Chiapas: El Capitalismo en las
comunidades indígenas de Los Altos (V)
ALAI, América Latina en Movimiento
México, 2013-09-11
México, 2013-09-11
“Se rompió el cielo”
En las márgenes el Capitalismo es brutal.
Hace polvo sus instituciones que le dejaron de ser funcionales y facilitaron su
reproducción, por ejemplo: la familia. No se salvaron de la desestructuración
las familias indígenas por más tradicionalistas que fueran… si lo fueron. La
imposibilidad de la reproducción social en sus comunidades de origen hizo que
miles de familias indígenas las abandonaran y se asentaron en los centros
urbanos desde la década de 1970. Los indios de Los Altos de Chiapas decían “la
tierra ya no da” y se fueron a poblar la orillada de San Cristóbal de Las
Casas. A la migración por la violencia económica capitalista en el campo, se
sumó la violencia política de los cacicazgos indígenas poseedores de la riqueza
y el poder en la región y expulsó a otros tantos miles que “habían
abandonado el costumbre y la tradición”. También abandonaron sus parajes
los indios que con más posibilidades económicas buscaron en los centros urbanos
un lugar de residencia y de mayores oportunidades. Algo así como la
materialización de las clases sociales y la lucha de clases en el campo
indígena mexicano.
En
medio de la crisis de la década de 1980, en los asentamientos indígenas en la
periferia de la ciudad de Las Casas los hombres no podían llevaban a sus
hogares lo suficiente para que las familias pudieran sobrevivir. Las
mujeres abandonaron el nicho que la sociedad capitalista les había asignado: el
hogar y sus roles. Si los hombres más pobres y sin trabajo vendían paletas y globos
en mercados, calles y plazas de San Cristóbal, centenares de mujeres
salieron a vender todo lo vendible.
Ellas
venden fruta y verduras o artesanías. Algunas comparten el trabajo con su
marido. Otras, viudas, abandonadas, madres solteras o mujeres que dejaron al
marido golpeador, comparten el trabajo con sus hijas/os y así sostienen a su
familia. Otras van del Caribe mexicano a Los Cabos, del Pacífico al Golfo de
México o se desplazan por el país al ritmo de ferias y festivales. Varias
radican en el Distrito Federal y otras más se aventuran y alcanzan al
marido en algún estado de la Unión Americana. Es definitivo que la ruralidad de
estas indígenas y el apego a la “Madre
Tierra” que nunca poseyeron, es sólo un recuerdo lejano que no alcanza a
sus hijas/os. Las mayores visten a la usanza indígena y las jóvenes han aladinado
su indumentaria y la mayoría habla la idioma. Son inmigrantes o
expulsadas de sus alteños y fríos pueblos: Chamula, Zinacantán, San Andrés,
Chalchihuitán o Chenalhó. Mujeres que siguen llegando a la ciudad de Las Casas
buscando mejores oportunidades de vida. A la venta de artesanías se suman sus
hijas/os menores.
Los
bajos del edificio municipal y los portales frente a la Plaza Central eran los
lugares más adecuados para que mujeres indígenas pudieran vender sus productos
a los turistas y resguardarse de las inclemencias del tiempo. La problema
es que al H. Ayuntamiento no les gustaban las indias sentadas cerca de su
edificio, menos le gustaba la dueña de los portales de enfrente del parque
central, así que, el presidente municipal en turno desalojó a las
chamulas vendedoras de artesanías y las reubicó en el entorno Templo de Santo
Domingo. No lo hubiera hecho. Ahora decenas de indios, hombres y mujeres,
ocupan además los espacios que rodean la Iglesia de Caridad y todos los
andadores de la Alameda. En un principio, los dominicos los acogieron y
apoyaron cuando las autoridades empezaron a amenazarlos con desalojarlos de
esos lugares de atractivo turístico.
