El “aguerrido” reformismo neoliberal y las luchas sociales que expresan el enorme descontento entre la población
Rebelión,
01-09-2013
La desaceleración de la economía mexicana que,
según estimaciones oficiales y empresariales, fluctuará entre 1% y 2% durante
2013, desvanece el excesivo optimismo mostrado al principio de su mandato por
el Presidente de la República que, enfático, aseguraba que en su gobierno dicho
crecimiento sería exponencial, por lo menos, superior al doble de ese porcentaje.
Por el contrario, la realidad es rebelde y muestra palmariamente que, con
reformas o sin ellas —que por cierto las ha habido— el capitalismo dependiente
mexicano, en su actual fase neoliberal, es incapaz de generar históricamente
tasas de crecimiento promedio económico superiores a 4%. Al respecto,
recuérdese que, si comparamos el período anterior al neoliberalismo (1950 y
1982), la tasa promedio de crecimiento económico del país fue de 6.6%, contra
2.03% que arrojó en el período neoliberal (1982-2012).
Evidentemente que la autoridad
neoliberal nunca va reconocer esta realidad, incluso, cuando la economía está
al borde de ingresar en una nueva recesión. Más bien dirá que, efectivamente,
se experimentan problemas, pero que éstos quedarán "solventados" y "superados"
una vez que entren en funcionamiento las famosas reformas estructurales. Al
respecto, el Secretario de Hacienda del gobierno priísta, frente a estas
dificultades, declaró que: "La
economía mexicana está creciendo, pero está creciendo menos de lo que puede y
debe crecer, por eso debemos acelerar el paso en materia de reformas… la
reforma en materia de competencia económica, la reforma financiera, por
supuesto la reforma energética y la que habrá de presentarse en los próximos
días a la Cámara de Diputados, que es la reforma hacendaria. Son sin duda
alguna, nuestro mejor elemento para asegurar el crecimiento económico no
solamente para el próximo trimestre o el próximo año, sino de manera sostenida
para los próximos años y las próximas décadas" ("Economía no está en recesión, pero crece a ritmo muy lento:
Videgaray", Excélsior, http://www.excelsior.com.mx/nacional/2013/08/29/916129,
29 de agosto de 2013).
Hablando de décadas, le
recordamos al secretario de Hacienda que desde 1982, cuando México ingresó
formalmente y de manera sistemática al neoliberalismo salvaje, desde entonces
se realizaron infinidad de reformas estructurales, como él las llama, y el país
se sumergió en varias crisis recurrentes como las de 1982, 1994-1995 y
2008-2009, más la que ahora se avecina, y no se superó nunca ni la raquítica
tasa de crecimiento económico, ni los problemas estructurales en materia social
tales como pobreza, miseria, reducción de los salarios y de los ingresos reales
de la población, ni se corrigieron los problemas agudos de la balanza de pagos
y comercial que históricamente ha sido sistemáticamente deficitaria, ni se
redujo la deuda externa, ni el desempleo boyante, ni mucho menos la informalidad
que actualmente cubre un espectro poblacional de alrededor de 30 millones de
personas que constituyen el 60% de la población económicamente activa del país.
Simplemente, también le
recordamos que entre 1982 y 2010 se remataron y vendieron al capital privado
nacional y extranjero, pero predominantemente a este último, más de 1000
empresas públicas de la nación y nunca se salió de la crisis o se obtuvieron
los recursos de allí derivados para invertirlos de forma productiva en el
desarrollo nacional, por ejemplo, en infraestructura, en creación de empleos o
en el presupuesto destinado al bienestar social, en la educación o en la salud.
Por el contrario, la economía mexicana se ha precipitado en un deterioro mayor
en conjunción con la aplicación de las políticas neoliberales y con efectos
perniciosos y lacerantes en las condiciones generales de vida y de trabajo de
la gran mayoría de la población. Lo curioso es que ya se trate de una época de
crecimiento económico o de crisis y recesión, el gobierno neoliberal siempre
encuentra pretextos para ensalzar y justificar su reformismo: en el primer
caso, dicen sus voceros y representantes, son necesarias las reformas para
preservarlo, pero también lo son para "superar"
las dificultades, en el segundo. En síntesis, construyen de este modo la
racionalidad suficiente para imponer y preservar el modelo neoliberal
dependiente de acumulación de capital con su correspondiente régimen político y
de dominación.
