La voz de abajo
tiene memoria de algo más de 500 años
Javier
Hernández Alpízar
Zapateando
02
junio, 2017
Es cierto, a los mexicanos se les prometió que las
urnas serían el mecanismo mediante el que se decidiría el destino de México. Lo
venimos escuchando desde finales de los años setenta. Y especialmente, en los
ochenta y hasta la fecha. Se supone que ya en México había habido suficientes
revoluciones, dos, la de independencia y la de 1910, demasiadas guerras, todo
el siglo XIX y buena parte del XX, demasiado autoritarismo: siglos de colonia,
santanismo, porfirismo, priísmo, y que la enésima modernización de México
(todos los gobernantes mexicanos, conservadores y liberales, han modernizado a
México a su modo), traería por fin la democracia “sin adjetivos”, puramente procedimental: urnas y punto.
Sin embargo, las urnas no
trajeron a México la democracia, sino el fraude constante, no trajeron la paz
sino el periodo más violento tras el fin de la revolución mexicana y la guerra
cristera. Nunca ha dejado de haber represión ni insurrecciones armadas (Cf: el
libro México armado, de Laura Castellanos), pero el arribo de la
derecha al poder mediante las urnas con el triunfo del voto útil en el año 2000
no trajo la democracia, sino la profundización del neoliberalismo, al que el
PRI abrió la puerta con Miguel de la Madrid (1982) y Carlos Salinas de Gortari
(fraude de por medio en 1988, defendido públicamente por Manuel Bartlett,
legitimado a posteriori por el PAN, encumbrando al dream team neoliberal de Aspe, Colosio, Zedillo, Camacho Solís (con
Ebrard…) Y las urnas llevaron al poder sin fraude aparentemente demostrable
(Zedillo, Fox) o con él (Salinas, Calderón, fraude operado por la salinista
Elba Esther Gordillo) a los neoliberales.
Pero ¿acaso liberalismo y
democracia no son lo mismo? No. Un experto filósofo político italiano, Norberto
Bobbio, tiene un breve libro, llamado precisamente Liberalismo y democracia, que muestra que son dos tradiciones
políticas diferentes e incluso antagónicas.
El liberalismo es la
ideología y la filosofía del capitalismo: defiende el individualismo, la
propiedad privada, la libre empresa capitalista, los intereses de los más ricos
y poderosos. La democracia viene de una tradición igualitaria, más de raigambre
popular, plebeya, proletaria, antiautoritaria, y cada vez que alza su voz
igualitaria, colectivista, es reprimida, incluso en los países centrales que
nos presentan como modelos de democracia, donde en realidad lo que hay es una
dominación burguesa, una dictadura de clase, y cada vez que la democracia alza
su voz radical, la respuesta es la fuerza pública.
Esto se pudo atenuar en el
breve periodo keynesiano, el llamado estado
de bienestar, que en México se conoce como milagro mexicano, un breve y atípico periodo de crecimiento
económico y relativa mejoría de las condiciones de muchos, el periodo que los
priístas y expriístas recuerdan con una suerte de bella época, se atribuyen la bonanza
a sí mismos, y prometen falazmente volver a traerla si llegan a Los Pinos.
Falso: las condiciones estructurales del capitalismo, una situación mundial,
hacen que sea el actual un periodo de nueva colonización, de despojo y
violencia neoliberal, cualquiera de las facciones priistas y ex priistas que
llegase al poder no puede revivir el milagro mexicano.
Sin embargo, los organismos
financieros, las organizaciones mundiales, la hegemonía ideológica, política,
académica, los antes llamados aparatos de reproducción ideológica del Estado, y
sobre todo del capital, venden la idea de que democracia es igual a urnas.
Curiosamente, es así mientras no gane un inconveniente, un Allende, un
Chávez, porque entonces el pueblo se ha equivocado y hay que salvarlo de su
error mediante un golpe de Estado o una intervención extranjera: Las
intervenciones yanquis contra Guatemala, Chile, República Dominicana, Cuba,
Nicaragua, Venezuela, la imposición de las dictaduras militares en el Cono Sur,
en Centroamérica, la permanente intervención de USA en México. Toda
constitución burguesa reserva al poder el expediente de usar la fuerza militar
en caso de “seguridad nacional”,
léase seguridad del sistema capitalista.
La democracia electoral es
buena para echar a los sandinistas, pero no sirve si llega Allende. Las urnas
son un sistema de control con límites precisos: la verdadera democracia, la
social y económica, está estrictamente prohibida.
González de Alba no es del
todo inútil, sirve de mal ejemplo: Defendió en los años de “madurez” de su vida el neoliberalismo, aunque decía defender la
democracia, en realidad, defendía el neoliberalismo: todo movimiento
igualitario, de democracia radical; EZLN, APPO, Atenco, maestros, normalistas,
estudiantes, era para él un delito contra la democracia: es decir contra el
neoliberalismo.
Las urnas tienen de entrada
un encuadre conservador, neoliberal: atomizan a las personas y las “reconstituyen” como masas votantes. Un
proceso complementario a como el capital destruye las relaciones sociales
comunitarias, los colectivismos (todo eso les huele a comunismo y los
capitalistas son macartistas y anticomunistas natos) e imponen un sistema de
relaciones sociales en el que el único vínculo entre los individuos es el
dinero. Incluso el sistema electoral se plantea como mercado, de dinero, votos
o al menos de promesas e ilusiones.
