Por Alexandre Samis*
Red latina sin fronteras
8 Mayo 2016
“NOSOTROS APELAREMOS A LA FUERZA… PROPIETARIOS DEFIÉNDANSE. HABRÁ
COMBATES Y MASACRES.”
PIERRE JOSEPH PROUDHON
Introducción
Las raíces de la comuna de 1871 pueden ser encontradas en las
organizaciones que la antecedieron (DALOTEL et al., 1980, p. 7). Los “clubes” localizados en los distritos de
la capital fueron importantes para diseminar importantes iniciativas de los
revolucionarios en la conquista de posiciones estratégicas. Fue a partir de
ellos que se formaron algunas federaciones como la representada por el “Comité Central Republicano de Defensa
Nacional de los Veinte Distritos de Paris”, en 1870. En lo que refiere a la
forma organizativa en la cual se asentaban los clubes es relevante decir que
esos poseían una estructura político-administrativa formada por un buró, cuya
composición incluía un presidente y dos asesores. Estos eran responsables de la
disciplina de la plenaria durante los debates y además debían garantizar el
orden del día. Para tener una idea de la importancia y cobertura de los clubes,
vale decir que, en el período entre 1868 y 1870, llegaron a funcionar 63 clubes
en la capital. Algunas de esas reuniones llegaban a recibir más de 5.000
personas.
Los clubes resurgen en un
contexto de mucha agitación en París. La ciudad, ya famosa por los motines,
evidenciaba, en cada elección y plebiscito, principalmente en los barrios
obreros, su oposición al régimen de Napoleón III. La reforma urbana emprendida
por el barón Eugène Haussmann, prefecto del Sena entre 1853 y 1870, que
incorpora parte de los suburbios que antes estaban fuera de los muros de la
ciudad parece haber colaborado con el fenómeno.
El nuevo diseño de la
capital concede mayor didáctica a la fractura de clase, define por medio de
contornos más nítidos los espacios burgueses y obreros. Una separación que, a
pesar de no eliminar el contacto entre las clases, permite, por otra parte,
entender la cartografía del confinamiento. Entre 1851 y 1856 la capital amplía
su población en más de 260.000 habitantes. En 1866 tendrá más de 300.000.
La guerra y la crisis general
En Julio de 1870 un conflicto ya bastante anunciado por
escaramuzas diplomáticas y el creciente descontento entre las partes, irrumpe
colocando en campos opuestos a Francia y a Prusia. Rápidamente la superioridad
de Prusia se revela para desesperación de las filas militares enemigas. La
derrota francesa en la guerra Franco-Prusiana, la captura de Napoleón III por
el enemigo en Setiembre de 1870 y la proclamación de la República en ese mismo
mes, no fueron más que otros hechos relevantes para la composición de un cuadro
general de enorme inestabilidad política.
El cerco a París, que
duraría hasta enero del año siguiente, las privaciones de libertad que
sufrieron los habitantes de la ciudad en esos meses, la claudicación del
gobierno de “Defensa Nacional” sobre
la bandera de la República, todo eso dará a los estratos sociales subalternos
motivos de sobra para una insurrección. En ese período, según el censo de 1866,
la ciudad contaba con 1.875.264 habitantes, y en cuanto a todo el contingente
poblacional del Departamento del Sena era un poco más de 2 millones (DUPEUX,
1972, p.49).
Después del 28 de enero de
1871, fecha de la firma del armisticio con Prusia, frente a los términos vejatorios
del acuerdo, en el cual, además de una pesada deuda de guerra, el gobierno se
comprometería a entregar parte de su territorio al invasor, el pueblo francés
se muestra claramente insatisfecho. Una situación que será agravada por las
elecciones del 8 de febrero, que confirma una Asamblea Nacional cuya
composición favorecía a los monárquicos legitimistas y orleanistas burgueses. A
los ojos de la capital, el gobierno de Defensa Nacional incurría en múltiples
traiciones.
Ante los hechos, la
Guardia Nacional, señalada por los conservadores como una de las instituciones
responsables del mal rumbo de París, toma para sí la defensa de la República.
