Estado Español: 22M, cientos de miles marchan a Madrid por pan, techo y contra gobiernos de la Troyka
Rebelión, 24-03-2014
Texto y fotos: Enric
Llopis
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Capital de
la dignidad: Cientos de miles de personas se manifiestan en Madrid para pedir
pan, techo y el fin de los gobiernos de la Troika
Madrid, 22 de marzo de 2014 a las 16,30
horas. Un leve sol de incipiente primavera y ambiente algo fresco. Queda aún
media hora para que empiece la gran Manifestación. Va acercándose la gente
-colores, pitos y música en movimiento- al tramo Atocha-Colón, donde se pedirá
-con lenguaje claro y duro, políticamente incorrecto- el final de los gobiernos
de la Troika, pan, techo, servicios públicos y el impago de la deuda. Pinta a
fiesta, reivindicación y justicia. A dignidad. Aunque desde unos días antes se
han vertido perversas sombras: comparaciones con el nazismo griego, 1.700
policías antidisturbios presentes en la capital o un centenar de autobuses
retenidos por la guardia civil, antes de que accedieran a Madrid.
Son
protagonistas las 6 columnas de la Dignidad que proceden de las distintas áreas
geográficas del territorio español. Pero incluso antes de que lleguen, ya huele
a fiesta en los aledaños de Atocha y sobre todo en el Paseo del Prado. Suena el
himno de Riego y la Internacional. Bocinas y estruendo de cohetes. Pero poco a
poco. La tarde aún se despereza. Lentamente, grado a grado, va subiendo la
temperatura. Se van mezclando en algarabía camisetas de "Coca-Cola, no al cierre de Fuenlabrada", de color
naranja por los servicios sociales; verdes en defensa de la escuela pública; con
la efigie del Che, moradas de la marcha por la dignidad, rojas y verdes de "Stop Desahucios", negras con
el anagrama del 15-M, de partidos de izquierda y sindicatos... Banderas
republicanas, rojas, rojinegras, andalucistas, gallegas, Ikurriñas, castellanas...
Se arranca la batucada mientras se despliega una gran pancarta: "No al pago de la deuda".
Primera ovación. Y continúa afluyendo gente y subiendo la temperatura. Pero
todavía con el ritmo pausado de la tarde. El volumen aumenta cuando un grupo de
bomberos pasa junto al Ministerio de Agricultura ("¡Eso es un cuerpo, no el de policía!").
Pasan
de las 5 y la tarde ya cobra fuerza. La gente se arranca a gritar las primeras
consignas. "Sí se puede" es
la más repetida. La megafonía aviva la manifestación: "Lo llaman democracia y no lo es"; "España, mañana, será republicana" y "Esto nos pasa por un gobierno facha". Otros no dejan que
el silencio se haga hueco e irrumpen:
"La fuerza del obrero, la solidaridad", "Ningún ser humano es
ilegal" o "Con este
gobierno, vamos de culo". Una mujer joven, rubia, vestida de negro,
con gafas de sol y rostro duro otea la manifestación subida a un banco del
Paseo del Prado. Veteranos militantes coinciden en que se trata de una "infiltrada". Secretean entre
ellos, hasta que uno se atreve a gritar: "¿Qué,
todo en orden?". Dos helicópteros de la policía nacional acompañan
todo el recorrido. De tanto en tanto, se le dedican pitos y peinetas.
Hay
cientos de miles de personas congregadas (dos millones según la organización).
