Pelota de Trapo:
los niños como sujetos políticos
Raúl Zibechi
Desinformémonos, periodismo de abajo
Foto: Agencia de noticias Pelota de Trapo
16
agosto, 2017
El colectivo nació en la década de 1970, en plena
dictadura militar, cuando Alberto Morlachetti comenzó a trabajar con niños y
adolescentes en la zona sur de Buenos Aires, allí donde la desindustrialización
generó pobreza y la pobreza destrozó hogares. Organizaba torneos de fútbol a
los que bautizó “sábados de chocolate”,
donde se “reunían chicos morenos y expulsados
de los clubes por color y pobreza” (www.pelotadetrapo.org.ar).
A comienzos de la década de
1980 abrieron la Casa de los Niños para hijos e hijas de trabajadores, para que
“la calle no fuera la única respuesta que
se les ofreciera”, como señala un texto de la abogada Laura Taffetani en
los 40 años del movimiento. El espacio autoconstruido buscaba ser un ámbito
comunitario, no una de las tantas instituciones que existen “para” los niños, sino el espacio donde
el niño sea sujeto político.
Un espacio para el
crecimiento colectivo, no para la ayuda caritativa. Por lo tanto, toda la casa,
todos sus espacios y tiempos tienen carácter pedagógico. Como los chicos son el
centro, el mundo que los rodea, desde los adultos hasta la arquitectura, se
adapta a ellos. Unos 200 chicos acuden a la Casa de lunes a viernes.
A mediados de la década de
los 80 crearon el Hogar Pelota de Trapo,
para aquellos chicos cuyos vínculos familiares se han quebrado, donde han
vivido cientos de niños y niñas sin hogar. En base a sólidos vínculos
afectivos, o sea compartiendo la vida con ellos y ellas, comienzan los cambios
desde la soledad y el abandono hacia la construcción de una nueva vida.
Una de las principales
características de Pelota de Trapo es
que quienes la integran no trabajan “por”
los niños y niñas, ni siquiera le reclaman al Estado “derechos” que nunca se hacen realidad. Viven con ellos, comparten
todos los días el techo, la comida, las incertezas, los buenos y malos momentos,
creando una convivencia para toda la vida. Estabilidad y confianza son
imprescindibles para crecer y ser.
En la década de los 90
crearon dos nuevos espacios. Una panadería y un taller gráfico, con la
convicción de que el trabajo es una pieza fundamental en la vida de las
personas, en su autoestima y proyección. En ambos espacios trabajan los chicos
que crecieron en el movimiento y se volvieron adultos. Además, la producción
gráfica y la panadería sostienen el 70% del presupuesto de Pelota de Trapo, dotando
al movimiento de un alto nivel de autonomía.
Una de las mayores
creaciones llegó con el Movimiento
Nacional Chicos del Pueblo, que protagonizó grandes movilizaciones desde el
norte argentino pero, sobre todo, se convirtió en un espacio de niños, jóvenes
y educadores para construir una nueva sociedad, bajo el lema “todos los chicos son nuestros hijos” y
afirmando que “los chicos son sujetos
políticos”, o sea protagonistas de sus vidas y del cambio social.
En 1997 realizaron el Encuentro de Educadores donde
participaron 2,000 personas en Mar del Plata. Al año siguiente pedalearon en
bicicletas los 300 kilómetros que separan Rosario de Buenos Aires, para empezar
a “recorrer las geografías de pobreza de
nuestro país”.
En 2001, en el auge del
movimiento piquetero, comienzan las marchas nacionales. La primera recorrió
miles de kilómetros desde La Quiaca (frontera con Bolivia) hasta Buenos Aires,
mientras los años siguientes arrancaron en Misiones y Tucumán. En 2008, ya bajo
los gobiernos progresistas, lanzan la
campaña “El hambre es un Crimen”, y
le agregan un lema que hará historia ya que años después fue retomado por las
mujeres: “Ni un pibe menos”.
Con los años montaron una
Escuela de Educadores Populares y la Agencia
de Noticias Pelota de Trapo (goo.gl/MyC1qu)
que difunde ideas contrahegemónicas. En 2015 afrontaron un momento crucial para
todo movimiento, como lo es la muerte de su referente principal, con lo que
abrieron un período signado por el recambio generacional.
Una buena síntesis del
espíritu del trabajo de Pelota de Trapo
lo escribió la propia Agencia, en un texto de abril de 2015, como despedida a
Morlachetti.
“Antes de irse firmó su testamento: les dejó a los niños de malabares,
a los propietarios de los arrabales, toda su inmensa fortuna: la semilla de la
revolución para parirla cuando puedan (….) Y un amanecer que sea para todos”.
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