Concretamente, a partir del 15 de febrero los guardias nacionales pasan entonces
a discutir su organización sobre la forma federativa. En la asamblea general
una comisión electa expone los resultados de ese esfuerzo a los demás guardias
nacionales. La nueva regulación delibera por la formación de un comité central
constituido por comandantes electos por las guardias de las varias
subdivisiones administrativas de la capital, más allá de otros tres
representantes de cualquier patente. Tal proceso contará con la colaboración de
guardias nacionales de los 18 distritos de la ciudad. Los 254 batallones de
París, reunían 300 mil individuos de varias patentes. Más de la mitad del
contingente había ingresado durante el cerco prusiano y en su abrumadora
mayoría, eran oriundos de los barrios más pobres.
El día 24 de Febrero es
creada la “Federación de la Guardia
Nacional”, con la presencia de 2 mil guardias. Su primera tarea, señalada
públicamente en un documento, es proteger algunos de los barrios de la capital
de la ocupación prusiana, prevista en los términos del armisticio. Sin vacilar,
la Guardia Nacional, representada por su Comité Central, rescata 227 piezas de
artillería y ametralladoras que se habían obtenido a instancias del pueblo de
París.
La desafección de los
parisinos con su gobierno empeora cuando, sobre finales de febrero, los diarios
confirman la ocupación de los barrios, seguida del desarme de los ciudadanos y
la confiscación de las piezas de artillería. Los clubes y la propia Guardia
Nacional salen a la calle con bandera rojas y gritando contra el gobierno y los
invasores prusianos.
Los miembros de la
Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) adhieren completamente a las
manifestaciones. Con ellos están el Comité Central Republicano de Defensa
Nacional de los Veinte Distritos de París y la Federación de las Cámaras
Sindicales y de las Asociaciones Obreras, que en refuerzo de esa actitud,
formalizan un pacto con el Comité Central de la Guardia Nacional.
Los 30 mil prusianos que
entran a París el 1 de Marzo son recibidos con hostilidad por parte de la
población. Ante tal situación el gobierno decide finalmente tomar de las manos
de la Guardia Nacional las piezas de artillería de los fuertes de París. El día
18 de Marzo, algunos destacamentos del ejército salen de sus cuarteles con
órdenes de ocupar puntos estratégicos de la ciudad.
La operación gubernamental
que se preveía sin mayores inconvenientes, fue repudiada en los barrios por
parte de las mujeres obreras. Éstas, que en los últimos días venían ocupando
las calles, claman por la resistencia. La inmediata adhesión de la Guardia
Nacional acaba por provocar un desenlace inusitado. Ante la determinación de
los guardias, apoyados entusiastamente por la población, las propias fuerzas
del ejército terminan por adherir al movimiento. En la práctica, París caía en las
manos de la Guardia Nacional y del pueblo insurrecto.
La institución de la comuna
El día 19 de marzo el Comité Central de la Guardia Nacional, a
través de un decreto, llama al pueblo al sufragio. El edificio del Hotel De
Ville, de la prefectura de París, quedaba ocupado por la Guardia Nacional hasta
la comprobación de los votos y el nombramiento de los electos para la formación
de la Comuna. Las elecciones son anunciadas para el día 26 de marzo.
El día 26 de marzo se
llevan a cabo las elecciones. Los resultados revelan los nombres de poco más de
70 nuevos representantes. De éstos, 25 eran obreros y todavía dentro de ese
reducido universo eran minoritarios los internacionalistas. La mayor parte de
los electos eran muy jóvenes, tenían menos de 25 años. Por tal motivo fue
aclamado el veterano Charles Beslay (Cf. BESLAY, 1979), un reputado prouhdoniano,
como presidente de la primera sesión del nuevo gobierno.
Cabe añadir que la Comuna
obedece a la lógica de los “mandatos
imperativos” (Cf ZAIDMAN, 2007), según el cual los electos podían ser
sustituidos en cualquier momento por petición pública. Sus salarios no podían
exceder la media de rendimientos de un trabajador calificado de París, además
de eso, su mandato era, ante todo, de sus electores residentes en los barrios.
Para la gestión de la
Comuna fue creada una décima “Comisión
Ejecutiva” a ser integrada por miembros ya escogidos para las demás
comisiones. Las demás comisiones eran: de Guerra, Finanzas, Seguridad General,
Enseñanza, Subsistencia, Justicia, Trabajo y Cambio, Relaciones Exteriores y
Servicios Públicos. Eran todavía, todas por fuerza de su diseño y su
concepción, simultáneamente ejecutivas y legislativas.
Las fuerzas
político-ideológicas dentro de la Comuna eran diversas. La llamada “mayoría” era de concepción jacobina y
blanquista, esencialmente centralista. La “minoría”
era formada principalmente por socialistas revolucionarios, de orientación
federalista. Curiosamente la orientación final de la Comuna acabó siendo de la “minoría”.