Con el chaleco reflectante de los "Yayoflautas"
aparece muy tranquila, aunque lleva muchos días y horas en tareas de
coordinación, María Luisa Urdiel, de 64 años. Es viuda y jubiliada. Con dos
pensiones, asegura que no padece apuros económicos. Es la primera vez que se
moviliza en su vida. ¿Por qué? "No
quiero esto que nos dejan para mis hijos y mis nietos; a la gente no le llega
para sobrevivir mientras rescatan a los bancos". Un perfil más
militante es el de Carles Duro, de 24 años, estudiante de historia: "Hemos llegado a un punto insoportable,
de emergencia, en el que hemos podido romper el bloqueo de la izquierda
política y los movimientos sociales para emprender una acción unitaria. Y
plantarnos en Madrid, el centro del poder". Carlos Prado, de 42 años,
cobra una prestación por minusvalía al tiempo que participa en un taller de
cerámica. Insiste en que el trabajo es un derecho, "pero nos lo ponen muy difícil". "Y cuando nos manifestamos, viene la represión policial".
Dice que es parado y enfermo mental, "pero
nunca voy a perder mi dignidad". Asiente Vicente Reig, jubilado: "Nos están masacrando; quieren que
volvamos a las cavernas; esto es una agresión a nuestra dignidad".
Discurre
la manifestación y la gente deja pancartas en los setos del Paseo del Prado.
Otros las recogen. Son palos delgados con sencillas leyendas en un papel, pero
algunas sutiles, con mucho ingenio. Otras contundentes. Se da, así, como una
espontánea prueba de relevos. Una joven se apoya sobre la estatua de Velázquez
(frente al museo del Prado) y junto a una bandera republicana deja un lapidario
"Tu sobre, mi recorte". Por
el transcurrir de la marcha hay como un enjambre de consignas en papel: "Contrato-basura, esclavo-libre";
"Ante la necesidad, la expropiación
es un derecho"; "La
euro-dictadura a la basura". Un joven enfundado en una camiseta negra ("Una vez yo tuve derechos sociales y
laborales") blande muy alto esta enseña: "País mudo no muda". Parece que es su compañera, quien
enarbola un "Austerity Kills".
Otros prefieren a los clásicos: "¿Qué
es robar un banco en comparación con poseer un banco? (Bertolt Brecht)". Entre las más repetidas, figuran
las sencillas y rotundas "Sí se
puede, sí se debe", "Pueblo
manso, buen esclavo" y "Justicia
real para todos igual".
La
manifestación llega a Colón, punto de destino, donde hay instalado un gran
escenario. Con facilidad puede distinguirse la tribuna de oradores, con unas
jóvenes que no dejan que la fiesta decaiga. Destilan nervio, sangre y rabia.
También, mucha juventud. Piden todo el rato que el público pase a la
Castellana, pues todavía permanece gente en la cabecera (Atocha). Lluis Llach,
Labordeta, la canción de "la
Muralla"... Vuelta a los "clásicos"
para pedir la dimisión del gobierno, un cambio de Régimen y de Sistema. Muchos
fotógrafos, cámaras de televisión y, en el estrado, una pancarta con
representación de los movimientos sociales. Anochece, frío seco y principio del
final. Se gritan consignas sin parar. Bulle, repleta, la plaza de Colón. Festín
de banderas. Sobrevuelan los helicópteros policiales.
Se esperan en la plaza los parlamentos, que, más que
anunciarse, irrumpen. Sin apenas presentaciones, leen a dúo el Manifiesto de
las marchas el actor Willy Toledo y la periodista Olga Rodríguez. Se
intercalan, cada uno en su estilo. Leer es un decir, en el caso del actor, pues
se desgarra en cada frase. Sus palabras brotan sangre. L Vivimos un atropello a la dignidad colectiva de los trabajadores,
mientras la patronal no deja de apretar las tuercas y bajar los salarios; el
sistema nos obliga a mostrar nuestro agradecimiento a los empresarios, pero no
estamos de acuerdo: ¡Es hora de repartir el trabajo y la riqueza!" la
periodista clama alto, con voz más limpia. Antes que nada, mención especial
para los trabajadores de la fábrica de Panrico en Santa Perpetua de Mogoda,
cinco meses en huelga indefinida. ", grita Toledo, jaleado por un "¡Sí se puede!" coral.
