Colaboración/Por Estrella
Flores
Fotografía: Heriberto
Paredes
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3 febrero, 2016/
Hablar de él es algo complejo: su historia simboliza una
experiencia de vida admirable. Enrique tiene estudios de maestría en Psicología
y en Literatura Moderna, era profesor de Psicología de la Universidad
Iberoamericana y presidente fundador del Colegio Mexicano de Psicólogos A. C.
Su vida oscila entre ascensos y descensos, entre letras, preguntas y
respuestas.
Lo conocí hace algunos
meses, cuando por primera vez tuve su caso entre mis manos. Fue detenido
injustamente en el Distrito Federal el 25 de junio de 1996 por el presunto
secuestro de Lorena Pérez Jácome (hija de Dionisio Pérez Jácome, vocero
presidencial de Ernesto Zedillo) y la supuesta tentativa de secuestro de Judith
Gómez del Campo (prima de Margarita Zavala Gómez del Campo). Posteriormente fue
procesado judicialmente con múltiples irregularidades por el delito confeso,
conseguido mediante tortura (la cual fue acreditada por dictámenes en medicina
forense y estudios victimológicos); fue sentenciado a 51 años de prisión –pena
que se logró disminuir a través de amparos hasta llegar a 24 años 6 meses.
Sobre el caso, la Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal emitió la recomendación 12/2002,
Amnistía Internacional lo documenta y denuncia en su informe del año 2003:
Juicios injustos: tortura en la administración de justicia, (Índice AI: AMR
41/007/2003/), además de reconocerlo como «preso
de conciencia». También aparece en el informe de las organizaciones Acción
de los Cristianos para la Abolición de la Tortura (ACAT), la Asociación para la
Prevención de la Tortura (APT), la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de
los Derechos Humanos (CMDPDH), y el Centro por la Justicia y el Derecho
Internacional (Cejil), presentaron a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en 2002. Así mismo, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF)
emitió el 16 de febrero de 2005, un punto de acuerdo, expresando preocupación
por la violación de los derechos humanos básicos en el caso Aranda Ochoa. Sin
embargo, Enrique continúa privado de su libertad, acusado de un delito que no
cometió, mientras que los responsables de la tortura siguen impunes.
Recuerdo que conocía su
voz, ese timbre tan peculiar y sereno que de vez en cuando me ayudaba a dibujar
su rostro, que me era aún desconocido. Enrique es un hombre brillante
intelectual, cultural, profesional y humanamente. Cuando lo visité por primera
vez, los nervios y la emoción alteraban los latidos y apresuraban a la
imaginación; quería preguntarle infinidad de cosas, tenía la sospecha de que
era un hombre por así decirlo «místico»
–y no me equivoqué. Cuando entró a la sala donde lo esperábamos, se me erizó la
piel: caminaba seguro, erguido, con una ligera mueca de satisfacción, tenía una
mirada taciturna pero amable. Al escucharlo hablar, me di cuenta de que sus
palabras firmes y convincentes generaban una atmósfera apacible. La plática
transcurrió amenamente, las preguntas fluían libres.
Si de algo estoy
absolutamente segura es que Enrique es sinónimo de armonía, irradia luz y que
resulta humanamente cautivador, más aún cuando con palabras firmes y serenas
asegura que, para él, «los años en
reclusión han sido gratos, porque le han permitido encontrarse a sí mismo,
reconocerse y sentirse, pero sobre todo le han dado la oportunidad de
sumergirse entre versos y prosas»; ya que para él la literatura y la poesía
representan la posibilidad de un encuentro más íntimo consigo mismo. Aunque su
formación académica se inclinó más a la materia psicológica, siempre tuvo
inquietudes líricas; y, como nos compartió con una ligera sonrisa y un brillo
especial en sus ojos, «escribir es el camino
que debemos caminar para el descubrimiento interior», dejando muy claro que
la intención de sus escritos es propiciar un primer acercamiento para la
sensibilización de las masas, pues éstos son una forma de tocarles la
conciencia y acariciarles el corazón.
Enrique ha participado
activamente en diversos concursos de composición literaria, ganando diversos
premios, convirtiéndose en un referente en los concursos nacionales de cuento «José Revueltas» y de poesía «Salvador Díaz Mirón». Ha escrito varios
libros, entre ellos algunas novelas inéditas y narrativas de su experiencia en
el Reclusorio Sur, donde ha estado recluido los últimos 19 años 7 meses. Varios
de sus escritos han sido destinados por el autor a conformar lo que llama «Memorial del inframundo», que será una
compilación de los momentos más angustiantes que le han asfixiado durante su
estancia en la penumbra del cautiverio. Su lírica, melancólica y sensitiva,
dinámica e irreverente, rebelde y lúcida va un paso delante de su propia vida.
