Entrevista
con el artista Hip-hop Vicente Durán “subverso”
A subvertir la rima
Por Luis
Martín-Cabrera
Publicado por Red Latina
sin fronteras
15 mayo, 2016
Subverso, su verso, el verso que viene de abajo, que brota
del pueblo, imagino.
Pero también, sospecho, “subversivo” para no cederle al enemigo
ni siquiera esa palabra abyecta con la que trataron de hacer desaparecer a una
generación entera de militantes a ambos lados de la cordillera en los años 70:
arte popular para subvertir el sistema, “verso
a verso, golpe a golpe”, como diría Antonio Machado, ése otro poeta del
pueblo.
Vicente Durán, “Subverso”, creció entre Santiago y
Detroit al calor de la música popular latinoamericana que, seguramente,
escuchaban sus padres, exiliados miristas. En Detroit, cuna de la industria
automotriz norteamericana, pero también del inconfundible sonido de la Motown,
creció en el barrio latino y conoció la realidad del gueto, de las injusticias
sociales, del racismo y la pobreza, la parte oculta de los Estados Unidos. Su
música, sus rimas, son probablemente el resultado de la fusión de esos ritmos y
realidades del Norte con la realidad y los ritmos del Sur: PublicEnemy y Violeta
Parra, Víctor Jara y Gil Scott Heron tocando juntos, saltando por encima de
todas las fronteras, en ese esperanto de todos los sures del mundo que es la
cultura hip-hop.
Pero Subverso fue primero poeta y sólo después de los veinte empezó a
hacer rap. Al llegar a Chile, alrededor del cambio de milenio, encontró sus
calles llenas de grafiti y de una
multitud de jóvenes inmersos en la cultura hip hop local. De ahí salió Conspirazión y el disco Apaga la tele. Más tarde se uniría a
distintas redes, como Hiphoplogía,
siempre ancladas en el trabajo de organización poblacional, rapeando desde el
territorio, creando conciencia y educando desde un arte para la acción. Su hip-hop
no sólo es testigo, sino partícipe directo en los movimientos sociales, del
movimiento estudiantil a la resistencia mapuche, pasando por todas las formas
de organización poblacional.
Vicente llega un poco
tarde a la entrevista. Quedamos en una estación de Metro de la Florida para ir
a una fuente de soda o a algún lugar para conversar, pero rápidamente cambia de
plan (o tal vez era el plan original) y me lleva a una plaza con un par de
bancos solitarios y un jardín a medio regar, “me gusta traer a la gente acá para conversar”, me dice. Desde el
banco se divisan unos grafitis sobre las columnas que sostienen las vías del
metro y la autopista que corta el barrio en dos.
Apenas comenzamos a
hablar, aparece un viejo con unas gomas para regar. Al principio pensamos que
se trata de un empleado municipal, pero pronto nos damos cuenta que está simplemente
juntando distintos trozos de manguera con algún fin que no logramos descifrar.
De vez en cuando nos habla, creo que no entiende bien qué hacemos a esa hora de
la mañana sentados en una plaza, pero tiene sentido juntarse a conversar de
hip-hop y política en un lugar así, un espacio público y popular en este Chile
donde el neoliberalismo amenaza con privatizar hasta el aire, un aire que hoy
está particularmente contaminado por culpa de una empresa de basura que ha
cubierto la ciudad de una nube tóxica.
.- ¿Qué diferencias ves entre el hip hop producido en Estados
Unidos y el hip hop que te encontraste en los 2000 cuando llegaste a Chile?
Durante la década pasada el hip hop chileno mantuvo muchas de
las características que tuvo en su origen estadounidense, se mantiene muy unido
a los barrios en los que nació, pero en Estados Unidos hay una industria
musical de millones y millones que va transformando tanto la imagen pública
como el imaginario que la gente tiene del hip hop. En Chile se mantuvo por
mucho tiempo esa esencia más ligada a la realidad.
Hoy día existe un poco más
de “mercado”, de posibilidades de
ganarte la vida, pero el hip hop se hace como en todo Latinoamérica y en todo
el mundo, un poco por amor al arte y también por la necesidad de comunicar,
porque hay algo que decir. En algunos casos, también por una necesidad de transformar
la realidad. El hip-hop chileno se ha mantenido más o menos fiel a sus
orígenes, es el hip hop estadounidense el que ha ido cambiando a medida que ha
ido llegando la plata, siempre hay excepciones a eso, pero el mercado del rap
en Estados Unidos está muy dominado por el tema de quién lo financia y quién es
el consumidor.