A pesar de las muchas
adversidades, la Comuna en sus 72 días de vigencia emprendió esfuerzos en las
siguientes direcciones:
a)
Política. Supresión del ejército
permanente (1)
y sustitución por el pueblo en armas; separación entre la Iglesia y el Estado,
abolición de los cultos religiosos, establecimiento de la elegibilidad de los
extranjeros, adopción de la bandera roja, símbolo de “la unidad federativa del género humano” y del calendario
revolucionario de 1789.
b) Social y laboral. Ajuste de los rendimientos de los funcionarios
públicos de acuerdo con sus salarios de obreros manuales, supresión del trabajo
nocturno en las panaderías, fin de las multas impuestas a los trabajadores por
los patrones en establecimientos comerciales y fábricas, reorganización del
trabajo femenino, definición por parte de la administración comunal en lo que se
refiere a los salarios de los trabajadores en sus diversas funciones, extensión
de plazos para el pagamento de alquileres y adaptación de nuevos términos de
los contratos anteriores, moratorias de tres años para las deudas, devolución
de artículos empeñados por los obreros que no excedieran los 20 francos,
principalmente instrumentos de trabajo y libros, institucionalización de la
pensión para los heridos, viudas e hijos huérfanos e ilegítimos, fin de las
multas sobre los salarios, fijación de los salarios en los 6 mil francos
anuales, fijación de los contratos de los profesores en 2 mil francos. Oficinas
abandonadas fueron colocadas para la disposición de los trabajadores, bajo el
control de sus organizaciones sindicales, generalización de las 10 horas para
las jornadas de trabajo, estímulo a los ateliés cooperativos en el predio del
Louvre encargados de preparar las fábricas de armas, institución de un crédito
estatal para la creación de asociaciones de trabajadores, mutualistas con tasa
de pago anual de 5%, predios vacíos destinados a trabajadores sin casa en los
años que fueron desalojados por los bombardeos y además establecimiento de
gratuidad de la educación que también debe ser laica y politécnica.
c) Jurídica. Confiscación de bienes raíces, abolición de los
procesos ordinarios dando a ambas partes derecho de voz y amplia defensa,
organización de un tribunal civil en París, elección para la magistratura,
organización del jurado y el juicio por los pares.
Cabe resaltar, que el
grupo internacionalista, tomándose este en el sentido ideológico más amplio
como socialista revolucionario, era el único con un proyecto económico
definido. Basados en las propuestas de Pierre-Joseph Proudhon, no sólo estarían
en los cargos de administración y de finanzas de la Comuna, sino que también
serían los responsables directos e indirectos de la subsistencia de París en
los días siguientes al 18 de marzo.
A los jacobinos y
blanquistas les cupo la defensa, seguridad y justicia, aunque también
participaron en trabajos en distintos barrios, muchos de los cuales estaban por
fuera del ámbito formal del gobierno.
El papel desarrollado por
las mujeres en la Comuna no fue menor. Consideradas por el código civil del
1804 como dependientes directas de los maridos, sin el consentimiento de los
cuales no podían desempeñar ninguna función productiva en la sociedad, durante
el cerco prusiano las mujeres encabezaron la apertura de comedores públicos que
atendían en los barrios a los más necesitados. Orgánicamente ligadas a “los clubes” políticos, las mujeres
promovieron y estructuraron proyectos de gran importancia para los suburbios,
algunos de los cuales sobrevivieron a la propia Comuna.
En Montmartre, en el 18°
distrito, Loise Michel,(2) en compañía de otras mujeres, desarrolló importantes
iniciativas. En este barrio fueron fundadas escuelas públicas, de carácter
laico y gratuito, a las que asistían los hijos de los trabajadores. También
inauguró comedores colectivos y otras formas de recepción de huérfanos y
desvalidos de París.
La guerra civil y la política de
la Comuna
El domingo 2 de abril, la artillería de Versalles arroja sus
primeras granadas sobre París. Reaccionando de inmediato a lo ocurrido, la
población corre hacia los barrios a levantar las barricadas. Cañones son
arrastrados para las murallas de las puertas Maillot y de Ternes, y en el medio
de la tarde, 50 mil hombres pedían impacientes avanzar sin más obstáculos sobre
Versalles.
