Tapachula y sus
cambios: instantáneas desde la Frontera Sur
Agencia
Autónoma de Comunicación SubVersiones
Hasta el principio del año pasado, llegando a las
oficinas de migración de la colonia Las Vegas, en Tapachula, había una cola
interminable de extranjeros, un par de comedores, un carrito que vendía raspados,
uno de naranjas y chicharrones, y una mujer sentada bajo un techito de lámina,
con una computadora enchufada a la luz del restaurante de a lado. A su
izquierda, el único fotógrafo de un improvisado servicio de retratos iba y
venía enseñando su cámara Canon. Era un caos ordenado de negocios informales,
chismes, consejos y recuentos de atrocidades vividas en el camino que ahora se
transformaban en recomendaciones para los demás.
Bajo un sol inclemente, en
un molinillo de empanadas, fruta y refrescos, los cincuenta metros que
precedían la entrada al Instituto Nacional de Migración (INM) eran un momento
humano y solidario, en medio de la violencia de la migración, donde lo más
suave que les toca a los migrantes es la indiferencia sin rostro de la burocracia
mexicana. En este pasado mes de julio de 2017, en el mismo lugar, sólo quedaba
la cola interminable de extranjeros, el techito de lamina ya no existe, los
comedores se han vuelto cibercafés super equipados con servicio de foto exprés
y asesoría para todo trámite, visa humanitaria incluida. Se escucha absurdo,
pero parece que la «migra» de Las
Vegas se está gentrificando.
«Ha fallecido», murmura una
voz a mis espaldas, «hace unos meses la
señora del restaurán ha fallecido. Desde años tenia una enfermedad,
pero murió sólo cuando se la diagnosticaron. Los nuevos nos han corrido y ahora
yo trabajo poco y desde allá».
Es Héctor, el único exfotógrafo,
que la concurrencia ha desplazado mucho más lejos y ahora tiene aún más ganas
de irse, aunque es muy probable que, como siempre, no se irá. Es muy buen
fotógrafo, crecido en la Ciudad de México, nunca habla de cómo acabó en la
frontera sur retratando gente de paso. Nunca habla del hecho que para muchos,
aquella imagen que él les tomó frente a un telón blanco, en el rincón de un
comedor de Tapachula, fue la última.
La señora en el escritorio bajo el techito era Nora.
Hondureña de origen y huacalera de adopción, la mayor parte de los diecisiete
años que tenía en Tapachula los había dedicado a ayudar tanto a los migrantes
que habían decidido quedarse en la ciudad como a aquellos que querían continuar
su camino.
Nora es una luchadora, la
primera vez que la encontramos fue durante la Caravana de las
Madres del
Movimiento Migrante Mesoamericano de 2014. En ese entonces vivía en Los
Cafetales, una colonia afuera del centro donde había fundado junto con otros
compañeros y compañeras la «Comunidad
Hondureña», una asociación en apoyo a los migrantes que no discriminaba por
nacionalidad. A pesar del trabajo que quedaba por hacer, el año pasado ella
también se fue, reanudó su viaje hacia Estados Unidos.
Estaba cansada de las trabas
que cada día aumentaban en aquel oficio que se había inventado en 2005 y que le
encantaba: ayudar a los que viajaban de Centroamérica a Estados Unidos a
desenredarse en el laberinto de requisitos y posibilidades de estancia. Pero,
sobre todo, ahora temía a las amenazas que ya no llegaban sólo de los maras, sino
también de los polleros y de unos cuantos abogados que, en el abril del 2016,
en el momento de máxima afluencia de cubanos procedentes de Costa Rica en
Tapachula, comenzaron un opulento negocio para realizar o agilizar el trámite
que se conocía como «salvoconducto para
los cubanos».
En realidad no existía
ningún documento oficial con este nombre, el «salvoconducto» no era nada más que un Oficio de Salida que el INM expide gratuitamente para que un
extranjero regularice su situación migratoria o abandone el país. Con este
oficio, válido por veinte días, y su pasaporte, los cubanos podían tomar
autobuses o aviones para trasladarse por México y alcanzar Estados Unidos y por
esto se les cobraba ilegalmente hasta dos mil quinientos dólares. La prensa
local denunció a los estafadores como «falsos
abogados», pero los migrantes afirmaban que «de falso tenían sólo su conciencia» y que trabajaban en
coordinación con oficiales del INM. Nora, como muchos, lucharon contra esta
práctica, denunciándola y difundiendo la información correcta. El resultado
fueron las amenazas y su decisión de irse.
