(EZLN: SCI Moisés, SCI Galeano)
Enlace Zapatista
Julio-agosto-septiembre
del 2016.
A quien corresponda:
Asunto:
Invitación a “CompARTE y ConCIENCIAS por
la Humanidad”.
Sí, lo sabemos. Días y noches donde la amargura parece ser el
único horizonte. Pasos arrastrados por el dolor, la rabia, la indignación;
tropezando cada tanto con las impertinentes miradas del cinismo y la
desilusión; la estupidez entronizada en puestos gubernamentales y encuestas; la
simulación como forma de vida; la mitomanía como táctica y estrategia; la
frivolidad como cultura, arte, ciencia; el escalonado desprecio hacia lo
diferente (“lo malo no es que exista lo
otro, sino que se muestre”); la resignación a precio de mayoreo en el
mercado político (“ni modo, sólo queda
optar, ya no por lo menos malo, sino por lo menos escandaloso”). Sí,
difícil, cada vez más difícil. Como si la noche se alargara. Como si el día
postergara su paso hasta que no, nadie, nada, vacío el camino. Como si no
hubiera respiro. El monstruo acechando en todos los rincones, campos y calles.
Y a pesar de todo eso, o
precisamente por todo eso, le mandamos esta invitación.
Sí, parece que no viene al
caso o cosa, pero nosotras, nosotros, zapatistas, le estamos convidando a usted
para que participe en los festivales “CompARTE
y ConCIENCIAS por la Humanidad”. Así que, en cumplimiento de las
formalidades, debemos enviarle una invitación. Algo que precise un calendario y
una geografía, porque usted tiene su propio camino, su paso, su compañía, su
destino. Y tampoco es cosa de agregar dificultades a las que usted ya enfrenta.
Así que sí, en una invitación debiera señalarse el dónde y el cuándo.
Pero ya sabe usted lo que
somos. Nuestro modo, pues. Y entonces la pregunta que, pensamos, tiene que
responder una invitación, no es tanto el lugar y la fecha. Sino el por qué. Tal
vez por eso esta invitación no cumple con las formalidades del caso y le llega
a destiempo, o después o antes. Pero eso no importa, ya verá usted.
Entonces por eso es que es
muy otra esta invitación, por eso es que, como parte esencial, tiene esta
pequeña historia:
UNA CASA,
OTROS MUNDOS.
Más que historia, podría ser leyenda. Es decir, no hay manera
de confirmar la veracidad de lo que aquí se narra. En parte porque no se
precisan ni calendarios ni geografías, es decir, pudo haber sido o no en
cualquier lugar y en un tiempo indefinido; y también porque el supuesto
no-protagonista de esta narración está muerto, finado, fallecido, difunto. Si
estuviera vivo, bastaría preguntarle si dijo lo que aquí se dice que dijo.
Cierto, es muy probable que, tenaz en su andarse por las ramas, se extendería
él en la descripción de ese calendario impreciso.
Así que no tenemos la
fecha precisa, les quedamos a deber el calendario y sólo diremos que hará ya
más de dos décadas aproximadamente. ¿La geografía? Las montañas del sureste
mexicano.
Nos lo contó el Comandante
Tacho, aquella madrugada en que, dentro de una champa, se describía la casa del
sistema, la casa del capital, la tormenta, el arca. La champa donde nació lo
que después sería el semillero. Creemos que dieron un receso para café…. o
suspendieron la reunión para continuar al día siguiente… A decir verdad, no lo
recordamos bien. El asunto es que nos quedamos platicando con el Tacho y es él
quien nos contó lo que ahora aquí les detallamos. Claro, cierto, hay un poco de
trampa porque agregamos, arreglamos y acomodamos las palabras originales de
Tacho. No por mal querencia, desprecio o ganas de remendar los recuerdos rotos,
sino porque ambos, quienes ahora le escribimos a usted, conocíamos más del
finado y podemos reconstruir así sus palabras y sentires. Va pues:
Habla el comandante Tacho:
“No muy me acuerdo cuándo, pero fue cuando el difunto Sup no
estaba todavía difunto. Estaba el Sup como de por sí, desvelándose y fumando su
pipa. Sí, mordisqueada la pipa, como de por sí. Estábamos dentro de la champa
de la tal vez comandancia, aunque todavía no era champa. O sea que todavía no
estaba terminada. O sea que no era comandancia todavía. Tal vez iba a ser, pero
no todavía. Estábamos contando chistosadas. Sí, cosas que pasan en los pueblos,
en las reuniones, en los trabajos de la lucha. El Sup de por sí sólo escuchaba,
en veces se reía, en veces preguntaba para saber más. Antes de conocerlo yo no
entendía. Ya más después comprendí que esas historias aparecían luego en los
comunicados como cuentos. ‘Posdatas’, les decía él, creo. Yo una vez le
pregunté por qué ponía como cuento lo que de por sí había pasado. Y él me dijo
“es que no lo creen, piensan que invento o que imagino, entonces lo pongo como
cuento porque no están preparados para conocer la realidad”.
