por Mumia Abu-Jamal
Cuando hablamos de "la
libertad de prensa" prometida en la Primera Enmienda de la
Constitución de Estados Unidos, generalmente lo hacemos con un aire de
auto-elogio y auto-aplauso.
Alexis de Tocqueville, uno de los mejores
observadores de Estados Unidos, vio esta característica de la nación y la
criticó en su obra clásica de 1835, La
democracia en América.
Pero la Constitución habla del papel del Estado,
del Congreso, mientras guarda silencio sobre el poder de las corporaciones
privadas, aquellas que son dueñas de la prensa, la radio y la televisión,
aquellas que contratan y despiden a la gente que trabaja en esas industrias.
Y ahí está el detalle, porque el Congreso está a
miles de kilómetros de distancia de un periodista, pero el jefe de una empresa
o sus agentes (los editores) están ahí mismo supervisándolo.
Y aunque ningún reportero, locutor o DJ teme recibir
un citatorio del Congreso, a todos les da miedo recibir una llamada de su jefe.
Por eso están atentos a las maneras de pensar y actuar de quienes firman sus
cheques. Aprenden a medir la temperatura de la situación en su lugar de
trabajo, y temen hacer olas.
Irak fue el ejemplo perfecto, como se nota en el
caso de Christiane Amanpour, entonces corresponsal internacional para CNN.
Amanpour dijo en CNBC:
“Creo que la
prensa fue amordazada, y creo que la prensa se auto-amordazó. Lamento decirlo,
pero la televisión seguramente, y tal vez hasta cierto punto mi canal CNN
estaban intimidados por el gobierno y sus tropas en Fox News. Y a decir verdad,
eso creó un clima de miedo y auto-censura, desde mi punto de vista, en términos
de la clase de difusión que nosotros hacíamos”. *
¡Ahí está! Periodistas auto-censurándose a sí
mismos en el momento cuando la nación enfrentaba la decisión más crítica que
una nación puede enfrentar: guerra o paz.
Romper con esa auto-censura significaría desafiar no solo al
personal administrativo, sino también a los altos mandos. A pesar de los
horrorosos costos de la guerra: la muerte de tal vez un millón de iraquíes y
varios miles de estadounidenses; los millones de iraquíes desplazados, sus
ciudades destruidas y sus sociedades atomizadas; la reputación de Estados
Unidos por los suelos, los periodistas no eran capaces de hacer esto.
En la tragedia de Shakespeare, Ricardo III, el rey que enfrenta su
inminente ruina, lamenta la falta de un caballo. Por falta de un caballo, se
perdió un reino.
Por falta de verdaderos medios de comunicación,
se perdió una nación.
Desde la
nación encarcelada soy Mumia Abu-Jamal.
*Fuente:
Peter Johnson, “Amanpour: CNN practiced
self-censorship”, USA Today, 9/15/2003, Mon., p. 40.
-© ‘13maj
15 de abril de 2013
Audio grabado por Noelle Hanrahan: www.prisonradio.org
Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com
Traducción Amig@s de Mumia, México
15 de abril de 2013
Audio grabado por Noelle Hanrahan: www.prisonradio.org
Texto circulado por Fatirah Litestar01@aol.com
Traducción Amig@s de Mumia, México
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