Las
mujeres empezaron a conocer las oportunidades de la Industria sin Chimeneas,
del valor de los productos de manufactura indígena y se lanzaron a la conquista
de las márgenes de ese mundo. Salieron y abrieron espacios en el acceso de las
ruinas de Palenque y luego en las playas del Caribe Mexicano. Ahí la cumare María
fue captada por la prensa nacional con su gruesa nagua de lana chamula bajo el
calor caribeño. La cumare María se fue y se asentó en el D.F. en los pegregales
de Santo Domingo, por allá cerca de la Ciudad Universitaria. De ahí, con sus
hijas, y sin abandonar la nagua chamula, iba de feria en feria en los estados
del centro y norte del país a vender los productos artesanales de los Altos de
Chiapas. Una linda foto de la cumare María es aquella de un paseo en
lacha en Los Cabos. Sí ahí en aquellos arcos que labrados a golpe de las
olas.
Para
las mujeres chamulas que se quedaron en San Juan, las cosas no fueron muy
diferentes. En 1990, Diana Rus publicó su bella pieza de Bordando Milpas.
Un testimonio de María Gómez Pérez, una tejedora Chamula de Los Altos.
“Aunque sean las palabras de una mujer, la
historia que cuenta María representa también a miles de otras mujeres indígenas
de Los Altos de Chiapas cuyas vidas han cambiado súbitamente en los últimos
quince años. Si bien había mujeres que producían ropa y tejidos para otros
indígenas antes de 1975, todavía no había ninguna que vendía a turistas. Pero
durante los setentas, cuando empezaban a ser escasos trabajo y tierra
suficiente para sus esposos, de repente estas mujeres se vieron forzadas a
redirigir sus artesanías a mercados nuevos para sobrevivir. Desde luego, esto implicaba
otros cambios también en sus vidas tradicionales. Según un censo del paraje de
María hecho en 1988, la mitad de las mujeres ya participaban en el mercado
turístico, en muchos casos contribuyendo únicamente mano de obra a los
productos de negociantes nacionales y extranjeras”.
Se
habían convertido en trabajadoras asalariadas. Las y los negociantes no sólo se
apropiaban del trabajo sino también de la mano de obra de origen… indígena.
Vamos no es lo mismo un bordado de la chingona de mi aguelita nacida
en Aguascalientes, que el bordado de una “mujer maya”.
En Bordando
Milpas el testimonio de La María es también un relato de la construcción de
la mujer Chamula. La María Gómez fue pastora toda su niñez. Cuidaba los
borregos “tantas veces bajo la lluvia”.
Si se le perdía una oveja iba regaño y lo mandaban a dormir sin
comer. Después de cuidar borregos tenía que moler nixtamal a mano, en la piegra
(metate). Después seguía cuidando borregos y cuando los borregos ya había
comido se iba por un tercio de leña. También lo mandaban a traer a un
su pozo un su cántaro de agua y después empezaba otra vez a
moler maíz. “Así hacia todos los días.
Comía, molía nixtamal, hacía tortillas, iba a cuidar borregos, cargaba leña e
hilaba. Así iba creciendo”. Seguramente, lo demás lo aprendía
escuchando y viendo el trabajo de su madre, el comportamiento con su marido,
sus hijos, sus vecinos y con los ladinos.
La
María supo lo que era ganar dinero cuidando borregos de un su vecino que
le pidió: “Por favor cuídame mis ovejas”.
Eran treinta, “¡Eran muchas para una sola
niña! Pero las cuidé por un año, y al final el trabajo me gustó”. Los
animales cagaban mucho y fertilizaban la tierra y ahí la María sembraba sus
cultivos y de ahí cosechó muchas calabazas que vendía “por una varcha, o sea un centavo por cada calabaza”.
