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Zibechi: Descolonizar el pensamiento crítico y las rebeldías. Autonomías y emancipaciones en la era del progresismo

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Publicado el 22/08/2015
Durante la segunda semana de agosto de 2015, el periodista y escritor uruguayo Raúl Zibechi recorrió varios espacios y comunidades organizadas para intercambiar con trabajadoras sexuales, colonos, estudiantes y militantes, acerca de las propuestas contenidas en su más reciente libro. Descolonizar el pensamiento crítico y las rebeldías. Autonomías y emancipaciones en la era del progresismo, es publicado por Bajo Tierra, una editorial independiente creada por Jóvenes en Resistencia Alternativa (JRA). Más en:
Apuntes para descolonizar el pensamiento, con Raúl Zibechi
Por José Luis Santillán
Durante la segunda semana de agosto de 2015, el periodista y escritor uruguayo Raúl Zibechi recorrió varios espacios y comunidades organizadas para intercambiar con trabajadoras sexuales, colonos, estudiantes y militantes, acerca de las propuestas contenidas en su más reciente libro: Descolonizar el pensamiento crítico y las rebeldías. Autonomías y emancipaciones en la era del progresismo, es publicado por Bajo Tierra, una editorial independiente creada por Jóvenes en Resistencia Alternativa (JRA).

Aquí rescatamos algunos apuntes de la jornadas realizadas en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), plantel San Lorenzo Tezonco y en la comunidad Felipe Ángeles, perteneciente a la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII). Durante estos eventos, fuimos testigos de cómo vuelan las palabras entre imaginarios, realidades, colapsos, rebeldías, dignidad y la crítica, tan necesaria y tan temida dentro de los distintos pensamientos anticapitalistas.

Palabras de Raúl Zibechi
«¿Por qué hablo de descolonizar? Por dos motivos principales. Uno por esto que llamamos el sistema, que hoy funciona como la vieja colonia. ¿Cómo funcionaba la colonia? Llegaban los conquistadores españoles, destruían lo que había –mayas, aztecas– y se apropiaban del oro, de la plata, de las riquezas, esa era la forma en la que funciono el colonialismo siempre. El sistema actual reproduce las fases más fuertes del colonialismo, hoy vivimos una forma en la cual el capital se acumula robando, se llama acumulación por despojo o por desposesión, es una forma en la cual ya no es –aunque también funciona esa– que te pagan un salario, para que trabajes en una empresa, el capitalista se beneficia y bueno, tú tienes tu salario, tu seguro social. Eso funciono un tiempo. Ahora han vuelto otra vez con toda la fuerza de la apropiación, del robo y el robo tiene muchas caras, es la minería a cielo abierto, que tira toneladas de dinamita para destruir las piedras y llevarse los minerales, es los monocultivos de soya, de palma aceitera, de caña de azúcar, que donde crece eso, no crece más nada y expulsa al campesino. Son estos emprendimientos inmobiliarios urbanos, las grandes represas hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, etcétera, que los usan una minoría. Entonces el capitalismo volvió a funcionar de esa manera, una manera mucho más agresiva en los últimos diez años que los periodos anteriores. Entonces esa actualización del colonialismo nos hace volver a pensar y revisar; si nuestras formas de resistirlo son las adecuadas.
Con este sistema, el nuevo colonialismo ha hecho un cambio no sólo en la economía, sino un cambio en cómo funciona la política, el Estado-Nación. Este no es el Estado-Nación de Lázaro Cárdenas ¿verdad? Este es el Estado-Nación que se parece más al de Porfirio –incluso más agravado– donde la policía te puede madrear, es muy probable; donde la salud es un derecho que no funciona, la educación o la vivienda; el Estado sólo funciona para reprimir y para proteger los intereses de las grandes empresas. Eso fue la colonia y eso es el nuevo colonialismo.
Pero esto segundo que quería decir, es importante para quienes somos, digamos, de izquierda y queremos un cambio anticapitalista. Como ellos se han apropiado del Estado, reclamarle al Estado, tiene poca utilidad. Poder llegar a tener un presidente, como Lázaro Cárdenas, amigo de la gente, con todo lo que se le pueda criticar –que nacionalizaba empresas, que creaba puestos de trabajo– ya ese Estado no existe. Entonces va a ser muy difícil poder tener un presidente que responda a lo que nosotros queremos ¿verdad? Porque las multinacionales han forzado a los estados a modificar las leyes, a modificar el sistema tributario, hoy porcentualmente paga más impuestos cualquiera de ustedes que una multinacional.
