91 Aniversario de
la fundación de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, cuna de conciencia
social.
Redacción
Desinformémonos
03
marzo, 2017
Desinformémonos.- El 2 de Marzo de 1926 se funda en el municipio de Tixtla,
Guerrero, la Normal Rural de Ayotzinapa. Hoy a 91 años de su apertura y luego
de haber recibido varios ataques para cerrarla, ha demostrado que sigue siendo
necesaria mientras haya estudiantes pobres y pueblos que necesitan educación. Ayotzinapa
es la cuna de Lucio Cabañas, de Genaro Vásquez y de decenas de generaciones de
jóvenes educados para resistir y luchar por la equidad y la justicia.
Desde su fundación, Ayotzinapa ha sufrido carencias en todo sentido. Año tras año
los normalistas luchan para que la escuela permanezca abierta en medio de
diálogos y protestas. Hoy su lucha tiene como eje la aparición con vida de los
43 normalistas desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 por el Estado
mexicano.
La Escuela Normal Rural,
que ahora lleva el nombre de Raúl Isidro Burgos, fue fundada por las necesidades del pueblo guerrerense, cuando la escuela empezó a funcionar en diferentes barrios de
Tixtla en el año de 1926 por no tener un local y a la que se asistía los fines de semana
solamente. Rodolfo A. Bonilla, profesor de la misma al ver que se
intentaba trasladar a otro lugar, gestionó con las autoridades municipales la
donación de un terreno para edificarla, lo cual sucedió.
Entre las montañas, muy
cerca de la capital guerrerense, olvidada por unos, criminalizada por otros, la
Escuela Normal Rural de Ayotzinapa tiene en sus muros frases y rostros que
alientan la lucha constante de sus estudiantes. Una lucha que se convierte en
bandera de una gran parte de la sociedad mexicana e internacional, ante la
desaparición forzada de 43 estudiantes a manos del Estado mexicano.
Ayotzinapa se
inauguró en 1926 cumpliendo con los cánones planteados para la educación
rural, un esquema previsto desde la época de José Vasconcelos, muy bien representado en el mural
de David Alfaro Siqueiros: “El pueblo a
la Universidad y la Universidad al pueblo” que está en la fachada sur del
edificio de Rectoría en la UNAM.
Las Escuelas Normales
Rurales originalmente planteadas como Escuelas Rurales Regionales o Centrales
Agrícolas, forman parte del principal proyecto de reforma educativa propiciado
por los gobiernos posrevolucionarios en México cuyo principio sigue siendo la
socialización de la educación en el ámbito rural mexicano así como propiciar la
concientización y participación social de quienes se forman en estos planteles
que desde sus inicios adoptaron el esquema de la defensa de la educación
pública como un derecho popular y sobre todo como un derecho de los más pobres,
empleando la educación como una herramienta fundamental para el entendimiento
de la realidad social y la posibilidad de su transformación.
Atendiendo las
necesidades educativas de las comunidades más marginales del país,
principalmente la necesidad de maestros para la enseñanza primaria en las
regiones más pobres, se priorizó
la formación de maestros campesinos que a su vez pudieran educar a los hijos de
los campesinos.
Desde su primera instalación
en 1922, las Escuelas Normales Rurales no fueron ajenas a las condiciones
sociales y económicas particulares de cada lugar, y por ello los planes y
programas de estudio fueron adecuados a la realidad asumiendo un papel de
compromiso y solidaridad con los más necesitados. El principal requisito para
ingresar a estudiar en una normal rural es no contar con los recursos
suficientes como para aspirar a una educación en las universidades oficiales o
estatales, en pocas palabras “ser pobre”.
Así, estas escuelas también se caracterizan por formar maestros rurales con
vocación de apoyo; un maestro rural es entre otras cosas, agricultor, médico y amigo del pueblo.
