La reforma laboral de la educación y el neoliberalismo en México desmantelan el sistema público de la educación
Rebelión, 23-08-2013
Fuente original:
Colectivo La Digna Voz
Las pugnas por redefinir la política
educativa son cada vez más evidentes, obligándonos a reflexionar sobre sus
objetivos y su futuro. Desde el sexenio pasado se ha impulsado un proyecto que
tiene como objetivo central desmantelar el sistema público de la educación, que
inició en el siglo XIX, con el triunfo liberal, y que se fortaleció con la
revolución mexicana y el artículo tercero constitucional. La meta fue muy
sencilla pero vital para la construcción de la Nación: inculcar en la población
una serie de valores, símbolos y creencias que sirvieran como núcleo de la
identidad nacional pero además conformar un sector de trabajadores de la
educación que tuviera la misión de proteger y promover los valores de la
educación como un bien público.
En ese
sentido, la educación pública sirvió como punta de lanza para acabar con la
hegemonía de la Iglesia en la educación y para homogeneizar contenidos y fines
educativos. Pero también, su carácter público estuvo y está orientado a definir
la educación pública como una inversión social y no solamente individual. De
otro modo, si la persona invierte recursos para pagarse una carrera en una
institución privada de educación superior, al terminar sus estudios saldrá a la
calle con el deseo de recuperar su inversión. El compromiso social del egresado
del sistema público, se convierte, en el egresado de una institución privada,
en un compromiso personal para hacer rentable su inversión. Y es así como
existe hoy una visión empresarial del conocimiento, que privilegia el beneficio
personal por encima del social. Ya no se concibe a la educación como un bien
social, público, sino como un bien privado, personal y es imposible negar que
la tendencia neoliberal en la educación se ha ido fortaleciendo en detrimento
de la visión social.
El
papel que ha jugado el neoliberalismo para transformar los valores que impulsan
el proceso educativo en el mundo resulta fundamental para comprender las
presiones y conflictos que enfrenta el sistema educativo mexicano y las
perspectivas que se abren hacia el futuro. Aquí es importante insistir en que las
acciones de un sector crítico de maestros de educación básica de la política
educativa del gobierno actual no parece despertar la solidaridad de otros
sectores del gremio, en particular de los profesores universitarios, que omiten
considerar el impacto de la reforma educativa como una amenaza directa a sus
condiciones labores. Si bien la eventual aprobación de las leyes secundarias
-que tienen en la mira la regulación punitiva del ámbito laboral de los
maestros de educación básica- no parece amenazar los derechos de los profesores
universitarios, sería difícil negar que la ofensiva reformadora actual es en
realidad parte de una proyecto de alcances más amplios, que tarde o temprano
afectará a todo el universo educativo en su conjunto.
El
neoliberalismo no es un simple modelo de desarrollo sino una ideología, que
tiene como objetivo modificar los patrones de pensamiento, la manera de
percibir los problemas y el afán por polarizar el mundo social entre los que
están a favor del progreso y los que se le oponen. El neoliberalismo es, por lo
tanto, conjunto de ideas que promueve intereses específicos y sataniza todo lo
que no comulgue con ella. Es así como su poder no sólo se manifiesta en la
manipulación de las políticas públicas o los principios educativos sino que
aspira a influir en el tejido cultural de las sociedades contemporáneas, como
una plataforma desde la cual puedan ser invadidos todos los campos del
conocimiento humano y poder así tener un mayor control social y poder imponerse
sin necesidad del uso de la fuerza bruta.
“El
neoliberalismo, por lo tanto, más que una doctrina o una simple colección de
medidas económicas, constituye una verdadera corriente civilizatoria propia del
capitalismo en su actual etapa de desarrollo, es decir, dominado por el capital
financiero sustentado sobre la revolución tecnológica acaecida en la segunda
mitad del siglo XX.” [i]
La
naturaleza capitalista del neoliberalismo es una tautología pues para nadie es
un secreto que su fin último apunta al aseguramiento de altas tasas de ganancia
para los inversionistas sin importar las consecuencias sociales que esto pueda
provocar. La dinámica neoliberal aspira a la mercantilización de todas las cosas.
Así, el agua, la tierra y en general todos los bienes que por siglos han sido
considerados públicos son sometidos a la adjudicación de un valor monetario y
su capacidad para producir ganancias. La educación, uno de los bienes sociales
más importantes para el desarrollo de las sociedades contemporáneas, no ha
escapado de este proceso.
En
efecto, la mercantilización de la educación ha tenido como objetivo primordial
transformarla en un buen negocio, aplicando los principios empresariales y
organizándola para producir beneficios privados.
“Bajo
la racionalidad neoliberal… el sistema educativo es analizado en relación a
tres ideas fundamentales: eficiencia, eficacia y calidad, que fueron
originalmente acuñadas por la pedagogía estadunidense del eficientismo
industrial que traslada al campo pedagógico y, en general al de las ciencias
humanas, conceptos empresariales. De esta manera, se vincula lineal y
mecánicamente el sistema educativo con el aparato productivo, subordinando el
primero a los intereses del segundo.” [ii]
Estas
ideas fundamentales someten el proceso educativo a la lógica de una
racionalización del gasto, lo que se traduce en una pauperización de los salarios
de los profesores, la reducción de las contrataciones de tiempo completo y el
aumento de profesores contratados por horas, de manera esporádica y el fin de
la educación gratuita. Asimismo, la educación debe subordinarse a las
necesidades de la oferta laboral, por lo que campos de conocimiento como el de
las ciencias sociales o las humanidades se está reduciendo en favor de una
educación profundamente especializada y técnica, que impulse el desarrollo
económico y coloque en segundo plano el desarrollo del pensamiento libre y
autónomo. Pero la idea de la calidad es la que más ha influido en los procesos
educativos, sobre todo para descalificar a la educación pública y ponerla como
ejemplo negativo. En todo caso la idea de calidad no representa más que la conversión
de la educación en mercancía, definiendo al estudiante como un consumidor
preocupado por la relación costo beneficio.
