Rutilio Grande, profeta y
mártir de la fe, la solidaridad y la esperanza
Germán Rosa, sacerdote jesuita
Diario Co Latino
01 agosto, 2017
La vida y
el testimonio de Rutilio Grande constituyen un verdadero legado no solo para la
Iglesia de El Salvador, sino también para la Iglesia Universal. Sus virtudes y
sus fragilidades hicieron notable la acción de Dios en su vida, en su actuación
como cristiano, religioso y sacerdote en el país. Rutilio Grande vivió en un
contexto de grandes cambios, de transformaciones relevantes dentro y fuera de
la Iglesia. Si nos remitimos al auténtico profetismo en la tradición bíblica y
teológica, podemos descubrir los rasgos o el carácter profético en la vida de
Rutilio Grande. Dada la coyuntura en que ocurrió su martirio, no cabe duda que
tiene una estrecha relación con la solidaridad y la esperanza en tiempos de
grandes crisis sociales, políticas y económicas dentro y fuera del país.
1) Rutilio Grande, un cristiano que
vivió cambios vertiginosos en el país y en América
Latina
Rutilio vivió a fondo la Sagrada Escritura, y de manera
particular el Evangelio, clave de interpretación de la Antigua y de la Nueva y
definitiva Alianza. También se apropió del espíritu y la letra del Concilio
Vaticano II. Sobre todo descubrimos de manera explícita en su vida los trazos
de la Constitución Pastoral “Gaudium et
Spes” (Los gozos y las esperanzas),
y de la Constitución Dogmática “Lumen
Gentium” (Luz del mundo).
Gaudium et Spes, Nº 1, dice así: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y
las angustias de los hombresde
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez
gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
Rutilio hizo suyos los gozos y las
esperanzas de los habitantes de Aguilares y de El Paisnal, y
también de todo el país. Hizo propias sus tristezas y angustias.
Lumen Gentium, Nº 1, nos dice que
Cristo es la luz de los pueblos, y el Evangelio debe ser anunciado para que
resplandezca su luz sobre el mismo rostro de la Iglesia. De esta manera, el
anuncio que hizo Rutilio de Jesucristo y del Reino de Dios se convirtió en una
luz de esperanza en medio de las dificultades de la vida para tantas personas
en Aguilares y El Paisnal. El rostro de Rutilio fue para muchos el rostro de un
misionero fiel a Jesucristo y al Evangelio.
Rutilio Grande acogió además la
aplicación práctica pastoral del mismo Concilio Vaticano II plasmada en los
documentos de Medellín, fruto de la II Conferencia del Episcopado
Latinoamericano en 1968.
Después del Vaticano II y de
Medellín, se empezó a sistematizar un pensamiento teológico en América Latina
que cuestionaba el pecado social y estructural de la injusticia, de la
dependencia y de la pobreza en el continente. En ese contexto surgió un
pensamiento teológico crítico y encarnado en la realidad de los pueblos
crucificados que se condensó en la teología de la liberación, reflexión
teológica sistemática de los procesos históricos de liberación en el contexto
de los años 70, y en las siguientes décadas.
En ese período histórico en la
coyuntura política mundial se vivía la tensión de los bloques ideológicos bien
definidos entre los países socialistas y los capitalistas. Aunque también
existía el grupo de países no alineados. También era el período del crecimiento
de los movimientos populares y revolucionarios en América Latina.
Surge entonces la teoría del
desarrollo que era cuestionada por el subdesarrollo socioeconómico en América
Latina. Esto dio lugar al surgimiento de la teoría de la dependencia y del
subdesarrollo como antítesis del planteamiento desarrollista que había
fracasado en América Latina.
Rutilio Grande fue un cristiano
coherente y consecuente hasta el martirio que vivió en ese contexto de cambios
vertiginosos en el país y en América Latina. También le tocó vivir en el
período de la transición de los gobiernos militares a las democracias formales
en los países de América Latina. Es en ese contexto que Rutilio Grande será un
profeta de la solidaridad y de la esperanza.