Bueno, pero entonces ahí
estábamos. Entonces él le preguntó al Sup…
Sí, Tacho ha usado el
tercer pronombre del singular: “él”.
Para aclarar le preguntamos si con “él”
se refería al Sup. Nos respondió
molesto: “no, él lo preguntó al Sup”.
No quisimos insistir porque supusimos, tal vez erróneamente, que ahí no estaba
lo importante de la historia, o que era sólo una pieza de un rompecabezas aún
por armar. Así que el Comandante Tacho usó la palabra “él”. No “ella”, ni “yo”, ni “nosotros”. Dijo “él”
para referirse a quien interrogaba al Sup.
“Oí Sup ¿y por qué, cada que se hace una casa, preguntas si se
hace por usos y costumbres o por el método científico?”
Aquí Tacho se sintió en la necesidad de aclarar:
“Cada que hacíamos una champa, el finado SupMarcos llegaba y
quedaba mirando las vigas y travesaños. Y siempre preguntaba: ‘Ese travesaño
que estás poniendo ahí, ¿lo pones porque lo necesita la casa?’ Entonces yo le
respondía: ‘Sí, porque si no se pone, pues el techo se cae luego’. ‘Ah bueno’,
decía el Sup, ‘pero ¿cómo lo sabes que, si no lo pones, se cae el techo?’. Yo
me le quedaba viendo porque ya sabía que ahí no estaba el asunto. No era la
primera vez que preguntaba. Entonces él seguía: ‘Sí, ¿lo pones porque lo sabes
científicamente que si no lo pones se cae, o lo pones por usos y costumbres?’.
Yo le decía: ‘por usos y costumbres, o sea que así me enseñaron. Así hacía las
casas mi papá y él aprendió con mi abuelo y así hasta muy lejos’. El Sup no
quedaba contento, y siempre terminaba por subirse a la viga central, cuando no
tenía todavía macizos los refuerzos, y, balanceándose como si montara un
caballo, preguntaba ‘entonces si yo me subo aquí, ¿se va a caer la viga?’ Y
zas, tiro por viaje que se caía. Sólo decía ‘¡Ay!’ y ahí en el suelo sacaba su
pipa, la prendía y así tendido miraba al techo, con la cabeza recostada en la viga
rota en el suelo. Sí, claro que nos reíamos todos”.
Entonces es por eso que él le preguntó al Sup que por qué
siempre preguntaba si usos y costumbres o método científico. Porque no una vez
que pasó así. Siempre que se mudaba la comandancia y me tocaba dirigir la
construcción de la nueva champa, así pasaba. Llegaba el Sup, preguntaba, le
respondía, no quedaba conforme, se subía a la viga, se rompía, y al suelo.
(nota: comentando
entre nosotros, concluimos que el calendario aproximado de lo que relata Tacho
es en los primeros meses de 1995, cuando la persecución gubernamental contra
nosotros, que es cuando la comandancia se mudaba continuamente, acompañando al
pueblo de Guadalupe Tepeyac en el exilio. Fin de la nota y sigue hablando
Tacho):
Entonces es para que entiendan por qué él le preguntó eso al
Sup. Otras veces le había yo preguntado, pero no respondía cabal. No porque no
quisiera, sino porque siempre lo llamaban en el radio en ese momento, o alguien
más llegaba. Entonces yo también quería saber la respuesta.
-El Sup lo quitó la pipa de la boca y la puso a un lado.
Estábamos sentados en el suelo, como quien dice. Hacía mucho calor, como de por
sí siempre que se va a venir una lluvia fuerte. Yo entendí que va a dilatar la
respuesta. -Porque cuando respondía rápido, el Sup ni siquiera se quitaba la
pipa. O sea que hablaba como que muerde las palabras y salen como masticadas y
aboyadas.
