Comunicación Colectivo El
Rostro de Julio.
Viernes 12 de febrero del
2016
Diana del Ángel
Estimadxs suscriptores, les enviamos la
crónica sobre la reinhumación de Julio César Mondragón Fontes, ocurrida el
pasado 12 de febrero en su natal Tecomatlán. También incluímos el comunicado
sobre el fin de una etapa y el inicio de otra que comenzó a circular desde el
propio 12 de febrero. Muchas gracias a todxs ustedes que nos ayudan a difundir
esta información. Seguimos.
Colectivo El Rostro de
Julio
CRÓNICA DE LA
INHUMACIÓN: UNA SEMILLA DE JUSTICIA
Autor genaro52
Publicado el 15 febrero,
2016
Viernes 12 de febrero del
2016
Diana del Ángel
“Entonces surgirá tu luz como la
aurora
y cicatrizarán de prisa tus heridas;
te abrirá camino la justicia
y la gloria del Señor cerrará tu marcha”.
Isaías, 58, I-9
y cicatrizarán de prisa tus heridas;
te abrirá camino la justicia
y la gloria del Señor cerrará tu marcha”.
Isaías, 58, I-9
Luego de muchas diligencias se fijó el día
viernes 12 de febrero como la fecha en que se llevará a cabo la inhumación de
Julio César. Es un día complicado —la visita papal pondrá a la ciudad de cabeza
y atraerá, por suerte, la atención de los medios— por esa razón la cita
en la Coordinación de Servicios Periciales es a las 6:30 de la mañana. Todos
llegamos envueltos en chamarras y sin haber podido conciliar el sueño. Además
de los acompañantes de la familia, han asistido integrantes del GIEI para
brindar su apoyo, han venido desde Ayotzi compañeros normalistas de Julio, que
apenas clarea el día sacan una manta con el rostro de quien fuera su amigo en
la Normal Raúl Isidro Burgos; nos acompaña también un integrante del Colectivo
Contra la Tortura y la Impunidad y Conrado Zepeda, un padre jesuita que
suspendió su retiro de silencio de siete días para poder estar con nosotros. A
pesar de que es muy temprano ya hay tráfico suficiente para retrasar a Marisa,
su familia y otros acompañantes. Entre eso y los trámites burocráticos de
costumbre entramos a Periciales pasadas las siete de la mañana.
Nuevamente
nos ingresan a un pequeño salón donde los familiares de Marisa, que han venido
desde su pueblo natal para acompañarla, aguardan algunos minutos antes de que
comience la diligencia. Allí permanecerán, hasta que nos vayamos, la pequeña
Melisa y su prima, al cuidado de otros acompañantes de la familia; al igual que
durante las pruebas periciales en el mismo edificio están contenidas las dos
fuerzas que animan esta lucha: la prueba concreta del pasado terrible y la
afirmación de la vida. Esta vez será una hermana y el cuñado de Marisa los que
ayuden a vestir el cuerpo de Julio. Una vez abajo, cerca de la cámara seis, nos
ponemos los cubre bocas y los que van a tener contacto directo con el cuerpo de
Julio se colocan un traje especial. Del refrigerador donde permaneció más de
tres meses, sacan una bolsa blanca en cuyo interior reposan los restos de
Julio. El olor del laboratorio debería prepararnos para lo que sigue, pero no
sucede así.
Cuando abren
la bolsa blanca y queda al descubierto el cuerpo de Julio, siento un peso
enorme en el pecho y como si el olor fétido del laboratorio se hubiera vuelto
de plomo me pesa ahora en el hueco del estómago. Agradezco no haber desayunado.
