V Marcha de la
Dignidad Nacional. Madres Buscando a sus hijos, hijas, verdad y justicia
Agencia
SubVersiones
Publicado el
13 may. 2016
10 de Mayo. Nada que celebrar.
Nos faltan miles.
Por María González, Brenda
Burgoa y Heriberto Paredes
Agencia SubVersiones
/13 mayo, 2016/
¿Cómo afronta una madre la desaparición de una hija, de un
hijo? ¿Qué se hace cuando la hermana, el esposo, algún familiar cercano es
víctima de desaparición forzada? Hay muchas respuestas posibles que oscilan
entre la inactividad, el miedo y el silencio, hasta la búsqueda diaria, la
organización y el grito que exige la presentación con vida de las personas y la
justicia. Este 10 de mayo por quinto año consecutivo, cientos de madres
mexicanas y centroamericanas salieron a las calles de la Ciudad de México,
Guadalajara, Morelia, Veracruz y Monterrey para exigir la presentación con vida
de sus hijas e hijos y el cumplimiento de sus demandas, sobre todo, de que se
ponga fin a esta guerra de exterminio que lleva hasta ahora, más de cien mil
personas asesinadas y cerca de treinta mil desaparecidxs.
En contingentes
organizados por estados y organizaciones, la columna de la «5a Marcha de la Dignidad Nacional, Madres buscando a sus
hijos, hijas, verdad y justicia» comenzó en el Monumento a la Madre con
destino al Ángel de la Independencia o Victoria
Alada –como se le ha reivindicado recientemente.
Esta movilización es tal
vez una de las más duras que se realizan cada año; la reunión del dolor de las
madres y familiares resulta un golpe fuerte en el escenario de la indiferente
vida citadina de avenida Reforma. Acudir a esta manifestación genera un gran
impacto emocional, asumimos que acaso sea igual o mayor para quienes la
encuentran accidentalmente en su camino. Esta acción de protesta, que conjunta
ya a decenas organizaciones de México y también de Centroamérica, busca hacer
notar cómo la desaparición y la desaparición forzada (la que es perpetrada por
agentes del Estado) son una realidad profundamente destructora que cada día se
extiende más y más en México, desgarrando familias y el tejido social en su
conjunto.
Sí, las madres y
familiares de mujeres y hombres desaparecidxs salieron a las calles a exigir
que los responsables –en gran medida el Estado– les presenten con vida a sus
seres queridxs y que no entorpezcan las investigaciones, que no generen más
barreras para encontrarles. Las madres muestran su firmeza en cada grito, en
cada consigna, en cada paso. No van a frenarse en su lucha y seguirán buscando
en cada rincón, a pesar de amenazas, obstáculos, burocracia, de la indiferencia
o hasta la complicidad de funcionarios. Las madres, las familias, se mantendrán
ahí, fortaleciendo su organización para ir por su propio pie, en busca de sus
hijos e hijas, por sus hermanos y hermanas, por sus esposos y esposas, porque
no existe la resignación. Ante una desaparición no hay resignación posible.
En la glorieta del Ángel
se instalaron unas cuantas carpas y sillas para que las madres y familiares que
habían venido desde lejos, se sentaran a escucharse entre ellas y ellos, como
un momento importante para la compartición de las historias, los dolores, las
demandas, la solidaridad y el apoyo mutuo. El mitin fue largo y el sol del mediodía
pegaba fuerte. Aun así, mujeres y hombres de distintas organizaciones civiles
se escucharon unxs a otrxs, como prestando la escucha que los funcionarios
públicos federales y de diferentes estados, les han negado.