A la
María le enseñaron a tejer una su abuela y una su tía:
“Ponte a
tejer porque no toda la vida va a vivir tu mamá. De repente puede morir. ‘Aaah,
les dije’. Si no tienes qué comer, sino tienes dónde comprar tortilla, o si se
muere tu papá o tu mamá, o si no sirves cuando te cases y te regresan a tu
casa, no importa porque vas a saber cómo ganar tu comida, vas a saber cómo
mantenerte solita. ‘Voy a aprender, dije.’ Pero si no aprendes bien, te vamos a
pegar con este palo del telar, dijeron. ‘No me peguen, voy a aprender, dije.
Pero me pegaban de todas maneras. ¡Dolía mucho! Por eso aprendí a tejer hasta
el tz’ot, el estilo más
difícil”.
Diestra
para el tejido la María fue contratada por los zinacantecos que la trataban
bien y le “daban mucho trabajo”.
Así les tejía: “jerkailes, sus chamarras
negra y sus faldas”. La María regresó a su paraje. A los 20 años se casó y
por ahí de 1975 consiguió otro su trabajo:
“Un día mi comadre me llegó a buscar en
Chamula. ‘¿Quiere trabajar?’ me preguntó. ‘Tiene trabajo una amiga mía, una
gringa’, me dijo. ‘Vamos a visitar a mi amiga y te dará trabajo’.
Entonces fui a San Cristóbal y me mostró unos ejemplos, y me explicó como
quería el trabajo. Hace quince años que empecé a bordar con la americana.
Al principio, no ganaba mucho, nomás unos
treinta pesos por bordar una blusa. Pero poco a poco aumentó mi sueldo. Primero
hice cosas chiquitas, (…)
como muestra, digamos. Cuando la americana vio que ya lo sabía hacer
bien, me daba cosas grandes. Hice mucho trabajo, y por eso aprendí bastante. Ya
no tengo que trabajar en la milpa porque estoy bordando milpas (…)”
Años
después, en la cooperativa Sna Jolobil, le dijeron:
“Un americano, don Chip, quiere mujeres que
sepan trabajar. Quiere tres que sepan tejer, tres que sepan hilar, y tres que
sepan encoger chamarras. Les van a pagar. Van a tejer y van a trabajar. Les van
a dar la lana. Van a ver cómo es la venta (…)”.
La
María no le quiso entrar pues sus hijas estaban muy pequeñas. La gente del
paraje de la María no quiso entrar.
“Entonces, Chip llegó a nuestro paraje. Mi
nuera Xtumin tenía ahí guardada una blusa vieja guardada en una caja. Se la
vendimos a Chip en 60 pesos como una muestra. ¡En 60 pesos nomás la vendimos”
¡Ja Ja Ja Ja! Entonces Chip buscó otras trabajadoras que podían hacer otras
iguales. Primero entraron zinacantecas, después tenejapanecas. Sólo después
entramos nosotras”.
Los
indigenistas nacionales y extranjeros estaban muy activos “integrando” a los indios y a las indias: Por ahí llegó la
Teresina y les hizo un patrón para la manufactura de chalecos. Llegó un “viejito calvo” de la INI: “Pónganse a trabajar. Es mejor”. Les
dijo a las mujeres de Chamula y las tejedoras empezaron a vender sus trabajos.
Con el tiempo la María juntó muchos patrones. Bordaba pero ganaba poco pero…
ganaban. La María creó un grupo de mujeres y les enseñó a bordar camisas,
blusas y a hacer faldas que les “gustan a
los turistas”. Les enseñó a hacer el chuj, la blusa negra, la chamarra de
las autoridades y rebozos. La María se encargó de llevar a la venta las prendas
elaboradas por ese grupo y empezó a manejar los dineros de todas. Una vez lo
perdió y lo tuvo que reponer de “su
bolsa” y se nació la problema con los hombres.
Como el
Capital, el Patriarcado y el Machismo no entienden de fronteras, ni de etnias,
ni culturas, algunas de las mujeres asalariadas de chamula que empezaron a
ganar sus dineros enfrentaron la violencia de sus maridos, otras lograron su
consentimiento y la garantía del varón. Así lo narró la María:
“Un problema es que hay hombres en
K’at’ixtik que no quieren que sus esposas estén ganando dinero. Agarran su
trabajo y lo echan al fuego o lo arrastran en el lodo, o lo manchan con tierra.