El marco electoral es
institucional, conservador, mediático: un debate es el claro ejemplo de ello:
un papanatas que hable fuerte y manotee tiene más chance que quien intente
hacer argumentos.
Por eso todos los partidos
se pelean siempre el centro: quien no está en el centro (y el centro está en la
defensa del status quo) no sale en la
foto.
Cierto, en periodos de grave
crisis, y como medida preventiva contra la lucha de clases, se ponen en boga
los fascismos: anti migrantes, racistas, misóginos, xenófobos, antisemitas,
homófobos, anticomunistas, etc.
Cierto, a veces algunos
pueblos han usado las urnas como instrumento de lucha: pero no logran el poder,
sino solamente la presidencia, presencia parlamentaria, normalmente no pueden
tocar la estructura económica. El poder del dinero no se juega en las urnas: en
México el Banco de México es autónomo, no depende de quien gane una elección,
lo son también los 43 Tratados de Libre Comercio, lo es el poder de la
oligarquía: no pasa por las urnas la fortuna de Slim, Harp Helú, Salinas
Pliego, Azcárraga, Aramburuzabala, etc. Por el contrario, ellos se constituyen
en grandes electores y apoyan ahora a éstos o ahora aquéllos, según sus
intereses.
El proletario, sometido a
esclavitud asalariada, vive la ficción de emitir un voto que aparentemente le
da poder, pero que no le permite decidir: normalmente no decide quién será
candidato, por ejemplo.
El marco de los medios de
masas es conservador: ve el mundo con anteojos individualistas, no puede ver
colectivos, sino individuos. Los candidatos que se proponen ocupar el papel de
oposición, e incluso de izquierda, tienen que hacer una campaña para las masas
de votantes, que les promete proteger sus derechos, y otra para los dueños del
capital, para prometerles no tocar sus intereses, dejar hacer y dejar pasar,
mantener un buen clima de negocios, es decir, de explotación y de despojo.
Se vuelven intocables los
poderes fácticos: grandes monopolios y oligopolios mediáticos, grandes
empresarios, jerarcas religiosos, el ejército, mafias de todo tipo: nadie puede
tocarlos.
Para que la democracia ocupe
un lugar en la arena política tiene que ser herética respecto de la ortodoxia
electoral, tiene que ser radical, de base, colectivista, comunitaria,
asamblearia. Si entra al juego del liberalismo, de alimentar a la clase de
especialistas en mandar, de volverse clase política, de hacer alianzas con
empresarios y poderes fácticos, va desdibujando su poder social, comunitario y
convirtiéndose en parte del problema: del lobo neoliberal con piel de cordero
demócrata.
Un poder colectivo popular
de mero abajo puede ser un contrapoder, un contrapeso, y aun proponerse cambiar
las cosas de raíz, y para ello, lo más importante es la autoorganización desde
abajo, el control sobre los representantes y voceros, la revocabilidad, la
acción colectiva organizada.
La incursión del Congreso
Nacional Indígena(CNI, incluido el EZLN como parte importante), que propone un
gobierno colectivo: el Concejo Indígena de Gobierno (CIG), cuya vocera es una
mujer nahua, María de Jesús Patricio, y que se mueve con los siete
principios del mandar obedeciendo: servir y no servirse, construir y no
destruir, representar y no suplantar, convencer y no vencer, obedecer y no
mandar, bajar y no subir, proponer y no imponer, es la aparición de una
tradición herética (la pobreza tiene cara de hereje, dice el poeta): la
democracia, la democracia radical, el enemigo del neoliberalismo y del
individualismo (de la ideología individualista, no de los individuos).
Quien no sea capaz de
comprender una propuesta así, no verá nada: solamente teorías de la conspiración ridículas y ya muy gastadas.
El CIG, representado por Marichuy Patricio, no pedirá el “voto útil”, no amenazará a los demás
para que declinen en favor suyo: dirá la palabra de los de abajo, de hecho dará
la palabra a los de abajo. Defenderá la vida, la de la Madre Tierra, la de los
seres humanos, la vida colectiva, la cultura y el territorio, la espiritualidad
indígena incluso, la defenderá frente a los proyectos de muerte de tratados de
libre comercio, mineras (canadienses o de donde sean) y extractivismo en
general, megaproyectos capitalistas, contrarreformas neoliberales, colonialismo
interno, violencia contra todo el pueblo de abajo: mujeres, migrantes
indígenas, trabajadores, maestros, estudiantes, jóvenes.
No le verán prometer dádivas
por votos, sino llamar a organizarse, resistir, luchar. Es una voz que viene de
muy abajo, en lenguas de la tierra, quizá por eso para muchos no existe. Incuso
para muchos que se dicen de izquierda: pues no perdonarán jamás a quien los
critica (aunque las críticas se basen en verdades y el tiempo vaya dando la
razón a los críticos), incluso pueden perdonar mejor a la operadora del fraude
de 2006, porque ella tiene una mercancía que ofrecerles: votos.
Por el contrario, la voz de
abajo tiene memoria, no de 2006 para acá, no de 1994 para acá, sino de algo más
de 500 años. En medio de las elecciones, esa voz será como escuchar un son
popular donde antes solamente se oían los sonsonetes del dinero y sus lacayos.
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