No sabría decir en qué fase de la descomposición cadavérica se encuentra el cuerpo
de Julio. Humana y torpemente sé que es el punto en el que uno no quisiera
verlo, en el que uno no quisiera estar allí. Sin embargo aquí estamos porque
Marissa decidió emprender esta búsqueda por la verdad y quienes elegimos
acompañarla tratamos de decirle con nuestra presencia en este momento tan
oscuro: “No estás sola”. Pienso en
que además de verlo, más tarde tendré que escribir: el torso está desnudo, una
costura atraviesa por la mitad su caja toráxica, su carne va del color moreno
claro al oscuro, pasando por el morado; en lugar del cuello hay solamente un
gran pedazo de piel negra, pues su cabeza tuvo que ser retirada; sus
extremidades se han vuelto muñones porque también retiraron huesos de pies y
manos y en su pierna izquierda faltan los tres pedazos de la tibia recién
cortados para la prueba de ADN. Sé, aunque me repita que ese ya no es Julio,
sino un compuesto de materia orgánica sin sensibilidad, que esa imagen me
dolerá por no sé cuánto tiempo y ese olor se me quedará grabado más que en la nariz
en las mañanas de febrero.
Aunque Julio
ya no esté allí (es decir, aquí con nosotros) sobre la cama de metal hay un
cuerpo, cuya carne se está quedando pegada al hueso, que requiere ser vestido.
Entre la perito del EAAF, uno de la PGR, Marisa, su hermana y su cuñado
comienzan a maniobrar para vestir los restos de Julio. Primero el pantalón gris
oscuro, levantan una pierna y luego la otra, ambas rígidas. Todo lo escogió
Marisa. Ella y sus familiares podrían no estar allí, se lo han comentado en
varios momentos: “Si quieres lo podemos
hacer nosotros, los peritos”. Pero ella ha querido estar presente y su
familia está allí para apoyarla. Al final ya solo su hermana y su cuñado
terminan de abotonar la camisa de tono lila. Marisa busca el modo de poner en
el cuello de Julio un dije con la forma de una mitad de corazón con el nombre
de “Marisa”. Logra asegurar la cadena
en los primeros ojales de la camisa y no puedo evitar pensar que está dejando
sobre Julio la mitad de su corazón. Encima del cuerpo Marisa coloca
amorosamente bien doblada la sudadera roja de la normal de Ayotzinapa que un
amigo de Julio ha donado para que lo acompañe en su descanso.
Para
terminar deben sacar el contenido de unas siete bolsas de papel selladas, donde
están los huesos de pies, manos, costillas y cráneo; esa tarea la realiza la
perito argentina. El procedimiento es sencillo: romper los sellos de cada
bolsa, mostrar el contenido a la cámara de la PGR —que ha videograbado toda la
diligencia—, y luego colocar los huesos donde originalmente estaban: al
final de los tobillos o después de las muñecas. En una bolsa más grande se
encuentra el cráneo; poco a poco van poniendo al final de donde estuvo el
cuello los distintos fragmentos que fueron radiografiados durante los estudios.
Marisa desde hace rato solo mira. Al terminar, la dejamos a solas con Julio, y
nos alejamos hacia el otro extremo del laboratorio, pero la distancia no es
suficiente para no escuchar el llanto en que estalla al mirar los restos
del cuerpo amado: un maxilar querido, una mandíbula besada, un pecho adorado,
una frente anhelada, unos dientes recordados por la sonrisa, un Julio arrancado
estúpidamente de la vida.
Cuando
Marisa camina hacia nosotros, me asombra ver que solo llora —no comprendo por
qué solo tenemos el llanto para dolor tan indecible, no me creo que eso sea lo
único que tengamos para expresar tan honda pena—, ella llora y por momentos se
tambalea. Ángela Buitrago, del GIEI, le ayuda a respirar, mientras Carlos
Beristáin la sostiene del brazo; ella poco a poco vuelve a nosotros. Salimos
del laboratorio, nos quitamos el cubrebocas, Ángela ayuda a Marisa a quitarse
el traje especial y nos preparamos para salir rumbo a Tecomatlán. Personal de
PGR y la perito del EAAF suben a la ambulancia el nuevo féretro que lleva el
cuerpo de Julio y el antiguo, asimismo colocan los sellos correspondientes,
para salvaguardar la cadena de custodia. Mientras los acompañantes salimos de
la Coordinación, la abogada de Julio, Sayuri Herrera, y los intervinientes en
la diligencia revisan y firman las actas y documentos que requiere el caso.
