1,200 años antes de Cristo, la primera huelga del mundo. Rescatar el pasado para construir el futuro
Redpepper, 09-04-2013
Fuente: http://www.redpepper.org.uk/
Traducido del inglés
para Rebelión por Christine Lewis Carrol
La
ciudad de Luxor, en el sur de Egipto, fue noticia en Gran Bretaña a finales de
febrero con ocasión de la muerte de 19 turistas en un accidente de aerostato.
Aquella tragedia sintetizará los infortunios de la industria turística egipcia,
en otro momento fuente principal de empleo y entrada de divisas y ahora en
estado de languidez ante la falta de turistas extranjeros ahuyentados por un
temor -erróneo y exagerado- a la inestabilidad y la violencia.
Luxor, el emplazamiento de la antigua Tebas y
capital principal del Imperio Nuevo de Egipto (1550-1050 antes de Cristo), está
salpicada de colosales templos esculpidos y tumbas lujosamente decoradas. Pero
la más reveladora y emotiva de sus múltiples ruinas quizá sea la menos
espectacular. En Deir el Medinah están los restos del pueblo que alojó a sus
trabajadores, hogar de los artesanos que construyeron las tumbas y los templos.
Las pequeñas y robustas unidades domésticas están trazadas en forma de rejilla.
Allí vivieron los canteros, los pintores de tumbas, los carpinteros, los
fabricantes de cuerdas y los porteadores. Esparcidas entre los cimientos
excavados hay pequeñas pirámides y entradas a criptas de entierro, de tamaño
reducido pero decoradas con tanto cuidado, color y detalle como las tumbas
reales del cercano Valle de los Reyes. Estos trabajadores tenían sus propias
visiones de una vida mejor más allá de la muerte. También tenían sentido de su
propio valor.
Deir el Medinah es el emplazamiento de la
primera huelga registrada de la historia. Se pagaba a los trabajadores con
grano con el que hacían pan y cerveza, artículos básicos de la dieta del valle
del Nilo. Alrededor de 1200 antes de Cristo, la tesorería del Estado, mermada
por las guerras imperiales de Ramsés III, no cumplió sus obligaciones. Los trabajadores
se pusieron en huelga e hicieron una sentada en el mismo emplazamiento donde
construían el templo mortuorio del faraón. Quizá sorprendentemente ganaron el
conflicto. Se valieron del temor de sus amos a morir sin los debidos
preparativos funerarios y de esta manera entrar en el más allá mal equipado. El
culto egipcio a los muertos, por una vez, benefició a los vivos.
¿Qué podemos aprender de este episodio de la
antigüedad? Walter Benjamin, en su último ensayo profético “Tesis sobre la
filosofía de la historia” escrito en 1940, distinguió entre dos
aproximaciones opuestas del pasado: el “historicismo”
y el “materialismo histórico”. Para
el historicismo el tiempo es lineal, uniforme, acumulativo. “Su método es aditivo: ofrece una masa de
hechos para rellenar un tiempo homogéneo y vacío”. Por el contrario el
materialista histórico “registra la
constelación en la que su propia época entra en contacto con la constelación de
una época anterior”. El trabajo del materialista histórico no es reproducir
sino “hacer estallar el continuo de la
historia”.
Benjamin pregunta: “¿Con quién empatiza realmente el escritor del historicismo? La
respuesta es irrefutablemente con el vencedor”. La historia se convierte en
un “desfile triunfal en el que los
gobernantes de hoy pisan todo lo anterior. Los despojos, como siempre, se
exhiben en el desfile triunfal. Se conocen como el patrimonio cultural”.
Por el contrario para el materialista histórico “el patrimonio cultural es inherente a un linaje que no puede
contemplar sin horror. Debe su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes
genios que lo crearon, sino también al anónimo trabajo de esclavo de los
contemporáneos de éstos. No ha habido nunca un documento de civilización que no
sea al mismo tiempo uno de barbarie”.