Nora recién
empezando a trabajar en Tapachula, Chiapas.
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La llamada crisis de los cubanos terminó, como se
acabó la de los haitianos que se declaraban congoleses, y como se acabarán las
otras que vendrán. Los negocios afuera de las oficinas de Las Vegas se están
profesionalizando y dentro de las instalaciones del INM ha aparecido una mesa
con dos defensores de derechos humanos del centro Fray Matías de Córdoba, uno
de los más activos en la ciudad. Verlos informar a los migrantes sobre sus
derechos y los riesgos vinculados a la violencia y corrupción frente a las
ventanillas de los oficiales es impactante, sobretodo porque durante el día se
permite a los defensores y por las noches se hacen rondines en el parque Miguel
Hidalgo, con apoyo de la Policía Municipal. Revisan, detienen, deportan.
Todo Tapachula está lleno de
policía, o, más bien, de Gendarmería, ese cuerpo híbrido que Enrique Peña Nieto
creó en agosto de 2014 como parte de su estrategia de seguridad. Una fuerza
civil bajo el mando del ejército, es decir, entrenada por militares.
Las paginas del periódico El Orbe y la radio ciudadana lo
justifican con la necesidad de acabar con los robos a casa habitación, las
supuestas amenazas de saqueos en el centro y la “perpetua plaga de migrantes”. Sin embargo, esta proliferación de
fuerza pública coincide también con los primeros pasos que Tapachula está dando
hacia la realización de la Zona Económica Especial (ZEE) en Puerto Chiapas, proyecto
también lanzado por el actual presidente en 2014 y que hasta la fecha no
ha tenido resultados. La ZEE de Tapachula se encuentra en la tercera de siete
fases, durante la cual se están sentando las bases para atraer grandes
inversiones.
Oficiales del
Instituto Nacional de Migración, junto con policías municipales, parando y
revisando migrantes en el parque Miguel Hidalgo, Tapachula.
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El pasado 12 de julio, una delegación china procedente
de Jiangsu, una región que cuenta con trece zonas económicas especiales, visitó
Tapachula con la finalidad de presentar su exitoso camino hacia la
realización de las ZEE.
Alrededor de una mesa
ovalada en la Secretaría de la Frontera Sur se sentó la «crema y nata» de la ciudad, políticos y empresarios se reunieron
para aprender como entregar de la mejor manera su territorio a inversionistas
nacionales y extranjeros. Porque como subrayó el presidente de la
Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) Costa-Chiapas, José
Antonio Toriello Elorza, pocos minutos antes de la reunión:
«¿Creen que alguien de Tapachula lo va a manejar? Claro que no… no
tenemos la experiencia… hablamos de inversiones mayores de mil millones de
dólares, no es la feria del pueblo, es una inversión a nivel internacional
grandísima y no la van a encargar a alguien que no tiene experiencia».
Mesa de trabajo con
empresarios de Tapachula, delegación china de Jiangsu y junta municipal, 12 de
Julio de 2017.
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La junta municipal y los empresarios hablan de la ZEE
como si el único problema a resolver fuera elaborar una estrategia para
incentivar las inversiones y decidir cuáles serán las empresas lideres del
nuevo motor económico de la Frontera Sur. Sin embargo, Tapachula sigue siendo
una ciudad que vive contradicciones explosivas, donde una fachada oficial de
defensa de los derechos humanos tapa la fobia y la criminalización en contra de
los migrantes y un supuesto plan federal para el desarrollo aumentará aún más
las diferencias sociales que pretende eliminar.
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Las Vegas no es el único lugar de Tapachula que está
cambiando rápidamente, muchas cosas se están moviendo a nivel político y
económico. En las zonas más populares del centro y de la periferia, ahora ya no
se respiran sólo olores a comida, asfalto y fruta podrida, sino una mezcla
inquietante de medidas de control y limpieza social. Ojalá nos equivoquemos,
ojalá los planes de desarrollo traigan por primera vez en la historia un
apartado dedicado al cuidado de los habitantes de sus enclaves a régimen
especial, ojalá los gendarmes estén para garantizar la seguridad de los
ciudadanos. Ojalá.
Delegación federal del Instituto
Nacional de Migración en Chiapas
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