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Auditorio Che Guevara: Defenderlo como espacio autónomo y autogestivo o entregarlo a la institucionalidad


1968: el movimiento estudiantil rebautizó como Auditorio Che Guevara al hasta entonces Auditorio Justo Sierra. No fue sólo un cambio de nombre, adquirió carácter de lucha contra el despotismo gobernante

EN DEFENSA DE LA ASAMBLEA GENERAL.
Reflexiones y aportes a propósito de la defensa y los ataques a la organización en Auditorio Che Guevara.

En las últimas dos asambleas realizadas en el auditorio Che Guevara dentro de la UNAM, se ha generado una fuerte discusión, que ha degenerado en desgaste y en la dificultad para tomar acuerdos que refuercen la defensa de este espacio de organización, ante la actual embestida operada desde el estado mexicano. La asamblea de la FFyL, originalmente realizada en la misma, pronto se trasladó al espacio, donde la reunión se hizo más numerosa y confluyó con los que defienden y trabajan el espacio, con estudiantes de otras escuelas, así como con colectivos, organizaciones e individuos también interesados en la defensa del mismo. Sin embargo se han manifestado al menos dos posiciones básicas respecto a cómo tomar los acuerdos: una, que defiende el carácter amplio y abierto de la asamblea, y defiende discutir antes de llegar a acuerdos, sean estos por consenso o bien por votación de no ser posible el primero. Otra que propone que los acuerdos sean tomados de acuerdo al “mandato” o decisión de las asambleas por colegio ya conformadas en la FFyL, y que en todo caso al resto de los participantes se les dé un voto (entre los votos de los colegios), pues constituyen “la otra parte de la asamblea”.
Conviene hacer unas consideraciones al respecto:
La organización de asambleas “por colegios”, tiene un antecedente remoto en la FFyL, al menos de 1999, cuando, previo a la huelga del CGH, esa fue la forma práctica de discusión que se utilizó.
Sin embargo, esta división por colegios no corresponde a una forma “natural” de organización. La división en estancos o compartimentación del conocimiento corresponde a una visión ideológica impregnada por la idea de la profesionalización y superespecialización. La misma en todo caso es una forma burocrática de organización de lo académico, que no tiene por qué trasladarse a lo social y lo político.
Adoptar esta estructura impuesta, conlleva a la separación y aislamiento de individuos que podrían de otro modo entrelazarse y compartir pensamientos y acciones sin mediaciones tales. Lo que piensan “los estudiantes del CELA”, por ejemplo, no es necesariamente lo que dice su asamblea, porque no todos participan en ella primeramente; y, en segundo lugar, porque esta es una mediación entre quienes asisten a la asamblea y el resto de compañeros de su carrera y de los otros colegios. Cantidad de visiones, análisis, propuestas, acuerdos y desacuerdos, se filtran por ese tamiz que son las asambleas por Colegio.
Las asambleas por colegio se fundan en una estructura preexistente, no adoptada voluntariamente por los individuxs, de tal modo que constituyen una comunidad imaginaria. Se da por sentado que un estudiante tiene afinidad o interés común con otrxs tan solo por “pertenecer” al mismo colegio. De tal manera, se reproduce a escala local el mito del universal abstracto llamado “Comunidad Universitaria”. ¿Cuál comunidad? ¿Qué tiene en común un estudiante ceceachero que vive en Iztapalapa y sobrevive con lo mínimo para trasportarse y comer, con un investigador emérito, adscrito al SNI y que cada mes recibe decenas de miles de pesos en prebendas? Nada. Aunque lo quieran inventar, nada. Aunque nos quieran engañar diciendo que ambos son “pumas”, hijos de una misma “Alma Mater”, su realidad concreta es diametralmente opuesta, no sólo los divide, sino que tiende a enfrentarlos.
Las asambleas por colegio ciertamente prevalecieron durante toda la huelga de 99-2000 en la facultad, como espacios de toma de decisiones previos a la asamblea del Consejo de Huelga respectivo. Pero, en primer lugar, en ellas participaban sobre todo los estudiantes EN HUELGA (no cualquiera que iba pasando), estaban abiertas a quienes no participaban de la misma, pero hablar en ellas significaba un compromiso de asumir acuerdos y acciones en función de un MOVIMIENTO CONCRETO. Es decir, al menos se supone que había un interés común, que era el de la defensa de la universidad pública.