Las normales rurales
fortalecieron su carácter politizador estimulando el proceso de transformación
social a través de la enseñanza, adoptando el modelo de educación socialista
propuesto por el gobierno de Cárdenas con la reforma al artículo 3º
constitucional en el año de 1934. Dicha reforma trajo consigo la inconformidad
de los sectores conservadores mexicanos ya que replantea firmemente la
exclusión de la religión en la educación, cuestión muy arraigada en algunas
zonas rurales; generando desconfianza hacia el proyecto de educación campesina
se les comenzó a tratar con severa hostilidad producto del fanatismo religioso
que descalificó la enseñanza socialista y a las normales rurales llamándolas “escuelas del diablo” lo cual derivó
incluso en ataques y atentados contra la vida de los maestros rurales.
La decisión oscilaba
entre las políticas conservadoras que visualizaban a la educación como un medio
disciplinario y de control social, o una postura intelectual que concebía a la
escuela como un espacio propicio para el despertar de la conciencia popular. La
SEP, en sus inicios en los años 20’s optó por la primera postura, y el reflejo
de la defensa de las estructuras sociales porfiristas aún se podía encontrar en
los planes de estudio de algunas escuelas rurales aisladas.
Es pertinente señalar que durante los inicios de las normales rurales
muchos aspectos de la realidad nacional aún se encontraban en reconstrucción
tras la Revolución mexicana, la intención de cada gobierno en turno era
insertar a México en los proyectos “modernizadores”
que le permitieran comenzar a desarrollarse y para esto el carácter de la
educación que ofrecería el Estado era un aspecto crucial aún en definición.
Ayotzinapa: Cuna de la conciencia social
La
Normal de Ayotzinapa empezó a ser muy conocida a partir de la década de los
setenta, ya que uno de sus profesores y anteriormente estudiante de esta misma
escuela, tomó el liderazgo del Partido de los Pobres que posteriormente y ante
la falta de atención, la corrupción y el enriquecimiento de las élites
gobernantes tuvo que convertirse en un grupo guerrillero. Ese líder estudiantil
es Lucio Cabañas Barrientos.
Lucio Cabañas se convirtió en el “azote” de los gobiernos de esa época. Distorsionando la
información, era calificado y expuesto en los medios como un “hombre peligroso”. Nunca hablaron de su
proyecto social.
El 18 de mayo de 1967 sucede la matanza de Atoyac. Ese día,
la Sociedad de Padres de Familia de la escuela primaria “Juan N. Álvarez” realiza un mitin para pedir la destitución de la
directora de la escuela. Poco antes de las diez de la mañana, una comisión le
solicita a Lucio Cabañas que funja como orador, porque la persona que iba a
serlo no se presentaría. Lucio acepta, pero pide que lo esperen hasta las diez
y media, para aprovechar el tiempo del “recreo”
en la escuela donde daba clases, la “Modesto
Alarcón”, cercana a la otra. Cuando Lucio Cabañas participa en el mitin, la
policía judicial del estado de Guerrero trata de impedirlo. Los agentes se
abren paso entre la concentración de manifestantes para detener o eliminar a
Lucio, hay forcejeos y disparos hacia la multitud. El resultado fueron 11
muertos.
El desencuentro entre los gobiernos y la Normal de Ayotzinapa
han sido una constante desde entonces, ya que cada año, los estudiantes salen a
las calles del estado de Guerrero a manifestarse para exigir al gobierno local
el cumplimiento de su pliego petitorio, manifestaciones que siempre son
respondidas con el uso de la fuerza, la represión e inclusive el asesinato y la
desaparición forzada.
Las carencias y en consecuencia las demandas son muchas, las
principales: la rehabilitación y dignificación de sus instalaciones y la
alimentación para los cientos de alumnos que cada año llegan a ella. Hoy la
exigencia principal es la aparición con vida de sus 43 compañeros y justicia
para los asesinados.
Su existencia está en permanente riesgo. El argumento de
la falta de recursos para su manutención es un pretexto. La realidad es que
Ayotzinapa le resulta incómoda a la
clase política.
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