Abraham Cortés Ávila, joven de 22 años, artesano de Tlaxiaco, Oaxaca,
se encontraba en la ciudad de México el 2 de octubre de 2013. Se encontraba en
las inmediaciones del Templo de San Hipólito, cerca del metro Hidalgo, cuando
quedó en medio de un encapsulamiento policial. No estaba manifestándose, pero
por su edad y apariencia fue “seleccionado”
por la policía capitalina para ser criminalizado, sin motivo, sin más “pruebas” que las mentiras de los
policías, está acusado de “ultrajes a la
autoridad” y “ataques a la paz
pública”.
Desde entonces está preso, es uno de los que
permanecen secuestrados por el gobierno en el Reclusorio Norte. Su situación es
algo más complicada que la de los demás compañeros presos, pues es de familia
humilde que vive en Tlaxiaco, Oaxaca, no pertenece a ningún colectivo y no
cometió más delito que el de “estar en el
lugar y la hora equivocada”.
Viajó a esta ciudad para comprar material para
sus trabajos artesanales, se dirigía al centro histórico, pero no pudo pasar por
el cerco policial que impedía el paso al Zócalo (calles atrás de Palacio
Nacional se encuentran los comercios donde se compran cuentas de vidrio y
pedrería para confeccionar pulseras, collares, aretes), se retiraba, pero al
pasar por la iglesia de San Hipólito, en el cruce de Av. Hidalgo y Reforma, fue
detenido por ser joven e indígena, al parecer, en criterio policial,
suficientes elementos para identificarlo como transgresor, socialmente
peligroso, violento. Ser joven,
pobre e indígena son, por lo que se ve, claras muestras de que transgrede las
leyes, caminar por ahí, donde las ‘fuerzas
del orden’ arremetían contra quienes no olvidan la masacre del 2 de octubre
de 1968, es agravante para ser criminalizado, para ser encarcelado.
¡LIBERTAD A TODOS LOS PRESOS DEL 2 DE OCTUBRE DE
2013!
¡LIBERTAD A TODOS
LOS PRESOS POLÍTICOS!
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