Le miré una vez, le he
escuchado, y con eso ha bastado para imaginarlo ahí, sentando entre los
claroscuros de su celda, con las manos inquietas, impávido y meditabundo,
organizando la secuencia de las letras para articular palabras que al final,
entre borraduras, harán visible y audible su amor por la literatura; y es que
para Enrique la literatura es una deidad sublime, caprichosa y exigente, es una
mirada distinta de la realidad que comunica sus senti-pensares, que reaviva esa
llamarada para resurgir de entre la aflicción.
(Fragmento del poema Melancolía)
El cuenco del Anáhuac es del Fénix.
Inframundo bajo el volcán despierto:
Veo este país de cal y ceniza
todo su suelo yermo
playas creciendo espuma y el rencor,
la infamia atropella y al fuego atiza,
arde el dolor, catástrofes ya vuelven,
la nación en su prisa
entierra vivos, muertos resucita,
se levantan fantasmas del ayer
las profecías ciertas resultaron
(Ehécatl encrespado).
Aquí sequías, allá inundaciones
(la muerte de fuego y agua calada),
erupciones de reprimida historia
confluyen en Nahui Ollin
en donde las dimensiones se tocan
el aura de sus vértices
(no un «lugar» del encuentro,
es un ubicuo centro
con ciclos y ataduras de los años).
Pero dijo Tonantzin
«No a todas las naciones»,
así, es la prueba el don.
Ya nace aquí otra luz, Revelación,
la videncia airada del sol caníbal:
en zarza ardiente se cuece el país,
la rosa llama de los rubios llanos
es lengua pregonando nuevos días,
pedernal, lengua pétrea
en el centro de la Piedra de Sol
(secreta lapis ígnis).
Renacen aires sanos,
la nueva visión de la Diosa madre
entre nubes y flores
en el portal del cielo:
cruce de los caminos
en el aspa de todos los solsticios.
Solar-lunar es México
en humeante espejo de su suelo.
Enrique se declara
abiertamente un hombre apasionado por la poesía. Haciendo un micro recorrido
por su pre-conciente para traer los nombres de aquellos hombres que lo han
inspirado, puedo mencionar estos:
Enrique González Martínez, poeta mexicano considerado uno de los «Siete dioses mayores de la lírica mexicana».
Octavio Paz, poeta y escritor mexicano, que figura como uno
de los más influyentes del siglo XX y Premio Nobel de Literatura en 1990. Con
quien se identifica por su abierta hostilidad contra el abuso de poder.
Pablo Neruda, poeta chileno, considerado como el más grande
poeta del siglo XX en cualquier idioma y uno de los 26 autores centrales del
canon de la literatura occidental de todos los tiempos, Premio Nobel de
Literatura en 1971. La figura de Neruda representa para Enrique la apasionada y
afligida realidad del activismo político.
Arthur Rimbaud, «el gran
poeta maldito francés», poeta cautivo en los tiempos de la guerra civil en
Francia. Inspirado en la poesía simbólica de los «poetas malditos», expone su teoría sobre el «Yo es otro» en sus Cartas
del vidente, por medio de un largo, inmenso y racional desarreglo de todos
los sentidos para lograr convertirse en un alquimista de las palabras.
Nazim Hikmet Ran, el poeta cautivo más importante en lengua turca
del siglo XX. Vivió en el exilio a causa de su militancia comunista. Su obra se
caracteriza por el compromiso político plasmado en verso libre.
Luis Cernuda, poeta español de meditación en las cuatro etapas
de la vida, integrante de la tradición romántica con una forma distinta de
entender el amor. Sus escritos fueron definidos por la rebeldía y la
frustración ante la creencia de que el poeta es elegido por Dios y maldito por
la sociedad.
Olga Orozco, poeta argentina formó parte de la generación de
la llamada «Tercera Vanguardia» de
marcada tendencia surrealista, se caracterizaba por su inteligencia sutil que
le permitió escribir frecuentemente con la figura lógica del oxímoron que
consistía en usar conceptos opuestos en una misma frase. Tenía desarrollada una
especial y visionaria imaginación pródiga en expresiones en temas frecuentes
como la evocación de la niñez, que asimila con la época del paraíso perdido y
la adolescencia con la época de la develación.
