I.- PARTICIPACIÓN DE LA COMISIÓN 6ª DEL EZLN en “Los muros del capital, las grietas de la izquierda”
Participación de la
Comisión 6ª del EZLN en el Seminario de reflexión crítica:
“Los muros del capital, las grietas de la izquierda”
Radio Zapatista
16 abril, 2017
PRELUDIO: LOS RELOJES, EL
APOCALIPSIS Y LA HORA DE LO PEQUEÑO.
Seminario “Los
muros del capital, las grietas de la izquierda”
Cideci / Universidad de la Tierra Chiapas
12 de abril de 2016
Cideci / Universidad de la Tierra Chiapas
12 de abril de 2016
AUDIO:
Buenas tardes, noches,
días, madrugadas.
Queremos agradecer a las
compañeras y compañeros del Cideci-UniTierra el que, con generosidad compañera,
hayan brindado nuevamente éste su espacio para que podamos reunirnos. Y a
los equipos de apoyo de la Comisión Sexta que se encargan del transporte
(esperamos que no se vuelvan a perder), la seguridad y la logística en este
evento.
Queremos agradecer también
la participación de quienes en estas jornadas nos acompañarán con sus
reflexiones y análisis en este seminario que hemos llamado “Los Muros del
Capital, las Grietas de la Izquierda”. Así que gracias a:
Don
Pablo González Casanova.
María de Jesús Patricio Martínez.
Paulina Fernández C.
Alicia Castellanos.
Magdalena Gómez.
Gilberto López y Rivas.
Luis Hernández Navarro.
Carlos Aguirre Rojas.
Arturo Anguiano.
Christian Chávez.
Carlos González.
Sergio Rodríguez Lascano.
Tom Hansen.
María de Jesús Patricio Martínez.
Paulina Fernández C.
Alicia Castellanos.
Magdalena Gómez.
Gilberto López y Rivas.
Luis Hernández Navarro.
Carlos Aguirre Rojas.
Arturo Anguiano.
Christian Chávez.
Carlos González.
Sergio Rodríguez Lascano.
Tom Hansen.
También y de manera
especial, agradecemos y saludamos a los medios libres, autónomos,
independientes, alternativos o como se llamen, a elloas y a su esfuerzo por
darle vuelo a la palabra y que lo que aquí se reflexione llegue a otras partes.
-*-
Hemos decidido iniciar nosotras, nosotros, zapatistas,
este seminario o encuentro que forma parte de la campaña mundial “Contra los Muros de Arriba, las Grietas
abajo (y a la izquierda)”, para permitir así que quienes nos seguirán en la
palabra puedan deslindarse, criticar, o simplemente hacerse los occisos, u
occisas, según.
Por eso estamos solos en
esta mesa, sólo acompañados por Don Pablo González Casanova. Y él está
aquí por varias razones: una es que él ya está más allá del bien y el mal, y,
lo ha demostrado a lo largo de 23 años, no le ocupa ni le preocupa que lo
reconvengan por andar en malas compañías. Otra razón es de por sí siempre
él dice lo que piensa. Él les puede decir, y dirá verdad, que nunca le
hemos impuesto ni la visión ni el enfoque, por eso es que no pocas veces no
sólo no coincide con nuestro pensamiento, sino que es bastante crítico.
Tan es así que la clave con la que nos referimos a él en nuestras
comunicaciones internas, para que el enemigo no sepa que hablamos de él, es
“Pablo Contreras”. Lo consideramos un compañero, uno más entre quienes
somos lo que somos y como somos. Nos enorgullece la compañía de su paso,
su palabra crítica y, sobre todo, su compromiso sin tibiezas ni dobleces.
Nuestra palabra de hoy la
hemos preparado con el Subcomandante Insurgente Moisés de modo que sea hilada,
o al menos eso pretende.
Sé bien que tenemos fama de
ser poco serios y bastante irresponsables, además de, claro, irreverentes,
empecinados y descaradamente desmadrosos; que luego nos da por
contar cuentos cuando la ocasión amerita solemnidad y trascendencia y la
academia exige “el análisis concreto de
la realidad concreta”. En fin, que somos transgresores de la
responsabilidad, las buenas maneras y la urbanidad civilizada.
Pero, a pesar de eso, les
voy a pedir que se pongan serios porque lo que vamos a decir hoy, provocará un
alud de descalificaciones y ataques.
Bueno, uno más, aparte del
ya protagonizado por la histeria ilustrada de la izquierda institucional que,
ingenua, piensa que llegará al Poder, ahora sí, porque ha conseguido
tempranamente lo que ya se anunciaba, es decir, se ha convertido en un clon de
lo que dice combatir, corrupción incluida. Ese progresismo ilustrado que ha elevado a conceptos de las ciencias sociales
categorías tales como “complot”, “mafia del poder” y que prodiga
perdones, absoluciones y amnistías cuando de arriba se trata, y sentencias y
condenas cuando al abajo se refiere. Eso sí, hay que reconocer que esa
izquierda ilustrada es de deshonestidad valiente, porque no teme hacer el
ridículo una y otra vez para convencerse a sí misma y a los feligreses de
temporada que “regenerar” es sinónimo
de “reciclar” en lo que a la clase
política y empresarial se refiere.
Lo que queremos decirles
puntualmente hoy es breve, e iniciaremos expresándolo en algunas de las lenguas
originarias que se hacen palabra en nuestro paso:
Tiene
la palabra chol la Comandanta Amada.
Tiene
la palabra tojolabal la Comandanta Everilda.
Tiene
la palabra tzotzil la Comandanta Jesica.
Tiene
la palabra tzeltal la Comandanta Miriam.
Tiene
la palabra castilla la Comandanta Dalia.
Lo que han dicho las
compañeras y compañeros, en español se puede traducir como “Vete a la
chingada Trump”, pero no lo voy a decir así para que no me acusen de
prosaico y grosero. Entonces lo traduciremos con un lacónico: “Fuck
Trump”.
Establecido lo más
importante y serio que tenemos que decir en este seminario o como se llame esta
reunión que, en realidad, tiene como objetivo principal darle a Don Pablo González
Casanova un abrazo colectivo, ahora podemos pasar a lo que no es tan
importante: nuestro pensamiento.
