Las luchas sociales y los caminos que se abren (Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo-MIR EGP)
Fuente: FPMR-A
Red Latina sin fronteras
Desde hace unos 10 años las movilizaciones sociales en Chile
han ido abriendo paso a un cuestionamiento más profundo del tipo de sociedad
heredada de la dictadura y que los veinte años de Concertación sólo maquillaron
y perfeccionaron.
Las luchas en diversos
territorios de norte a sur del país por derechos ambientales, por una vida
digna, por la educación, por un sistema justo de pensiones, las que seguramente
serán seguidas por grandes batallas por la salud, la vivienda, la alimentación,
el agua, la energía y todos los derechos propios de las y los trabajadores y
los pueblos.
No se trata de un “despertar popular” o cualquier término
similar de tipo mesiánico, sino que la necesaria expresión de las
contradicciones sociales que se acumulan y cómo, de manera más o menos
politizada, espontanea u organizada, con
sus marchas y contramarchas, los pobres y explotados se han movilizado y en los
hechos van cuestionando al modelo
económico y social dominante.
La crítica al sistema de
las AFP (la previsión social a través de la capitalización individual
administrada por el capital privado financiero)
que irrumpe con grandes movilizaciones el 24 de junio de este año, ha instalado el debate político e ideológico
sobre el sistema de pensiones en la sociedad neoliberal chilena, tal como en su
momento los estudiantes secundarios y universitarios tomaron las calles exigiendo el fin del lucro en la
educación y el derecho a una educación gratuita y de calidad.
Lo particular en el caso
de las últimas y masivas movilizaciones con la consigna “NO + AFP”, es que de manera quizás más directa ponen en cuestión
uno de los pilares principales del actual patrón de acumulación capitalista,
como lo es el ahorro previsional de la clase trabajadora, iluminando la
permanente y muchas veces soterrada batalla entre el trabajo y capital, un
conflicto por cómo se concibe el manejo de una fracción del salario que
perciben las y los trabajadores, que desde 1981 ha sido utilizado o
administrado por el capital financiero nacional y transnacional en función de
sus propios intereses y ganancias concentradas,
y también como base de la estabilidad y reproducción del modelo chileno,
mientras que para la clase trabajadora los resultados han sido muy precarios.
En todo este contexto se
mantiene también la lucha de las comunidades y organizaciones del pueblo
Mapuche contra los abusos del Estado y de las empresas que súper explotan el
territorio. La combinación entre la represión estatal y la depredación del
capital sobre la naturaleza y las personas que se da en el Wallmapu es en rigor
la síntesis compacta de la naturaleza de
este sistema.
Estas luchas y
movilizaciones no han contado con una conducción homogénea, y como dijimos no
carecen de contradicciones y vaivenes propios de un proceso de reorganización
popular.
Pero así como diversos
sectores sociales paso a paso se reconstruyen, el bloque dominante está
atravesando por un proceso en que fuerzas centrifugas lo afectan cada vez más.
El “régimen de la transición”, la
democracia de los ricos, cuyos ejes son el lucro y la segregación social, está
cayendo en desgracia y es cuestionado en
sus bases. Y con ella toda la clase política que lucra y goza de sus privilegios,
regalías e impunidad.
Ante esta realidad se ven
distintas respuestas y apuestas en el campo de la política institucional,
estimuladas en gran parte por la inminencia de procesos electorales. Sin ánimo de caer en esquematismos, se puede
ver por un lado la Nueva Mayoría y la Derecha, que parecen tensionadas o desorientadas
ante los resultados de su propia gestión del poder, sin un proyecto claro u
homogéneo de reformas (o la decisión real de impulsarlas) en un caso, y de
alternativas a estas en el otro, se ven obligadas incluso a considerar el
regreso de “viejos estandartes” de
otros tiempos como Lagos o Piñera, para que vuelvan a poner orden y mantener la
estabilidad política de este sistema.
