimentarios
agregáramos las que se destinan para megaproyectos mineros, carreteros,
urbanos, turísticos, de energía (como el fracking y las
represas), agrocombustibles, etc., las cifras se elevan considerablemente.
En México, por ejemplo, la
mayor parte de los despojos de tierra son para desarrollos turísticos y de
minería a cielo abierto; en este último caso, del año 2000 al 2012 se
concesionaron en los territorios indígenas alrededor de 2 173 141 hectáreas
para minería, de acuerdo con Eckart Boege. Otro ejemplo es Brasil,
donde sólo retomando 12 contratos registrados por Land Matrix sobre compras de
territorios por parte de extranjeros para proyectos mineros, de energía
renovable y de conservación en los últimos años, se genera una cifra de 698 344
hectáreas acaparadas.
Los siguientes retos
Desde 2014 los precios de los alimentos y los
energéticos bajaron, lo que hizo que la inversión extranjera en tierras
destinadas a estos propósitos se desacelerara, no obstante, el despojo
territorial continúa. Las preguntas que tenemos que hacernos son por
qué y para qué.
En primer lugar, hay que
decir que es probable que la acumulación por despojo que caracteriza esta fase
histórica llegó para quedarse por un tiempo más largo. La crisis de
2007 puso una alerta a los grandes capitales formados alrededor de la
financiarización por el nivel de vulnerabilidad que tiene este tipo de riqueza;
en respuesta han ido generando nuevos mecanismos para continuar mercantilizando
la naturaleza, desde el aire con los servicios ambientales, hasta las semillas.
Esto implica que los Estados
que compiten en la guerra intercapitalista, así como sus empresas y sus
emisarios, los organismos internacionales, están haciendo una fuerte campaña a
fin de institucionalizar los despojos territoriales. Desde hace diez
años el BM y la FAO se apresuraron a establecer una serie de “principios de responsabilidad” para los
inversionistas, a la vez que promovían la compra de tierras, procurando con
ello invisibilizar la ilegitimidad y la violencia de estos procesos y crear una
imagen “positiva” del despojo. Habrá
que estar pendiente sobre la articulación de los nuevos discursos que procuren
legitimar ideológicamente esta barbarie.
Otros riesgos son los nuevos
mega acuerdos que comienzan a extenderse por el mundo, como el Acuerdo
Transpacífico (TPP) que no podemos dar aún por muerto. Con estos
nuevos mecanismos se establecen condiciones muy desiguales entre los países
centrales y la periferia; se otorgan mayores privilegios y certezas jurídicas,
económicas y armadas a las inversiones extranjeras. ¿De qué se les
protege? De los pueblos, de su organización y resistencia. Esta
nueva institucionalidad colonial internacional debe ser un tema primordial para
los movimientos sociales, los académicos y partidos de izquierda.
Entre los nuevos proyectos
de despojo territorial ocupan un lugar central los vinculados con el
agua. Al estilo de Hubert Humprey, senador del Congreso de Estados
Unidos en la década de 1970, quien decía en tono cínico que había escuchado
decir que la gente podría volverse dependiente de su país para alimentarse, por
lo que sería estupenda la dependencia alimentaria de otros países, hoy algunos
de los mayores inversionistas opinan lo mismo con relación al agua. Desde
hace pocos años Goldman Sachs, JP Morgan Chase, Citigroup, Deutsche Bank,
Credit Suisse, HSBC, y otros, están invirtiendo en el acaparamiento de los
territorios donde se encuentran las reservas de agua. Según la
organización Amigos de la Tierra, en 2015 Colombia vivía más de 72 conflictos
por la privatización del agua, Brasil 58, Ecuador 48, Argentina 32, Perú 31 y
Chile 30.
Finalmente, es preciso que
en tanto fase de transición donde el capitalismo no ha acabado por definir un
modelo dominante de acumulación, surjan por un lado las preguntas oportunas
sobre lo que están haciendo las élites del poder, y por otro lado se tome acción
sobre la urgencia de articular un movimiento social más amplio en defensa del
territorio y la vida. Se necesita poner freno a las guerras del
capitalismo.
Polette Rivero Villaverde: Doctoranda en el Programa de Posgrado de Estudios Latinoamericanos
e integrante del Laboratorio de Estudios sobre Empresas Transnacionales del
IIEc, ambos de la UNAM.
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