Lo anterior revela que, de manera
estructural y sistémica, el capitalismo mexicano opera con características de cuasiestancamiento
productivo que incide de manera importante en el comportamiento de su tasa de
crecimiento y de las principales variables de la acumulación de capital. Esto
viene a colación, en virtud de que los principales voceros empresariales y las
autoridades gubernamentales, comenzando por el presidente de la República, han
insistido frenéticamente y rayando en el fanatismo en que, si no se aprueban y
entran en funcionamiento las reformas llamadas "estructurales", el país no crecerá y, más bien, se
mantendrá en un "equilibrio
inestable" y con un crecimiento mediocre o, aun, regresivo. De aquí
deducen, dogmática y metafísicamente, por consiguiente, que dichas reformas,
quien sabe por qué azares del destino, constituyen la panacea del crecimiento y
del desarrollo, traducido en la creación de miles y miles de empleos, en
aumentos de la productividad, en un crecimiento importante de la economía
nacional, baja inflación, tasas crecientes de ahorro interno y, por último, en
el supuesto beneficio para la población. Obviamente, si lo anterior no ocurre,
es decir, si no se concretan las reformas estructurales, lo contrario a estos
fenómenos será la realidad que prevalezca en el futuro.
Pero tan pronto y leemos entre
líneas los contenidos de las reformas impulsadas por el gobierno neoliberal
descubrimos que existe un núcleo duro que de ninguna manera obedece a la
santísima divinidad sino, básicamente, a la inversión privada —de manera
predominante a la sacrosanta inversión extranjera directa— la cual, en la
ideología neoliberal de las autoridades y de los lumpen empresarios está
llamada a superar las dificultades económicas y sociales del país. La
"burguesía" mexicana confirma, de este modo, su status de
burguesía dependiente y subordinada al ciclo del capital que imponen las
economías industrializadas y sus empresas trasnacionales, las cuales son—como
lo han sido históricamente— las verdaderas beneficiarias de las reformas
estructurales y de las políticas económicas que diseña el gobierno mexicano.
Hasta ahora el peñismo, en línea
de continuidad con su antecesor, el calderonismo, ha implementado, entre otras,
dos reformas (laboral y educativa) que han causado enorme descontento entre la
población, destacando las recientes movilizaciones del magisterio nacional en
lucha encabezado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE) que exige la derogación de dichas reformas por su carácter privatizante
y lesivo a sus intereses profesionales y laborales.
La respuesta del sistema hasta
ahora ha sido obvia por parte del gobierno y de los partidos políticos: la
sordera, la arrogancia y la amenaza de represión de autoridades, empresarios,
partidos políticos y medios de comunicación frente a las movilizaciones y
demandas de los profesores acompañada de una campaña xenofóbica —que a veces
raya en el racismo y el odio exacerbados— orquestada por la derecha y los
principales medios de comunicación e información (de manera destacada a través
de la programación del duopolio televisivo: Televisa y TV Azteca y de otros
menores como Milenio) para exigir la represión abierta de quienes se oponen a
las reformas neoliberales que se han impuesto y las que están aún en vías de
imposición como son la reforma energética (electricidad e hidrocarburos) y
hacendaria que impulsa el aumento generalizado de los impuestos y, en
particular, el impuesto al valor agregado ahora incluyendo a los productos
básicos como alimentos y medicinas que evidentemente redundarán en un incremento
de la exclusión social, de la pobreza en sus diversas modalidades: "normal" y extrema y de la
informalidad.
La consigna esgrimida por estos
medios y fuerzas se sintetiza en el mensaje ideológico dirigido a convencer a
la población en el sentido de que estas movilizaciones, que incluyen una
variedad de modalidades que van desde bloqueos de avenidas, carreteras,
transportes y toma de edificios públicos, hasta la instalación de campamentos,
demostraciones frente a embajadas y otras medidas de lucha, "están encaminadas", aseveran,
a impedir ser "evaluados" y
a "bloquear" la posibilidad
de "elevar" la "calidad" de la educación,
como plantean las reformas a la educación en los artículos modificados y en sus
"leyes secundarias" que
constituyen un verdadero Caballito de
Troya para colar la privatización de la educación, el eficientismo y la
imposición del modelo neoliberal de educación básica exigido por el FMI-BM y
otros organismos extranjeros como la OCDE que se adjudica el derecho de "recomendar" el tipo de economía
y sociedad que debe prevalecer en nuestro país.
Se puede sintetizar este obsesivo
y aguerrido reformismo neoliberal del régimen priísta y de los partidos
políticos a él articulados a través del llamado Pacto por México (PpM)
—que es una especie de supraparlamento sobrepuesto a los poderes legalmente
constituidos del Estado mexicano, en particular, al poder legislativo, el cual
simplemente acata los mandatos y decisiones de los líderes de la partidocracia
mexicana— como un proceso de ajuste estructural y de actualización del
capitalismo dependiente mexicano a las condiciones de informalidad, precariedad
laboral, bajos salarios y competitividad desenfrenada que reclama una economía
mundial privada y de mercado sumergida en la crisis y en la devastación de los
recursos naturales y energéticos del planeta.
Rebelión ha publicado este
artículo con el permiso del autor mediante una licencia
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