Pero en realidad, el ejército
de la Comuna no estaba preparado adecuadamente para la confrontación. La
Guardia Nacional, a pesar de alguna experiencia adquirida durante el cerco
prusiano, no estaba pronta.
Sin embargo las
circunstancias no permitían aplazar más la lucha directa. Ya en las primera
escaramuzas con el enemigo, las fuerzas communards mostraron su debilidad.
Sobraba coraje, osadía y heroísmo, pero faltaba el resultado, las batallas se
sucedían y no había victorias. Los comandantes de la defensa de París se
turnaban en el cargo, primero Gustave Paul Closeret, escogido de prisa, después
Nathaniel Louis Rossel, ambos con poco suceso en sus respectivos desempeños. La
Seguridad General y la Policía de París tenían problemas también. Los espías de
Versalles andaban por la ciudad sin mayores dificultades.
En la comisión de
educación, por otra parte, Eduard Vaillant, toma algunas medidas importantes:
retira de las sala de aula los crucifijos, llama a todos los individuos que
habían estudiado en los barrios las cuestiones pertinentes a la educación para
formar subcomisiones; le encarga a otra subcomisión la tarea de organizar la
enseñanza primaria y la educación profesional para ambos sexos, más allá de inaugurar
escuelas públicas y gratuitas.
En la Comisión de Trabajo
y Cambio, Léo Frankel, establece como objetivo esclarecer y modificar las
relaciones de trabajo, privadas y públicas. Pretendía también rever los códigos
aduaneros, los impuestos directos e indirectos, contando para tal con el apoyo
de los propios trabajadores.
En cuanto al gobierno de
la comuna se esforzaba por llevar adelante las muchas reformas reclamadas por
la población y por la misma AIT, los versallenses no dejaban de actuar para ampliar
su poderío militar. Es en ese período que Thiers negocia con el canciller
alemán Otto von Bismarck la libertad de miles de soldados que habían caído como
prisioneros durante la guerra con Prusia.
Frente a la sucesión de
derrotas ante las tropas de Versalles, después de una gran polémica, oponiendo
a la “mayoría” y a la “minoría”, sería creado el Comité de
Salvación Pública con el fin de aumentar la eficacia de las acciones militares
de la Comuna.
Ofensiva final y el epílogo de la
Comuna
El día 17 de mayo el plan para el golpe final a la Comuna
recibía sus últimos retoques. Gracias a la multitud de espías distribuidos por
la capital, los generales de Versalles ya tenían el mapa de los puntos frágiles
y las brechas a utilizar para infiltrar sus soldados. En el día 22 las tropas
inician la ofensiva final. Los soldados al mando de Versalles, en poco tiempo,
ya estaban dentro de los muros de la ciudad y eran suficientes para formar
columnas.
Finalmente, a las cinco de
la mañana, el primer proyectil de obús cae sobre París. A esa altura, al menos
dos distritos, el 15º y el 16º, ya estaban en manos de los
contrarrevolucionarios. Cerca de 130 mil soldados de las tropas invasoras ya
habían cruzado las puertas de la ciudad.
En el día 23, Batignolles
y Montmartre ya se encontraban en manos del enemigo. Si quedaba aún alguna
esperanza para la París insurrecta, estaba en la otra margen del Sena, en la
Rive Gauche, donde se encontraban los distritos 5º, 6º, 7º, 13º, 14º y 15º.
En la Prefectura, los
delegados de la Comuna, aquellos que aún no estaban en las barricadas, y el
Comité de Salvación Pública, publicaban decretos recomendando a los obreros en
resistencia el incendio de los predios en los cuales los versallenses
estuvieran atrincherados y también autorizando la requisa de víveres y
herramientas necesarias para la manutención de las barricadas.
Antes del final del día,
reuniendo las últimas fuerzas, la Comuna, el Comité Central y la Comisión de
Guerra realizan un encuentro en la administración del distrito 11º. Al día 22
de mayo, la bandera federada aún era izada en los distritos 11º, 12º y 19º y
parte de los distritos 3º, 5º y 13º. Ya con la Comuna dispuesta en las
barricadas y no más en la legislatura y con el Comité de Salvación Pública ya
disuelto, el Comité Central de la Guardia Nacional asume la función directiva
de las acciones contra el enemigo.
La victoria definitiva, el
día 28, deja detrás la estadística de 4 mil muertos en la confrontación directa
en las barricadas y más de 20 mil fusilados por las tropas del gobierno de
Versalles. En los conteos generales, el resultado será de más de 30 mil muertos
según las estimaciones parciales. Quien no fue fusilado acabó preso en las inmundas
cárceles francesas o fue deportado a las colonias.