Se ponen muy bravos. Pero otros lo aceptan. ‘Está bien’, dicen. ‘Yo voy a
cuidar tu trabajo’. Entonces los dos trabajan igual.
Antes mi marido también se enojaba mucho.
‘Vete a San Cristóbal de una vez. Vete con la gringa. Vete a la casa de la mexicana.
Vete a la casa de Chip’, me gritó. ‘Bueno entonces me voy’, le dije, ‘porque no
voy a dejar de trabajar. Con ese trabajo me sostengo. Si no trabajo ¿con qué
voy a comprar mi maíz, mis tortillas? ¿Cómo voy a ganar dinero?
Como ya sé trabajar bien, como ya sé hacer
muchas cosas, nunca voy a dejar de trabajar. Aunque me cueste mucho hacer las
cosas que vendo, no lo voy a dejar, porque es un oficio muy bonito”
Algo se
estaba rompiendo en San Juan Chamula.
Cuando
Diana Rus hace el análisis de la incursión de las mujeres chamulas en el
trabajo asalariado que las insertó al mercado del Turismo, nos cuenta que las
mujeres en San Juan enviaron a sus hijos a la escuela y redujeron el número de
su rebaño con el objeto de contar con más tiempo para bordar, es decir, para
contar con más tiempo de trabajo productivo, en algo como… maquila a domicilio.
Las abuelas de la comunidad se percataron de la serie de cambios estructurales
en las mujeres trabajadoras asalariadas iban imponiendo.
Una de
ellas exclamó: “Se rompió el cielo”.
Había
cambiado la mitad del cielo y la mitad del mundo que sostenía la
María. También cambiaron sus angustias y sus sueños:
“Muchas veces en mi sueño estoy tejiendo,
pero mi tejido es muy chiquito, del ancho de mi mano. Pero ¿qué voy hacer?
digo. ¿Dónde lo agarro para encogerlo? Y, ¿cómo lo va a poner mi esposo? Así se
echa a perder mi trabajo, y se queda muy triste mi corazón. También en mi
sueño, se acaba rápidamente el tejido, pero aquí en la tierra, nunca se termina
luego.
Allí en la iglesia está la Virgen del
Rosario. También está la Virgen del Cielo. Allí están sentadas las dos
Vírgenes, como aquí estamos sentadas nosotras. Y es allí donde voy a rezar.
Entonces, les suplico,
Mi Santa Madre
Mi Santa Tejedora
Mujer Florecida
Señora Florecida
Madre del Cielo
Madre de la Gloria
Dame tus tres usos
Dame tus tres telares chiquitos
Dame mis diez pies
Dame mis diez manos
Dame tu pié
Dame tu mano
Dame tu cabeza
Dame tu corazón
Mi Santa Virgen (...)”
¿Continuará?
P.D.
Si usted quiere leer trabajos sin las ataduras de la academia, de las
militancias feministas que nos explican las realidades de las mujeres en Los
Altos de Chiapas; trabajos solidarios, fraternos, humanos con las mujeres
de por acá, conozca la obra de Diana Rus.
P.D.2: Nadie
frena el carro de las Reformas Neoliberales.
P.D.3: Con
los 50 mil de Cuauhtémoc Cárdenas, con los 40 mil de AMLO imposible de parar la
reforma energética.
P.D.4:
Júrenlo que p’al 15 de septiembre, el patrioterismo del Estado, ya lo dijo
Chong, se impondrá. Como cuando AMLO tenía tomada la Plaza de la Constitución,
oficiales del ejército federal le dirán a los profes: ¡Se levantan o los
levantamos!