-*-
LOS
RELOJES.
El tiempo, siempre el tiempo. Relojes.
Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, lustros, décadas,
siglos. El tic tac frenético de la bomba del Capital, el terrorista por
excelencia, ahora amenazando a la humanidad entera. Pero también el
tiempo vuelto calendario y modo, según cada quien, según la lucha de abajo y a
la izquierda, resistencia y rebeldía.
Hace 21 años, en los
llamados Diálogos de San Andrés, desesperada porque el zapatismo debía
consultar hasta el más mínimo acuerdo con los pueblos, la delegación
gubernamental cuestionaba a la delegación zapatista sobre sus relojes.
Palabras más, palabras menos, les reclamaban: “Ustedes hablan mucho de que
el tiempo zapatista y traen relojes digitales y tienen la misma hora que
nuestros relojes”. Las carcajadas de los Comandantes Tacho y Zebedeo
resonaron entonces en el pequeño cuarto donde se realizaban las pláticas.
Ésa fue la respuesta
zapatista al cuestionamiento gubernamental. En un costado, como miembros
de la Comisión Nacional de Intermediación, atestiguaban, entre otros, Don Pablo
González Casanova, y un artista de la palabra; el poeta Juan Bañuelos, quien
falleció hace unos días y que, en uno de los acompañamientos que hizo con la
delegación en el dilatado trayecto hasta La Realidad zapatista, junto al
también hoy finado SupMarcos defendió “Los
Versos del Capitán” de Pablo Neruda, que alguien atacaba por ser “poesía demasiado política”. “Eso no es poesía”, argumentaba el de la
diatriba, “es un panfleto”.
Siguió el silencio en el
trayecto. Juan Bañuelos miraba las montañas, tal vez hilando en su pensamiento
el poema “El Correo de la Selva” en
el que, contra lo que se ha dicho, no habla de sí mismo, sino de quien hacía de
correo entre la CONAI y el EZLN, arriesgando vida, libertad y bienes en los
tiempos aciagos de la traición zedillista de 1995 (uno de sus operadores,
Esteban Moctezuma Barragán, es hoy uno de los absueltos y elevado a dirigente
estratégico de punta del “cambio
verdadero”).
Por su parte, me imagino que
el difunto SupMarcos respiraba aliviado al avistar territorio zapatista y tal
vez, en un murmullo premonitorio, recitaba para sí los últimos versos de “La Carta en el Camino” de Pablo Neruda,
el poema con el que cierra el libro “Los
versos del Capitán”.
“Y así esta carta se termina
sin ninguna tristeza:
están firmes mis pies sobre la tierra,
mi mano escribe esta carta en el camino,
y en medio de la vida estaré
siempre
junto al amigo, frente al enemigo,
con tu nombre en la boca
y un beso que jamás
se apartó de la tuya.”
sin ninguna tristeza:
están firmes mis pies sobre la tierra,
mi mano escribe esta carta en el camino,
y en medio de la vida estaré
siempre
junto al amigo, frente al enemigo,
con tu nombre en la boca
y un beso que jamás
se apartó de la tuya.”
-*-
Sobre el tema del tiempo (el “timming”
dicen los obesos y perezosos tanques del pensamiento de arriba), nos han
querido criticar y catalogar. Por ejemplo, nos han dicho que, en la era
digital, nosotras, nosotros, zapatistas, somos como esos relojes que funcionan
con muelles, engranes y resortes, y a los que hay que darles cuerda manual.
“Anacrónicos”,
dijeron. “El pasado que viene a
pedir cuentas”, sentenciaron. “El
rezago histórico”, murmuraron. “Un
pendiente de la modernidad”, amenazaron.
Bueno, con nuestro
acostumbrado sentido de la oportunidad, les decimos que no somos como un reloj
de cuerda manual en la era de los smartwatch, que te
miden las calorías consumidas y consumadas, el ritmo cardíaco, además de que te
dicen si te mueves bien o mal cuando los cuerpos desnudos repiten la, ésa sí
anacrónica, ceremonia del encuentro de pieles y humedades. Son tan
modernos y avanzados esos relojes que en ellos, a veces, hasta puedes ver qué
hora es.
Cierto, es ésta una época
donde la realidad virtual aventaja con mucho a la realidad real y cualquier
imbécil puede simular sapiencia gracias a que las redes sociales le permiten
encontrar ecos igualmente necios y cínicos; época donde la pretendida
originalidad de la antipatía se anula al hacerse patente que la impertinencia,
la ignorancia y la pedantería es una “individualidad”
que es compartida por millones de nicknames, como si la estupidez
no fuera sino un solitario ser multicuentas, y la misoginia
del Calderón y la Calderona tienen sus pares en todo el universo de las redes
sociales, incluso en quienes, con maestrías y doctorados en la izquierda bien
portada e institucional, se refieren a la posible vocera del Concejo Indígena
de Gobierno con el sarcástico mote de “la
Tonantzin”.
Pero lo que en la derecha es
delito denunciable jurídicamente, en la izquierda institucional es un gracioso
comentario que no merece ser penado, sino celebrado. Aunque se vista de
única e irrepetible, y dirija un suplemento, la imbecilidad es la más común y
corriente de las características humanas en el espectro político de un arriba
en el que las diferencias se diluyen incluso en las encuestas.
Pero en esta era tecnológica
que nos contempla con reprobación burlona, nosotras, nosotros, zapatistas,
somos más bien como un reloj de arena.
Un reloj de arena que,
aunque no pide actualización cada 15 minutos y no requiere tener saldo activo
para funcionar, tiene que renovar una y otra vez su limitado conteo.
Aunque poco práctico e
incómodo, como de por sí somos los zapatistas, las zapatistas, el reloj de
arena tiene sus ventajas.
Por ejemplo, en el podemos
ver el tiempo transcurrido, ver el pasado, tratar de entenderlo.
Y podemos ver, también, el
tiempo que viene.
No se puede entender el
tiempo zapatista si no se entiende la mirada que le lleva la cuenta en un reloj
de arena.