Tomás Segovia, escritor y poeta español, profesor e
investigador del Colegio de México, galardonado en varias ocasiones con premios
en poesía, ensayo, creación literaria y traducción.
Xavier Villaurrutia, escritor, poeta, crítico literario y dramaturgo
mexicano. Inspirado en la obra de López Velarde, pero influido por el
surrealismo, su obra se distinguió por su oscuridad y sus referenciadas
imágenes de abandono, desolación y muerte.
Rubén Bonifaz Nuño, poeta y clasista mexicano, estudió derecho en la
Facultad de Derecho y enseñó latín en la Facultad de Filosofía y Letras,
recibió un doctorado en Arte y cultura clásica, publicó traducciones de las
obras famosas como La Eneida que fue
aclamada por la crítica en 1973. Fue miembro de número de la Academia Mexicana
de la Lengua y ganador del Premio Nacional de Literatura y Lingüística en 1974.
Sólo por mencionar
algunos, ya que su repertorio es descomunal: reúne aproximadamente a 800
autores.
(Fragmento del poema Melancolía)
Refulge cual diamante entre las llamas
el dolor congelado,
es un cetro de honor
mi tierna soledad acrisolada
donde al compás de egipciaco reloj
se transforma el carbón
o el luto cubre lento el corazón
en los días voraces.
En cruel averno ya nada es trivial
(salvo injustificado
sufrimiento),
en las vegas feraces
revolotea la dicha allá afuera
fugaz su aurora y su cauda de risa
(la felicidad camina de prisa);
este muro es la lápida de olvido,
pozo infestado de ávidos leones
o un vientre de ballena,
Sinfín oscuridad.
¿A quién le importa una injusticia más?
¿A quién otro poeta marchitándose
entre la cruda risa de felones?
Sufro, más transfiguro triste faz:
el dolor es un alba de visiones
filo cortante y luz.
Enrique Aranda merece
cualquier reconocimiento tanto por su trayectoria como por la lucha interna y
externa a la que se ha enfrentado desde su injusto encarcelamiento; pero, sobre
todo, nos deja una enseñanza mayor; «aprender
a liberar nuestra mente y nuestra alma de resentimiento», ya que, aunque
resulte desconcertante, Enrique nos comparte con una mirada profunda y noble,
acompañada con un gesto de bondad, que él no guarda «rencor a las personas que lo llevaron hasta ese lugar, porque, a pesar
del cautiverio, su mente y su cuerpo se reconciliaron con el mundo y
fortalecieron su espiritualidad», logrando liberar las cargas de energía
negativa gracias a su práctica constante de Kundalini Yoga, que igualmente ha
potencializado su inspiración y equilibrio reencauzando toda su energía a la
reconstrucción de afectividades individuales y colectivas que humanizan y
transforman su existencia con plenitud.
Fragmento del cuento «El charro negro»
«Llegada la funesta noche,
dejamos la troca varios metros abajo del montículo en que se hallaba el casco
de la hacienda. Sin abandonar cautelas subimos la loma con picos, palas,
lámparas y otros trebejos. Los perros mejor los dejamos pa que no hicieran
bulla o estropicio. Se respiraban lugubreces y aromas de cena de cenizas;
furtivos aleteos animaban la húmeda noche y el rumor de nuestras botas tallaba
la yerba al relente. Una luna colmillosa asomaba sobre el horizonte quebrado.
Mezquites y pirules, absortos, se desentendían de nosotros; sus ramas no
hospedaban a ningún pájaro. Muy mudo estaba el viento. Cierto de una pasaje sin
contratiempos, dejé y ordené las cosas, jaloneando después una barreta encajada
en la tierra. Ofreció resistencia y, al sacarla, testerió el cinto en que
sujetaba la colt. No sé, con qué palabras, pa decirle. Una gangrena helada, así
de repente, mordió mi pie; un fuego que se abría paso quebrando coyunturas y
haciéndome oír muchedumbre de voces en rezos innombrables, vocerío de aquelarre,
pues. No sé como aclararle que ese inexplicable balazo en mi pie no me hizo
daño tanto como todo ese rumoreo satánico burbujeando por mis venas. Me
desvanecí momentáneamente. Mi padre me despertó a los pocos minutos, urgido de
partir. ‘¡Juyámonos, este lugar tiene oscuro guardián’. Me apoyé con una mano
sobre su hombro, punzándome horrores el guiñapo del pie. No volteamos ni una
sola vez, abandonándolo todo». (Fragmento del cuento «El charro negro»)
Como me ha sido posible
expresar mi admiración por Enrique Aranda Ochoa, les exhorto para que le
conozcan, no físicamente, sino a través de sus palabras; y ojalá que, después
de deleitarse con sus letras rebeldes, puedan leerlo como un hombre reflexivo,
armónico, inspirador, con matices subversivos y melancólicos.