Reflexión general
En junio de 1871, Bakunin escribía sobre los recientes
acontecimientos de la Comuna:
Soy un partidario de la Comuna de París, que, por haber sido
masacrada, sofocada en sangre por los verdugos de la reacción monárquica y
clerical, se tornó aún más viva, más poderosa en la imaginación y el corazón
del proletariado de Europa; soy su partidario, sobre todo porque ella fue una
negación audaz, bien formulada, del Estado. (Bakunin, 2008, p.118).
Según su juicio, el Estado
no podía resistir a la revolución social. En ese texto analítico sobre la
Comuna, sintomáticamente, el revolucionario ruso identifica los socialistas
revolucionarios de París como anarquistas.
Con menos reverencia al
episodio revolucionario, Marx registra en el texto “La Guerra Civil en Francia”, inicialmente escrito como
pronunciamiento del Consejo General de la Internacional sobre los
acontecimientos, una opinión simultáneamente elogiosa en sus realizaciones como
crítica con sus límites:
La clase obrera no se puede limitar a apoderarse de la máquina
del Estado tal como se presenta y servirse de ella para sus propios fines. El
poder estatal centralizado, como sus órganos omnipotentes – el ejército
permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura – órganos
creados según un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo,
proviene de los tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la naciente
sociedad burguesa como un arma poderosa en sus luchas contra el feudalismo.
Mientras tanto, su desarrollo fue retrasado por todo tipo de construcciones
medievales: derechos señoriales, privilegios locales, monopolios municipales y
cooperativos, códigos provinciales (…) Después de cada revolución, que señala
un paso adelante en la lucha de clases, se revela con trazos cada vez más
nítidos el carácter puramente represivo del poder del Estado. (Marx, 1977, p. 194).
Marx suma a su defensa de
la Comuna una crítica violenta a la centralización del Estado, lo que no deja
de ser curioso. Dice:
Una vez establecido en París y en los centros secundarios el
régimen comunal, el antiguo gobierno centralizado tendría que ceder lugar
también en las provincias al gobierno de los productores por los productores (…). No se trataba de destruir la unidad de la nación, por el contrario,
de organizarla mediante el régimen comunal, convirtiéndola en una realidad al
destruir el poder estatal, que pretendía encarnar aquella unidad, independiente
y situado por encima de la propia nación, en cuyo cuerpo no era más que una
excresencia parasitaria. (Marx, 1977, p.198)
En caso de haber
triunfado: “el régimen comunal hubiera
devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta entonces venían siendo
absorbidas por el Estado parasitario, que se nutre a costas de la sociedad y
frena su libre movimiento”.
En general, la Comuna
innovó bastante. Proyectó sobre su tiempo, y más allá de él, una sombra
amenazante y difícil de ignorar. Aun habiendo golpeado simbólicamente las
estructuras jerárquicas, los privilegios y la sociedad de clases, aterrorizó a
la burguesía que intentó tapar la represión brutal con el más ignominioso
silencio. Marcó dramáticamente el siglo XIX y dejó profundas marcas en los
escritos relativos a las cuestiones obreras después de ella. Las medidas y
actos concretos durante la Comuna, tal vez aún más que sus decretos, no solo
llevaron a cabo parte de las aspiraciones de Proudhon y Bakunin, sino que hasta
llegaron más allá de las intenciones de los referidos socialistas federalistas.
Fueron también las tradiciones populares, sumadas al empeño de los sectores
organizados de la Internacional, no exceptuando obviamente blanquistas y
jacobinos, que posibilitaron erguir la bandera roja en el Hôtel De Ville de
París.
En el entendido de André
Decoufle, la toma de París, entre el 18 de marzo y el 28 de mayo, dio lugar a
instituciones de un nuevo tipo e innovó principalmente en lo que se refiere a
las relaciones entre gobierno y gobernados. Estableció la “soberanía popular” a través del “poder revolucionario” que separó al gobierno “regular” para Versalles y entregó en las manos de los parisinos su
propio destino.
