*Por CRP Villaverde. 8/3/2013
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“Quien bien te quiere te hará
llorar”, “una señora en calle y una puta en la cama”,
“a la mujer y a la burra todos los días
zurra”, “cojera de perro y lágrimas
de mujer no son de creer”,… estos refranes son sólo una pequeña muestra de
cómo el sistema patriarcal, valiéndose de la cultura popular, menosprecia a la
mujer y la convierte en un ser cuya máxima función es la de complacer al hombre
por encima de sí misma y su propia vida, pero, ¿y si no queremos?
Hemos sido educadas para ser
siempre perfectas: la perfecta hija, la ejemplar ama de casa, la entregada
esposa, la sacrificada madre,… a costa de definirnos, no por ser nosotras
mismas, sino por aquellas personas, principalmente hombres, a las que estamos subordinadas.
Toda esta perfección tiene un precio, renunciar a nosotras mismas y a nuestros
sueños. También, hemos interiorizado que lo relativo a lo femenino tiene una
connotación negativa, como por ejemplo: zorra=puta, zorro=hombre astuto, o
nenaza=llorica y machote=campeón.
Todo esto se debe a que el
patriarcado, apoyándose del capitalismo, ha conseguido que la idea de
superioridad masculina, frente a la femenina, forme parte de nosotrxs como si
hubiera sido innato al ser humano desde tiempos inmemoriales cuando, en
realidad, esto no es así.
Podemos observar como los
patrones machistas se reproducen constantemente: en nuestros trabajos (relativo
al salario, puestos de responsabilidad), en nuestras relaciones (supeditación
de la mujer, cuidado de los hijxs, del hogar), en la televisión (mujer objeto)
y un amplio etcétera.
A menudo, nos topamos con
comentarios que parecen inofensivos pero que denotan una conducta machista. Las
cualidades de una mujer siempre quedan relegadas a su apariencia física teniendo
que hacer constantes demostraciones de su valía. Además, hay que hacer especial
hincapié en lo que la sociedad exige a una mujer, traspasando los límites
reales y desnaturalizando lo que en realidad es la figura femenina.
Por otro lado, sorprende encontrarse,
en ocasiones, con mujeres que pese a lo que creen, tienen comportamientos
fuertemente machistas. Por ejemplo, ver a otras mujeres como rivales y
competidoras, pero no como posibles aliadas. Incluso los sectores más
concienciados, respecto al tema, pecan de reproducir estos patrones machistas.
Además, caemos en la trampa de “la mujer
objeto”. La obsesión por el físico es un síntoma del sentimiento de
inferioridad femenino, pues no nos van a valorar en nuestra integridad sino por
nuestra carta de presentación, el aspecto.
Esto es en parte consecuencia
del feminismo burgués. Pues parece que con conseguir cierta “liberación sexual” y el ficticio acceso
a altos cargos, está todo conseguido y no hay más que hablar y hacer al
respecto. Esto no es una lucha feminista, sino una batalla de las mujeres
dentro de su propia clase, la clase opresora, pues pretenden seguir perpetuando
este sistema, en el que las mujeres de la clase obrera no entran dentro de sus
planes. El feminismo burgués sólo pretende que las mujeres de la clase
dominante disfruten igual que los hombres de la explotación de las clases
oprimidas.
Es obvio, que bajo el
capitalismo jamás se podrá conseguir la emancipación real de la mujer, sino que
no se dará hasta que éste no sea superado. Teniendo esto en cuenta, debemos
seguir luchando por la igualdad y denunciando al sistema patriarcal sin
dejarnos engañar por los adornos del feminismo burgués.
¡POR UN FEMINISMO DE CLASE!
¡ABAJO EL SISTEMA PATRIARCAL Y
EL CAPITAL!
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