Mas allá de ello, la verdadera fuerza y organización del movimiento de 99-2000 en Filos –y que permitió que esta fuera la escuela con más gente al final- se fundó no en los colegios, sino en las BRIGADAS, que desde un inicio funcionaron como espacios de acción por AFINIDAD, fundadas en la CONCIENCIA y el COMPROMISO sobre una misma causa. Surgidas espontáneamente, las brigadas eran un espacio, una identidad cuya pertenencia era asumida de modo voluntario por cada estudiante: podía no gustarte tu colegio, o reunirte con los del mismo, pero en las brigadas te reunías con quien tú decidías, porque encontrabas afinidad natural y apoyo mutuo.
Ahora, desde luego, no estamos en huelga. Pero, ¿por qué adoptar formas de organización impuestas, que nos separan por divisiones artificiales y no nos unen? En todo caso, la causa de lucha común ahora es contra la represión.
Al contrario de la manipulación, atomización, la apatía, el “representantivismo” y aislamiento que permiten y promueven las asambleas separadas, la ASAMBLEA GENERAL permite la participación directa y el contacto entre el conjunto de los involucrados en un problema. En este caso, se supone, la defensa del movimiento social ante la represión, y como espacio de éste, del auditorio.
La Asamblea General nos involucra no como estudiantes de tal o cual colegio, sino como interesados en afrontar un problema concreto, en este caso, la defensa de un espacio de organización.
La Asamblea General se contrapone también a la división estudiantes-profesores-trabajadores. Tal división corresponde a una idea academicista y clasista de la Universidad. Academicista porque desde luego se considera que en la misma cada “sector” debe desarrollar una sola actividad: el estudiantado aprender, los profesores iluminarnos con su sabiduría, y los trabajadores, lavar las excrecencias de unos y otros en los baños o, en el mejor de los casos, estar detrás de una computadora todo el día, manejando el papeleo de ambos. Bajo dicha idea, a cada quien corresponde no sólo un rol, sino además un espacio físico: no se ven profesores en la biblioteca (pues ellos “ya saben”), no se ven estudiantes en la “sala de profesores” (a menos que sea consultando a uno de ellos), no se ven trabajadores en los pasillos, a menos que sea barriendo o trapeando. Sobre decir quiénes están encima, quiénes “en medio”, y quiénes debajo de esta escala social. Incluso físicamente, los profesores privilegiados tienen su cubículo en la Torre, los estudiantes y la plebe académica (de asignatura la mayoría), deambulan por las aulas y pasillos. Mientras que los trabajadores, tienen sus talleres, bodegas y reloj checador, es decir, sus lugares de reunión, en la planta baja, en los rincones, o en los sótanos de la arquitectura. Los “espacios comunes”, están limitados a la circulación de individuos que por lo general se ignoran entre sí.
Además, se excluye de antemano a quienes “no son universitarios”. Una universidad a imagen de la sociedad burguesa, solo ve con buenos ojos a los matriculados, a los que tienen plaza o puesto: los que no lo estén y se logren colar a ésta universidad de élites, serán vistos con desconfianza, y en el mejor de los casos están destinados a servir de imágenes folclóricas en el paisaje (“mira, ahí por el circuito va pasando un pobre, ¿será real?”), a ser vistos como mugrosos, vender cigarros sueltos o sabrosos tacos de canasta.
La idea de imponer una organización por colegios, o una “tripartita”, nada tiene que ver con las necesidades que tenemos como lo que en realidad somos quienes enfrentamos al Estado y su represión: TRABAJADORES. Los profesores son trabajadores académicos: aunque por su “capital intelectual”, se pretenda ocultar su condición de explotados, en realidad no son sino asalariados. Los trabajadores administrativos y manuales, claro está, pertenecen a la misma clase social que aquellos. Los estudiantes que buscan organizarse para defender la educación pública, son trabajadores o hijos de trabajadores. Los jóvenes que enfrentan la represión, son trabajadores o hijos de trabajadores, es decir, proletarios. No importa que no vistamos un overol, que no tengamos un salario o siquiera un empleo. Los de abajo estamos en la misma situación, dependemos del trabajo para vivir o morir de hambre. Esto nos diferencia de ellos: de quienes defienden al Estado, sus jerarquías y sus partidos.