Todo eso se ha modificado, ya no es aquel viejo estado, entonces la política también tiene que cambiar. Ya no podemos seguir haciendo política pensando que poner un presidente nos resuelve los problemas; que crear un partido nos resuelve los problemas. Se han creado varios partidos que no son el PRI en los últimos años, y yo no sé qué piensan ustedes, pero creo que ninguno ha respondido a las expectativas de la gente común. Y eso no sólo pasa en mi país, pasa en Brasil, en Argentina, pasa en casi todas partes, porque las multinacionales, al que llega ahí, tiene dos caminos. O lo compran, muchas veces lo compran amenazando a su familia, porque le dicen o colabora con nosotros o sabemos que su hija va a tal hora al colegio, que su señora va a tal hora al mercado, te tienen como cercado. Entonces aquella vieja forma de cambiar el mundo, que era crear un sindicato, un partido… ya está siendo un poco inútil.
Y yo soy de los que piensan que la forma partido, la forma sindicato, se parecen mucho a la forma iglesia, iglesia tradicional, a la forma fuerzas armadas: es una cosa jerárquica. Pero ya por esa vía no podemos cambiar el mundo y a eso es lo que llamo «descolonizar». Porque la forma partido, la forma sindicato, se parecen mucho a la forma colonia, a la forma iglesia, a la forma compañía de indias que era lo que nos trajeron los españoles, una empresa militar que se iba apropiando de todo.
Entonces esa es un poco mi idea de descolonizar o comunalizar, también podríamos llamarle. Y el pensamiento crítico revolucionario tanto en su vertiente cristiana, como en su vertiente marxista, como en su vertiente anarquista, son pensamientos muy europeos, muy del norte y en el norte no hay comunidad.
Y nosotros vamos cambiándonos, profundizando nuestra historia y descubrimos la comunidad, y descubrimos el tequio y la yumpa, y descubrimos otras formas, que parecía que estaban olvidadas. Cuando el Estado funcionaba no hacía falta el tequio, no hacía falta el trabajo colectivo por que el Estado nos resolvía. Y en esta nueva etapa colonial, descolonizar, es no confiar más en esas viejas estructuras, tan grandotas, tan eclesiales, en mal sentido –porque hay curas buenos por todas partes– y confiar más en esta forma, más redonda, más comunidad, más de hermanamiento».
 Hugo Blanco, militante peruano
«Como dice Raúl, soy un joven de 80 años. Antes yo luchaba por que la gente fuera igual, porque todos fuéramos iguales, pero ahora hay un tema más importante que ese. ¡Para que la humanidad, siga existiendo! Porque la humanidad está amenazada, el gran capital que gobierna el mundo, tiene un sólo gran mandamiento: cómo ganar más dinero en el menor tiempo posible. Si para eso tienen que atacar a la naturaleza, atacan a la naturaleza. Si para eso tienen que atacar a la humanidad, atacan a la humanidad.
Probablemente si uno les dice: «tus nietos ya no van a tener agua», derramaran cuatro lágrimas por sus nietos, pero ese es un asunto de mis nietos, yo tengo que ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible. Por eso es que la naturaleza está más atacada que nunca. Una indígena en el Perú dijo: «El ingeniero me ha dicho que esa agua no está contaminada. Pero yo le he traído a mi burro y mi burro no quiere tomar el agua ¿a quién le voy a creer más, al ingeniero o a mi burro?»
