Apuntes para
explicar la candidatura indígena en México (II)*. Desmontando el orden
racista-patriarcal
Arsinoé
Orihuela
Fuente:
Colectivo La Digna Voz
Rebelión
04
julio, 2017
Que se escuche la palabra de las
resistencias en México, y conminar al autogobierno
Es alarmante el recrudecimiento del racismo y el
sexismo en México y el resto del mundo. Basta atender los tabloides de la
prensa para dar cuenta que los crímenes de odio racial están en aumento, acaso
tanto como los feminicidios. El “multiculturalismo”
y la “equidad de género” capitalistas
fracasaron. Y fracasaron porque se montaron sobre una falsificación de
significados. Falsificaron las nociones de fraternidad e igualdad. Y mintieron
acerca de sus aspiraciones e intenciones. Paradójicamente, el “cosmopolitismo cultural” cohabitó
–cohabita– con el etnocentrismo (europeo-occidental). El “multiculturalismo” y la “equidad
de género” capitalistas quisieron abolir el racismo y el sexismo, pero no
por la fuerza de la razón o la justicia social, sino por el recurso de una
prédica panfletaria, incolora e ideológica. Pensaron –o quisieron hacer pensar–
que el racismo y el sexismo eclipsarían por
decreto, y sin penas que purgar para sus beneficiarios históricos. Donald
Trump contribuyó a hacer estallar la mentira, y recordó al mundo que esos
antivalores siguen reinantes, con intermitencias, pero enraizados como fuerzas
vivas.
No obstante, si Donald Trump
conquistó el poder rebasando el “multiculturalismo”
y la “equidad de género” por arriba y
a la derecha (reeditando ánimos racistas-sexistas cavernarios), los indígenas
zapatistas en México apuestan por rebasar, por abajo y a la izquierda, esos
valores cuyos significados han sido adulterados, y desmontar el poder podrido
que reproduce el racismo-sexismo.
A propósito de esa
falsificación, y en referencia a la postulación de una candidata indígena para
la elección de 2018 en México, la escritora y dramaturga mexicana, Malú Huacuja
del Toro, reparó: “Una cosa es ser la
esposa de un expresidente al servicio de la economía de guerra, como Margarita
Zavala y Hillary Clinton -candidateadas para darle continuidad a la
presidencia del marido-, y otra muy
distinta es ser elegida por votación directa y democrática por todos los
pueblos originarios de México… Por eso, cabe aclarar y reiterar que,
probablemente, lo más amenazador de la vocera elegida por el Congreso Nacional
Indígena sea el simple hecho de que en sí misma no constituye un instrumento
contra las mujeres -como acostumbra disponer el patriarcado en su guerra contra
la mitad del mundo cuando no le quedan muchas opciones-, sino una verdadera
representante de sus pueblos dispuesta a defenderlos”
El nombramiento de María de
Jesús Patricio Martínez como vocera del Concejo Indígena de Gobierno y
candidata a la presidencia de la república en 2018, no es un hecho menor para
un país cuyo gobierno mantiene una guerra de exterminio contra los pueblos
originarios, y cuya violencia feminicida reporta una de las tasas más altas del
mundo. La vocería de una mujer indígena en un país neoliberal, profundamente
racista y patriarcal, tiene, por sí solo, un valor inherente: representa una
transgresión de amplio espectro contra ese orden racista-patriarcal. “Que retiemble en su centro la tierra”,
han expresado los indígenas zapatistas, recogiendo un verso del himno
nacional.
María de Jesús Patricio
Martínez no aspira a competir electoralmente, o a tomar el aparato de estado
para cambiar “de arriba abajo” el
mundo. No. María de Jesús es sólo una recipiendaria de un poder popular
indígena, que acude (sin invitación) a la fiesta de los políticos
profesionales, gestores del poder de arriba y el dinero sin fronteras. El
propósito de la candidatura indígena es poner en circulación la palabra de las
resistencias en México, y conminar al autogobierno; llamar a la organización de
los pueblos originarios y la sociedad para detener la destrucción de los
territorios, y desmontar la fachada democrática que oculta la intensificación
del racismo y el sexismo. En suma, exhortar a construir desde abajo y a la
izquierda, y “estropear” -han dicho
ellos- la verbena electoral de los poderosos.
En
2001, el Subcomandante Marcos narró:
“Un grupo de jugadores se encuentra enfrascado en un importante juego
de ajedrez de alta escuela. Un indígena se acerca, observa y pregunta que qué
es lo que están jugando. Nadie le responde. El indígena se acerca al tablero y
contempla la posición de las piezas, el rostro serio y ceñudo de los jugadores,
la actitud expectante de quienes los rodean. Repite su pregunta. Alguno de los
jugadores se toma la molestia de responder: ‘Es algo que no podrías entender,
es un juego para gente importante y sabia’. El indígena guarda silencio y
continúa observando el tablero y los movimientos de los contrincantes. Después
de un tiempo, aventura otra pregunta ‘¿Y para qué juegan si ya saben quién va a
ganar?’. El mismo jugador que le respondió antes le dice: ‘Nunca entenderás,
esto es para especialistas, está fuera de tu alcance intelectual’. El indígena
no dice nada. Sigue mirando y se va. Al poco tiempo regresa trayendo algo
consigo. Sin decir más se acerca a la mesa de juego y pone en medio del tablero
una bota vieja y llena de lodo. Los jugadores se desconciertan y lo miran con
malestar. El indígena sonríe maliciosamente mientras pregunta: ‘¿Jaque?’…”
(Palabra Zapatista 12-III-2001).
Aquí puedes consultar la Parte I
de este artículo:
APUNTES PARA EXPLICAR LA “CANDIDATURA” INDÍGENA EN MÉXICO
Comentarios