Por eso, les hemos traído
aquí, por esta única ocasión, dama, caballero, otroa, niña, niño, este reloj de arena al que hemos bautizado
como modelo “No sabes nada John Snow”.
Véalo usted, aprecie la
perfección en sus líneas curvadas que recuerdan que el mundo no es redondo y
sin embargo se mueve, da vueltas, y, como dijo Mercedes Sosa en su tiempo, “cambia,
todo cambia”.
Véalo usted y entienda que
no nos entiende, pero que no importa; que, como luego se dice, no hay pedo,
porque no es hacia nuestro modo arcaico (que, más que pre moderno, es
prehistórico) donde le pedimos que mire, no. Es más allá hacia donde
necesitamos su vigilancia.
Porque entendemos que a
usted le piden que ponga atención a ese breve instante en que un granito de
arena llega al reducido pasaje para caer y sumarse a los instantes que se
acumulan en eso que llamamos “pasado”.
Porque eso le insinúan, le
aconsejan, le piden, le ordenan, le mandan: viva el instante, viva ese presente
que ya puede reducir aún más con la más alta y sofisticada tecnología. No
piense en el tiempo que ya yace en el ayer, porque en el vértigo de la modernidad,
es lo mismo “hace un segundo” que “hace un siglo”.
Pero, sobre todo, no se
asome a lo que viene después.
Y, claro, nosotras,
nosotros, a contrapelo, de contreras nomás,
de mulas pues (sin agraviar a nadie en particular, cada quien con su cada
cual), estamos analizando y cuestionando al granito de arena que, anónimo, está
en medio de los demás, esperando su turno para colarse por el angosto túnel, al
mismo tiempo que miramos al que yace abajo y a la izquierda en lo que llamamos “pasado”, preguntándose el uno y el otro
qué rayos tienen qué ver ellos en esta plática sobre los muros del Capital y
las grietas de abajo.
Y nosotras, nosotros, con un ojo en el gato y otro en el garabato,
o sea el perro, con lo que el “gato-perro”
se convierte en herramienta de análisis en el pensamiento crítico, y deja de
ser la constante compañía de una niña que se imagina sin miedo, libre,
compañera.
Pero no es al zapatismo al
que le invitamos tratar de entender o de explicar. Aunque, claro, si
usted quiere reiterar su torpeza, limitación y dogmatismo anti o pro, pues
quiénes somos nosotros para impedirlo.
Y entonces le decimos que
no, que no valemos la pena, que el zapatismo es sólo una lucha más entre
muchas. Si acaso la más pequeña en cuanto a su número, su impacto, su
trascendencia.
Aunque, eso sí, acaso la más
irreverente si la referimos al enemigo que ha elegido, a su aspiración, su
objetivo, su horizonte, su necio empeño en construir un mundo donde quepan
muchos mundos, todos, los que están, los que nacerán.
Y todo esto mientras, con
absurda obstinación, volteamos una y otra vez el reloj de arena, como si
quisiéramos decirles, decirnos, que eso es la lucha: algo donde no hay
descanso, donde se debe resistir y no abrir las puertas de la prudente cobardía
que, con el letrero de “SALIDA”,
aparecen a lo largo de todo el camino.
La lucha es algo donde hay
que estar atento al todo y a las partes, y estar listas, listos, porque ese
último granito de arena no es el último, sino el primero, y que hay que darle
vuelta al reloj de arena, porque ahí no está el hoy, sino el ayer y, sí, tiene
usted razón, también el mañana.
Así que ahí tiene usted el
secreto del método zapatista para el análisis y la reflexión: ni siquiera
usamos un reloj de cuerda manual, sino que es un reloj de arena.
Claro, se entiende, qué se
puede esperar de quienes ahora sostienen que en esta época, además de la lógica
del dinero, está globalizada la señora madre de Donaldo Trump porque en todo el
planeta se la recuerdan, se la mencionan, es decir, se la mientan.
O tal vez usamos un reloj de
arena porque nuestro afán de entender no es interés académico, científico o
descriptivo, o pretendido y torpe tribunal que piensa que sabe todo y puede
opinar de todo, porque, es sabido y lo confirman las redes sociales, cualquier tontería
encuentra seguidores, y se conforman los rebaños para el pastor que, a su vez,
es parte del rebaño de otro pastor y así les va.
No, nuestro interés es
subversivo. Combatimos al enemigo. Queremos saber cómo es, cuál es
su genealogía, su “modus operandi”
podríamos decir siguiendo a Elías Contreras, un finado Comisión de
Investigación del EZLN, que sostenía que el capitalismo era un criminal y que
la realidad entera en el mundo era la escena del crimen y como tal debería ser
estudiada y analizada.
Y ahora se me ocurre que las
pistas dejadas por Elías Contreras, las dejadas por el ahora finado SupMarcos,
las que nosotras, nosotros, zapatistas, les vamos dejando a usted, dama,
caballero, otroa,
niña, niño, jóvenes aunque no en el calendario pero sí en la mirada, son,
todas, señales para un camino.
Y el truco, la maña como
dice el SubMoy, la “magia” como decía
el SupMarcos, está en que esas pistas no son para que nos encuentren, nos
descubran, nos atrapen. Son, según este apunte que he encontrado en el baúl
de los recuerdos del SupMarcos y que ahora releo desconcertado, para que no
sólo encuentren el espejo, sino para que vayan construyendo la respuesta, su
respuesta suya de usted, a la pregunta apocalíptica que lo abofeteará en el
rostro, sin importar su color, su género o transgénero, su creencia
o descreencia, sus filias y fobias políticas e ideológicas, su modo, su tiempo,
su geografía.
La pregunta que anuncia el
apocalipsis más terrible y maravilloso: ¿Y tú qué?
El apocalipsis que, según
cuenta la niña autodenominada Defensa Zapatista, es de género. “Va en
su cuenta de los pinches hombres” sentencia cada que puede, venga o no al
caso, esta niña que sueña con completar su equipo de fútbol.
“Ya está cabal todo,
aunque el balón está un poco como bollado, como que lo pegaron en su cabeza y
la tiene llena de chipotes”, me responde la niña a una pregunta que ni
siquiera pensé.