P.D.5:
Técnicamente el jueves 12 no liberarán al profe Patishtán. Políticamente, el
campamento de ayuno y oración, y la peregrinación de 11 en San Cristóbal de Las
Casas empujan para que el proyecto del juez sea favorable. No se mira fecha
para su liberación.
P.D.6: La
condiciones para el retorno de los desplazados del Ejido Puebla son
inexistentes. Peor aún si vemos que las nuevas generaciones, niña/os y
jóvenes/es de los grupos en pugna han interiorizado amargos y dolorosos
recuerdos, coraje y odios que pueden perpetuar el conflicto. Veremos que hace
cada uno de los actores involucrados para evitarlo.
P.D.7: Las
acciones son débiles y dispersas. Los organismos de la sociedad civil y sus
pequeñas plataformas son frágiles.
Chiapas: El Capitalismo en las
comunidades indígenas de Los Altos - VI
ALAI,
América Latina en Movimiento
México, 2013-09-16
México, 2013-09-16
El capitalismo cambió el
cielo y mundo que sostienen con sus manos las mujeres indígenas de Los Altos
La violencia económica del Capitalismo no
respeta tradiciones ni costumbres. Estas no han resistido el paso
histórico del Capitalismo y, en su curso, los pueblos indios de Los Altos de
Chiapas han ido cambiando. Las crisis recurrentes de la segunda mitad del Siglo
XX terminaron por desestructurar el Sistema de Fincas donde los
jornaleros indígenas de Los Altos obtenían del 50 y 90% de la dotación alimenticia
anual. (1) Los indios de los municipios de Chamula y Zinacantán -en veces
acompañados de sus esposas-, trabajaban un promedio de más de seis meses al año
fuera de sus comunidades de origen. (2) Una vez que reventó el Sistema de
Fincas los indios regresaron a sembrar toda la tierra disponible en sus aldeas.
No fue suficiente para su sobrevivencia. Como tampoco lo fue el proyecto
modernizador capitalista del Programa de Desarrollo Socioeconómico de Los Altos
de Chiapas de principios de la década de 1970. Sin embargo, prosperaron y se
fortalecieron los cacicazgos y las elites indígenas acumulando capital y poder.
El modelo más acabado en la región es San Juan Chamula. No por nada en ese
municipio circula de todo y las fiestas de su santo patrón, San Juan el
Bautista, son amenizadas por Los Tigres del Norte.
En ese
contexto el Capitalismo con Enfoque de Género puso su atención en las
laboriosas mujeres indígenas. Ya lo miramos su impacto en las mujeres chamulas,
hora lo vamos a mirar su impacto en las indígenas del municipio de
Zinacantán. Ahí los cambios en el atuendo de hombres y mujeres son notables.
Esto no es casual.
Ya
María nos contó como las zinacantecas contratadas por Chip se habían ingresado
a la cooperativa de Sna Jolobil y como en ese proceso las mujeres indígenas se
convirtieron en trabajadoras asalariadas y como sus prendas - como toda
mercancía -, se realizaban en el mercado, en este caso del Turismo. Li
antzetike, aplicaron su sabiduría y habilidades de tejedoras en los nuevos
modelos, bordados y diseños. Aprendieron a asociarse a producir y vender.
Aprendieron a enfrentar y liberarse de algunos yugos del patriarcado
indígena. Más tarde, aprendieron a alternar el telar de cintura con
la máquina de coser. A combinar el hilo de algodón y de lana con los
sintéticos, así como a utilizar otros colores. Han accedido a las tecnologías y
redes ciberespaciales para la difusión, promoción y comercialización de sus
prendas y las que han destacado son contratadas por diseñadoras de corte
internacional.
