Por Alfredo Herrera
Todavía en
los años ochenta era relativamente fácil encontrar trabajo, en estado de México
existían corredores industriales muy importantes en Naucalpan, Tlalnepantla,
Vallejo etc., hoy sólo quedan unas cuantas fábricas o talleres. Las grandes
construcciones fabriles se han convertido en terrenos baldíos donde se
construirán seguramente departamentos en condominio, (cuyos precios tan
elevados será imposible que la clase trabajadora pueda obtener) o cuando mucho
se convertirán en gigantescas bodegas de almacenamiento de mercancías.
Con la llegada de Miguel de la Madrid, comenzó el
desmantelamiento de las industrias que daban empleo a miles de trabajadores y
trabajadoras. Era extraordinario ver todos los fines de semana por la tarde las
calles llenas de trabajadores para pasar un buen rato en las cantinas, los
billares o los salones de baile. Aunque dejaban una parte de su salario en esos
lugares, así mitigaban el cansancio, el estrés y la opresión del trabajo. En
esos días, los corredores industriales tenían vida, hoy esos lugares parecen
zonas desérticas, la gigantesca neblina del neoliberalismo fue cubriendo todo
hasta convertir esos lugares en ruinas.
Con Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, esa
tenebrosa sombra neoliberal se extendió a las empresas paraestatales y a las
zonas rurales y campesinas para desbaratar las tierras comunales y los ejidos,
devastando las montañas, contaminando los ríos y entregando la industria minera
y siderúrgica a los extranjeros. Los contratos
colectivos más fuertes, que eran orgullo latinoamericano, comenzaron a ser
destruidos paulatinamente como el de la industria hullera, las
telecomunicaciones y el transporte y posteriormente la electricidad y el
petróleo.
Con la alternancia del poder previamente pactada,
el PRI-PAN siguieron con el plan que ya estaba trazado con años de
anterioridad, planeado con paciencia y poco a poco darle entrada hoy a la
Reforma Laboral e introducirnos al mundo del trabajo esclavizado y mal pagado,
sin contratos colectivos (salvo los de los corporativos charros), sin
prestaciones laborales, sin seguridad social y con una flexibilidad para los
despidos que los patrones aplauden con entusiasmo. La ley Federal del Trabajo
que por décadas de lucha y sangre se fue complementando para medio mejorar las condiciones
de vida de la clase trabajadora fue destruida y modificada también para
beneficio de los capitalistas. Dicha ley, nunca cubrió las expectativas de
bienestar social que los trabajadores merecían, no obstante por los menos
ofrecía un margen de lucha en aspectos laborales de despido y huelga, hoy ya no
existe la menor esperanza. Es por eso que los trabajadores del país ya no
queremos ni debemos intentar recuperar los precarios condiciones de trabajo
perdidos, debemos avanzar ahora mucho más en nuestras aspiraciones, es la hora
de organizarnos pues los trabajadores y trabajadoras tenemos un poder en nuestras manos que si lo ponemos en práctica
tendríamos un mejor país, tomando los
medios de producción en nuestras manos.
Ya no debemos seguir como hasta ahora, una clase
negada a organizarse, dejándonos dirigir por los charros, que el patrón y el
gobierno controlan, destruyamos al trio que realmente es nuestro enemigo Patrón-Charro-Gobierno.
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