Por Mauricio Patrón
Rivera
Colaboración/
24 diciembre, 2014/
Empecemos recordando, al revés:
!Justicia¡ 43, 42, 41, 40, 39, 38, 37, 36,
35, 34, 33, 32, 31, 30, 29, 28, 27, 26, 25, 24, 23, 22, 21, 20, 19, 18, 17, 16,
15, 14, 13, 12, 11, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1.
La
cuenta termina y empieza la charla con Franco Berardi Bifo en el Museo
Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM (MUAC). Este conteo es la mejor
forma de explicar lo que este filósofo y activista italiano viene maquinando
desde hace años: que las finanzas utilizan los números para automatizarlo todo;
y que la poesía, como esta cuenta por los 43 de Ayotzinapa, es la operación
necesaria para volver a unir el significado con su significante, al cuerpo colectivo
con su cerebro común.
Bifo
está en México para presentar la traducción de su libro «La Sublevación» por la
editorial Sur+. En de menos de 200 páginas se pregunta por la movilización
social, por sus métodos y sobre todo por sus objetivos.
Como
tantos post estructuralistas, el autor se apoya en la teoría del discurso para
analizar el poder. Reflexiona sobre los objetivos y estrategias de la
movilización social global, en particular del movimiento Ocuppy, además de hacer una revisión crítica del marxismo, apoyado
en las teorías sobre el capitalismo cognitivo; y, específicamente, en la
reinserción a la teoría crítica del
Grundrisse o fragmento de las
máquinas, de El Capital de Marx, donde explica la importancia del general intellect o conocimiento
colectivo, en el proceso de producción.
La
cuenta por los 43 de Ayotzinapa –expresión de la movilización social que ha
levantado a México los últimos tres meses– es una forma de llenar de contenido
lo que para los medios de comunicación podría ser un número ordinario en el
constante reporte de la guerra que vive el país. El ejercicio abre un espacio
de unos 43 segundos para la reflexión, ya sea en imágenes, o al escuchar la
subida gradual de tono y la suma de las voces. Franco Berardi, minutos antes
del conteo, recordaba como una gran experiencia en su vida haber participado en
un mantra colectivo organizado en los años 70 en Italia por la compañía de
teatro Living Theater.
Por
aquella época, él era un luchador social en la Universidad de Bolonia, y cuando
una de las movilizaciones estudiantiles más importantes de la Europa post 68 se
desató ahí, junto con él y otros miles de estudiantes, tomó el micrófono desde
Radio Alicia y provocó que el movimiento se convirtiera en otra cosa. Tal vez
sin saberlo, cambió el ritmo de la subversión, que bajó la velocidad en ese
espacio para convertirse en una asamblea de micrófono abierto para todas las
partes del conflicto. Mientras afuera la ciudad se vivía en disturbios y
barricadas, al sintonizar Radio Alicia comenzaba un debate, la puesta en común
del conocimiento colectivo.
«El encuentro en la calle
–explica Berardi– si bien es resultado de
un cúmulo de rabia, también es lugar de encuentro solidario, para sentirnos
juntos». Como filósofo, él cree que «el
primer paso para la transformación inicia por la enunciación. Hay que hablar de
lo que pasa».
Por
eso, más allá del horizonte político de los movimientos sociales, se debe
incentivar el fortalecimiento al interior del mismo, explicó en la charla del
pasado 11 de noviembre en el MUAC.
Se
deben buscar formas de cooperación cognitiva, que siguen siendo muy frágiles.
Frente a la posición dominante de grandes empresas como Google o Facebook se ha
destruido la posibilidad de organización de la red. Por ejemplo, se ha
sustituido la amistad por un automatismo de ese sentimiento. Es por eso que hay
que reinventar la red, en términos tanto reales como virtuales.
Eso
implica preguntarnos por los tiempos de la movilización social y poder salirnos
de categorías que miden a los movimientos sociales en términos de triunfo o fracaso.
Bifo
identifica tres niveles de práctica en los que la movilización social debe
actuar: «El primero es la terapia, no en
el sentido de la renormalización del cuerpo considerado enfermo, sino como una
práctica de la reactivación del placer: del cuerpo erótico de la sociedad. De
ahí, podemos pasar a la poesía, en el sentido de poiesis, es decir, la creación
artística colectiva, y sólo después de pasar por ambas podremos regresar a la
política».
Hacer
esto, ir de la terapia a la creación y de ahí a la política, implica que la
identificación de cada uno de nosotros con las causas de una movilización no
pase por la representación (hablar en
lugar de alguien) ni por la solidaridad (sumarse
a la exigencia de un problema que no es tuyo).
La
lucha de clases no es el motor de la sublevación, lo es el encuentro en la precariedad compartida. La movilización social ya
no se construye a partir de la identidad fija de un supuesto sujeto
revolucionario, sino de las multitudes inclasificables.
Para
Berardi, «en esencia las marchas actuales
son huelgas de tiempo, que sirven para detectar que hay actividades que
pertenecen a la producción salarial y que al interior de esa relación
productiva de información (semiótico capitalista) se acelera tanto el tiempo de producción como el de la atención».
Se rompe con el tiempo híper acelerado de las finanzas y se instaura el tiempo
de la fiesta, de la ruptura de la individualidad, de la poesía.
Bifo
logra hacer teoría con lo que damos por sentado, desnaturaliza lo que creemos
que no es política sino tan solo sentido común. Es un pensador que navega en el
capitalismo para entenderlo como forma de destrucción de la persona a través
del trabajo, la intercambiabilidad del individuo en la red del capitalismo postfordista y el lugar que ocupa en
esto la política de las emociones como una alternativa. Un poco de medios,
redes, poesía y finanzas… apapacho para la lucha pues.
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