Del
corporativismo de las cooperativas paragubernamentales como Sna Jolobil
y J’pas Joloviletik, las mujeres tejedoras bordadoras asalariadas,
pasaron a crear cooperativas apoyadas por organismos no gubernamentales (ONGs),
así se nació la Jolom Mayaetic. Otras, como la de Mujeres
Creando la Vida, se constituyeron por su cuenta. Una cooperativa de
zinacantecas que contó con el apoyo de Foro Chiapas. Todas estas
cooperativas bajan recursos de ondisea, recurren a los
financiamientos gubernamentales o no gubernamentales y todas se mueven
en la esfera y mercado capitalistas. Lo que diferencia a las cooperativas son
el discurso y algunas prácticas. Cabe recordar que la Cooperativa fue un
invento del Sistema Capitalista una vez que tuvo enfrente al campo Socialista.
También existe la producción familiar de artesanías para el Turismo que
prescinde de una figura asociativa.
Si
usted viaja a San Juan Chamula y luego a San Lorenzo Zinacantán será testigo de
cómo el Capitalismo se ha tragado a unos y a otros. Es atroz lo que ha hecho en
medio siglo en la tierra de San Juan el Bautista. El mayor de los escaparates
del turismo que vende Culturas Vivas. La ubicación de Zinacantán, las
nuevas carreteras y los diferentes intereses de los indigenismos, le han
permitido esquivar el golpe frontal. Sin embargo los cambios son notables.
Bajando por la carretera que serpentea suavemente la falda de las montañas,
pronto veremos la mancha plástica de los invernaderos construidos por los
floricultores zinacantecos. Sin duda unos de los proyectos más exitosos de los
agrocultivos comerciales, después de los fracasos del Proyecto Hortícola de la
Subsecretaría de Asuntos Indígenas y el frutícola de la CONAFRUT. El concreto
ha desplazado las viviendas de bajareque con sus estéticos techos de zacate a
cuatro aguas. Ahora puede ver esos edificios como piezas de museo, en el Museo
Municipal… abandonado. Ya lo pasado, pasado. No me interesa, dice
la canción de Chepe Chepe.
En una “fotografía oblicua aérea” de la
década de 1960, del Proyecto Chiapas de Harvard y de la Cia. Mexicana de
Aerofotos, S. A. (3), podemos apreciar la mancha de cultivos y las viviendas de
bajareque y paja de los indios en torno al templo de San Lorenzo y el viejo
edificio del Kavilto. En una imagen satelital reciente de gogle eart,
podemos apreciar como sobre la mancha verde de los viejos cultivos se han
construido decenas y decenas de invernaderos para la producción intensiva de
flores. Las viviendas son de concreto y ha desaparecido la terracería de las
calles.
La
cabecera municipal cuenta con los servicios básicos: agua entubada, drenajes y
energía eléctrica sentaron sus reales. Se reubicó y construyó un edificio
municipal moderno con su plaza y cancha deportiva. La enorme área del tianguis
tiene piso de concreto. Ahí los días de mercado se ofertan hilos al por mayor,
frutas y verduras. Si gusta usted puede comprar un pollo asado al carbón. En la
temporada, no faltan los elotes cosidos o asados y los chayotes hervidos.
Templo,
edificio municipal, sus plazas y el tianguis, son ahora un conjunto
arquitectónico central. Si usted olvidó su aparatito multiusos de la última
generación de las TIC y tiene la urgencia de consultar su meil, su feis
o chismochatear, no se preocupe ahí hay cuatro ciber. Por cierto,
si usted va en la Semana Santa a Zinacantán, al pasar frente al Templo favor de
mirar arriba de la puerta principal y podrá ver colgado a un Judas
vestido de…¡Ladino!
Cuando
usted llega a ese destino turístico, no termina de bajar de su auto y tiene ya,
frente a sí, a un grupo de niñas invitándolo a su casa para vestir a su pareja
con el ajuar de novia zinacanteca. También lo invitan para degustar las
tortillas de masa de maíz hechas a mano y al comal, una su copita
de pox o una su mistelita,y a conocer como se teje en el telar de
cintura.