La
periodista Olga Rodríguez apela a "nuestra
juventud sin futuro, que emigra para buscar trabajo en el extranjero, como
nuestros padres y abuelos". Un segundo "mensaje": "Nos
oponemos al sistema patriarcal que nos quita el derecho a decidir sobre
nuestros cuerpos, y nos devuelve a los hogares, a la crianza". En
cuanto a los políticos del PP, recuerda la periodista, "nos gobiernan al dictado de la Troika; nos obligan a que paguemos
una deuda ilegítima que no han contraído los ciudadanos, sino los especuladores
financieros y los excesos de los gobiernos". Para ello se recorta en
salud, educación, derechos sociales, y se rebaja el poder adquisitivo de los
mayores.
Se
ilumina la palestra, pues raya la noche. Se presentan, uno a uno, a diferentes
representantes de las marchas por territorios, que han llegado a Madrid tras
una larga caminata. Hacen todos un breve discurso y, cuando corresponde, se utilizan
las lenguas nacionales. Muchas de las portavoces son mujeres. Algunas de las
intervenciones, además, encienden la plaza. Hasta que pasa del segundo plano a
la tribuna Diego Cañamero. Su sindicato se ha dejado la piel en las marchas y
las banderas andalucistas, con el anagrama del SAT, han estado muy presentes.
Casi sin voz, Cañamero grita por las vísceras. Las palabras vienen de muy
adentro, de años de ocupaciones y hambre jornalera. "La unidad del pueblo, esos son nuestros tanques y nuestras
balas", afirma. "Hace falta
una economía del pueblo y una rebelión pacífica de los pueblos". Como
en su día hizo Espartaco.
Antes
de la conclusión, se anuncian las actividades para los días siguientes. El
domingo 23 por la mañana, Asamblea en Jardines Descubrimiento (Colón); el lunes
24, entre las 11,30 y las 13,30 horas, acción "Rodea el capital" en la Bolsa de Madrid. Y el lunes 24,
por la tarde, manifestaciones entre los ministerios de Economía y Sanidad con
el lema "No pagamos vuestra
crisis". Con tranquilidad, la concurrencia abandona la plaza de Colón.
A sus casas, los residentes en Madrid; a los puntos de encuentro con autobuses
y estaciones de tren, o a su vehículo particular, quienes han venido de fuera
de la capital. Jornada, días, muy intensos y llega la hora del descanso.
Pero
empiezan a correr los rumores y las llamadas telefónicas bullen. Cargas en la
calle Génova (sede del PP) y en la Plaza de Colón. En la puerta de una
cafetería de Serrano se emplazan varias furgonetas de la policía antidisturbios.
Se dice que buscan a una pareja. Comienza el número. Se da inicio al
espectáculo. Por Alcalá-Retiro y arterias principales, furgonetas y automóviles
de la policía nacional, y motos de la policía local circulan a todo trapo con
las sirenas encendidas. Es la escenografía deseada. Carreras. Un joven señala
golpes en el cuello. Se habla de las primeras detenciones. La gente busca
refugio y las paradas de los autobuses para el regreso. Se corta el centro.
Llegan noticias de los incidentes. Los jefes de prensa de Fernández Díaz y
Cifuentes sacan del archivo las notas de prensa y empiezan a difundir imágenes
y "cortes" para agencias,
radios y televisiones: "delincuentes";
"se han cumplido nuestras peores
expectativas"; "bidones con
gasolina, bengalas y navajas"; "antisistema";
"condena de los violentos".
Al día siguiente, El País titula con la cifra oficial de manifestantes y una
imagen de encapuchados atacando un coche de la policía. En la crónica, sutiles
y exquisitas (marca de la casa) alusiones a la violencia. El día 22 este
rotativo no dedicó una línea a las marchas, pero sí dos páginas a la figura de
Adolfo Suárez (que aún no había fallecido). Etcétera.
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