“Y, claro, falta
completar el equipo, pero no preocupas Sup, ya vamos a ser más, de repente
dilata, pero ya vamos a ser más”, me dice tratando de tranquilizarme
mientras en el Caracol esperamos, inquietos, que encuentren al equipo de apoyo
que está perdido.
El Subcomandante Insurgente
Moisés murmura “mta, creo que tenemos que hacer un equipo de apoyo para el
equipo de apoyo, porque siempre les pasa algo”, mientras Defensa Zapatista
trata de convencerme de que busque entre ustedes a prospectos para corretear
detrás de un balón deforme por un potrero hoy lleno de garrapatas y una que
otra nauyaca, y apenas hace unos días brillando por el agua
encharcada de una lluvia a la que, es seguro, le falla el reloj porque nada
tenía qué hacer en abril.
Las indicaciones que recibo
de la niña distan de ser sencillas. El equipo no necesita portero,
posición ocupada, lo sé, por un viejo caballo tuerto que se diferencia de los
demás en que no tiene lazo, ni marca, ni dueño alguno y mastica despreocupado
una botella de plástico vacía en la que ya no se nota la marca de conocido
refresco de cola.
La posición de defensa, es
obvio, también ya está cubierta. Y el equipo tiene un extremo izquierdo
que más bien parece un gato… o un perro, que, bueno, ahí va el mouse de la
compu del SubMoy, y ahí va persiguiéndolo el Monarca gritando “¡pinche perro!” y la insurgenta Erika
aclara que no es perro, y el Monarca “gato,
entonces”. “Tampoco”, dice la
Erika que sólo quiere asegurarse de que el gato-perro escape ileso, y lo logra.
También forma parte de la
siempre incompleta alineación el Pedrito, quien, según entiendo por el esquema
que Defensa Zapatista despliega frente a mí, es una especie de líbero multi
posiciones. “Es que acaso obedece el Pedrito”, me aclara, “un día
quiere ser portero, otro día delantero, defensa que ni lo sueñe” advierte
la niña. Luego añade: “pero así son de por sí los pinches hombres que
un rato dicen una cosa y al otro rato anda vete”, mientras me mira con los
ojos entrecerrados y pone su mejor cara de “Fuck
Trump y hazte a un lado no te vaya yo a salpicar o ahí lo veas si tú también”.
Antes de salir, Defensa
Zapatista me resume: “Oí Sup, no cualquiera, eh, tiene que ser de disciplina
y de lucha, porque si no luego se desmayan rápido y en el equipo sólo
resistencia y rebeldía”. Yo no quise desilusionarla, pero tan sólo el
requisito de disciplina deja fuera a todos los equipos de apoyo y a todos, todas
y todoas loas presentes, empezando, claro, por Pablo Contreras aquí presente.
Para el finado SupMarcos,
según me enteré después de su muerte y rescatando sus letras, el apocalipsis no
es el espejo ni la pregunta, sino la respuesta. “Ahí”, escribió con
su torpe letra de niño mal aplicado y reprobado perene en caligrafía, “Ahí
es donde el mundo se acaba… o comienza”.
Ya volveré en otra ocasión
sobre estas hojas manchadas de humedad y tabaco que, junto con otras y en un
baúl de tela corroída y rota, me entregó el SupMarcos momentos antes de su
muerte, con una lacónica sentencia: “Ahí lo veas”.
La misma frase me la repitió
cuando bajaba del templete en La Realidad, aún caliente sobre la tierra la
sangre de mi hermano muerto, el maestro Galeano, cuando, como premonición de lo
que vendría después, la única luz era la de la lluvia que rompía la lógica de
ese mayo ya pasado en calendarios.
No, no hablaré de ese
escrito. O no todavía. Tampoco del que acabo de encontrar y que,
desafiante, tiene este breve título: “De cómo Durito decidió abrazar la
noble profesión de la Andante Caballería y se dio en recorrer el mundo
desfaciendo entuertos, socorriendo al desvalido, rescatando al oprimido,
apoyando al débil y arrancando suspiros libidinosos en las recatadas doncellas,
así como resoplidos de envidia en los machines. Informes, presupuestos
sin compromiso y contrataciones en Hojita de Huapac #69”.
Sí, coincido con ustedes, es
un título tan modesto como su protagonista.
Pero no se los leeré ahora,
y no porque no quiera escuchar las sonrisas que les arrancaría esa historia,
escrita con el puño y letra del finado y con la sola aclaración de lugar y
fecha:
“Campamento Watapil,
Sierra del Almendro, abril de 1986” se alcanza a leer, es decir, hará unos
30 años, sino porque ahora no viene al caso o cosa, según.
Claro, usted se está
encabronando porque, piensa, para qué se las estoy dando a desear si ni-mais-palomas-naranjas-podridas-niguas-nones-nel-pastel,
que ahorita no les voy a leer la historia de título tan breve como clarificador,
pero déjeme decirle que esos papeles encontrados en el baúl del SupMarcos me
hicieron recordar algo ocurrido cuando no se cumplía aún, en el reloj de La
Realidad, la hora de su muerte:
El SupMoy y el ahora finado
SupMarcos regresaron de la reunión con el Comité Clandestino Revolucionario
Indígena-Comandancia General del EZLN, celebrada en uno de los galerones del Caracol
de La Realidad, y me mandaron llamar.
Yo entendí que había llegado
la hora en los dos relojes que el ahora difunto portaba desde el primero de
enero de 1994. Porque yo sabía que su muerte se había ya decidido, pero
no el cuándo. El que me mandaran llamar sólo significaba una cosa: el
fallecimiento era inminente y me daría él las últimas instrucciones antes de mi
nacimiento.
El SupMoy se tuvo que
retirar y quedé solo con el SupMarcos.
Él me entregó una pequeña
maletita de tela, vieja y mal parchada, sin decirme nada más.
Yo pregunté qué hacía con
eso y él sólo me respondió que yo sabría qué hacer llegado el momento.
Asentí en silencio.
Después me dio las
indicaciones de la ubicación de un buzón de montaña donde, me dijo, tenía
guardados varios libros.