“Esto
generará dinámicas específicas al interior de la institución universitaria. Por
un lado, la venta de servicios reconfigurará:
1) el
perfil socio-económico del estudiantado en los programas en los cuales se debe
pagar;
2) la
oferta académica porque, paulatinamente, se irán privilegiando aquellos
programas que son ‘rentables’, es decir, que dejan buenos dividendos
económicos.
Estos
aspectos remodelarán a la universidad.” [iii]
Por lo demás, los trabajadores académicos se verán
constreñidos a una dinámica que reproduce el trabajo en las maquiladoras y el
trabajo informal, lo que representa una fuerte contradicción en el discurso
privatizador, pues la falta de seguridad laboral de los académicos impactará en
su nivel de compromiso y por lo tanto con el nivel de calidad de la educación
que imparten. Al verse obligado a tener otros ingresos para completar los que
provienen de su labor docente, el profesor no podrá preparar sus clases,
colaborar en cuerpos colegiados y evaluar de cerca el rendimiento de los
estudiantes. Mucho menos de poder realizar investigación básica o aplicada, lo
que redundaría en un mayor nivel de titulación, objetivo medular de la
educación universitaria y talón de Aquiles de las universidades mexicanas,
públicas y privadas. Este hecho es hoy por hoy una realidad y factor determinante
para comprender la crisis del sistema educativo.
Asimismo, las políticas neoliberales le han dado una enorme
fuerza de gestión y de control a la burocracia educativa, que con el argumento
de mantener la calidad en la educación se ha convertido en el factor real de
poder en el interior de los centros escolares, no sólo por su control sobre el
presupuesto sino por ser el intermediario entre la comunidad y los órganos
evaluadores externos, que definen en buena medida el nivel de recursos que
recibirán para llevar a cabo sus labores sustantivas.
Como la espada de Damocles, los órganos evaluadores y la
burocracia magisterial penden encima de la cabeza de los maestros con la
finalidad de someterla a la lógica mercantil. Dichos agentes han sido los
principales ejecutores de las políticas neoliberales en la educación y no se ve
para cuando puedan dejar de serlo. Su celo mercantilista es hoy por hoy un
fuerte obstáculo para contrarrestar dicha tendencia.
Dada la correlación de fuerzas actual difícilmente la comunidad
de maestros podrá por sí misma hacer frente al reto de combatir la
mercantilización de la educación superior. Será necesario involucrar a amplios
sectores sociales con el argumento de que la educación es un bien social y que
por lo tanto, su defensa es responsabilidad de la sociedad en su conjunto. De
otro modo, parecerá más bien que los trabajadores académicos que critican la
mercantilización de la educación, están simplemente tratando de salvar sus
propios intereses. La lucha por la defensa del derecho al trabajo, impulsada en
estos días por los trabajadores de la educación, ha sido mostrada por los
medios de comunicación, por el propio estado y por buena parte de la opinión
pública, como una lucha por el mantenimiento de privilegios, por una negación a
las supuesta virtudes de la evaluación externa para promover una educación de
calidad. En la medida en que los maestros, que hoy presionan al congreso para
impedir la aprobación de leyes secundarias que materialicen el espíritu
privatizador de la reciente reforma constitucional en materia de educación,
difundan la idea de que lo que se defiende es un bien público, probablemente
podrá enfrentar la ofensiva neoliberal con mayor fuerza.
“… la controversia hoy pasa también por
reconocer que dejar a la educación a merced de las fuerzas del mercado implica
desconocer que esta es un derecho reconocido por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos. Este debate se centra, de igual modo, en aceptar la
importancia que la educación tiene y debe tener para el desarrollo de las
sociedades. En este entendido, y a juzgar por lo que se comienza a ver, esta
Macdonalización parece suponer que la investigación está motivada no por lo que
conviene al bien común sino por lo que las grandes empresas consideran lucrativo.” [iv]
Por todo lo anterior, la defensa de la educación como un
bien público constituye una táctica que puede aglutinar fuerzas diversas para
enfrentar al neoliberalismo. La táctica entonces es fortalecer la crítica
permanente y sistemática de la ideología neoliberal, exponiendo sus
contradicciones y los intereses que la animan, evitando así que se afiance en
la mentalidad nacional y se convierta en dogma. El papel de los trabajadores
académicos, independientemente del nivel educativo en el que se desempeñen, es
clave para frenar la tendencia a incorporar plenamente la dinámica mercantil
los procesos educativos. De otro modo, abandonar a sus suerte a los maestros de
educación básica facilita enormemente la imposición del proyecto educativo
neoliberal. Lo que está en juego, insisto, es el sistema en su conjunto y no
sólo el nivel básico. Ignorarlo parece ser una explicación plausible para
comprender la pasividad del resto del universo magisterial en México frente a
las acciones de repudio por parte de los maestros democráticos que hoy se
movilizan en la capital del país.
Notas
[i]
Cuevas Molina, Rafael. Universidad, cultura y democracia
en América Latina: La era neoliberal http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=82625.
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