2) Rutilio Grande, un profeta que nació
en El Paisnal y sembró la fe, la solidaridad y la esperanza desde Aguilares…
El salmista dice: “¡Dichoso
el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los
pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, mas se complace
en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche! Es como un árbol plantado
junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su
follaje; todo lo que hace sale bien” (Salmo 1, 1-3). En El Salvador los
árboles del bálsamo y del maquilíshuat son considerados como los árboles
nacionales del país. Rutilio Grande fue como un gran árbol de bálsamo y un gran
árbol de maquilíshuat, plantado junto al río Lempa. La vida de Rutilio Grande,
su vocación apostólica pastoral, su obra y su labor humanitaria plantadas en
estos pueblos, fueron como estos árboles, inspiraron a tantos hombres y mujeres
en Aguilares y El Paisnal a seguir a Jesucristo que el mismo Rutilio predicó.
Rutilio fue un hombre Grande porque
confió plenamente en Dios. Rutilio fue dichoso y bienaventurado porque amó y
sirvió a los pobres, a los humildes y los sencillos. Rutilio fue bienaventurado
porque practicó la justicia, caminó humildemente con Dios y asumió la cruz hasta
el martirio. En síntesis, fue un hombre que vivió como un árbol plantado al
borde de los ríos que fueron para él: la Palabra de Dios, de manera especial el
Evangelio, el Vaticano II, los documentos de Medellín, y asumió su talante como
buen religioso jesuita inspirado en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
de Loyola. Rutilio vivió a fondo la experiencia del discernimiento y de los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Identificó la voz de Dios, fue un
verdadero discípulo y apóstol de Jesucristo, que supo discernir los signos de
los tiempos, las características de Jesucristo crucificado en los rostros
sufrientes de las familias de Aguilares y El Paisnal.
Jesucristo fue considerado como
profeta y también fue reconocido por sus milagros y curaciones. De hecho,
Jesucristo tuvo tres círculos concéntricos de discípulos. El círculo más
distante era la multitud que lo escuchaba ocasionalmente, y lo apoyaban con la
hospitalidad, la alimentación o dinero cuando Jesús pasaba por sus comunidades.
El círculo intermedio estaba constituido por los que lo seguían, escuchaban sus
enseñanzas y eran testigos de sus milagros. Incluso los mismos que habían sido
beneficiados con las curaciones realizadas por Jesús, sus familiares o sus
amistades se convertían en sus colaboradores sedentarios en Galilea y en Judá,
mostrándole la fidelidad y la devoción a Jesús, acogiéndolo en sus propias
casas. Pero el círculo más íntimo era el grupo de los doce discípulos, aquellos
a quienes Jesús llamó para seguirlo, que debían abandonar la familia, el
patrimonio y los medios de sobrevivencia, incluso pudieron experimentar las
incomprensiones, la hostilidad y los ataques de sus propias familias. Los
discípulos más íntimos fueron testigos de la vida pública y personal de Jesús
durante los tres años de su ministerio. Conocieron sus predicaciones, Jesús les
explicaba las parábolas, les enseñaba a orar. Vivieron todo el itinerario de la
vida de Jesús cuando recorría las comunidades predicando el Reino de Dios.
Fueron testigos directos de sus gozos, sus esperanzas y sus tristezas. Fueron
también testigos de sus obras y milagros, de su pasión, muerte y resurrección.
Los discípulos más íntimos son los que le dieron continuidad al ministerio de
Jesús, después de su pasión, muerte y resurrección.
(Cfr. Meier, J. P. (2003). Un Ebreo Marginale. Ripensare
il Gesù storico. Tomo 3, Compagni e antagonisti. Brescia (Italia): Editrice
Queriniana, pp. 126 -127).
Podemos decir que la profunda
cercanía espiritual de Rutilio Grande con Jesucristo se asemeja a la
experiencia que vivieron los doce discípulos, que luego se convirtieron en
apóstoles. Al recorrer la biografía de Rutilio Grande nos damos cuenta que fue
un hombre sensible y solidario. Se conmovió viendo la situación de los
empobrecidos, de los campesinos de Aguilares y de El Paisnal. Haciendo una
semejanza con la vida de Jesús, podemos decir que, Aguilares y El Paisnal
fueron como el pueblo de Nazaret, la región de Galilea, y también la ciudad de
Jerusalén para Rutilio Grande. Ahí anunció la buena noticia del Reino de Dios,
ahí vivió su persecución, su pasión y su martirio.
