Jacinta, Alberta y Teresa, indígenas hñähñú: libres tras 10 años
de prisión injusta “por error”
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Periodismo de abajo
21 febrero, 2017-02-22
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“Preguntarán si es
suficiente la disculpa pública y la aclaración de inocencia de Jacinta, pero
jamás lo será”,
declaró durante un acto público de la Procuraduría General de la República
(PGR), Estela Hernández, hija de Jacinta, la indígena encarcelada hace diez
años junto con Alberta y Teresa por un delito fabricado en Querétaro.
Este martes, la PGR pidió
públicamente perdón a las tres mujeres hñähñú de Santiago Mexquititlán,
Querétaro, por su detención ilegal y encarcelamiento en el 2006 bajo el
supuesto delito de privación ilegal de la libertad. “Ella (Jacinta) fue la que
fue secuestrada ilegalmente el jueves 3 de agosto del 2006, acusada de
privación ilegal de la libertad de seis agentes federales de investigación”,
aseguró Estela en el evento.
Cuando se dictó sentencia,
Jacinta, junto con Alberta y Teresa, fue condenada a 21 años de cárcel y a
pagar una multa de 2 mil días de salario mínimo, un equivalente de 90 mil
pesos. Hasta hoy, casi once años después de la arbitrariedad de la policía, la
PGR reconoció “de manera forzada, no
voluntaria”, que el caso de las tres mujeres fue un error.
“La disculpa es por funcionarios mediocres, ineptos, que
fabricaron el delito de secuestro e inventaron que Jacinta era delincuente, la
evidenciaron en los diarios locales de Querétaro, la demandaron por un delito
federal que no alcanzaba fianza, la investigaron los mismos policías
demandantes, la encarcelaron con mentiras, sin decirle que tenía derecho a un
abogado de oficio y a un traductor”, denunció la hija de la mujer indígena.
Las tres mujeres aseguraron que
mientras estuvieron presas, fueron humilladas por custodias y compañera por ser
indígenas y pobres. “Hoy queda demostrado
que ser pobre, mujer e indígena, no es motivo de vergüenza. Vergüenza hoy es de
quien supuestamente debería garantizar nuestros derechos como etnia, como
indígenas y como hermanos”, pronunció Estela.
El acto público de hoy
representa la primera disculpa que pide la PGR en acatamiento de una sentencia
emitida por tribunales nacionales, a pesar de que “no basta la reparación de daños para superar el dolor, la tristeza, la
preocupación y las lágrimas ocasionadas”, en palabras de Hernández.
Pero, ante todo, la conclusión
de Estela fue común: “Hoy nos chingamos al Estado”.
A continuación el
discurso completo de Estela Hernández:
Es lamentable, vergonzoso e increíble que a
seis meses de cumplirse 11 años del caso 48/2006, hoy por fin la Procuraduría
General de la República (PGR) reconoce de manera forzada, no por voluntad, que
el caso citado fue un error. La disculpa es por funcionarios mediocres,
ineptos, que fabricaron el delito de secuestro
e inventaron que Jacinta era delincuente, la evidenciaron en los diarios
locales de Querétaro, la demandaron por un delito federal que no alcanzaba
fianza, la investigaron los mismos policías demandantes, la encarcelaron con
mentiras, sin decirle que tenía derecho a un abogado de oficio y a un
traductor.
Jacinta Francisco
Marcial es mi querida madre, es una mujer indígena hñähñú de Santiago
Mexquititlán. Ella fue la que fue secuestrada ilegalmente el jueves 3 de agosto
del 2006 acusada de privación ilegal de
la libertad de seis agentes federales de investigación, hoy agentes
ministeriales bajo el expediente ya citado. Fue sentenciada a 21 años de cárcel
y pagar una multa de 2 mil días de salario mínimo, un equivalente de 90 mil
pesos. Ella fue liberada gracias al apoyo del Centro de Derechos Humanos Miguel
Agustín Pro Juárez, organismo no gubernamental.
El caso 48/2006 es un
simple ejemplo de tantas de las muchas arbitrariedades ilegales que cometen las
autoridades que tienen título, nombramiento, reconocimiento oficial en este
nuestro país que es México.
Este largo proceso de
desgaste económico, emocional, físico y psicológico, dejó una gran experiencia
de la realidad. Hoy se sabe que en la cárcel no necesariamente están los
delincuentes, están los pobres que no tienen dinero, los indefensos de
conocimiento, los que los poderosos someten a su voluntad. Los delincuentes de
mayor poder, de cuello blanco, no pisan la cárcel. No conocimos en Querétaro a
ningún rico que estuviera en la cárcel.
Jacinta pudo ser
liberada gracias al apoyo de su familia, a la publicación que hizo muchos seres
humanos pensantes, pero sobre todo, gracias a la valiosa intervención de todo
el equipo de apoyo del Centro Pro. De no haber sido así, de no haber sido por
esta gran labor, Jacinta estaría pagando hoy una sentencia de un delito que
jamás existió. La pregunta es, ¿cuántos inocentes están hoy en la cárcel por un
delito no cometido o que no existe?, ¿cuántos secuestradores, delincuentes
autorizados con título y nombrados por la ley andan sueltos, cobrando de
nuestros impuestos, encarcelando, persiguiendo o acosando con un delito
fabricado?
Agentes federales como
los que acusaron a Jacinta y sus cómplices, porque tuvieron cómplices, son los
que el Estado contrata para garantizar la seguridad
social. ¿Qué sería nuestra vida sin ellos? ¿Qué hay hoy de estos
funcionarios públicos, agentes federales y del ministerio público, jueces y los
cómplices de los policías demandantes? Espero equivocarme, pero seguramente
siguen trabajando y cobrando de nuestros impuestos, siguen siendo nuestros
empleados, a pesar de demostrar con este caso su ineficiencia e impunidad.