Evocación de José Revueltas desde prisión.
Autor: Enrique Aranda
Ochoa *
octubre 12, 2014
Hojeo el periódico y me doy cuenta de que las prisiones del
país se pueblan de presos políticos, tanto por lo que José Revueltas llamaba “valentía desesperada” de luchadores y
líderes sociales como por la virulencia de esa especie de tiña arraigada que es
el poder corrompido, y que periódicamente recrudece en este México al que él se
refería, con tino, como “reo”, o
también llamándole “abominable país”.
Si además de esto constatamos un incremento en la cantidad de asesinatos
políticos, cómo no evocar las palabras de Eduardo Galeano al referirse
precisamente a Revueltas: “en México el
poder asimila o aniquila, fulmina de un abrazo o de un balazo: a los
respondones que no se dejan meter en el presupuesto, los mete en la tumba o a
la cárcel”.
La cifra es aún mayor si
asumimos la definición más generosa de “presos
políticos” como aquellos que cometen, más allá de sus escrúpulos “pequeñoburgueses”, actos “delictivos, criminales”, con fines
políticos, tal como siempre los han considerado las leyes de amnistía habidas
en nuestro país desde la década de 1970, y como también los considera la
política interna de Amnistía Internacional, según lo ha señalado Julian
Assange, fundador de WikiLeaks.
Y es que la rapiña
expoliadora, la desenfrenada actividad predatoria por parte de los
representantes y ejecutores del neoliberalismo campante es, en realidad, una
guerra declarada a los más oprimidos, a esos desposeídos con los que Revueltas
alcanzó una identificación y comunicación sólo posible por la congruencia que
le permitió su heroica militancia. Permítaseme, pues, una breve evocación de
este carnal canero:
Ciertamente se requiere
algún grado de insensatez quijotesca
para sacrificar comodidad, reconocimiento y “éxito”
social en aras de un apostolado tan ejemplar como el de los santos, cuyas vidas
tanto gustaba de leer en su infancia, siendo, en palabras de Octavio Paz, “uno de los hombres más puros en México”;
sin embargo, fue olvidado y marginado pese a que fue un parteaguas en la
literatura nacional, renovando el costumbrismo y el realismo de la novela de la
Revolución. Su obra (en especial El luto
humano) influyó en El laberinto de la
soledad, de Octavio Paz, y en Pedro
Páramo, de Juan Rulfo.
El vía crucis de este
entrañable místico de la Revolución, este personaje dostoievskiano de carne y
sangre, que tan bien supo describir el submundo, sórdido y hermético, empezó
desde que lo obligaron a “festejar”
sus 15 años en la Correccional por haber participado en un mitin de protesta,
así como cuando 2 años después lo enviaran a las Islas Marías, a donde volvió a
sus 20 años y de donde regresaría con su justificada fobia a insectos, pitufos y tiras de toda
laya.
Congruente hasta el
aislamiento y el ostracismo, apuesta por una novela realista crítica, o como él
decía, “de realismo dialéctico”,
teñido de una visión apocalíptica (marcando sana distancia del “realismo socialista” del arte soviético).
Esa postura lo condujo a notorios encuentros y desencuentros con otros
escritores marxistas mexicanos: Abreu Gómez, De la Cabada, Huerta, Henestrosa,
Lizalde, González Rojo… Ejerció así una lúcida crítica tanto a tirios como
troyanos no sólo en sus novelas (destacándose El luto humano, Los días
terrenales, Los errores y El apando), sino incluso en sus textos
teóricos, en especial el Ensayo sobre un
proletariado sin cabeza, donde no escatima fundados cuestionamientos a la
izquierda autóctona, a las oscilaciones ideológicas del Partido Comunista
Mexicano (PCM) y sobre todo disecciona al Partido Revolucionario Institucional
(PRI), no ya como un producto de la Revolución de principios de siglo, sino
como una pieza fundamental, un órgano degenerativo del sistema social de
opresión y de componendas corrompidas que traicionó la cuna de su primigenia
ideología. Aún más, en sus crónicas y notas policiacas, en las que se anticipa
por cierto al “nuevo periodismo”,
emplea la pluma como fusil.