En las totz’butik
no falta nada. Todas las paredes están cubiertas de textiles de variados
diseños multicolores con prendas del lugar y guatemaltecas. Muy probablemente
resultado de la vieja interacción con las mujeres indígenas chapinas. Son
internacionales pues. Una vez adentro, una mujer tzotzil de edad se sienta en
el suelo, se amarra a la cintura el telar y teje para los turistas que no dejan
de disparar sus digitales cámaras mientras el guía se esmera en dar una
explicación. Las mujeres encargadas del local visten su modernizado atuendo
zinacanteca. En un extremo está la mesita con la pruebitas de aguardiente y en
el otro se ha improvisado un espacio con su fogón para tortear. Abundan las totz’butik.
El concepto es el mismo, lo que cambia es el espacio.
No
faltan los comercios de abarrotes, tortillerías, carnicerías y restoranes y
novedades como la del Restaurante Zinacantán, un proyecto de tres
familias del lugar. Va el discurso:
La idea
nació “por la necesidad de conservar
nuestras comidas (…) porque se ha ido
perdiendo la costumbre de las comidas típicas como el pollo de rancho,
tortillas hechas a mano con maíz de acá, cocidas con leña que le da un sabor
único”.
“(…) la idea nace porque vemos que Zinacantán es una zona turística, por
eso invitamos a los visitantes extranjeros y nacionales, que pasen a convivir
con nosotros, a conocer nuestra comida, nuestra cultura (…)” De los platillos “tradicionales” destaca Vokol ich: “pollo de rancho con recado de maíz” con el sazón de “las manos de las mujeres zinacantecas”.
Estos jóvenes emprendedores dicen que sus: “familias
no saben leer ni escribir pero sí conocimientos empíricos que se han venido
enseñando de generación en generación”. Cuentan que uno de sus propósitos
es “generar empleos para un ingreso
familiar”. La inauguración fue el 9 de agosto pasado durante las fiestas de
San Lorenzo, patrono del pueblo. (4)
Como
pueden ver, la producción agrocomercial, textiles y Turismo es lo de hoy.
¿A poco
creen que la cosa paró ahí? Continuamos.
Los
días 9, 10 y 11 de agosto pasado, se llevó a cabo: masdedos
bazar. Séptima Edición Independiente-Contemporáneo-Consciente y
Chiapaneco, en la Casa de las Imágenes de San Cristóbal de Las Casas, con
una muestra y venta de textiles, conferencias, talleres, música y comida.
Participaron diseñadoras de corte internacional como la señora Rion,
agrupaciones de mujeres no indígenas que se asocian con mujeres indígenas o
contratan su mano de obra y cooperativas de mujeres indígenas.
Algunas
marcas y asociaciones que participaron fueron: El gato con los pies de trapo,
Pepen, Corazón Artesanal – uniendo culturas con el corazón-,
Maya Kotan, Mujeres de Chajul Bordando la Selva, Mi Juanita,
Lacompré, Fábrica Social, Mujeres Sembrando la Vida de
Zinacantán, Chamuchic, Aid to Artisans (ATA), StaLelal Maya y
Malacate.
Como
conferencistas participaron: el tzeltal tenejapaneco Pedro Meza. Aquel Pedro de
Sna Jolobil del que nos habló la María y que juntó hartas mujeres. Walter F.
Morris, Jr., el tal Chip del que también nos habló la María y que llegó a
contratar mujeres en su comunidad. Chip, o sea, Walter, publicó la Guía
Textil de Los Altos de Chiapas. Marta Turok, antropóloga mexicana, que
desde el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART) promovió que
las mujeres comercializaron sus artesanías y Teresa Pomar, la Teresina de la
que también nos habló la María.