(Cfr. http://www.diariocolatino.com/rutilio-gran-balsamo-gran-maquilishuat-del-paisnal-aguilares-parte-ii/).
Rutilio Grande fue un hombre de
esperanza, pero una esperanza real e instalada en la realidad porque la conocía
profundamente. No tuvo una esperanza ingenua, todo lo contrario, tuvo una
esperanza histórica y también última o definitiva. Tuvo una esperanza
contestataria, porque propuso la esperanza radical que revierte toda esperanza
que destruye la dignidad humana: el Reino de Dios. Esta fue la esperanza última
de Rutilio. No aceptó la situación de la pobreza ni de la miseria porque creyó
que históricamente esta situación se podía cambiar, se podía revertir y, es
más, se puede construir un mundo donde no exista la pobreza ni la exclusión
social. Su esperanza se opuso a toda aquella realidad que niega esta esperanza
última que se convirtió en horizonte de su actividad y obra misionera. Rutilio
esperaba que el país fuera un lugar donde la utopía de la solidaridad y la
fraternidad prevaleciera sobre la violencia, un lugar donde la gracia pudiera
vencer el pecado de la injusticia y de la violencia. Su esperanza fue que es
posible ser plenamente humano en el país para ser auténticamente cristiano.
Rutilio creyó y esperó que la solidaridad y la fraternidad fueran dimensiones
históricas y reales del Reino de Dios en el país, siempre abiertas a un más,
porque la esperanza última y definitiva se consuma escatológicamente.
Rutilio creyó que la propuesta de la
salvación de Dios era real y concreta. El Dios que se hace infinitamente
cercano para redimirnos de todo mal que nos afecta. Rutilio creyó que
Jesucristo era buena noticia porque nos salva realmente de la inhumanidad, de
la división causada por el pecado personal y estructural, por la idolatría al
poder, a la riqueza, y a la violencia. El Reino de Dios es un mensaje de salvación
histórica de todos estos males que tanto daño han hecho en el país, y esta
salvación se consumará más allá de la historia. La esperanza de Rutilio Grande
fue esencialmente evangélica. El Evangelio es buena noticia de salvación de
todos estos males y de muchos otros más. Así lo creyó y lo vivió este gran
profeta hijo de El Paisnal y párroco de Aguilares…
Rutilio fue un gran pastor que supo
articular su reflexión teológica pastoral y la praxis de la justicia. Su
inteligencia la puso al servicio de la realidad del país aplicando
rigurosamente el método de ver, juzgar y actuar en ese contexto conflictivo.
Además de actualizar las Escrituras y particularmente el Evangelio, el Vaticano
II, y Medellín, Rutilio asumió la Congregación General 32 de la Compañía de
Jesús, en la cual hizo una opción explícita por la fe y la justicia. Por su
fidelidad a Jesucristo, Rutilio Grande, se convirtió en un profeta de la
solidaridad y de la esperanza. Anunció la buena noticia del Reino de Dios y
denunció las malas noticias del pecado de la injusticia, de la falta de
humanidad, de falta de la solidaridad que sufrían los pobres de Aguilares y de
El Paisnal.
3) Rutilio Grande el profeta de la mesa
compartida que soñó un país fraterno y distinto según el corazón de Dios
El auténtico profeta en la tradición bíblica-cristiana
anuncia la buena noticia de Dios y de su Reino. Habla en nombre de Dios y no en
nombre propio, transmite un mensaje que Dios le ha comunicado. Denuncia la
realidad que se opone a la voluntad de Dios. El profeta es un don de Dios para
la comunidad y para la sociedad. Se convierte en luz para iluminar el camino
que nos conduce hacia Dios.
Rutilio denunció todo aquello que no
era conforme con el proyecto de fraternidad y de justicia expresado en la buena
noticia del Reino de Dios. Por eso denunció la injusticia social y estructural.