Sus incursiones en el cine
y el teatro (su guión Tierra y Libertad
sobre Zapata o la puesta en escena de El
cuadrante de la soledad) fueron también acompañadas del escándalo exitoso,
escándalo que se extendió a su vida privada, ya que al ser un dipsómano solía
ser aquejado de fuertes remordimientos al más puro estilo dostoievskiano,
padeciendo en sus últimos años una real pobreza, describiéndose a sí mismo como
un “trashumante” desde sus 50 años,
alojándose ocasionalmente en casa de algún cuate,
luego de otro, y así, sufriendo incluso de nuevo la chirona, ahora en Lecumberri, a sus 54 años, de donde saldría 3
años después, en 1971, ya con la salud quebrantada, irreversiblemente. Prolongó
aún el martirio que sufría por la falta de dinero (teniendo que sostener a una
numerosa familia), contrayendo matrimonio por tercera ocasión. No cesó, sin
embargo, el naufragio existencial, económico, moral, partidista y familiar que
había iniciado al menos 5 lustros atrás. Revueltas estaba persuadido de que
existe un tipo de sufrimiento que trasciende la conciencia individual, que se
constituye en un eficaz medio de liberación, transitando así siempre por “el lado moridor” de la vida.
Así pues, pese a sus 27
tomos escritos y el Premio Xavier Villaurrutia (entregado irónicamente 1 año
antes de su última cana por Agustín
Yáñez, quien siempre le escamoteó todo apoyo y cuya bella prosa deslustró con
su rol de solícito oficiante del poder constituido) fue ingratamente
retribuido, expulsado incluso dos veces del PCM y de la propia Liga Leninista
Espartaco, de la cual fue fundador y de la que algunos miembros salieron para
engrosar la guerrilla sesentera y setentera. Vivió, qué duda cabe, situaciones
extremas de la condición humana, tal y como lo hicieron sus personajes.
Respecto a mi propio
testimonio como preso político podría decirles que, considerado subversivo de siete suelas, me acusan
junto con mi hermano Adrián del secuestro de una de las hijas de Dionisio
Pérez-Jácome, prinosaurio de la vieja guardia, hermana del cómplice y
secretario de Comunicaciones y Transportes del usurpador de triste memoria
Calderón Hinojosa, cuñada de Martín Díaz Álvarez, uno de los principales
responsables del gran fraude de Oceanografía… En fin, también somos acusados de
intentar el plagio de una prima hermana de Margarita Zavala, prima hermana
también de la conocida panista Mariana Gómez del Campo, y de Marcia Gómez del
Campo, dueña de la siniestrada Guardería ABC de ignominiosa memoria; es decir,
miembros conspicuos de una clase político-empresarial que en la impunidad
comete grandes delitos que afectan no a dos familias sino a millones de ellas,
que saquean sistemáticamente al país e infringen la ley con total
despreocupación, sin que usualmente se les moleste ni con el pétalo de una
averiguación previa, según lo puedan rastrear en la red. Después de padecer
junto con la familia más de 18 años de una lucha notoriamente desigual,
francamente no considero una deshonra el que me atribuyan estos hechos, después
de todo ya hemos pagado con creces lo que se nos imputa, rebasando los dos tercios
de nuestra sentencia, por lo que por ley tenemos derecho ya a beneficios de
preliberación, máxime que contamos con reconocimientos excepcionales de parte
de diversas autoridades (incluidas las penitenciarias), instituciones y
organismos.