Ahora me vienen a la
memoria: las antologías poéticas de León Felipe y Miguel Hernández, el Romancero Gitano de García Lorca, los
dos tomos del Quijote, “Los versos del capitán” de Pablo
Neruda, una edición bilingüe de sonetos de William Shakespeare, “Historias de Cronopios y de Famas” de
Julio Cortázar, y otros que ahora no recuerdo.
Se me hizo raro que en su
última voluntad, tuviera lugar en su pensamiento para recomendar el rescate de
unos libros que, lo más probable, ya estarían hechos pedazos por la humedad y
la hormiga arriera.
Debo haber hecho algún gesto
porque él se sintió obligado a explicar: “No hay soledad más desesperanzadora
que un libro sin quien lo lea”.
Yo no dije nada, sólo
escribí en clave los datos del buzón.
Luego, él me preguntó, como
de por sí era su modo, en las indicaciones finales: “¿Dudas, preguntas,
angustias, inconformidades, mentadas de menta o de las otras?”.
Quedé pensando.
“Tengo pregunta”, le
dije, pero no porque la tuviera, sino para darme tiempo y poder pensar
algo.
Él aguardó en silencio.
Y no sé por qué le pregunté
de Durito.
Si, ya lo sé, debería
haberle preguntado otras cosas, por ejemplo, las razones de su muerte, o la
siempre urgente pregunta de “¿qué sigue?”.
Pero no, le pregunté de Durito.
¿Por qué elegiste como
personaje a un insecto? Lo del Viejo Antonio lo entiendo, lo mismo con
los niños y niñas, pero ¿un insecto? Y peor, ¡un escarabajo! Los
escarabajos que hay acá son de los que hacen su nido con estiércol y ahí tienen
sus crías.
Él encendió la pipa y
respondió entre bocanadas de humo:
“En primer lugar, como te
enterarás en unos minutos, ellos no son los personajes, sino yo. Y en lo que
se refiere a Don Durito, pues es el pequeño, débil e insignificante que se
levanta, se rebela y desafía todo, incluido su destino impuesto.”
“En lo
que se refiere al estiércol, los escarabajos no son los únicos que en estas
tierras trabajan con estiércol y hasta lo usan para sus casas. También
los indígenas. Bueno, eso antes de nuestro alzamiento.”
Sí, hablamos de otras cosas,
pero no porque fuera un interrogatorio, sino porque el inicio del funeral se
iba retrasando y el SupMarcos de por sí así hacía, que mientras pensaba en algo
se ponía a platicar de cualquier cosa o de lo que le preguntaban, como si
necesitara ocupar su pensamiento en varias cosas a la vez para poder resolver
la principal.
De ésas otras cosas, no sé,
tal vez, es un supositorio, ya les contaré en otra ocasión. O no, saber.
Pero lo de la liga entre el
escarabajo y los indígenas zapatistas, tal vez lo entiendan mejor en las
historias que ahora siguen en la voz del SupMoy.
Le paso entonces la palabra
a nuestro jefe y vocero, el Subcomandante Insurgente Moisés, quien recién viene
de lo más profundo de la selva lacandona, a donde fue para explicarnos por qué
el mundo capitalista semeja una finca amurallada.
Muchas
gracias.
SupGaleano.
México, abril del 2017.
Palabras del Subcomandante
Insurgente Moisés, miércoles 12 de abril de 2017.
Seminario
“Los muros del capital, las grietas de la izquierda”
Cideci / Universidad de la Tierra Chiapas
12 de abril de 2017
Cideci / Universidad de la Tierra Chiapas
12 de abril de 2017
AUDIO:
Buenas noches, buenas tardes, buenos días, según
adónde nos escuchan.
Hermanos, hermanas, compañeros, compañeras:
Lo que les voy a platicar no
es lo que creo, sino lo que nos platicaron nuestros bisabuelos y abuelos y
bisabuelas y abuelas.
Platiqué con uno de nuestros
bisabuelos que, él dice, que tiene 140 años. Según yo, mi calculo, por ahí de
los 125 años. Tiene que uno estar ya muy pegado en el oído, para que te escucha
lo que le preguntas.
Más o menos como veinte y
tantos, entre bisabuelos y bisabuelas, que platiqué con ellos. Les estuvimos
preguntando –porque estaban ahí compañeros del Comité Clandestino también- y,
entonces, resulta que la parte que como estaba diciendo el Sub Galeano, viene
una parte real de lo que nos platicaron ellos y ellas.
Por ejemplo, la teja que le
hacían antes a los finqueros –o sea los dueños de las haciendas, los
hacendados, el patrón como dicen ellos–, tienen por tarea que tienen que entrar
costales de excremento del caballo. Y eso lo secan. Después de haber secado,
los hacen polvo con un garrote de palo, los abollan. Y para eso, entonces, lo
mezclan con el lodo para hacer la teja, para hacer los ladrillos o los adobes
con los que se les construyó su casa a los patrones, los hacendados.
El bisabuelo dice que él se
acuerda, porque es por tarea. Tarea quiere decir que tienen que entregar tantos
costales cada uno de ellos. Lo que hacían es que aun cuando hace ratito había
deshecho el caballo, la tienen que traer, escurriendo el agua en sus espaldas.
La cosa es que es de entregar los costales de tarea que pide el patrón.
Entonces, aprendieron de ahí
también para hacer sus casitas de ellos. Igual los usaron. Le dicen pared de
lodo, bajareque, se le dice. Entonces, igual aprendieron pues ellos, pero es
más chiquito, de doble.
Entonces, lo que les voy a
platicar más es de ahí de donde viene la idea nuestra, como zapatistas que
somos, que vemos y lo estudiamos cómo es que estamos ahora de los que nos
explotan. Entonces, en resumido se los voy a decir porque eso es lo que nos va
a ayudar a entender lo que pasó antes y cómo estamos hoy, y cómo será que
seguirá.
Entonces, dicen nuestros
abuelos, bisabuelos, bisabuelas y abuelas: el patrón es el dueño de las fincas,
muchas fincas, muchas haciendas. Todos los patrones tienen sus caporales, sus
mayordomos y sus capataces. Esos tres, cuatro con el patrón.