.- ¿Por qué existe una identificación tan fuerte entre rapero
y poblador al punto de que casi parecen sinónimos? ¿Por qué arraiga tan fuerte
en las poblaciones?
Porque el hip-hop nace desde la cultura popular, cuando nace
en Estados Unidos, lo hace en los sectores más marginados, en particular muy
ligado a las comunidades de clase trabajadora y de raza negra y latina en Nueva
York y cuando se expande por el mundo sigue esa misma lógica. En todas partes que
uno va encuentra que el hip-hop está ligado a la clase popular: en Brasil es
música de favelas, en Chile es música de población… donde uno vaya el hip-hop
es la expresión de los oprimidos y aquí yo creo que esta identificación ha sido
y será muy fuerte, aunque haya muchos tipos de hip-hop y aunque la clase
trabajadora aquí no sea homogénea en términos de identidad. El hip-hop está muy
ligado al mundo de la población y esa identidad se traspasa a las letras, al
lenguaje, a la forma de interactuar, a las concepciones que uno tiene frente al
poder, al Estado, a la policía, a los ricos. Esa identidad es una cultura muy
fuerte, rebelde frente a lo que coarta la libertad.
En nuestra sociedad todos
somos víctimas de un modelo que hace esa diferencia, es parte de nuestra
dinámica de violencia social. En las poblaciones en particular es donde uno más
ve el tema de la violencia machista que es parte de la relación que mucho de
nuestro pueblo tiene al interior de nuestras familias, la división de roles
desde chicos y chicas… Hay un montón de cosas que nos cuesta mucho transformar
y que depende de las nuevas generaciones irlo transformando en un sentido
positivo. No en el sentido de que la mujer intente igualar al hombre en su
agresividad, en su individualismo, sino más bien de cambiar el chip de los
valores. Es distinto tratar de liberarse como mujer entrando en esa dinámica
patriarcal, que tratar de transformar nosotros esos valores, en valores más
liberadores, más libertarios.
Ahora, por otro lado, otra
de las diferencias que se notan en comparación, por ejemplo, con el gangsta rap
de la Costa Oeste norteamericana es que no hay mucha misoginia en las letras del
rap chileno.
No, esa parte no, porque
eso sí es más castigado socialmente, no está bien visto, aunque hay una doble
lectura ahí, porque no está bien visto en lo público, pero en lo privado se
hace la vista gorda y se mira para el otro lado, en la conversación privada o
en la dinámica al interior del hogar. Tampoco aparece el tema de la
cosificación de la mujer, no está en el hip hop, pero está en el reggaetón, se
alojó ahí el tema de los antivalores sobre la mujer, quizá por eso mismo, es
una elucubración mía, pero quizá por diferenciarse del reggaetón no aparece la
cosificación de la mujer en las letras del hip hop, más que por un
convencimiento político, porque a nivel global al menos desde las canciones de
SnoopDog en adelante, las letras de rap denigran y cosifican a la mujer, pero
acá en Chile, como dices tú, se ha hecho esa diferencia. Es bueno que por lo
menos se evite eso, pero igual hay que revertir muchos años de invisibilización
de la mujer dentro del rap.
.- ¿Por qué no han cuajado tanto los talleres de poesía y sí
los de hip-hop entre la juventud poblacional?
Eso tiene varias respuestas: una es que el hip-hop es poesía.
No lo vemos como algo distinto, es una nueva forma de poesía, distinta, puede
ser un subgénero de la poesía: es tradición oral, es rima, es ritmo, es
métrica, es imagen, metáfora, es color, todo eso lo tiene el rap, de una forma
distinta a la poesía “tradicional”.
Muchos de los textos de hip-hop más creativos no son sencillos, tienen dos
lecturas y tres, tienen esa complejidad, pero a la vez hablando con un lenguaje
mucho más directo. Entonces, yo creo que la otra respuestas va por ahí, a
diferencia de la poesía anterior, estas nuevas generaciones se ven más atraídas
por esta forma más directa, concreta, de comunicar, no tan en clave.