Compañeras y compañeros, una vez más nos convoca el dolor y la
esperanza, nuestro panorama no puede ser más desolador, peor aún que el 10 de
mayo de 2015. Presenciamos un Estado mexicano comatoso, vivo sólo en sus
funciones primordiales, para cobrar impuestos y pagar la nómina de la
burocracia; caracterizado por su ineptitud, la inmovilidad y la indolencia. Un
Estado mexicano desaparecido, como las decenas de miles de hijas e hijos que no
hemos podido abrazar desde hace una eternidad. Esta falacia, llamada
pomposamente Estado mexicano, ha recibido las más duras críticas que se hayan
oído jamás para un país latinoamericano; desde los informes relacionados con
los relatores internacionales, particularmente en materia de prevención de la
tortura y de desaparición de personas, pasando por el informe preliminar
presentado el 7 de octubre de 2015 por el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos, hasta el informe presentado por la Comisión Interamericana [de
Derechos Humanos] sobre la situación de los derechos humanos en México, revelan
la grave y extendida alarma de la comunidad internacional respecto de la crisis
humanitaria que sufre nuestra nación.
Hermanas y hermanos, a las cifras conocidas que
señalan que desde principios de 2007 hasta el día de hoy, han sido ejecutadas
unas 180 mil personas y desaparecidas al menos 26,121 reconocidas por las
autoridades en febrero de 2013, debemos sumar una tasa diaria de al menos nueve
a once desapariciones que atormentan aún más nuestro presente y que comprometen
el futuro nacional. Estamos hablando de una cifra de unas 12 mil personas más,
arrancadas de sus familias, de sus madres; estamos hablando de un estimado de
casi 40 mil personas, 40 mil víctimas, 40 mil humanos, y la cifra seguirá
creciendo, hasta rondar previsiblemente, las 50 mil personas desaparecidas
cuando termine esta administración federal.
Y nos preguntamos ¿a cuántos han encontrado las
autoridades mexicanas? Han sido las madres, las familias quienes hemos tenido
que salir a buscar […] en todo el país.
Participación de: Fuerzas
Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (FUNDEM)
Un elemento que se delinea
a través de esta movilización es la necesidad de salir de la indiferencia y
empezar a organizarse para prevenir más desapariciones, más asesinatos. Las
madres lo tienen muy claro: nadie se ha movilizado para la búsqueda más que
ellas y las familias; son ellas mismas las que han construido las
organizaciones y las redes; la posibilidad de generar solidaridad ha venido de
la urgencia de responder ante esta tragedia. Del Estado y sus representantes,
además de muerte y complicidad, han venido la apatía y la inmovilidad
burocrática para “buscar” sólo en el
discurso, sólo en las declaraciones y ante los medios de comunicación.
«La única verdad que aparece clara es que la delincuencia
organizada está emparentada con una gran parte del mal llamado Estado mexicano» dijeron.
Las madres de FUNDEM en voz de la oradora del evento, señalaron la
necesidad de acudir a las instancias internacionales para buscar un cambio:
«Porque si hay una verdad histórica es que: la clase política
mexicana no dará verdad ni justicia ni reparación del daño en ningún caso de
desaparecidos, porque no saben cómo, ni quieren. Los pocos servidores
comprometidos simplemente no pueden hacer nada. Hubo un abandono de los
funciones públicas de quienes debieron garantizar nuestra seguridad y hacer
todo lo posible para regresarnos a nuestros hijos, nada de eso ha sucedido al
día de hoy»,
declararon.
Y continuaron:
«No queda más que unirnos por sobre nuestras diferencias y
avanzar como una gran ola nacional y recuperar lo que la clase política ha
capturado para sí y para sus bolsillos, la probidad, la dignidad, la justicia,
la verdad y el poder, lo han capturado para ellos solamente».
Luego otras organizaciones
reafirmarían esta postura; además, le pidieron a las familias de los 43
normalistas desaparecidos –presentes a través de una comisión compuesta por la
tía Hilda y el tío Mario, padres de César González– que se sumen a la lucha
nacional por las y los desaparecidxs, que no caminen solxs, que «su mano está extendida para el abrazo
fraterno, para la acción coordinada con base en un sólo objetivo: dar con la
suerte y el paradero de nuestros amados hijos e hijas, porque para garantizar
la justicia y la verdad hay que modificar profundamente el estado de cosas, se
necesita un reclamo al unísono».