La Comuna no podía crear
políticamente sin destruir socialmente. Todo el edificio social tenía que ser
derruido para dar paso a las condiciones materiales para la transformación
política. Aunque el proceso instituyente no se haya completado, pudieron
observarse algunas transformaciones relevantes. La obra creadora de la Comuna
dio lugar a la irrupción de mecanismos democrático-radicales permitiendo el
surgimiento de un sin número de iniciativas sumamente originales. Al decir de
Cornelius Castoriadis (1992, p.170), sirviéndose de la Revolución Francesa, los
communards habrían resistido la tentación de “asentar la libertad en la negación de la libertad, o confiar su
guardia a su enemigo principal”. Fue así autoinstituyente, creó su propio
camino, en las fibras musculares e inteligencias de muchos de sus
protagonistas, en los barrios, las calles y principalmente en las barricadas.
Más que la “última revolución plebeya” (3) o
“la primera revolución proletaria”,
la Comuna fue una experiencia instituyente. Por todo eso, se tornó “una línea divisoria de los tiempos – y,
simultáneamente, de los pensamientos, costumbres, curiosidades, leyes y de las
propias lenguas – marcando un antes y un después absolutamente antagónico y
aparentemente irreconciliable” (4). Como sea, la Comuna logró definir en su
práctica concreta aspectos fundamentales para la democracia popular del siglo
XIX.
NOTAS:
(1) Bakunin ya había defendido en un artículo
publicado en el Progreso, del 15 de Mayo de 1869, una tesis semejante. En el
contexto de la guerra Franco-Prusiana: “para
los republicanos, para los partidos del Estado, del orden público y de la
disciplina, este dilema (militarización o guerrillas) es insoluble. Para nosotros, los socialistas revolucionarios, no
presenta ninguna dificultad. Es claro que deben desobedecer: deben rebelarse,
romper esa disciplina y destruir la organización actual del ejército regular (…) debe aniquilarse ese Estado fantasma,
impotente para hacer el bien, pero poderoso para hacer el mal”. (Maximoff
org., 1978, p. 331).
(2) Loise Michel (1830-1905), una de las
destacadas anarquistas francesas y figura de la Comuna de París, colaboró en la
implementación de las escuelas y en la defensa del barrio de Montmatre. Como
pena por su compromiso el gobierno la condeno al destierro al área colonial de
la Nueva Caledonia donde regresaría en 1880 después de haber apoyado la rebelión
de la etnia Kanac. Su condición de escritora y poetisa le ayudaron a expandir
su pensamiento. (Cf Auzias, 2003).
(3) En ocasión de las conmemoraciones del
centenario de la Comuna de París en Francia, en mayo de 1971, se dio un gran
debate que fue resumido, en sus líneas generales, por una conferencia de
Jacques Rougerie (Rougerie, 2001, p.122). Imbuido de este espíritu y
encontrando razones para concordar con Rougerie, Daniel Aarão Reis Filho
afirmaría que “El estudio minucioso de la
experiencia de los communards parisinos, comparándola inclusive con los
movimientos revolucionarios del largo siglo XIX, evidencia la Comuna de 1871
como heredera directa de las tradiciones de la Gran Revolución Francesa y de
las insurrecciones urbanas de 1830 y 1848 (…) En este sentido la Comuna de París es el fin de un ciclo, la forma más
acabada de un proyecto de resistencia al Orden, la última revolución de una
plebe urbana, factor de constante inestabilidad, pesadilla y mala consciencia,
turbulencia y peligro para los hombres buenos”. Esta tesis se opone a la
tradicional concepción de Marx, según la cual, la Comuna habría sido “la primera revolución proletaria”. (Reis
Filho, 1997, p. 12).
(4)
Definición de Chateaubriand de lo que representa una revolución, interpretada
de esta forma por J.P. Richard y citada por Decouflé con el siguiente
complemento: “Atribuye a la revolución su
espacio físico originario: el espacio de un círculo cuya circunferencia es
trazada hasta el infinito por un arquitecto misterioso, un dios o un pueblo”.
(Decouflé, 1970, p. 7).
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* Alexandre Samis: Autor de este artículo es docente del departamento
de Historia del Colegio Pedro II, doctor en Historia Social por la UFF y autor
de los libros:
Clevelandia: anarquismo, sindicalismo y represión
política en Brasil, San Pablo/Rio de Janeiro:
Imaginario Achiamé, 2002;
Mi patria y el mundo entero: Neno Vasco, el anarquismo y el
sindicalismo revolucionario en dos mundos. Lisboa: Letra Libre, 2009 y
Negras Tormentas: el federalismo y el
internacionalismo en la Comuna de París. San Pablo: 2011.
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