Claro está que en la universidad se impregna como tufo la ideología de otros sectores sociales. Y por eso hay sindicatos (STUNAM, AAPAUNAM) que controlan y aíslan a sus agremiados, organizaciones políticas que todo lo reducen a una visión estudiantilista, y en el mejor de los casos dicen que hay que ir “con el pueblo”. Casualmente, para ellos, el “pueblo” (o sea otra supuesta comunidad de intereses), siempre se halla detrás de algún partido político de izquierda, y si es del suyo, qué mejor. Por ello en algunos investigadores priva el interés mezquino de defender una plaza y sus prebendas a toda costa, y firman desplegados contra quien se los pida su patrón, o sea, el director, directora o rector en turno.
Cabe señalar que lo que está de fondo en estas posiciones no es la forma de tomar las decisiones, sino el resultado de esa toma de decisiones, donde una colectividad de individuos decidió en Asamblea mayoritariamente los pronunciamientos en favor de la justicia de quienes fueron torturados el 3 de marzo pasado por el Comité Cerezo, la ex-“coordinación” del auditorio Che Guevara, la FECSM de Tenería y el FNLS, de caracterizar a la violencia como proveniente del Estado y no como una concepción abstracta de choque entre dos grupos, el problema fue recordar que la rectoría como peón del Estado mantiene preso a Jorge Mario González, y es cómplice por comisión u omisión de los asesinatos de Pavel Gónzalez y Carlos Sinuhé. El problema es cuestionar el servilismo de los consejos y consejeros técnicos que con una mano en la cintura y la otra en la cartera reclaman el auditorio Che Guevara como suyo. El problema es la autonomía, la autogestión y la horizontalidad que predominan en el Espacio desde hace 14 años producto de la labor de parto de la huelga del 99-2000. El problema en síntesis fue rechazar las estructuras burocráticas que buscan gradualmente favorecer la política de Narro Robles en la recuperación del Auditorio Che Guevara.
Así las sectas elitistas de académicos comprados (que recibieron sus grados como recompensa por traicionar movimientos en la Universidad como el CEU y la Huelga del 99-2000) promueven desde la segura virtualidad de las redes sociales o detrás del cobijo de periódicos que se autoproclaman de izquierda mientras le sirven fielmente a la derecha, la restauración de la institucionalidad que mandata el Estado, en una especie de reproducción del Pacto por México a nivel micro, es decir, en chiquito, pero representando obviamente a sus partidos, escudándose en la fantasmal idea de la comunidad universitaria. [1]
Desafortunadamente siguen existiendo estudiantes de tendencias entreguistas y desmovilizadoras, que pese a su preparación en humanidades son incapaces de desarrollar un análisis crítico, haciendo sus análisis de “izquierda” con los argumentos de la derecha, esta ambivalencia filosófica es prueba real del avance de políticas privatizadoras que trastocan en detrimento de la conciencia revolucionaria las formas de enseñanza y aprendizaje realmente humanos. Motivo por el cual la comunidad fantasma de la universidad exige la apertura del auditorio Che Guevara para sus eventos, pero no le exigen a la rectoría, ni al Estado que libere todos y cada uno de los espacios que ocupan arbitrariamente para que la comunidad de trabajadores los usen.
Necesitamos reconocernos como una misma clase. Esto molesta e incomoda a muchos jóvenes que ven en el “trabajador” a alguien ajeno, por tener un empleo, a alguien privilegiado por tener un salario, o lo ven como un limitado que pudiendo ser “libre”, trabajando por su cuenta, se ata a un patrón y a un horario. Pero la agobiante realidad económica y social que preocupa a muchos de ellos, como el enfrentarse a la competencia para obtener un trabajo, el hallarse frente al desempleo, el subempleo, el trabajo informal, o el verse limitados a concluir sus estudios por dificultades económicas, los coloca en las mismas preocupaciones de la clase que muchas veces, sin consciencia de ello, niegan: el proletariado.
¿Cuál es el espacio adecuado de organización si la división del trabajo y de la academia nos separa? Las asambleas generales sirven para esto, para que como proletarios nos encontremos, sin divisionismos por sectores, territorios, ideologías.
Se dirá que esto nada tiene que ver con lo que ocurre en la universidad, que en las aulas (y en los auditorios) no se hace “la revolución”, que para encontrarnos con los “auténticos trabajadores” hay que ir con el SME, con la CNTE y con la base del STUNAM, y etc. etc. Pero la verdad es que la única arma que tenemos a mano es el desarrollo de nuestra conciencia, y esta solo se potencia adoptando formas de organización adecuadas a nuestros intereses comunes en cuanto oprimidos, en tanto proletarios. No reproduciendo los esquemas ya caducos del Estado. Las Asambleas Generales no son sólo un arma de lucha: somos nosotros mismos construyendo nuestra verdadera comunidad y defendiendo nuestra verdadera autonomía.