Nos cuentan que de las
fincas hay de 15 mil, de 20 mil y de 25 mil hectáreas. Y que hay fincas de
diferentes trabajos. Hay fincas, es un solo trabajo, cafetalera. Y hay fincas
que son cafetalera, ganadería, de maíz, de frijol, de caña… diferentes trabajos
pues.
Nos cuentan también su modo
de cómo explotar. Nos cuentan de que hay finqueros, terratenientes o
latifundistas que nunca les pagaron nada. Todo el tiempo de su vida se lo
entregaron al trabajo. Otros nos cuentan que sólo el día domingo se lo daban
para ellos; todos los demás días son para el patrón. Nos cuentan otros que les
daban una semana para el patrón y una semana para ellos. Es una maña, es un
truco, porque –nos cuentan– de que esa semana que supuestamente es para ellos,
nuestros bisabuelos y bisabuelas, nos cuentan de que de lo que cosechan, de lo
que encuentran esa semana (ya sea frijol, maíz, algunos animalitos que van
juntando), a la hora de que venden tienen que darle la mitad al patrón y les
queda pues la otra mitad.
Nos cuentan de que cuando el
patrón quiere ver si está completo su ganado, tienen que ir a traerlo,
acarreando pues los animales y encorralarlos. Nos cuentan de que, entonces, si
falta alguno de sus animales del patrón, tienen que salir a buscarlo los
encargados y tienen que entregarlo vivo o muerto. ¿Cómo pide el patrón, o sea
el terrateniente, de que lo comprueba que está muerto? Tiene que traerle el
pedazo del cuero, para que entonces el patrón se dé cuenta de que sí está
muerto ya su animal. Si no los encuentran, tienen que buscarlos hasta que los
encuentran ya sean vivos o muertos.
Y el patrón, cuando los saca
a vender, entonces los organiza por grupos a los trabajadores, llevando tantas
cabezas de animal. Ya sea de diez, veinte personas, hombres, con tantas cabezas
de animal que tienen que llevar. El patrón los cuenta antes de salir y el
patrón los cuenta al recibir donde quiere que llegue el animal. Cada persona
tiene que entregar completo. Si no lo entrega completo, ellos lo tienen que
pagar o el que está encargado.
Nos cuentan que el corral,
cuando el patrón así lo quiere, es hecho de piedra, el corral. Y si no, es con
madera labrada con hacha. Y dicen que tiene que ser madera de puro corazón.
Quiere decir que es lo más duro de la madera, para que no se pudra luego.
Entonces, no aceptan que sea tierno. El patrón no los recibe.
Nos cuentan también que
cuando saca a vender a los puercos (no el patrón, sino el animal: los cuches,
los marranos pues), igual lo hace como con el ganado. Nada más que ahí sí hay
diferencia, dicen los abuelos y los bisabuelos. Dicen que tienen que llevar la
partida en la noche, porque sienten calor los marranos. Entonces, su lámpara, su
foco, como decimos nosotros, es el ocote. Llevan tercios de ocote para que sea
su lámpara para caminar de noche. Igual, con cantidades de puercos de cada
encargado. Y si es que entonces quieren avanzar de día, tienen que llevar
cargando el agua para mojar a los marranos, o sea, para enfriarlos para que no
sufran el calor.
Nos cuentan que las mujeres,
las abuelas y las bisabuelas nos cuentan de que el patrón tiene su forma de
cómo quiere. Por ejemplo, dicen las abuelas y las bisabuelas que cuando es
trabajo fuerte tienen que ir las mujeres casadas. ¿Cuál es su trabajo? Moler
café, moler sal por bultos. Y entonces nos cuentan que ahí van las mamás con
sus hijos y para moler la sal tiene que ser con el metate de piedra. Y ahí
están los caporales, los mayordomos y los capataces, y la patrona y el patrón.
Ahí llevan su bebé y no dejan que atienda al bebé que está en su espalda llore
y llore y llore, porque está ahí el patrón y ella tiene que sacar su tarea.
Entonces, hasta que al patrón o la patrona se le viene su gana de ir al baño,
es cuando aprovecha la mamá para amamantar a su hijo.
Nos cuentan que el patrón
pide de que se vayan puras muchachas para atender ahí en su casa en la
hacienda, para diferentes trabajos. Pero una de sus mañas del patrón es que
escoge a una muchacha y le dice: “tú,
quiero que vayas a tenderme la recámara”, las cobijas. Y a la hora que
entra la muchacha, ahí va también el patrón a violarla. Pero, entonces, las
escoge. Y nos cuentan también que si quiere, las agarra.
Nos cuentan también eso que
ya les dije de que están moliendo el café, de que están moliendo la sal, la
paga que le daba el patrón eran tres pedazos de carne de res, pero de las que
están muertas. Ésa es la paga.
Nos cuentan también que a
los niños también les dan trabajo. Nadie se salva de eso. Le dicen “portero”, pero no el portero de
fútbol sino así le pusieron el nombre pues “portero”.
Su trabajo de esos niños de seis años es moler el nixtamal sin calidra, que es
para los perros, los puercos y los pollos. Terminando eso tienen que cargar
agua, que muchas veces lo hicieron en sus espaldas con un barril, dicen. El
barril es de madera que se le saca, se le hace un hueco, un hoyo, lo perforan
pues. De 18 a veinte litros caben en ese barril. Es lo que tienen que cargar
los niños, para que el patrón lave sus manos, la use para bañarse, para lo que
quiera pues. Terminando eso, se encargan de traer leña. Terminando de traer
leña, se encargan de desgranar el maíz.
Nos cuentan también que los
viejitos, los que ya no pueden trabajar en el campo, las viejitas… nadie se
salva. Los viejitos van a ir a traer una planta que le llamamos “ixchte”. Entonces, de lo que se
encargan los viejitos es de rasparla para que salga el hilo. Un grupo se
encarga de esto, de rasparlo. Y otro grupo de los viejitos se encarga de
hacerlo hilo, en lazo. Y otro grupo de los viejitos se encarga de hacer las
redes. Así está pues en serie el trabajo de los viejitos. ¿Y las viejitas? Un
grupo se encarga de deshilachar el algodón. Y otro grupo se encarga de hacerlo
en hilo y otro grupo se encarga de tejerlo para hacer manta. Y ese pedazo de
manta que es la que después compran nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
para taparse. Nos cuentan que la ropa que usaron era nada más para taparse la
parte principal, nada más, no es así como estamos ahora.