-Entonces el Sup dijo… bueno, más bien me preguntó:
-“Oí Tacho, ¿cuánto mide esta champa?”
-“3 por 4”, le respondí rápido porque de por sí no es primera
vez que hacía.
-“¿Y si fuera de 6 por 8, ¿llevaría más travesaños de
refuerzo?”, me preguntó.
-“De por sí”, le respondí.
-“¿Y si fuera de 12 por
16?”
-No respondí rápido, así
que el Sup se siguió:
-“¿Y si fuera de 24 por
32? ¿Y si 48 por 64? ¿Y si 96 por 128?”
-Ahí sí, les digo la mera
verdad, pues me reí.
-“Está muy grande esa
casa, no sé”, le dije.
-“Correcto”, dijo él, “se hacen las casas según la experiencia
propia o heredada. Usos y costumbres, pues. -Cuando se tiene que hacer una casa
más grande, pues se pregunta o se prueba”
-Pero, digamos que nunca se ha hecho una casa de 192 por 256…
-Me reí justo antes de que
el Sup completara:
-“… kilómetros”
-“Errr, ¿y quién quiere una casa tan grande?”, le dije entre
risas.
-Él encendió la pipa y luego dijo: “Bueno, más fácil ¿y si la
casa fuera del tamaño del mundo?”
-“No, pos está cabrón. Creo que no se puede imaginar una casa
así de tan grande, ni para qué”, le dije ya más serio.
-Se puede. Las artes pueden imaginar esa casa, y ponerla en
palabras, en sonidos, en imágenes, en figuras. Las artes imaginan lo que parece
imposible y, al imaginarlo, siembran la duda, la curiosidad, la sorpresa, la
admiración, o sea, lo hacen posible.
-“Ah, bueno”, le dije, “pero una cosa es imaginar y otra
hacer. Creo no se puede hacer una casa así de tan grande”.
-“Se puede”, dijo él y dejó a un lado la pipa rota.
-Porque las ciencias saben cómo. Aunque nunca se haya hecho
una casa del tamaño del mundo, las ciencias pueden decir, con certeza, cómo
sería una construcción así. No sé cómo se llama, pero creo tiene que ver con
resistencia de materiales, geometría, matemáticas, física, geografía, biología,
química y no sé cuántas madres. Pero, aunque no se tenga la experiencia de antes,
o sea, sin usos y costumbres, la ciencia sí puede decir cuántas vigas,
refuerzos y travesaños se necesitan para hacer una casa del tamaño del mundo.
Con el conocimiento científico se puede decir qué tan profundos los cimientos,
qué tan altas y largas las paredes, qué ángulo debe tener el techo si es a dos
aguas, para dónde tienen que estar las ventanas, según si frío o calor, dónde
las puertas y cuántas, de qué material se debe hacer cada parte, y cuántas
vigas y refuerzos debe tener y en dónde.
¿Estaba ya pensando el
finado en la transgresión de la ley de gravedad y todas las líneas rectas que
se encadenaban a ella? ¿Imaginaba o conocía ya la subversión del quinto
postulado de Euclides? No, Tacho no se lo preguntó. Y, a decir verdad, nosotros
dos tampoco se lo hubiéramos preguntado. Parece difícil que, en esos días sin
mañana, con las aeronaves artilladas agitando cielo y tierra, hubiera tiempo
para pensar en el arte, mucho menos en la ciencia.
Habían quedado todos en
silencio, recuerda Tacho. Nosotros también. Después de un momento de silencio y
tabaco, siguió:
El Sup volvió a
tomar su pipa y vio con pena que el tabaco se había terminado. Buscó en sus
bolsillos. Se sonrío y sacó una bolsita de plástico con un poco de hebras
negras. Tardó en encender la pipa, creo porque el tabaco estaba húmedo. Después
siguió:
Pero no me preocupa si las artes pueden imaginar esa casa, los
colores que la vestirían, sus formas, sus sonidos, dónde el día, dónde la
noche, dónde la lluvia, dónde el viento, dónde la tierra.
Tampoco me preocupa si la ciencia puede resolver cómo se puede
hacer realidad. De por sí puede. Tiene los conocimientos… o los va a tener.