Se dice que el auditorio Che Guevara debe ser un espacio de trabajo. Para nosotros, no se trata de “producir” nada, al menos no para el capital: nada en el sentido “profesional” y mercantilista. Todo lo que se hace aquí por grupos, los colectivos e individuos que han mantenido el espacio independiente hasta ahora, solo tiene un sentido en la lucha y es parte de esta. Los que dicen que hay lucro, tal vez piensan que el espacio y quienes en y alrededor de él trabajan, deberían pedir recursos al Estado porque no saben vivir libremente, que deberíamos de o sobrevivir en la miseria individual, claro, como ellos la van pasando con sus buenas plazas y becas…
Más que de trabajo, hablamos de una ACTIVIDAD CREATIVA. Esta solamente se puede dar en la organización de una comunidad real, activa contra el capital y el Estado. Este “trabajo” es liberador y auto creativo en sí mismo, y se acerca más bien al ocio, al placer y al divertimiento, pues violenta todo lo moralmente correcto, aunque esto moleste a la mentalidad conservadora o a las mentalidades trazadas por el esquema que, vestido de izquierda, apologiza y reproduce la enajenación. Nuestra idea de trabajo entonces, nada tiene que ver con su cuadrada disciplina jerárquica, su militarismo, ni su anodina idea de “aprender” y “luchar”. Nada tiene que ver con la acumulación cuantitativa de sacrificios, de trabajos ni de reconocimientos. Por eso aquí no hay nada qué administrar: ni cosas, ni tiempos, ni personas. Nuestra idea de colectividad, en nada se asemeja a su democracia representativa. Nuestra comunidad es concreta y no un espejismo más de la ideología del capital. Si el auditorio sólo fuera un espacio para reproducir el esquema del poder existente, daría igual que se llamara Justo Sierra o Che Guevara (ya que al fin y al cabo son lo mismo: solo “figuras” para nombrar mitos), sería un espacio vacío, muerto y no serviría para nada. Al contrario de eso, tiene que servir para mantener, profundizar y extender la acción antisistémica.
La emancipación de los trabajadores, solo será obra de los trabajadores mismos.
Libertad, Justicia, Autonomía, Autogestión, Conciencia.
Suscriben este documento el Sector Obrero y de Trabajadores adherentes a La Sexta, y participantes en lo individual en la Asamblea General del Che.
Se invita a colectivos, organizaciones y demás individuxs (sean estudiantes o no), a discutirlo y suscribirlo.
México D.F. Marzo de 2014.
 [1] Parte de los ataques de esta intelectualidad viciada pueden verse en la nota del día 21 de marzo, publicada en la Jornada del distorsionador de hechos Emir Olivares: http://www.jornada.unam.mx/2014/03/21/sociedad/036n1soc.
Por medio del “Feisbuc” Imanol Ordorika ha promovido el odio político hacia posiciones que él considera como incorrectas, con frases como:
“Mucho rollo: que desocupen el Che!”, otro de sus comentarios más recientes en su perfil ha sido:
“¡El Che, abierto y para todos los universitarios! El auditorio Che Guevara es de la Universidad y de todos los universitarios. No existe argumento o proyecto político que justifique su ocupación o control por parte de uno o varios grupos en particular.
El Che debe ser desocupado de inmediato, sin importar quién sea que actualmente lo controle.
Las autoridades de la UNAM deben remozar el auditorio en cuanto sea desocupado.
El Che debe ser abierto cuanto antes para todo tipo de actividades académicas, culturales o políticas de los universitarios.
El Auditorio Che Guevara pertenece a la UNAM y es un recinto de la Facultad de Filosofía y Letras. La administración y mantenimiento del Auditorio debe estar a cargo de esta Facultad bajo la responsabilidad de su Consejo Técnico, garantizando su utilización abierta, transparente y sin restricciones, como ocurrió hasta el año 2000. Profesores, estudiantes y trabajadores de dicha Facultad pueden supervisar que esto se cumpla.
¡El Che abierto y para todos los universitarios, ya!”

2000: el 6 de febrero la PFP rompe la huelga, 'desmantela' el auditorio creyendo que así derrotaba la rebeldía. Poco después el auditorio se convierte en el espacio autónomo y autogestivo, de lucha y resistencia que hoy se defiende. 

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