Se fueron sucediendo las
participaciones. Una madre, oradora por el grupo «Desaparecidos, Justicia» de Querétaro habló de la depresión, del
día a día como un dolor que hay que soportar, del silencio de tantas, de la
vida en el vacío de quienes no se organizan. Recordó la importancia de la unión
entre la gente de los estados, pidiendo que se unan, «porque hay que parar lo que está sucediendo […] y no permitir que los gobiernos nos sigan
acallando e ignorando, […] México se
está convirtiendo en una gran tumba, y las madres luchando, sobreviviendo con
la esperanza, con el amor, de encontrar nuevamente a nuestros hijos».
Una madre habitante de
Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, acusó que en ese estado el gobierno dice que no
hay desaparecidos; que el gobernador César Duarte llama mentirosas a las
familias, a pesar de que día con día continúan los levantones. Que en la
fiscalía y en el palacio de gobierno les cierran las puertas, que realmente «se hacen los sordos y los ciegos».
El representante del «Colectivo Red, verdad y justicia» de
familias de Guatemala, El Salvador y Honduras comentó lo complicado que es para
ellxs venir a exigir justicia al Estado mexicano por las fronteras que tienen
que cruzar, pero que lo hacen por el amor a sus familiares desaparecidxs.
Aseguró que la situación de los migrantes en territorio mexicano es un gran
problema del que se han desentendido las autoridades nacionales, ya que las y
los migrantes son víctimas de crímenes como la extorsión, el secuestro y muchas
otras violaciones. Recordó la masacre en 2010, en San Fernando, Tamaulipas, de
72 migrantes centroamericanos. Fue cuando ellos comenzaron a preguntar por lo
que sucedió y a pedir que se encontrara a los culpables, pero acusó que las
autoridades se han dedicado a jugar con los sentimientos de las familias. Pidió
específicamente a la procuradora (Arely Gómez) que escuche las peticiones y las
exigencias de las familias centroamericanas de desaparecidxs. Se sinceró al
compartir que la lucha a veces cansa, que es dolorosa pero que «si no la hacemos nosotrxs ¿quién la va a
hacer?». Igualmente animó sobre la eficacia que puede tener la unión y
solidaridad entre organizaciones y familias.
Ana Enamorado, hondureña,
madre de Oscar López Enamorado desaparecido desde 2010, fue la oradora por
parte del «Movimiento Migrante
Mesoamericano» (portador de la voz de familias de Honduras, Guatemala,
Nicaragua y El Salvador). Ella mencionó la «Caravana
de madres centroamericanas» que año con año ayuda a madres a recorrer
México para buscar a sus hijxs y que ha logrado localizar a más de 250
migrantes desaparecidxs. Recordó que ante la pregunta de una abogada de la
Procuraduría General de la República (PGR) de cómo lo habían logrado, Ana le
respondió que ellxs realmente los buscan «con
trabajo de campo y no sentados en oficinas sin hacer nada». Mencionó que
cada madre que lucha, exige justicia por todos, por los 27 mil mexicanos y más
de 70 mil centroamericanos desaparecidos. Agradeció el recibimiento y la
acogida de las familias mexicanas de desaparecidxs que le han dado fuerza para
continuar la lucha y responsabilizó del problema al gobierno hondureño por la
situación de migración forzada que envuelve a los jóvenes hondureños dado el
clima de violencia intensa que impera en su país. Dijo que de no ser por las
organizaciones civiles, las madres y familiares no podrían entrar a México a
buscar a sus desaparecidxs ya que los gobiernos no dan ninguna facilidad ni
orientación para cruzar las fronteras. También pidió unión para continuar el
trabajo de búsqueda que implica una gran constancia.
Santiago Corcuera, asesor
legal de madres de desaparecidxs, hizo hincapié en que se necesita un marco
legal adecuado que permita conducir las investigaciones para la localización
con vida de los familiares, que contenga una definición apropiada de
desaparición forzada. Dijo que si la justicia nacional no funciona es necesario
que las madres tengan acceso a vías de justicia internacional. Apuntó que
México tiene reconocida la competencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos y de varios comités de las Naciones Unidas pero no la del «Comité contra las desapariciones forzadas»
y que ésta es una exigencia que las madres hacen al poder ejecutivo de México:
que presente al Senado el instrumento de reconocimiento de competencia de dicho
comité, para que éste pueda recibir casos individuales además de las acciones
urgentes que ya se hacen.
