México:
la rebelión silenciosa ya comenzó.
AUTONOMÍA,
AUTOGESTIÓN, AUTOGOBIERNO: CAMINO EMANCIPATORIO.
Víctor M. Toledo
13 septiembre, 2016
Ya es tiempo de hacerle justicia a lo posible. En medio, a un
lado o por fuera de la tremenda crisis, otros mundos se están construyendo de
manera silenciosa y a contracorriente de los modelos dominantes. Estos mundos
no son visibles a los reflectores de la dominación, ni a las élites
intelectuales, ni a los ojos que se mantienen aferrados a los lentes de
siempre. Aun los más calificados de los anteojos
emancipadores siguen aferrados a
dogmas, algunos que se remontan al siglo XIX, tesis anacrónicas, percepciones
que ya no corresponden al mundo de hoy. El primer hecho a aceptar, la premisa
primera a reconocer, es la de que el mundo se enfrenta a una crisis de
civilización y que, por tanto, se requiere de una transformación civilizatoria.
Ello supone un
cuestionamiento radical y profundo de los principales bastiones de la
civilización moderna e industrial: el petróleo, el capitalismo, la ciencia, los
partidos políticos, los bancos, las corporaciones, la democracia
representativa, el consumismo.
Dos frases parpadean como
estrellas en el firmamento de un nuevo pensamiento crítico: una de Albert
Einstein: We cannot solve the problems we have created with the same thinking
that created them (no se pueden
resolver los problemas con el mismo pensamiento con que fueron creados); la
otra de Boaventura de Sousa Santos: No hay solución moderna a la crisis de la
modernidad.
Una segunda premisa, que muy
pocos aceptan, es la que afirma que el clásico dilema de la transformación
social: reforma o revolución, votos o balas, vía
electoral o vía violenta ha dejado de tener sentido y se ha convertido en
mito. La razón: en su fase actual, la de la mayor concentración de riqueza en
la historia de la humanidad, el capital ha terminado por devorarse al Estado y
a sus mansos, edulcorados y burocratizados partidos políticos.
Hoy los límites entre el
poder económico y el poder político se han diluido o se han borrado. Se ha
vuelto entonces imposible, mediante la vía electoral, lograr los cambios
profundos que el mundo requiere con urgencia y que deben superar dos limitantes
supremas de la modernidad: la mayor desigualdad social de que se tenga memoria,
y el mayor desequilibrio ecológico a escala planetaria.
Los ciudadanos, su poder,
han quedado anulados. La sociedad moderna ha perdido su capacidad de
autotransformación y con ello sus mecanismos de autocorrección en un contexto
donde la crisis ecológica amenaza ya la supervivencia humana en el futuro
inmediato. La democracia (representativa, formal, institucional), principal
aportación de Occidente, se ha convertido en mera ilusión.
¿Cuál es, entonces, el
camino para una transformación social a la altura de las circunstancias? La
vía, que gana cada vez más adeptos en todo el mundo, es la construcción del
poder social o ciudadano, mediante la organización, en territorios concretos.
Esto significa tomar el control de los procesos económicos, ecológicos,
políticos, financieros, educativos, de vigilancia y de comunicación, en escalas
adonde sea posible. Y esto puede ser un hogar, un conjunto de hogares, una
comunidad rural, una manzana o barrio urbano, un edificio, un municipio entero,
una región o una colonia. En esta nueva perspectiva la posibilidad de cambio
por la vía electoral, si se observa potencialmente benéfica, se visualiza como
complementaria o accesoria a la vía del poder social en los territorios, nunca
como el objetivo central ni el único.
A todo esto se le comienza a
llamar pensamiento impolítico, y que A. Galindo-Hervás (2015) desde Europa
ubica en filósofos como G. Agamben, R. Esposito, Jean Luc Nancy y A. Badiou,
pero que en realidad se nutre de anteriores pensadores iconoclastas, como Ivan
Illich, André Gorz o Morris Berman, y especialmente de una sinfonía de autores
latinoamericanos: O. Fals-Borda, L. Boff, A. A. Maya, E. Leff, A. Escobar, E.
Dussel, el Sub Marcos, y de los nuevos seguidores de la
ecología política.
¿Por qué América Latina? Por
la sencilla razón de que en esa región del mundo ocurren los experimentos
societarios más avanzados del planeta, buena parte inducidos por las recientes
rebeliones indígenas y su vigor demográfico, de tal suerte que el pensamiento
es reflejo de inéditos procesos civilizatorios y éstos se nutren a su vez de
originales reflexiones teóricas. Por eso América Latina es la región más
esperanzadora del mundo.
México es un país
privilegiado en el contexto arriba descrito, porque su territorio es ya un
laboratorio de innumerables experimentos socioambientales. No solamente existen
en el país múltiples bastiones de reflexión teórica en las universidades
públicas y privadas, y una feroz resistencia ciudadana como la de los maestros
democráticos y las de las comunidades que se oponen a los proyectos
depredadores en 300 puntos del territorio, sino que durante las últimas tres o
cuatro décadas se han venido construyendo innovadores proyectos locales y
regionales en sus zonas rurales.
Nuestras propias
investigaciones han levantado un inventario de más de mil proyectos novedosos
en sólo cinco estados (Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Puebla y Michoacán) (ver:
“México, regiones que caminan hacia la
sustentabilidad”), incluyendo los Caracoles Zapatistas, las numerosas cooperativas
indígenas de café orgánico y múltiples casos de autogestión comunitaria.
Todos estos proyectos se
fincan en el poder ciudadano sobre los territorios y en los procesos de
producción y comercialización, pero también en la democracia participativa, la
autogestión y autodefensa, la creación de bancos locales y regionales, las
radios comunitarias, la dignificación de las mujeres, y últimamente en la
reconversión hacia fuentes alternativas de energía solar.
Con diferentes grados de
integralidad y de éxito, y abarcando diversas escalas, estos proyectos de
alteridad civilizatoria avanzan construyendo en regiones y territorios, un
mundo sin capitalismo, partidos políticos, bancos, empresas y poniendo en
práctica una ciencia que respeta y dialoga con sus propios saberes. Son las
islas o burbujas de una nueva civilización. Las expresiones de una
transformación silenciosa.
Comentarios