Martha
Turok, como todas/os los arriba mencionadas/os, tiene una larga trayectoria en
eso de los textiles/mercancía. En su libro Como acercarse a la Artesanía, la
Turok nos habla de su trabajo con las mujeres indígenas:
“Nosotros –como instancia de
fomento- estábamos induciéndolas
masivamente a convertir los objetos de su uso personal (productos de la
‘industria doméstica’) en mercancías,
es decir, en valores de cambio,
sin que se diera a través de un proceso económico espontáneo: nuestro objetivo
era aprovechar mano de obra adiestrada para generar ocupación y apoyar la
economía familiar”.(5)
Por su
parte, la diseñadora Carmen Rion, que trabaja con mujeres zinacantecas de la
cooperativa Nich, nos dice:
“les sugiero algunos cambios; les digo que
hay que variar algún diseño, poner esto y quitar lo otro, etcétera. Soy
diseñadora textil, no se trata de algo ajeno a mí, su trabajo no es tan
distante a lo que yo hacía, solo que ellas lo hacen en telar de cintura.
Hablamos como iguales y les pago bien”. (6)
Efectivamente,
los diseños sugeridos por la señora Rion son el detalle de la mano
de obra de las mujeres indígenas que le van a dar un valor agregado chonchísimo
a sus diseños. Obviamente que sus prendas usted no las va a encontrar en
las zotz’butik de las mujeres de la cooperativa Nich, tampoco en
el andador de Real de Guadalupe en Sancris, ni en el Mercado de la
Lagunilla en el de-efe. Vamos, ni en Liverpul, ni podrá presumir
con una prenda de la señora Rion que usted es Totalmente Palacio. Los
diseños exclusivos-excluyentes de la señora Rion, con ese detallito
elaborado con manos de mujeres zinacantecas, van a parar a ese mercado que, ni
usted ni yo tenemos acceso, a los nichos excluyentes del mercado
in-ter-na-tio-nal de prensas únicas, exclusivas. Si gusta echarse un taco de
ojo, disfrute y vea: Diseños Carmen Rion en Paisajes Mocheval, Moda,
Diseño y Tradición, 2011. Encuéntrela en:
Regresando.
Como se imaginarán, la Séptima Edición de: masdedos bazar,estuvo re
güena. El cierre fue una pasarela. Lindas chicas luciendo prendas estilizadas,
una variante del chuj chamula, una faja, un bolso y rebozo tejidos en telar de
cintura. Otras luciendo una blusa con los bordados actuales de las
zinacantecas o un huipil ceñido a una delgada cintura o una vistosa y florida
pieza que semeja una enorme mariposa sobre el cuerpo de la modelo. Échenle una
mirada a la página de masdedos. Ahí encontrará también una bella foto de
las jóvenes de la cooperativa Mujeres Sembrando la Vida con la Turok.
Sin
duda, es otro el cielo y otro el mundo que sostienen esas mujeres
indígenas en el Sistema Capitalista Mundo.
¿Qué
pa’ cuándo la serie de La Escuelita Zapatista? ¡No me tientes demonio que
pueden saltar chispas!
P.D.
¿Leyeron las posdatas de la V? Se los dije.
Referencias:
(1) Diane
L. Rus y Jan Rus, El impacto de la migración indocumentada a Estados Unidos
en una comunidad tzotzil de Los Altos de Chiapas, 2002-2012. CESMECA. 2013.
(Ya merito sale el Anuario)
(2) Wasserstrom
1976, 1980; D. Rus 1990, J. Rus 1995ª (1994), 2012: 55-105.
(3) George
A. Collier, Planos de interacción del mundo tzozil.INI CONACULTA,
Colección Presencias.1990.
(4) Mirada
Sur - el menos pior de los semanarios del rumbo -, 25/07/13. Año IV.
No. 199. p.3
(5) Marta
Turok, 1998, Como acercase a la artesanía, Plaza y Valdez – SEP, p. 129
(6) Luvia
Magdalena Sánchez Martínez, De la venta presencial a la venta virtual.
Procesos de cambio en la producción y comercialización y comercialización de
artesanías en Zinacantán, Chiapas. Borrador de tesis de maestría. (La cita
fue tomada con la autorización de la tesista).
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