Preguntarán si es
suficiente la disculpa pública y la
aclaración de inocencia de Jacinta, pero jamás lo será. No basta la reparación
de daños para superar el dolor, la tristeza, la preocupación y las lágrimas
ocasionadas. ¿Quién va a devolver la vida de mi hermano José Luis, que no pudo
estar tres años con su mamá y que hoy, a seis días de cumplir siete años que
falleció, seguimos recordando que sólo estuvo 5 meses con su mamá?
A los que sólo piensan
en el dinero de reparación de daños,
no se preocupen, no nacimos con él ni moriremos con él. Nuestra riqueza no se
basa en el dinero, pueden estar tranquilos. Lo destinaremos y lo haremos llegar
a donde tiene que llegar en su momento justo.
A los abogados
particulares que nos robaron y que seguramente siguen robando a sus clientes,
no sean mediocres de conciencia, no abusen del dolor ajeno, tengan tantita
dignidad, y si no pueden tomar un caso con éxito, no engañen a la gente, no
coman ni beban a costa del sufrimiento. Este caso cambió nuestra vida para ver,
saber y sentir que las víctimas los necesitamos, que lo que al otro le afecta,
tarde o temprano le afectará a uno.
En este sentido,
nuestra existencia hoy tiene que ver nuestra solidaridad con los 43 estudiantes
normalistas que nos faltan, con los miles de muertos, desaparecidos y
perseguidos, con nuestros presos políticos, con mis compañeros maestros caídos,
con mis compañeros cazados por defender lo que por derecho nos corresponde.
Pido por ellos, porque por buscar mejores condiciones de vida y trabajo, es el
plato que recibimos.
A todas las
instituciones gubernamentales como la Comisión Nacional para el Desarrollo de
los Pueblos Indígenas, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que dos
años estuvieron callados a pesar de saber del caso y de decirnos que no se
podía hacer nada porque era un delito muy grave, y otras tantas instituciones
de apoyo social a los que fuimos a ver y no nos atendieron, pónganse a trabajar
de verdad, no sólo den recomendaciones cuando ya otras instituciones no
gubernamentales las hacen por ustedes. Les pido que no sean títeres ni sólo
sirvan para acarrear gente para ver a un gobernador o un político, que hoy es
lo que hacen.
A las víctimas
actuales, a mis hermanos luchadores sociales, a los maestros que estamos en pie
de lucha, a los caídos, los desaparecidos, encarcelados, exiliados,
perseguidos, aterrorizados que defienden, luchan a favor de los derechos
humanos, quiero decirles que después de vivir este terrorismo de Estado,
asumimos el dolor y vencimos el miedo para que la victoria fuera nuestra.
Hoy, como dijo una
compañera que se sabe en Querétaro por la represión de lo sucedió el 1 de mayo
con Pancho Domínguez: Hoy nos chingamos al Estado.
La ignorancia, el
miedo no puede estar encima de nadie. Estamos orgullosos de ustedes. Hoy la
historia la podemos escribir gracias a las personas que nos atrevemos a
levantar la voz, los que nos atrevimos a hacer uso de la palabra, los que
todavía tenemos principios humanos. Estamos orgullosos de que esta historia,
aún cuando en los tiempos actuales está de moda enaltecer la corrupción, la
estupidez y la ignorancia, no se las dejamos.
Hoy nos queda
solidarizarnos con otras víctimas, nos queda saber que la identidad, la
cultura, la conciencia, la sabiduría, la razón, la vida y la libertad, no se
venden, no se negocian ni tienen precio.
Al procurador general
de la República le decimos que no estamos contentos ni felices por este acto de
disculpa, pedimos el cese a la
represión de los pueblos indígenas, a la persecución de luchadores sociales y
la liberación de nuestros presos políticos, quienes su único delito es aspirar
mejores condiciones de trabajo, vida, patria digna y justa. Pedimos no se sigan
dando este tipo de casos. Hoy queda demostrado que ser pobre, mujer e indígena,
no es motivo de vergüenza. Vergüenza hoy es de quien supuestamente debería
garantizar nuestros derechos como etnia, como indígenas y como hermanos.
Actualmente conocemos
autoridades ignorantes, corruptos y vendidos. No les damos las gracias, les
exigimos que si no saben hacer su trabajo, renuncien a sus cargos. Si no tienen
vergüenza, que sea por sus hijos, mis hijos, por los de todos nosotros.
La familia Jacinta,
que ya somos muchos, agradecemos infinitamente a todos aquellos héroes anónimos
que nos apoyaron incondicionalmente en el caso. Recordamos sus cartas, que nos
llevaron comida, los que nos llevaron algo de dinero, los que nos llevaron
palabras de aliento, los que nos apoyaron de manera directa o indirecta.
Estamos seguros de que la vida les recompensará el favor realizado. Sabemos que
el éxito de este proceso es gracias a la participación de muchas personas.
Este caso nos cambió
la forma de ver la vida. Hoy sabemos que no es necesario cometer un delito para
ser desaparecido, perseguido o estar en la cárcel. Por los que seguimos en pie
de lucha por la justicia, la libertad, la democracia y la soberanía de México,
para nuestra patria, por la vida, para la humanidad, quedamos de ustedes, por
siempre y para siempre, la familia Jacinta, hasta que la dignidad se haga
común.
Gracias.
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