Nos cuentan del
castigo. El castigo, tienen de varias maneras. Una es que el patrón desde
antes tiene revuelto el maíz con el frijol. Entonces, el patrón lo que hace es
que los riega ahí en la tierra y te dice que tienes que separar el maíz y el
frijol. Sabe –así nos cuentan—el patrón que no vas a poder. Porque además te da
el tiempo. Y el tiempo que te da el patrón, dice: “yo voy a escupir, en el tiempo que se seca mi saliva, es el tiempo en
que quiero que separes el maíz revuelto con el frijol”. Pues ¿uno cómo le
va a hacer?
Entonces, como uno no puede
con ese tipo de castigo, ahí al lado está preparado el terreno, donde tiene
juntado el patrón piedritas. Ahí en ese lugar es donde uno se va a hincar,
porque no pudiste separar el frijol revuelto con el maíz. Ahí vas a hincarte. Y
no tienes que levantarte hasta el momento en que se le antoja al patrón. Si es
que te levantas, es que no estás aceptando tu castigo. Entonces, si tú aguantas
eso, entonces ahí es donde viene el chicote. Lo voy a decir tal cual como
dijeron los abuelos. Dijeron de que entonces el patrón, cuando se les moría un
toro, le sacaban la verga del toro y la secaban y ésa es la que usan para
chicotear a sus trabajadores. Entonces, a la hora de que estás hincado
ahí, viene el patrón a chicotearte y no tienes que levantarte, porque dicen
–nos cuentan- que si te levantas, te va peor. Y dicen –nos cuentan- que tienes
que levantarte por el dolor del chicote que te están dando y por el dolor de
las rodillas que ya no aguantas y tienes que levantarte.
Y a la hora que te levantas,
ahí están ya los caporales, los mayordomos y los capataces que son los que te
agarran y te amarran las dos manos y los pies a las vigas de la casa hasta que
al patrón se le acaba su gana de chicotear o hasta cuando se dan cuenta de que
–como dicen los abuelos- queda uno mallugado. Eso quiere decir que te quedas
desmayado, inconsciente ya. Entonces, hasta ahí te deja ya el patrón.
Nos cuentan que los trabajos
que se hacen todo es por tarea. No hay nada que no sea por tarea lo que se
hace. Y todo con los caporales, con los mayordomos y con los capataces. Nos
cuentan por ejemplo del cafetal. Cuando es tiempo del corte del café, todos y
todas y es por tarea la cantidad que tienes que entregar. Y los niños que no
pueden, no alcanzan pues las matas del café donde está el grano, su trabajo es
levantar todo lo que está caído. Cuando ya no es tiempo de cosecha del café,
vienen los distintos trabajos: un grupo se encarga de limpiar el cafetal, o
sea, el monte; otro grupo se encarga de lo que le dicen “encajado”, o sea, a cada mata de café tienen que hacerle un cajón
donde le van a poner el abono; otro grupo se encarga de la limpiada de la mata
del café, porque la mata tiene montecitos en su tallo y entonces tienen que
quitarlos todos. Y dicen nuestros abuelos y bisabuelos –nos cuentan- de que la
mano no puede, entonces, lo que hacen es que queman el olote del maíz, porque
sale como su filito a la hora que se quema y con eso lo tallan, porque pasa el
capataz a checar si queda bien. Y si no, tienes que volver. Y si no, al
castigo.
Nos cuentan también que otro
grupo se encarga de podar el café; no deben de estar bejucos ni montes en la
mata del café. Nos cuentan también que hay otro grupo de “desombrada”, le dicen. O sea que si hay árboles arriba,
tienen que quitar la sombra; sólo lo necesario, como dice el patrón.
Nos cuentan también de que
en todas las fincas que hubo, que hay –porque sigue habiendo todavía- siempre
está ahí la ermita, le dicen. Entonces, a la hora de que se van a su rezo, en
esas sillas y bancas que hay ahí en ella no pueden sentarse nuestros
bisabuelos. Si es que entonces están sentados ahí, los sacan a empujones. Y el
sacerdote ahí lo está mirando; no dice nada. Sólo se sientan ahí los que son
patrones o los que son mestizos. Y si quieren sentarse ellos, es el piso.
En las ciudades –nos
cuentan– no permiten de que van a ir a vender lo poco de lo que tienen nuestros
bisabuelos, nuestras bisabuelas. Nos cuentan de que es porque la ponen fea la
ciudad. No permiten que se vayan en el centro. Entonces lo que hacen los
mestizos es que tapan la orillada de la ciudad. Ahí les quitan todo cuando
quieren hacerlo y si no les pagan lo que ellos quieren.
Nos cuentan los bisabuelos
que en esos tiempos no existe carretera, mas que carreta con caballo. Entonces,
cuando su mujer del patrón quiere ir a la hacienda, a la finca, no usa el
caballo con la carreta, que porque “el
animal es animal, no piensa”. Puede sufrir un accidente su mujer del
patrón. Entonces, lo que hacen, igual: un grupo se van a la ciudad a traer
cargando a su mujer del patrón. Pero aparte tienen que traer mercancía,
entonces, se va un grupo y se turnan pues la carga. Y llegando en la hacienda,
en la finca, se le pregunta a la mujer si no le pasó nada. Y aparte le
preguntan a los que fueron de cargadores si es que no hubo algún accidente. Así
para llegar y así para el regreso.
Así un montón de cosas más
que nos contaron. Por ejemplo, ahí nos mostraron el centavo que les pagaban
antes. Nos cuentan que cuando el patrón empezó a querer pagar un poco, que
ganaban un centavo al día. Nos mostraron. Nos dijeron también de que ya no
aguantaban los maltratos que les hacían. Dicen que, entonces, trataron de
organizarse, de buscar tierra a donde ir a vivir. Entonces, los patrones, los
terratenientes llegan a saber de que se escapan de la finca y empiezan a
investigar a dónde fueron. Y nos cuentan los bisabuelos de que entonces son los
mismos patrones que se disfrazan de ser soldados. Ellos van a ir entonces a
desalojar, a destruir, a quemar, pues la casita que están construyendo, donde
quieren vivir los bisabuelos y las bisabuelas.
