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padre: Voces del ELN
Categoría: Militancia
Publicado el
Lunes, 14 Julio 2014 05:00
Escrito por
Guillermo Ardila
Compitas del mundo, el
Ejército de Liberación Nacional de Colombia, les brinda un fraternal abrazo,
con todo el cariño y la ternura que nos caracteriza. Compartimos la alegría que
nos asiste porque este 4 de julio, celebramos 50 años de nuestra Primera marcha
guerrillera, agitando con orgullo nuestra bandera roja y negra, símbolo mundial
de las luchas libertarias.
Nos ha identificado la
consigna ¡Ni un paso atrás, Liberación o Muerte! (Nupalom), que hunde las
raíces en nuestra historia, para beber la sabia de la rebeldía, de los pueblos
nuestroamericanos:
“¡Ni un paso atrás… y lo que fuere menester,
sea!” gritaba José Antonio Galán en 1781, capitaneando las luchas comuneras
contra el colonialismo español.
“…nuestra acción es un grito de guerra contra el
imperialismo estadounidense… por la revolución socialista… liberación o muerte…
y, hasta la victoria, siempre”, es la herencia ejemplar de nuestro Comandante
en Jefe Ernesto Che Guevara.
Con mayor pertenencia, hacemos nuestras las gestas heroicas de los
libertadores nuestroamericanos, como Simón Bolívar, José Martí, José de San
Martín, Bernardo O´Higgins. Pero también, somos parte activa del torrente
transformador de las luchas de todos los pueblos del mundo, en resistencia
contra la tiranía y la depredación del capital y en busca de la vida digna, la
libertad, la equidad, la soberanía y la paz.
Como nuestra guía ideológica es el marxismo-leninismo, hemos tenido la
creatividad de mantener un diálogo incluyente con el cristianismo
revolucionario y por eso nuestro pensamiento ha estado enriquecido con las
enseñanzas de muchos religiosos y religiosas, como nuestros Comandantes en Jefe
Camilo Torres Restrepo y Manuel Pérez Martínez.
Buscando la identidad propia, hacemos nuestro los saberes milenarios de
nuestros indígenas y afrodescendientes, que nos culturizan para vivir en
armonía con la Madre Tierra y para entender que la razón de ser de la humanidad
no es acumular riquezas sino cualificar todas las formas de vida y alcanzar la
felicidad para todos.
Asumimos el derecho legítimo, que tienen todos los pueblos de alzarse en
armas contra la tiranía. En este medio siglo de cruentos combates contra el
imperialismo y la oligarquía colombiana, son muchos los héroes y los mártires
que con su sangre han fertilizado esta patria americana, para que germinen las
semillas libertarias.
Padecemos los rigores de la guerra, lo mismo que le ha tocado a nuestro
pueblito, como la única forma de sobrevivir, en estos últimos 70 años de
exterminio estatal. Somos el resultado de la política de “tierra arrasada”, que impusieron los terratenientes para expropiar
a los pequeños y medianos campesinos durante La Violencia de 1945 a 1965; de la
exclusión política que pactó la oligarquía en el Frente Nacional, para
alternarse en el poder y eliminar la oposición política: y, de la entrega
abyecta que hizo la oligarquía de nuestra soberanía, al capital extranjero.
Acompañados de la malicia indígena y el ingenio popular, hemos aprendido
a defendernos de todas las guerra de exterminio del imperialismo. También hemos
aprendido que el poder no sólo se toma por asalto, sino que se construye todos
los días con el ejercicio soberano del pueblo. Porque si el poder no lo ejerce
directamente el pueblo, es otra forma de tiranía.
Nunca hemos tenido la pretensión de copiar mecánicamente algún modelo
extranjero, porque estamos convencidos que la revolución es una creación mágica
de cada pueblo, de acuerdos a sus circunstancias y particularidades. Abogamos
por el no alineamiento internacional, pero nos hermanamos con todas las luchas
que se libran contra el imperialismo y con los pueblos que construyen el socialismo
o reclaman su autonomía.
Hemos renunciado a creernos la vanguardia única de la revolución, porque
apenas somos una humilde organización político-militar, que aporta con
sacrificio y experiencia, en la construcción del Poder Popular, convencidos que
la dirección revolucionaria es un ejercicio colectivo, en donde el conjunto de
organizaciones políticas y sociales tienen mucho que aportar y enseñar. No
creemos que nadie tenga el don divino de la iluminación, para poseer las
verdades reveladas que nos salven. Sólo las luchas del pueblo salvan al pueblo.
Fieles a la vida y obra del cura guerrillero, el Comandante Camilo
Torres, creemos que la unidad es parte de victoria, que integra la diversidad
regional, étnica y cultural de Colombia y nuestra patria americana; esto es el
pegamento de la arquitectura revolucionaria, donde la política es un acto de
amor eficaz, que trasciende aprendiendo a “ser
con otros”, para sumar saberes y multiplicar potencialidades, sin
pretensiones utilitaristas o hegemonistas. Porque la política debe estar
determinada por la ética.
Tenemos la convicción que el objetivo final de la guerra es conquistar
la paz para todos. Por eso aceptamos los diálogos con los gobiernos. Pero la
paz tiene diferentes interpretaciones, de acuerdo a los distintos intereses.
La extrema derecha, terrateniente y narco paramilitar, que llevó a
Álvaro Uribe a la presidencia, desea imponer “la paz de los sepulcros”, convencidos que el conflicto se acaba,
eliminando a la insurgencia, y a la oposición política y social.
Para el presidente Santos, que estuvo comprometido con la pacificación
militar, ahora le apuesta a la paz gatopardiana,
con el lema “que todo cambie, para que
todo siga igual”. Para este bloque oligárquico, la paz se reduce a la
desmovilización y el desarme de las guerrillas, para que se incremente la
explotación neoliberal, la acumulación por desposesión y la depredación
extractivista a favor del capital y las multinacionales.
El ELN comparte las propuestas que ha levantado la diversidad de
sectores del movimiento social, los demócratas, intelectuales, religiosos de
diferentes iglesias, ONG’s… que consideran que la paz son los cambios
estructurales, que resuelvan las causas que originaron el conflicto armado.
Como el presidente Santos logró la reelección gracias al apoyo que le
ofrecieron sectores sociales, de izquierda y demócratas, quienes le apostaron
a la realización de la paz con justicia y equidad social; entonces, este
segundo mandato está hipotecado a las transformaciones que hagan posible la paz
y ojalá Santos no desaproveche esta oportunidad histórica.
Colombia está a la expectativa que el presidente cumpla las promesas y
compromisos electorales, comenzando por democratizar la discusión sobre la paz.
La paz no puede reducirse a los diálogos del gobierno y la guerrilla, sino que
debe promoverse el protagonismo de todos los sectores sociales, quienes deben
decidir cuáles son los cambios que se necesitan y cómo construirlos.
Nacimos en Colombia, el país bisagra, entre el sur y el resto del
continente, que el imperialismo ha convertido la principal potencia militar de
la región, para que sea el Caín americano y desestabilice a los países, que
adelantan gobiernos democrático populares. Por esto, la resolución del
conflicto colombiano, no es sólo un asunto interno, porque el régimen
colombiano ya ha violado la soberanía de países vecinos y representa un peligro
para la paz de la región.
A 50 años de continuar con la guerra popular colombiana, de más de 500
años de resistencia a la opresión, aquí seguimos los elenos y las elenas,
fieles a nuestras convicciones de conquistar el bienestar y el bienser para
nuestro pueblo; donde la vida digna, la paz y la felicidad sean para todos.
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