UNAM:
NARCOMAFIAS, PRIVATIZACIÓN Y CONTROL SOCIAL
Sector
de Trabajadores Adherentes a la Sexta.
Septiembre
de 2017.
Se inicia un nuevo ciclo escolar
en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Campus central son notorios
los cambios. Todo apunta hacia tendencias peligrosas de fortalecimiento del
autoritarismo.
El
semestre anterior la UNAM apareció en
las noticias como tierra de nadie, donde se cometían crímenes, ocurrían “suicidios” y operaban las mafias del
narcomenudeo. Supuestamente los que se adjudican el poder de la institución
(que no sobre nuestras mentes y conciencias), solucionarían esta situación,
preocupados por la “seguridad” de la “comunidad universitaria”. Se anunciaron
entonces medidas que iban de lo cosmético a lo ridículo: poner más luminarias,
impedir la entrada a taxis sin pasaje,
credencializar la entrada
a facultades como la de Filosofía y
Letras. Así concluía un semestre más: con el asesinato disfrazado de “suicidio” de Lesvy Berlin Osorio, la de
otro estudiante en Filosofía, y la
aparición de un tercer cadáver en el Espacio Escultórico, los tres casos
sin solución y donde la autoridad
universitaria ocultó videos y demás posibles documentales
probatorias que -si la justicia existiera- , pudieran integrarse a las
investigaciones.
El
intermedio entre un ciclo escolar y otro
tuvo como hecho fundamental la caída de “El Ojos”,
presunto jefe del Cártel de
Tláhuac. La existencia de dicha organización como tal nunca fue reconocida por el Estado, pero era
un secreto a voces que ésta era la encargada del narcomenudeo en Ciudad Universitaria. La
importancia del Cártel de Tláhuac, como ramificación del grupo de los Beltrán
Leyva sería tal, que la ejecución del “Ojos” se encargó directamente a la Marina.
Sin
embargo con el abatimiento del “Ojos”,
la situación no cambiaría favorablemente
en el Campus: al empezar las clases nos encontraríamos con una
supuesta “seguridad” concretada en la
forma de medidas que aparentan un absurdo, pero cuyo fin inmediato es el
control y mayor separación de alumnos, académicos y trabajadores
administrativos.
Para
empezar la Facultad de Filosofía
fue injustificadamente cerrada por las autoridades y empezó el semestre desfasado por dos semanas
de atraso. Tiempo suficiente para “remodelar” poniendo más cámaras, si: cámaras de esas que
graban y ocultan los crímenes, pero
cuyos videos siempre están disponibles para el Departamento Júridico y
Vigilancia UNAM, si de amedrentar a los colectivos estudiantiles se trata.
Mayor
“control” en los accesos , más cámaras
en los circuitos. Pero ninguna respuesta a los deudos de crímenes cometidos contra universitarios.
Sobre los mismos, todo apunta al carpetazo. Tres más en la lista. Muertes que
se suman a los crímenes políticos contra los estudiantes Pável González y
Carlos Sinhué Cuevas. Muertes ocurridas en el pasado pero no olvidadas, pues
ahí también la complicidad rectoril fue manifiesta.
Cada
día más el enrejamiento de lo que otrora fueran
aéreas comunes y de libre acceso se extiende: desde el jardín de
“Los Bigotes” (donde
vigilantes universitarios y
los dealers se saludan cada vez
que se ven), hasta el paradero del “Pumabús”, donde una absurda cerca fue colocada exprofeso para intentar
desalojar (fallidamente) a los artesanos y vendedores de libros,
películas y otras baratijas, comerciantes
de pobrezas a un grado de la indigencia, espectros humanos que ahí aparecen
cada tarde-noche en la penumbra como
mísera muestra del desempleo y subempleo
que este país y su universidad prodigan.