Hay una atracción entre la
juventud de ahora, porque además es algo que cualquiera puede hacer, tu podís
cranear tus rimas en la cabeza, ponerlo en el papel o no, y después rapearlo,
es una cosa muy democrática, que cualquiera puede hacer sin recursos, sin tener
tampoco nadie que te enseñe a escribir rap. Al igual que la poesía, que en
algún momento fue cooptada por lo intelectuales y los académicos de la poesía,
el rap fue cooptado por los dueños de la industria discográfica, pero el cauce
creativo siempre fluye por otro lado, desde abajo, desde el pueblo. No se
necesita un profesor de rap, así como no se necesita un profesor de poesía. Tu
profesor es la experiencia como dice Portavoz en “Puetas subterráneos”, mi referencia bibliográfica fue mi
experiencia.
Llama la atención que a
diferencia de lo que sucede con la poesía o la novela en el hip hop político no
se quedan simplemente en la creación artística, sino que aspiran a pasar a la
acción, “del mensaje a la acción”.
¿Cómo conciben ese paso de la creación artística a la militancia?
Primero te voy a
cuestionar la premisa de la pregunta, hay muchos casos dónde sí va de la mano,
va de la mano…
.- ¿Qué parte de la pregunta?
La poesía, por ejemplo, uno puede mirar la poesía de varios
pueblos combatientes y ahí hay poetas construyendo poesía en lucha…
.- Sí, pero me refiero a la producción literaria más reciente,
si tu escuchas a muchos novelistas o poetas, no todos, pero muchos te dicen,
“yo hago mi novela, mi novela puede ser política, pero cierro el libro y ojalá
que alguien se conciencie, pero en eso yo ya no me meto”, incluso a muchos les
pone nerviosos lo de pasar a la acción, porque entonces es propaganda, no arte.
En cambio, ustedes van de frente, yo he leído citas tuyas y de otros hiphoperos
donde afirman que no aspiran sólo a crear, a concientizar, a educar o a
entretener, sino también a pasar a la acción, parece estar incorporado en la
raíz del hip-hop político.
Sí, pero primero partir por ahí, hay mucho arte popular que
siempre ha ido de la mano con los movimientos y que ha sufrido las
consecuencias de decir lo que uno está diciendo. Hay un paralelo ahí con la
literatura, cuando uno pasa ciertas fronteras de lo que puede decir en el rap,
también ahí cae la mano de la represión. Sí es importante el arte, la poesía o
la música para el pueblo, para enfrentar al sistema. Chile tuvo su caso
emblemático en los noventa con el tema Panteras Negras, pero el otro día hice
un taller y repasamos caso por caso los raperos que han tenido problemas tanto
legales como de represión directa: PublicEnemy lo tuvo en su momento, en Túnez
a las pocas semanas de la rebelión hubo un rapero que estuvo encarcelado, en
Marruecos hay un rapero encarcelado por hablar contra el rey, el caso de Pablo
Hasel en España, el caso de Low Key, un rapero Iraquí Americano, encarcelado
por decir que Estados Unidos estaba bombardeando Afganistán y próximamente se
iba a meter en Siria, ¡lo cual sucedió! Hay momentos en la historia donde un
rapero puede llegar a ser peligroso también.
Para volver a la pregunta original:
sí, concebimos el hip-hop así porque venimos de la población, es difícil
separarse de esa realidad. Quizá también contribuye el hecho de que no hay
millones a ganarse en el rap en Chile, nosotros vamos a seguir viviendo donde
vivimos, con nuestros mismos vecinos y vecinas… si nos politizamos en ese
proceso es inevitable que estemos ligados a ese destino, no lo vemos como algo
separado. Más encima cuando agregas el componente de que creemos en la
educación es inevitable pensar que también la acción es un elemento importante,
no es cosa de decidirlo o no decidirlo, sino que para nosotros es natural
pensar que somos parte de la solución o que podemos serlo y que eso puede ser,
como dices tú, la contribución desde la palabra, pero también desde la acción.
Aparte de los discos
colectivos en los que has participado salidos directamente de las redes como
Hiphoplogía y el disco Apaga La tele,
no has querido grabar discos ni participar directamente de la gran industria
musical ¿por qué? ¿Cómo te relacionas con la gran industria discográfica? ¿Qué
lugar tiene el internet en la producción y difusión de música?