Como en la
exhumación, la caravana es un fracaso, porque la ambulancia parte mucho antes
de que los otros autos estén listos; la patrulla decide pasar por un puente por
donde no cabe el camión de los estudiantes normalistas y éstos tienen que
desviarse casi al principio del camino. Con todo, arribamos al panteón de
Tecomatlán a la 1:30 de la tarde, unas dos horas después de lo previsto. La
jueza de Tenancingo ya nos espera para dar fin a la diligencia. También los
mariachis contratados por Marisa han llegado al lugar. La jueza va dando cuenta
de los pasos que se están siguiendo: ruptura de los sellos de la ambulancia,
verificación de que en el féretro hay un cuerpo, fijaciones fotográficas por
parte de los peritos de la PGR.
Desde la
mañana, los tíos y el hermano de Julio, Lenin, se aseguraron de que los
rascadores del pueblo cavaran la fosa, de modo que todo fuera más rápido. El
féretro es llevado a unos metros de donde será sepultado. El padre Conrado hace
una pequeña bendición del cuerpo que sembraremos en un momento. Posteriormente,
la jueza da fe de que dentro hay un cuerpo y uno de los peritos de la PGR saca
de otras bolsas las pertenencias que acompañaron a Julio desde su primer
funeral: un libro, un rosario, un retrato del niño Dios, unos zapatos. Todo es
metido nuevamente al ataúd. Cuando ya todo ha sido verificado, bajan la caja.
La voz de la jueza enuncia cada acción realizada por los peritos. Como en
Periciales, en el panteón las cámaras de la PGR y del juzgado han filmado cada
procedimiento. El vago olor a muerte es llevado por el viento hasta donde llega
el cerco de policías. Unas compañeras que vinieron de Pedregales preguntan si
pueden rezar. “Sólo en su cabeza, no
pueden interrumpir el protocolo”, responde la jueza. Después de una absurda
polémica se decide que el féretro viejo sea sepultado en el mismo sitio, luego
de colocar la losa sobre del otro. Debidamente autorizados los mariachis tocan “Caminos de Guanajuato”.
Los
compañeros normalistas aguardan a un costado del panteón con la manta de Julio
extendida. Los demás nos acomodamos alrededor del cerco de policías o de la
barda que rodea al cementerio. En la pancarta que esgrime una anciana se lee: “Julio César, tu rostro y tu conciencia
resplandece en cada uno de nosotros”. Los tíos y el hermano de Julio ayudan
a los rascadores para rellenar la fosa, con paladas de tierra poco a poco se va
cubriendo ese hueco dejado por más de tres meses. Muchos lloran. Cuando ya casi
terminan colocan el ataúd chiquito, donde está la sombra de Julio y lo cubren
con el resto de la tierra. Después de algunas intervenciones la jueza por fin
anuncia su retiro; antes de que cruce la puerta del panteón se comienzan a oír
los gritos de “Julio vive”, “Julio no murió, Peña lo mató” o “Marisa escucha, estamos en tu lucha”.
Comenzamos a colocar las rosas rojas alrededor de la tumba, la corona y los
arreglos de flores blancas sobre ella.
Conrado se dispone a oficiar. Sobre su sotana blanca luce una estola morada, hecha por la Comandanta Ramona.
Conrado se dispone a oficiar. Sobre su sotana blanca luce una estola morada, hecha por la Comandanta Ramona.
Providencialmente,
la lectura sugerida para el primer viernes de cuaresma es del libro del profeta
Isaías, 58, I-9, que a la letra dice: “Clama
a voz en cuello y que nadie te detenga. Alza la voz como trompeta. Denuncia a
mis pueblos sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados”, esta es palabra
de Dios aclara el sacerdote. La misa se desarrolla con el ánimo de dar consuelo
y fuerzas para seguir buscando justicia. Aunque no es muy larga, deja sembrado
en nuestros corazones el anhelo de trabajar por un mundo mejor.
Conrado dice
que la misa será como en los primeros tiempos del cristianismo, es decir, no en
los grandes templos, sino en los lugares donde es necesario y, en efecto, la
sencillez de todo me hace pensar en que estamos llevando a cabo un rito de
hermandad y compartición primigenias, de seres humanos sencillos que tienen un
mismo dolor, el mismo deseo puro de justicia y amor. Pedimos al señor que nos
libre de la corrupción, de la mentira, de los feminicidios, de la indiferencia,
de los megaproyectos, del abuso a los niños, de la violencia y de la impunidad.
