Carta de pública de Fernando
Bárcenas
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Ilustraciones del
periódico El Canero en su primera edición.
24
febrero, 2017
Fernando Bárcenas
Castillo es un compañero de 21 años que está preso en el Reclusorio Norte de la
ciudad de México desde el 13 de diciembre de 2013, sentenciado a 6 años de
prisión por los delitos de ataques a la
paz pública y asociación delictuosa;
en diciembre de 2016 le fue negado el amparo directo por parte del poder
judicial de la federación, con lo que su proceso jurídico ha concluido.
Gran parte del tiempo
que ha permanecido encarcelado, la institución lo ha mantenido en diversas
zonas de aislamiento bajo el argumento de que representa «un riesgo para la seguridad institucional». Por ejemplo desde
finales de septiembre de 2016 se le mantiene en dicha situación
como represalia a la última huelga de hambre que realizó.
Fernando ha
desarrollado diversos proyectos de lucha anticarcelaria, como es el periódico El
Canero, además de otras iniciativas colectivas de organización. El
9 de febrero de 2017 fue trasladado del Reclusorio Preventivo Varonil Norte al
Centro de Ejecución de Sanciones Penales Varonil Norte, desde donde el
compañero externa su postura de rechazo al régimen penitenciario y su negativa
a participar en lo que esa instancia llama «reinserción
social».
Carta pública del compañero Fernando Bárcenas, preso en la
ciudad de México donde narra los últimos sucesos por los que ha atravesado y
que implican una serie de traslados:
Una vez más la
institución carcelaria intentó disuadirme y entibiar mis convicciones rebeldes
ordenando mi traslado al Centro de Ejecución de Sanciones Penales. Esto se
llevó a cabo en colusión con el Juzgado 43 Penal, el cual envió la resolución
determinante de que no podía permanecer en el Reclusorio Norte luego de ser
ejecutoriado. La anterior administración, con el director Rafael Oñate Farfán
al mando, tuvo muchos motivos al ver en peligro sus intereses ante las
constantes agitaciones y protestas al interior de la cárcel; sin embargo,
sabían que al lugar al que me enviaran encontrarían constante conflicto y
cuestionamiento a las normas cotidianas, por lo cual en cualquier sitio habría
siempre tentativa de insurrección.
Lo
comprobaron en la zona 3 del módulo de ingreso y las zonas 7 y 5 de «segregación y seguridad institucional»
del módulo de C.O.C.
Siempre
que me rebelaba intentaban jugar conmigo, trataban de hacerme creer que eran
mis amigos, hasta que fue determinante mi forma de hacerles saber mi postura
ante las circunstancias, la agresión a los carceleros se volvió una necesidad
para sobrevivir aquí adentro, una necesidad constante de hacer presente la
rebelión consciente dentro de estos muros.
Así
pues, luego de dos años de segregación en zonas de Seguridad
Institucional, me presentan un castigo disfrazado de «privilegio»: mi traslado al Centro de Ejecución
de Sanciones o Anexo Norte, en el cual se chantajea a los presos con la promesa
de su libertad a cambio de guardar perfecta obediencia al régimen carcelario,
mismo que incluye de manera obligatoria la esclavitud y el trabajo forzado,
pues no se puede protestar, ya que el proceso de domesticación incluye el
lavado de cerebro, haciéndonos creer que se está recibiendo una oportunidad. Es
necesario sentirse culpable y arrepentido todo el tiempo, agradeciendo por la
misericordia del sistema penal. Y si no se acepta la domesticación eres
amenazado con ser trasladado a las Torres de Alta Seguridad o a la
Penitenciaría.
Por
estas razones, al llegar y ser conducido a la administración, me negué a
recibir el «tratamiento», negándome a
firmar el contrato de derechos y obligaciones, y también negándome a recibir
colchón, ropa y cualquier otra cosa que me comprometiera a guardar respeto a su
institución. No reconozco la cárcel y no quiero que siga mejorándose.
Estas
actitudes provocaron que me trasladaran de nuevo a altas horas de la madrugada
para ser conducido al reclusorio Norte, y para mi sorpresa no fui llevado al módulo
de ingreso como normalmente debería ser al reingresar, para luego enviarme a la
zona de Dormitorios. Fui conducido directamente a la zona 7 de Seguridad
Institucional, donde había permanecido hasta entonces en
segregación.
Con
todo esto, me vuelven las ganas de escribir luego de reflexionar que la cárcel
son realmente nuestras relaciones cotidianas y que en cada conflicto se abren
infinitas posibilidades para destruirla.
Fernando Bárcenas, 13
de febrero, 2017
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