Cuando uno empezó a hacer
rap la realidad era muy distinta, las cosas se han ido transformando muy
rápidamente de la mano de la tecnología, del internet y las redes sociales.
Hace 20 años tener un disco masivamente reproducido necesariamente pasaba por
un estudio de grabación. Hoy día es mucho más accesible, la tecnología, el
computador y el estudio casero permite que se produzcan discos que suenan bien.
Discos, como Escribo Rap con R de Revolución o Movimiento original, hechos
desde la pieza de atrás de la casa, en un estudio casero con las paredes
cubiertas de espuma. Tres amigos que se juntan, uno que trajo un micrófono,
otro un mezclador, se tapan las paredes con espuma, el disco lo subes al
internet y ya está. La tecnología ha hecho que cambie la relación con las
discográficas, hoy día siguen siendo importantes, pero en el mundo del hip hop
es posible difundir tu música de otras maneras, masivamente y lo que es bueno
va a difundirse, ahí la plata no hace la diferencia.
Yo, en particular, trabajo
en otras cosas para vivir, no me dedico al rap profesionalmente. No es que el
rap sea mi hobby, lo tomo en serio, pero no dependo de eso para vivir. Hoy día
los cabros sí buscan poder vivir de la música, pero muy pocos los pueden hacer,
es como cualquier industria del entretenimiento, tiene una élite arriba y miles
y miles abajo que no logran el mismo privilegio, como el fútbol o el deporte.
Un 5% o un 10% pueden vivir bien, incluso algunos pueden llegar a ser
multimillonarios, y millones y millones abajo que lo hacen por la pasión,
porque les gusta, porque lo necesitan hacer, pero que nunca van a vivir de eso.
Esto habla de cómo está constituido el deporte, la música, el arte, el
teatro…bajo los parámetros del capitalismo y los premios y privilegios que eso
implica. Lo importante es que si uno se hace conocido, aunque se difunda y
pueda ser masivamente escuchado, saber que uno es igual que el otro compañero o
la otra compañera de más allá. Es similar a lo que pasa con la dirigencia
social, el dirigente social no es el movimiento, pero puede ser un
representante, un vocero, alguien que pueda tener un rol en lo que son las
ideas de lo colectivo.
.- ¿Cómo compones? Me llama la atención que varios temas tuyos
son prácticamente piezas de investigación. Por ejemplo en Memoria rebelde hay
prácticamente una contralectura de la historia chilena desde una subjetividad
popular, ¿hay un trabajo de investigación previo? ¿Cuál es la trastienda de tu
creación?
Hay distintas formas de escribir rap, distintos enfoques, a mí
y a algunos otros nos gusta pensar lo que vamos a decir, tener un objetivo
claro, cuando es necesario llenar de contenido e información para cumplir con
lo que queremos transmitir. En el fondo eso es para dar argumentos sobre lo que
nosotros sentimos y sabemos que es cierto. Entonces hay una combinación entre
el sentimiento y el argumento y la información concreta, porque también sabemos
que la política no es pura estadística, puros números, sino que tiene que ver
con el dolor, con la rebeldía, con la rabia, con la alegría y el sueño de un
mundo distinto… Para mí muchas de las canciones nacieron de la rabia, cuando
mataron Rodrigo Cisternas, a Matías Catrileo, surgieron canciones, de ver cómo
nos golpean una vez más, siguen las injusticias, la impunidad, muchas veces se
trata de decir “basta”, hay que salir a luchar, a organizarse, no podemos
esperar más. Esa línea está en muchas de las canciones.
Pero a la vez tiene que
ver con ser efectivo y capaz de comunicar bien, con tener argumentos frente al
poderoso, frente al enemigo que miente y comunica muy capazmente a nivel
psicológico, pero que se basa en mentiras, que logra vestir sus mentiras de
forma muy bonita. Frente a eso, nosotros tratamos de desnudar las verdades y de
dar argumentos básicos de por qué creemos que es necesario hacer una
transformación, una revolución. Y ahí hemos cumplido un poco el rol de
periodistas, de ir siguiendo la coyuntura, recopilando antecedentes, haciendo
las entrevistas, leyendo los textos, escuchando los testimonios de la gente que
está en lucha, componer eso y meterlo en una canción, en un argumento.