Nos cuentan que así les
pasó. Y es ahí donde le descubrieron que el patrón –porque uno de los
bisabuelos había pasado en varias fincas ya- estaba disfrazado de soldado. Y
nos cuentan de que les destruyeron las chocitas que tienen y los reunió a los
que fueron a hacer el poblado y les dijeron: “¿quién encabezó esto?” Así dijeron los soldados: “¿quién encabezó esto? Si ustedes no van a
decir quién lo encabezó, todos ustedes van a tener que ser castigados”.
Entonces, ahí fue donde dijeron: “fulano
de tal”, el que encabezó de huirse de la finca, de buscar dónde vivir.
Entonces le dijeron: “vas a pagar 50
pesos”. Y nos cuentan de que para encontrar 50 pesos –el año les dije
porque está diciendo el bisabuelo que tiene 140 años, quiere decir que 140 años
atrás de hoy que estamos hablando–, entonces, nos dicen que para encontrar 50
pesos tiene que ser un año para encontrar 50 pesos.
Entonces se dieron cuenta de
que está difícil de que alguien quiere encabezar para poder salvarse del
sufrimiento. Pero también nos contaron de que entonces se dieron cuenta de que
está así, entonces, lo que hicieron fue no decir quién fue, sino el grupo. Volvieron
a construir… a buscar otro terreno pues y a construir sus casitas, pero ahora
sí, todos son ellos los que se dirigieron. Nadie más de que alguien fue quien
encabezó. O sea, se pasaron de colectivo. Es así como empezaron a lograr dónde
vivir.
Entonces, ¿por qué estamos
platicando esto? Nosotras, nosotros, las, los zapatistas vemos que hoy estamos
entrando de nuevo en esto. En el capitalismo hoy no existen países. Así lo
vemos. Lo va a convertir en finca al mundo. Los va a hacer en pedazos como de
por sí así está, que decimos que el país México, el país Guatemala –como
decimos–. Pero va a ser un grupo nada más de patrones-gobierno. Todos esos que
dicen que es gobierno de Peña Nieto… Nah, nah… decimos nosotros. No es gobierno
ya. Porque el que manda ya no es el que manda. El que manda son el patrón
capitalista. Esos gobiernos que se dicen: el de Peña Nieto, el de Guatemala,
que el de El Salvador y todo lo demás son capataces. Los mayordomos: los
gobernadores. Los presidentes municipales son los caporales. Todo está al
servicio del capitalismo.
Vemos de que entonces no se
necesita mucho que estudiar de cómo darse cuenta de cómo está. Porque entonces,
por ejemplo, esa ley, esa nueva ley de la estructura, nueva ley estructural que
hicieron ya aquí en México, nosotros no lo creemos que son que lo hicieron los
diputados y los senadores. No lo tragamos nosotros eso. Eso lo dictó el patrón:
el capitalismo. Porque ellos son los que quieren hacer de nuevo, como lo
hicieron sus tatarabuelos de ésos también. Pero ahora sí más peor.
Por eso hablamos en el
principio de eso. Estamos hablando de que, por ejemplo, Absalón Castellanos
Domínguez, el ex general, tenía fincas aquí en Chiapas y tenía finca o tiene
finca en Oaxaca. Estamos hablando de 5 mil, de 10 mil hectáreas. Aquí, el
capitalismo ahora, una finca, cuando el patrón capitalista dice: “voy en mi finca la mexicana, voy en mi
finca la guatemalteca, voy en mi finca la haitiana, voy en mi finca la
costarricense…”, todos los que son países capitalistas subdesarrollados va
a ser la finca.
Quiere decir que el mundo lo
va a hacer en finca el capitalismo, el patrón, el que quiere gobernar, la que
quiere gobernar, si es que lo vamos a permitir. Y nuestra pregunta de ahí
nosotros, nosotras, zapatistas: ¿por qué ellos –o sea los capitalistas–, por
qué ellos sí cambian de cómo hacer la explotación? ¿Por qué nosotros no
cambiamos de cómo luchar para salvarnos en esto?
Por eso les platiqué qué
hicieron nuestros bisabuelos, a donde venimos los indígenas. Nos dijeron eso de
que entonces fallaron cuando dijeron eso de que “fulano de tal nos dirigió”. Pero no dejaron. Buscaron una forma de
seguir luchando para salir de donde está el patrón, y dijeron: “nadie nos dirigió”, “todos somos nosotros”.
Entonces, ¿por qué nosotros
ahora? Porque el capitalismo ahora ya no sólo nosotros los que somos indígenas
estamos sufriendo aquí en el mundo. Estamos sufriendo, ahora sí, del campo y de
la ciudad. Es decir, indígenas y no indígenas. Entonces, ¿qué vamos a hacer?
Acá nosotros, las, los
zapatistas que vivimos así pues ¡en la mierda del capitalismo! Que aún estamos
luchando, que seguimos luchando y vamos a seguir luchando… Chiquito como
estamos, pero estamos mostrando de que entonces –como nos enseñaron los
bisabuelos- de que sí hay forma de cómo. Estamos con nuestra chiquita libertad.
Falta pues que liberemos a México. Pero decimos que pues, entonces, ¿cómo nos
vamos a liberar en el mundo?
Pero aquí, en este pedacito
de mundo, en Chiapas, tienen su libertad los compañeros y las compañeras para
lo que se les antoje hacer. Tienen en sus manos todo lo que significa el ser
autónomo, independiente.
Pero, ¿cómo vamos a hacer?,
¿qué vamos a hacer? Porque ahora vemos eso que estamos diciendo de que el mundo
se va a convertir, quiere convertirlo en su finca el capitalismo.
Entonces, ahí lo ven, ahí lo
piensan, ahí lo analizan. Véanlo en donde viven, en donde están, si no están
ahí en la mierda del capitalismo y qué hacer ahí con eso. Porque eso es lo que
está haciendo el capitalismo ahora.
Y va a seguir su palabra el
Subcomandante Insurgente Galeano.
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