El padre Raúl Vera,
acompañante asiduo de movimientos por los derechos humanos, habló del caso de
los 43 normalistas desaparecidxs que ha evidenciado la podredumbre del gobierno
mexicano a nivel internacional y del trabajo tan relevante del Grupo
Interdisciplinario Expertos Independientes (GIEI) –a quienes recientemente el
gobierno negó la continuación de su trabajo y la permanencia en el país– en la
investigación de ese caso que «ha
revelado el nudo que explica las desapariciones forzadas en México» y que
implica la participación de todos los órdenes de las fuerzas públicas
nacionales en alianza con el crimen organizado para cubrir la podredumbre, la
corrupción y la colusión.
Así continuaron las
organizaciones tomando la palabra para completar cada quien un poco más el
panorama tan lúgubre de las desapariciones forzadas que se cierne sobre
territorio mexicano; panorama que a pesar de todo también incluye las luces de
las redes de solidaridad y de la continuación fehaciente de la lucha por la
vida y presentación de las personas desaparecidas. Este año, una de las
principales características que distinguieron la manifestación y que es punta
de lanza de un proceso que viene creciendo desde hace tiempo, es la exigencia
de una «Ley general de desaparición
forzada y desaparición por particulares que incluya la participación de las
familias de lxs desaparecidxs». Al respecto se han realizado audiencias
públicas en diferentes estados de la república, sobre todo al norte del país, y
es una demanda que busca llevar el tratamiento del problema a terreno jurídico
para lograr generar un estatus legal para las miles de personas que en este
momento no se sabe si están vivas o muertas, de las que no hay un registro
claro, un expediente ni una metodología para su búsqueda, porque la realidad
apabullante de la injusticia generalizada ha superado por mucho las nimiedades
del trabajo en materia de derecho que se ha realizado en México al respecto.
Las madres, dada la
indolencia e ineptitud de las autoridades mexicanas, han dirigido sus demandas
también a organismos internacionales, así como a los pueblos y gobiernos de
Europa, Sur y Centroamérica; estos últimos, países de los que muchas familias
tienen hijxs desaparecidos en nuestro territorio. Pidieron ayuda, apoyo,
presión al gobierno mexicano e incluso la intervención de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA) en la
desesperación de que alguien les ayude a investigar realmente el paradero de
sus hijxs. También se dirigieron a la Comisión Nacional de Derechos Humanos
(CNDH) exigiéndole que de una vez por todas actúe conforme a su función frente
al genocidio que se desarrolla en el país, y asimismo interpelaron al Congreso
de la Unión, exigiéndole la generación de una estructura autónoma de
procuración de justicia a nivel nacional, un instituto nacional forense y la
puesta en marcha de una comisión ejecutiva de ayuda a víctimas; también le
demandaron que pida cuentas al presidente Peña Nieto por no haber generado las
políticas públicas y presupuestarias conforme a la gravedad del problema.
Una pregunta que hacen las
madres a quienes aún no levantan la voz pero que padecen el mismo infierno
queda en el aire:
«¿Renuncian ustedes a buscar a sus hijos, están dispuestos a
encerrarse en sus casas hasta que las cifras los alcancen? Opten por la
organización, clandestina si es precisa, pero empecemos ya que la urgencia
taladra nuestras entrañas de madre».
Las madres se declararon
personas ya sin miedo y con conciencia de lo que quieren: un cambio profundo
para poder encontrar a sus hijas e hijos. Enviaron el reto al presidente de
México de que se atreva a recibir a las madres de los 27 mil desaparecidxs, y
al secretario de gobernación Osorio Chong que se atreva a conocer las reales
necesidades de la búsqueda en campo, no en papeles.
La verdad, la justicia y
la reparación integral del daño, siguen siendo el eje sobre el que gira el
movimiento de familias de desaparecidxs, alrededor de un invisible centro de
gravedad (las y los desaparecidos), que mantiene el movimiento con la fuerza de
la vida que busca la vida de las suyas, los suyos, y de todxs.
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