Denunció la injusta distribución de la riqueza y expresó que la pobreza no es
la voluntad de Dios para su pueblo, sino que es el resultado de las relaciones
sociales, económicas, políticas y culturales.
El profeta actúa porque siente la
vocación o la llamada de Dios, de quien viene la iniciativa. De hecho es Dios
mismo que orienta la persona del profeta, y éste es enviado a cumplir una
misión convirtiendo su voz en instrumento de Dios.
(Cfr. http://www.diariocolatino.com/la-vida-testimonio-rutilio-grande-semillas-justicia-esperanza/).
Rutilio Grande es el profeta de la mesa compartida. Sus
palabras proféticas lo expresaron en la homilía en Apopa el 13 de febrero de
1977: “Luego el mundo material es para
todos sin fronteras. Luego una mesa común con manteles largos para todos, como
esta Eucaristía”.
Cada uno con
su taburete. Y que para todos lleguen la mesa, el mantel y el “conqué”. Por algo Cristo quiso
significar el Reino en una cena. Hablaba mucho de un banquete, de una cena. Y
la celebró la víspera de su compromiso total. El, de 33 años, celebró una cena
de despedida con los más íntimos. Y dijo que ése era el memorial grande de la
Redención. “Una mesa compartida en la
hermandad, en la que todos tengan su puesto y su lugar”.
Las palabras de Rutilio Grande se han
convertido en canto de entrada de la Misa Salvadoreña: “Vamos todos al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su
taburete tiene un puesto y una misión…”. Su homilía inspiradora de este
canto es patrimonio litúrgico de la Iglesia Salvadoreña y también de la Iglesia
Universal.
La mesa compartida es la metáfora por
excelencia del Reino de Dios (Cfr. Lc 14,15-24; Mt 22,1-14). El banquete es la
Utopía en un mundo dividido, donde hay una separación real entre los que
participan y los que no participan de los bienes materiales y de la creación,
de “la tortilla y del conqué”. Esto
está expresado en distintos textos de los Evangelios.
La mesa compartida es también una
metáfora que nos evoca la multiplicación de los panes. En un mundo donde existe
la triste realidad de los que tienen acceso a lo necesario para vivir con dignidad
y los que no tienen lo necesario para sobrevivir (Cfr. Mt 14,13-21; Mc 6,30-44;
Lc 9,10-17; Jn 6,1-15). El milagro de la multiplicación de los panes aparece en
los cuatro evangelios. Fue una experiencia que marcó profundamente la
conciencia de los discípulos y de las primeras comunidades cristianas. Rutilio
Grande es el padre de la homilética evangélica de la multiplicación de los
panes en El Salvador.
La vida del profeta es testimonio
coherente de lo que anuncia. Muchas veces Rutilio predicó a Jesucristo y el
Reino de Dios, consoló al Pueblo de Dios, exhortó llamando a la conversión a
todos aquellos que lo criticaron o que no practicaron la caridad ni el amor con
los humildes, los sencillos y los pobres. Todas estas características confirman
la vocación profética de Rutilio Grande (Cfr. 1Tes 5,20; 1Co 14,3.5).
Muchas veces, la misión que recibe de
Dios causa luchas internas en el profeta. Cosas que ocurrieron en el trayecto
de su misión en Aguilares y en El Paisnal durante la vida de Rutilio Grande. La
palabra del profeta trasciende más allá de su contexto. Así ocurre con las
enseñanzas, con los testimonios y la tradición que siempre vivimos al
conmemorar la vida, la obra y el martirio de Rutilio Grande el 12 de marzo cada
año, al hacer la peregrinación anual en Aguilares.
El auténtico profetismo está marcado
por la persecución, las injurias, y los vituperios que se sufren porque los que
se oponen al reinado de Dios no pueden soportar su voz. El profeta en muchos
casos, vive la experiencia del martirio como le ocurrió a Jesucristo. El
martirio fue la coronación del talante profético de Rutilio Grande, martirio
que también vivió lentamente durante su vida en su misión apostólica en
Aguilares y El Paisnal.
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