Por otra parte, se ha
visto en estos años el surgimiento de nuevos
partidos, organizaciones y liderazgos que en general han surgido desde
el movimiento estudiantil, o incluso desde sectores críticos de la Nueva Mayoría, que aspiran a
configurar una nueva alternativa a la izquierda de la alianza
gobernante, ocupando el espacio que dejó el PC al incorporarse al bloque del
actual gobierno.
Esta “izquierda emergente” busca una refundación democrática del actual
Estado, lo que implica la propuesta de la Asamblea Constituyente para elaborar
una nueva Constitución. También se plantea reciclar la estrategia de los “Frentes Amplios” de carácter anti
neoliberal, un proyecto centrado en la capitalización electoral de la lucha
política y social.
Se podría decir que estas
orgánicas se inscriben en la tradición socialdemócrata (la original); que
dentro de los marcos jurídicos del sistema buscan su “democratización”, plantear reformas sobre sus aspectos más
conflictivos y disputar la hegemonía del malestar de los “ciudadanos”, y así en el menor tiempo posible aspirar a ser parte
de la alternancia en el marco político y electoral.
Con esta caracterización
no queremos ser peyorativos con quienes
están buscando de manera honesta alternativas al actual orden de cosas,
pero también es necesario señalar los límites de esas estrategias, que a partir
de planteamientos y discursos críticos incluso de la izquierda tradicional,
recorren de manera lineal o hasta esquemática senderos de construcción
similares a ésta, que ya han mostrado su insuficiencia en nuestra historia
pasada y reciente.
En este contexto, una
parte de la autocrítica que se han hecho las organizaciones político militares
se podría extender a esta nueva izquierda, en el sentido de que no se trata de
calcar o reiterar esquemas anteriores de métodos y construcción, y acá
rescatamos el criterio general señalado por Raúl Pellegrín, jefe histórico del FPMR, cuando proponía
romper el desarrollo y la mentalidad lineal, que nos hace pensar que haciendo
más y mejor lo que ya veníamos haciendo desde la etapa anterior estamos
avanzando a una estrategia superior, cuando muchas veces de lo que se trata es
romper el esquema, salirse de ese escenario en que ya no hay sorpresa, en que “las formas de lucha que usamos son las que
ya el enemigo conoce y en las que se ha hecho fuerte”.
Creemos que es tiempo de
abrirse a otras visiones y caminos de
construcción, y esto no es una mera declaración teórica o principista sino que
responde a un esfuerzo de síntesis o de sistematización tanto de la experiencia
de las organizaciones revolucionarias en estas últimas décadas, y
principalmente de los movimientos sociales chilenos y de la Nación Mapuche.
En ese marco entendemos
que se aprecia un proceso desigual y lleno de dificultades, pero sostenido, de
emergencia de sectores populares que se hacen parte de las luchas sociales
agrupados en variados colectivos y organizaciones que desde la periferia
social, política y nacional se articulan y luchan practicando la autonomía de
clase, la autogestión, la territorialidad, la educación popular, la
autodefensa, la construcción de identidad, y también rescatando el poder
popular como concepto y práctica central de las experiencias que pujan por
abrir paso a un nuevo proyecto emancipatorio al
calor de estas luchas libertarias y territoriales, sin la tentación del
cortoplacismo o el electoralismo.
Las banderas de la
Revolución Libertaria están siendo enarboladas por las nuevas generaciones del
pueblo pobre que busca constituirse en nuevo sujeto histórico y por el pueblo
mapuche, que desde la resistencia comunitaria buscan frenar los embates de un
capitalismo depredador y herido de muerte por su propia lógica de destrucción y
saqueo.
Los caminos están
abiertos, es un proceso largo y sin
atajos, que comienza por asumir el deber de rediseñar estrategias y buscar las
nuevas alianzas de nuestros pueblos que nos permitan reconstruirnos desde
nuestros territorios e intereses sociales, articulados en redes diversas, más
que en organizaciones centralizadas tal cual las conocimos en las décadas
anteriores, que nos permita rearmarnos
al calor de la resistencia en todas sus formas.
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