No hay mejor ilustración de dicha máxima sonora
que el arte del antiguo Egipto, producto de una sociedad brutalmente
estratificada gobernada por una religión de poder estatal, personificado en un
gobernante dios-hombre. Sin embargo mucho después de que el sistema que los
oprimía se derrumbara, el trabajo de los artesanos de Deir el Medinah permanece
vital, colorido, rítmico y refinado; sobresale en los grandes efectos y también
en los delicados detalles naturalistas. En las vastas criptas del Valle de los
Reyes o en las humildes tumbas del mismo Deir el Medinah, el más allá se
representa como una versión mejor de esta vida, provisto en abundancia de las
buenas cosas de esta vida: alimentos, bebidas, flores, aves, cantos, bailes,
familia. El arte del Antiguo Egipto permanece ajeno, a veces raro. Pero es
también reconociblemente humano; salta por encima de los abismos para forjar
una conexión.
En la izquierda nos vemos como fabricantes del
futuro plenamente comprometidos con el presente. Miramos hacia adelante no hacia
atrás y nos molesta que nos acusen de estar “casados
con doctrinas desfasadas” y en particular que no nos hemos adaptado a los
cambios de los últimos 30 años. Pero no debemos avergonzarnos de ser “conservadores” por defender los
derechos conseguidos en generaciones o comunidades anteriores amenazadas por el
“desarrollo”. La despreocupación del
capitalismo por el futuro y su parcialidad por el corto plazo son notoriamente
temerarias. Pero el capitalismo es igualmente temerario cuando se trata de su
despreocupación por el pasado, a menos que éste pueda empaquetarse como un
producto de consumo o para la transmisión de propaganda. En cualquiera de los
dos casos, al pasado no se le permite tener independencia, tener su propia voz,
ni pedirnos a nosotros que rindamos cuentas.
Benjamin dice que nuestra tarea es “poner la historia a contrapelo”. Un
ejemplo de esto en nuestra propia época es la campaña de 23 años para reclamar
justicia para los muertos del estadio de Hillsborough [96 personas aplastadas].
Aunque no se ha conseguido todavía justicia, sí se sabe la verdad, gracias sólo
a que las familias de las víctimas y los seguidores desafiaron el coro de voces
que decía que su misión era fútil, guiada por las emociones o vengativa. Su
sentido del deber hacia los muertos no fue desviado por los llamamientos al
pragmatismo y las virtudes de la adaptación. De “vivir el presente”. Como consecuencia han conseguido recuperar una
historia suprimida que, a su vez, se convierte en un elemento activo de nuestro
presente y futuro.
En España la Asociación por la Recuperación de
la Memoria Histórica pretende documentar el destino de las víctimas de Franco,
excavar e identificar los cuerpos, lo que incluye a las decenas de miles
enterradas en fosas comunes. Para hacer esto la Asociación ha tenido que
desafiar el “pacto de olvido” que
allanó la transición a la democracia al no obligar a los responsables del
antiguo régimen a rendir cuentas. En este caso un sentido de obligación hacia
los muertos, hacia los vencidos, no fue una indulgencia “que miraba al pasado”, sino una necesidad social. No podemos
descifrar el presente sin examinar sus cimientos en las batallas del pasado al
tiempo que se reconocen tanto las pérdidas como las ganancias.
La insistencia palestina en que se reconozca la
Naqba -caracterizada por los comentaristas pro israelíes como un deseo vano de
recuperar una batalla perdida- es realmente un compromiso necesario con las
realidades del presente: el impacto continuo de la Naqba en las políticas de
expolio y limpieza étnica. Al mismo tiempo es una insistencia firme en un
futuro de autodeterminación.
A pesar de su victoria breve, los trabajadores
de Deir el Medinah nunca se libraron de su condición de servidumbre. Estaban en
el “lado de los perdedores” en la
marcha de la historia. Sin embargo en su arte y acción, los trabajadores de
Deir el Medinah nos recuerdan, en palabras de Benjamin, que lo “refinado y lo espiritual… están presentes
en la lucha de clases para algo más que un simple botín para el vencedor.
Existen en la forma de confianza, valentía, humor, astucia, firmeza en la lucha
y su origen está en las brumas del tiempo. Pondrán en entredicho, de tiempo en
tiempo, cada victoria de los gobernantes”.
Mark Markusee escribe
regularmente en Red Pepper y es autor de libros sobre cultura y
política.
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