Esa amenaza hay en el Perú, están queriendo dejar sin agua a la gente, por eso la gente lucha. Preferimos morir de un balazo, que sin agua, dicen. Para defender la agricultura, la ganadería y su vida misma. Eso hay en varias partes y uno de esos lugares, que es un valle donde se produce mucha agricultura para alimentar a la gente no sólo de ahí, sino de varios lugares del Perú, ahí quieren abrir una mina, de una compañía mexicana, Grupo México. Y las autoridades peruanas y el presidente del Perú, así como las autoridades de acá de México, no son más que sirvientes del gran capital. Entonces ellos prefieren mandar a la policía, que metan bala a los campesinos, que impedir que se haga la mina, actualmente se está llevando esa lucha. Y hemos sabido que acá en México, la misma compañía, Grupo México, está envenenando los ríos y matando a la gente acá. Son muchas formas de lucha que se dan apoyando y defendiendo a la naturaleza y la vida y espero que ustedes contribuyan con ellas».
 Enrique Reynoso, de la OPFVII, durante la presentación en la UACM
«Han querido detener el curso de la historia, nos han querido ocultar con las mentiras oficiales, que al igual que hace siglos la miseria de siempre afecta a la mayoría de la población. Han querido ocultar el despojo de siempre con nombres diferentes. El despojo disfrazado de programas oficiales, el despojo disfrazado de caridad, el olvido y la indiferencia como única respuesta a las necesidades de siempre. Como siempre y desde siempre la salud es para quien la pueda comprar, la justicia y la educación es de quien pueda pagarlas, para el pobre la cárcel como siempre. Para el pobre, todo el peso de la ley. Para el pobre la muerte vestida de sicario, de policía, de soldado, de enfermedad, de hambre.
         Pero los dueños del dinero, esos que intentaron inculcar entre las nuevas generaciones la desinformación, el conformismo, olvidaron que la rebeldía no puede acallarse con mentiras. Que la historia, esa historia que se escribe desde abajo día tras día, no puede ser borrada de los libros de texto, porque nunca estuvo ahí escrita. No pudo ser borrada pese a los asépticos esfuerzos de los historiadores oficiales, porque está escrita con sangre, dignidad y esfuerzo colectivo. No pudo ser borrada porque esa historia se transmite de boca en boca, de generación en generación, porque esa historia habla de nosotros todos, habla del pueblo, de los pueblos, porque esa historia colectiva es la suma de millones de historias individuales.
Quizá por eso, nunca como ahora la necesidad de mirar hacia atrás, de rescatar nuestro pasado, de fortalecer nuestras raíces, de extenderlas. Nunca como ahora, la urgencia de escuchar las voces de aquellos a los que la muerte no pudo callar, de conocer y enorgullecernos de nuestros orígenes, de encontrar en ellos la fuerza necesaria para enfrentar esta ofensiva feroz, que amenaza con destruir al mundo. Nunca como ahora la necesidad de reconocernos, de encontrarnos, de unirnos, de enlazarnos, de sabernos. De dejar de ignorarnos, de temernos, de despreciarnos, de desechar la indiferencia, la apatía. De rescatar la memoria colectiva, de hacernos uno con la historia, la nuestra, de demostrar, de demostrarnos, que si hay ayer y que el futuro lo vamos construyendo desde ya, con el esfuerzo de muchos, de millones.
De eso habla justamente este libro, aunque de mucha mejor manera, por supuesto. Aunque también y en honor a la verdad, no sólo este libro, si no toda la obra de Raúl Zibechi.
Que desde su posición de periodista y militante, va documentando las nuevas formas que surgen en nuestro continente, para enfrentar a este monstruo, a este sistema de muerte que es el capitalismo. Aunque estas nuevas formas o mejor dicho, las más avanzadas, en realidad son aquellas que retoman las formas ancestrales, quizás porque esas formas, son ejemplos vividos de la resistencia contra la colonización que nos fue impuesta, que se nos sigue imponiendo. Que rompen con los modelos impuestos de una cultura etnocentrista, es decir que construyen a partir de la ruptura total con este nuevo colonialismo, que es el modelo neoliberal, apostando por la colectividad contra el individualismo.
Que construye nuevos esquemas y formas de participación democrática basadas en la comunidad, en la solidaridad, en el respeto a la vida. Que no aspiran a hegemonizar u homogeneizar el mundo,  que van poco a poco desarrollando en sus propios espacios alternativas de salud, de educación y de justicia. Que no son solo promesa o prefiguración del mundo que queremos, dice Zibechi. Sino muestra tangible, de que es posible construir no sólo uno, si no muchos mundos. Y que es posible también y necesario, empezar desde aquí y desde ahora».

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