Lo que me preocupa es que esa casa, que es un mundo, no vaya a
ser igual que éste. Que la casa sea mejor, más grande todavía. Que sea tan
grande que en ella quepan no uno, sino muchos mundos, todos, los que ya hay,
los que todavía van a nacer.
Claro, habrá que encontrarse con quienes hacen artes y
ciencias. No va a ser fácil. En principio no van a querer, no por malquerencia,
sino por desconfianza. Porque tenemos mucho en contra. Porque somos lo que
somos.
Quienes son artistas creen que vamos a obligar su quehacer en
tema, forma y tiempo; que en su horizonte artístico sólo deberá haber machos y
hembras (nunca otroas), del poderoso proletariado exhibiendo músculos y miradas
luminosas en imágenes, sonidos, danzas y figuras; que ni siquiera insinúen la
existencia de lo otro; que si cumplen, cantos y alabanzas, que si no cumplen,
el encierro físico o el repudio. O sea que les vamos a ordenar que no imaginen.
Quienes hacen ciencias creen que les vamos a pedir que diseñen
armas mecánicas, electrónicas, químicas, biológicas, interestelares, de
destrucción masiva o individual; que los vamos a obligar a formar colegios para
superdotados mentales donde, por supuesto, estarán los descendientes de los
mandos con un ingreso asegurado aún antes de ser concebidos; que se reconocerá
la filiación política y no la capacidad científica; que si cumplen, alabanzas y
cantos; que si no cumplen, el repudio o el encierro físico. O sea que les vamos
a ordenar que no hagan ciencia.
Y, además, como somos pueblos originarios, un@s y otr@s
piensan que lo que hacen ell@s es arte y cultura, y lo que hacemos nosotros es
artesanía y ritual, que lo que en ell@s es análisis y conocimiento, en nosotros
es creencia y superstición. Ignoran que nosotros pintamos colores que, cientos
de años después, aún desafían los calendarios, que cuando en la “civilización”
todavía creían que la tierra era el centro y ombligo del universo, nosotros ya
habíamos descubierto astros y números. Creen que amamos la ignorancia, que
nuestro pensamiento es simple y conformista, que preferimos creer en lugar de
conocer. Que nosotros no queremos el avance, sino el retroceso.
O sea que, como quien dice, ni se miran ni nos miran.
El problema entonces va a ser convencerlos de que se miren
como nosotros los miramos. Que se den cuenta de que, para nosotros, son lo que
son y algo más: una esperanza.
Y las esperanzas, amigos y enemigos, no se compran, no se
venden, no se obligan, no se encierran, no se matan.
Se quedó callado. Yo quedé
esperando para ver si él le preguntaba algo más al Sup, pero como no dijo nada, entonces yo le pregunté: “¿Y entonces qué nos toca hacer a nosotros?”
El Sup suspiró nomás y dijo:
A nosotros nos toca primero saber que esa casa es posible y
necesaria. Y luego, pues bueno, lo más fácil: nos toca construirla. Y para eso
necesitamos el saber, el sentir, la imaginación, necesitamos las ciencias y las
artes. Necesitamos otros corazones.
Ya llegará el día en que
nos encontremos con quienes hacen las artes y las ciencias. Ese día les daremos
un abrazo y, como bienvenida, les recibiremos con una sola pregunta: “¿Y tú qué?”
Entonces yo como quién
dice que no me quedé conforme y entonces lo pregunté al Sup: “y después de que nos
encontremos con esa gente, ¿qué vamos a hacer?” El Sup se sonrío y dijo:
-Etcétera.
-*-
Ahí termina la historia o leyenda que nos contó el comandante
Tacho esa madrugada.
Y todo esto viene al caso,
o cosa, según, porque queremos invitarle a usted para que venga o, de alguna
forma se haga presente en esta tierra que somos.
Y es que, como quien dice,
tenemos esta curiosidad que cargamos desde hace muchos calendarios, y pensamos
que tal vez usted acepte la invitación y nos ayude a resolver una duda:
¿Qué se necesita para
construir una casa nueva, tan grande que en ella quepan no uno sino muchos
mundos?
Es todo, o no, eso depende de usted.
Desde las montañas del
Sureste Mexicano.
A nombre de los niños,
ancianos, mujeres y hombres zapatistas.
Subcomandante Insurgente
Moisés.
Subcomandante Insurgente
Galeano.
México,
julio-agosto-septiembre del 2016.
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