En un desliz más
autobiográfico me gustaría mencionar que mi currículum “subversivo” dio inicio, públicamente, desde mi alma mater, la
Universidad Iberoamericana, donde fui máximo representante estudiantil como
coordinador general de la Asamblea de Sociedades de Alumnos (ASA), con un
equipo inquieto de izquierdosos, fundador de una célula del Partido Comunista
ahí, junto con dos compañeros mexicanos, un sudamericano, y una lúcida
compañera que fue asesinada en circunstancias no del todo aclaradas. Debido en
parte a un premio nacional de sicología por mi tesis de licenciatura fui
impulsado por algunos jesuitas teñidos un tanto por la llamada Teología de la
Liberación, en todo caso partidarios de la “opción
preferencial por los pobres”, para ser presidente del Colegio Mexicano de
Sicólogos, AC, y como tal, uno de los siete integrantes originales del Comité
Mexicano para la Práctica Internacional de la Sicología, cuestionando la
pertinencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; y después
criticándolo abiertamente, incluso en mis cátedras universitarias, llegando al
grado de intentar la formación de un frente, no público ni oficial, de
oposición a dicho Tratado, quedándome corto en mis lúgubres predicciones sobre
sus funestos efectos, como pueden confirmarlo en mi artículo en Contralínea del 31 de marzo pasado,
donde retomo la batalla. En fin, en la Universidad Iberoamericana cíclicamente
se manifiestan grupos atípicos que contrastan con la gélida apatía imperante en
ese recinto, razón por la cual saludo con orgullo al movimiento #YoSoy132.
Desde aquí he enviado
algunas ponencias que se leen en estrados donde he tenido el honor de que estén
otros presos políticos como el general Gallardo (¡vaya antonomasia!), los
hermanos Cerezo, Érika Zamora, David Cabañas, Felipe Canseco (ambos miembros de
Izquierda Democrática Popular junto con personalidades como el catedrático
Alberto Híjar y el doctor Martínez Soriano, organización que tanto a Adrián
como a mí nos han reconocido formal y públicamente desde hace años como miembros
de la misma y que lucha por un mejor país) entre otros; asimismo, con dinero de
los premios literarios, he mandado a repartir volantes coloridos a los
legisladores que en su momento impulsaron una prometida e incumplida Ley de
Amnistía de Presos Políticos. Pese a los galardones literarios y culturales, de
haber fundado un Libro Club (al que puse, claro, José Revueltas, mismo nombre del Premio Nacional de Cuento que se
me llegó a otorgar), de haber publicado en la Gaceta del Fondo de Cultura
Económica, así como haber escrito siete libros, aún inéditos, durante mi
reclusión, actualmente las autoridades del Reclusorio me han retirado la vieja
máquina y el espacio en los que elaboraba mis textos, así como colaboraciones
incluso para la misma Gaceta local o donde preparaba algún material para las
clases que imparto, sin devolvérseme aún, a más de medio año de haberse
llevado, con la máquina, mis archivos literarios, teniendo que suspender
también mis incipientes colaboraciones en Contralínea.
Finalizo mencionando que
tanto Adrián (que teniendo ya una carrera profesional ha concluido otra desde
aquí) como yo iniciamos desde hace más de 1 año y medio los trámites para que
se nos conceda la remisión parcial de la pena, a la que por ley tenemos derecho,
poniéndosenos tantas trabas, demoras burocráticas e incluso chicanadas, que en su momento ni al Comandante Antonio y a la Coronela Aurora les pusieron cuando
emprendieron la misma ruta jurídica estos líderes del Ejército Revolucionario
del Pueblo Insurgente. Actualmente el ping
pong se lleva a cabo entre el Quinto Tribunal Colegiado del Primer
Circuito, el Juzgado 11 de Distrito de Amparo y la Primera Sala del Tribunal
Superior de Justicia del Distrito Federal, la más reacia.
El compañero Revueltas
decía que sus estancias en prisión eran como “becas” para estudiar; no obstante terminan saliendo muy costosas,
como su propia vida lo corrobora. Tras casi 2 décadas en cautiverio siento
haber ya cursado dos doctorados, además del diplomado impartido por el Sikh
Center para formar maestros de Kundalini Yoga, lo que por otra parte me ha
sanado de cualquier rencor, llevándome venturosamente a un plano mayor de desapego
y perdón (propio y ajeno).
Deseoso estoy de compartir
estos conocimientos y hallazgos, verdaderos tesoros del inframundo que según
las mitologías antiguas sólo se encuentran en tal lugar, al que nadie quiere ir
–por cierto– y donde los posgrados, compañero mayor José Revueltas, resultan
muy onerosos después de tanto tiempo, y no sólo económicamente, sino para uno y
la familia.
* Enrique
Aranda Ochoa:
Escritor y poeta; maestro en literatura mexicana y en sicología clínica;
considerado preso político por el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de
Vitoria, OP, AC, y Amnistía Internacional, entre otros organismos defensores de
derechos humanos nacionales e internacionales; actualmente encarcelado en el
Reclusorio Sur.
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