“Hermanos, podemos ir a seguir a
luchando”, dice el padre. Unos instantes después Conrado reúne a la familia
de Julio: sus tíos, su hermano Lenin, su madre Afrodita, que durante la mañana
estuvo preparando mole y arroz; del otro lado están Marissa y sus padres. Al
final, sólo quedan Marisa y su hija frente a la tumba de Julio, Conrado se
acerca y bendice a la bebé. Debajo de las rosas rojas duerme Julio amado,
envuelto por la tierra madre su cuerpo descansa, su memoria vive en las
estrellas y en nuestros corazones.
COMUNICADO POR LA
REINHUMACIÓN DEL CUERPO DE JULIO CÉSAR MONDRAGÓN FONTES
Colectivo El Rostro de
Julio
Ciudad de México-Tenancingo del Valle, 12 de febrero de 2016.-
Hoy reinhumaremos el cuerpo de Julio César Mondragón Fontes, estudiante
normalista torturado y asesinado el 26 de septiembre de 2014 en Iguala,
Guerrero. Pasaron más de 3 meses desde que su cuerpo fue exhumado en
Tecomatlán, Estado de México. No fueron 3 meses de estudios, sino de trámites
burocráticos y revictimización generada desde las instituciones en contra de la
familia de Julio. Al sepultar por segunda ocasión su cuerpo termina una etapa
en la lucha por memoria, verdad y justicia para Julio César Mondragón Fontes, aunque
nada reparará su ausencia, ni la brutalidad con la que fue asesinado.
Sin embargo, también
debemos decir que quienes cometieron y encubren los crímenes perpetrados el 26
de septiembre de 2014 no han ganado. Puede que hasta sigan gobernando, pero no
han ganado. La búsqueda de los padres y madres de los normalistas continúa,
derrotando al pesimismo, al miedo, al cansancio, a la coyuntura, a la tristeza
y a la desesperanza. Las familias de las personas asesinadas esa terrible noche
no flaquean y son acompañadas por quienes también estamos hartxs de recibir
agravios.
Termina una etapa pero
inicia otra. Ahora que la “verdad
histórica” se tornó en cenizas debemos defender las investigaciones que
conduzcan a la verdad de lo que ocurrió el 26 de septiembre de 2014. Estas
investigaciones son realizadas primordialmente por el Equipo Argentino de
Antropología Forense (EAAF) y por el Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes. Entes públicos y privados han tratado de desprestigiar a estos
equipos, esgrimiendo incluso argumentos xenofóbicos o mentiras tan frágiles que
se desmoronan a la menor verificación.
Los resultados de los
estudios realizados al cuerpo de Julio César Mondragón estarán listos en
aproximadamente un mes. El EAAF, la Procuraduría General de la República y la
defensa de los policías imputados por el homicidio de Julio, presentarán sus
respectivas conclusiones. Mientras tanto reiteramos las preguntas aún sin
resolver sobre el caso.
¿Dónde está la ropa que
vestía Julio el 26 de septiembre de 2014?
¿Quién y por qué subió a
internet la foto de su cadáver en las primeras horas del 27 de septiembre?
¿Dónde está el ojo
faltante de Julio?
¿Por qué no fue
resguardado ni preservado debidamente el lugar donde se encontró el cuerpo de
Julio?
Y sobre todo, ¿quiénes lo
asesinaron?
Hasta siempre
querido Julio
Hoy depositaremos en la tierra, de nuevo, el cuerpo de Julio
César Mondragón Fontes. El estudiante, el hijo, el hermano, el sobrino, el
normalista, el atleta, el esposo, el padre. Ahora descansa en el féretro que
escogió y pagó su esposa Marissa, ese féretro que recorrió Paseo de la Reforma
denunciando y protestando contra la vileza de las instituciones mexicanas.
Hoy podremos acompañarle
con música, flores y palabras en su natal Tenancingo del Valle, Estado de
México. Le diremos de nuevo nuestra convicción de no rendirnos y de seguir
luchando por memoria, verdad, justicia y reparación.
Colectivo El Rostro de Julio
Comentarios