Espacios
como el Ex Reposo de Atletas, donde se ubican los gimnasios de boxeo, y los dojos de karate, judo y
otras artes marciales, fueron igualmente
objeto de la imposición de medidas de control como los torniquetes. Igualmente ocurrió en la Pista de
Calentamiento, casa del atletismo universitario, hoy cercada por groseras rejas que además limitan
el acceso a los gimnasios de Halterofilia, Fisicoculturismo y Taekwondo. La implementación
de dichas medidas, más que a la “seguridad”, va dirigida a oficializar la
privatización de dichos espacios deportivos. Cabe anotar que la misma ya ocurre
en algunos casos parcialmente (pues se cobra por algunos servicios), pero aun así, hasta ahora eran espacios donde
mucha gente, sobre todo niños –independientemente de su condición de
matriculados o no- podían tener acceso a
la práctica de alguna actividad física diferente y digna, siendo atendida por profesores de
primer nivel, mismos que en algunos casos ni siquiera gozan de un
contrato laboral con la universidad
y sobreviven como pueden. Resulta duro el
contraste, pues ahí mismo a unos pasos se encuentra el Estadio México 68,
donde el equipo mayor de los “Pumas”,
o mejor dicho, la sociedad anónima que
se oculta tras el membrete de “Club
Universidad”, hacen su negocio utilizando el estadio por una mísera renta y
usufructuando el nombre de la UNAM sin aportar por ello un solo centavo a esta[i],
ni redituar nada a la sociedad como no sea adormecimiento con el opio futbolero
y la consabida y recurrente violencia de
las porras.
La
“cereza
en el pastel” de la “seguridad”
en el Campus Universitario es el
espacio de los “Frontones”, donde desde hace años se distribuyen todo
tipo de drogas ilegales. Esto con la
anuencia de la Rectoría, pues todo mundo lo sabe y los funcionarios no pueden
fingir que “no están al tanto de lo que
los vigilantes hacen”. Incluso en periodos vacacionales dicho tráfico se
realiza. El que esto saliera apenas a la luz pública, luego de la agresión armada
y amenazas de muerte contra un
periodista, no evidencia otra cosa que la complicidad silente de las autoridades y el manejo que
algunos medios de información y políticos
hacen del asunto a su antojo, de
acuerdo sus propias agendas de negocios e intereses privados.
El
interés real de quienes gobiernan la UNAM es y ha sido hacer de ella su modus
vivendi, haciendo negocio escudándose detrás de la retórica su asqueroso (por clasista y xenofóbico) discurso del “espíritu” universitario y desde sus
puestos de poder. Y si el Estado les
pone la condición que sea para seguir ahí, entonces en su estupidez nata de
funcionarios universitarios estarán
dispuestos a hacerlo: ya sea enrejando todo el campus, ya sea metiendo a la policía o inventando delitos
para encarcelar a lxs no domesticables.
Desde
hace décadas, en el Campus y en toda la UNAM
no opera una, sino
varias mafias: desde la burocrática–académica que se reparte las
direcciones y puestos de poder a su antojo, hasta la sindical que se “renueva” (imaginariamente) cada periodo para repartir
el poder a los mismos lidercillos. La
mafia del “Ojos”, bien pudo ahora ser
golpeada y sustituida por la de la “Unión
de Tepito”, el Cártel de los Beltrán por el de Jalisco, o por cualquiera
otra más controlable por Graue, Mancera y Osorio Chong. Pero los mismos
delincuentes, beneficiándose unos del presupuesto universitario, otros de las
cuotas sindicales, y otros más de la
degradación social, siguen encarnando el poder en la Universidad: burocracia,
sindicato y narco, tres BALUARTES de la verdadera DELINCUENCIA UNIVERSITARIA.
EL CÁRTEL DE CU VIEJA GENERACIÓN: DE MAFIOSOS CON TOGA Y BIRRETE.
[i] Pumas: ni 1 peso para la UNAM.
Mauricio Romero en revista
Contralínea. México. Enero 26 de 2014. http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2014/01/26/pumas-ni-1-peso-para-la-unam/
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