En el caso de la historia
también hay un trabajo de buscar hacia atrás cuáles son los hitos de nuestras
historias, cuáles son los sujetos que han participado en distintos momentos en
el movimiento social y de traer eso al presente. Hay siempre una lectura histórica,
una lectura del presente, de la coyuntura, de cómo llegamos acá, porque una de
las cosas que hace muy eficazmente el neoliberalismo es olvidar y borrar para
atrás, o sea, que no hay historia, no hay antes, no hay distinto, el mundo es
así, siempre fue así, y siempre va a ser así. El neoliberalismo es muy efectivo
con nuestra gente: siempre hubo pobres, nunca va a cambiar, siempre los
políticos son corruptos. Hay un montón de mitos que se van convirtiendo en
sentido común. Nosotros tratamos de atacar ese sentido común y de mostrar que
no es así, que hay una posibilidad de una política popular distinta, de
superación de las injusticias sociales y que tenemos ejemplos y experiencias
que muestran que los pobres pueden tener otra vida que no esté basada en el
consumismo, en el individualismo…
.- Me impresionó mucho “Lo que no voy a decir”, la canción y
el video que grabaron con Portavoz sobre la represión en la Araucanía, ¿cómo
surge? ¿Han tenido conexiones directas con el movimiento mapuche?
Hay una relación de mucho respeto, de mucha hermandad con
muchos de los sectores movilizados del movimiento mapuche, con comunidades, con
organizaciones. En particular esa canción también surge para dar cuenta de que
el movimiento mapuche también tiene muchos de los problemas que tiene la
izquierda chilena: el desafío de conectar todos esos puntos de resistencia y de
mostrar que también el camino que ellos proponen es muy similar. Lo que muestra
el video es muchas y distintas comunidades en resistencia, muchos casos de represión
y de construcción de alternativas. Esta resistencia además pasa por un análisis
compartido de la historia. De acuerdo con este análisis, hubo un pueblo que
existió por 10.000 años, después hubo un primer invasor que fueron los
españoles, seguido del Estado chileno, hubo una guerra genocida y una
usurpación. En los últimos años la implantación de un modelo extractivista
forestal en la Araucanía ha traído más daños, más costos humanos para las
comunidades, pero a la vez también un resurgimiento de un movimiento, de una
conciencia, de una identidad. El mapudungun hoy día se mantiene y crece como
lengua, todos los peñis reconocen que retener tu lengua y retener tu cultura es
parte importante del movimiento y de la resistencia frente a los invasores.
En este contexto, el tema “Lo que no voy a decir” es un juego con
el silencio y con la palabra, con el hecho de que los werkenes, los voceros,
los weichafes, muchos de ellos han pasado por la prisión política, están
amenazados o enfrentan juicios, los acusan de robo de madera, de ganado y otra
serie de tácticas represivas que son principalmente para lograr silencio. Lo
que los mapuches nos han transmitido en muchos de sus relatos orales es que
ellos se han tenido que organizar y decidir cuándo decir y cuando callar, pero
cuando dicen también van a decir con acción, “vamos a ir con la palabra, pero también vamos a recuperar lo que es
nuestro”, dicen.
.- ¿Qué reacciones produce la canción y el movimiento mapuche
en los sectores populares urbanos? ¿Hay solidaridad, rechazo?
La mayor parte de la población mapuche hoy día vive en la
ciudad, hay una inmigración histórica y una inmigración continua permanente hoy
día. Creo que se ha recuperado un poco el tema de la identidad, del
autoreconocimiento, desde el valor de tener tu apellido, de tener tus raíces,
pero yo creo que falta mucho en términos de solidaridad efectiva, que traspase
la barrera de la aprobación simbólica –de colocar una bandera o de ir a la
marcha el 12 de octubre−, sino que ya más de un apoyo concreto, de una red de
apoyos, de un movimiento mapuche chileno o mapuche y chileno que también diga basta. Lo que pasa en el Sur en el caso
de otros países invadidos y ocupados genera movimientos de solidaridad
internacional con mucha fuerza, con muchos recursos…
Eso es lo que necesita el
pueblo mapuche, apoyos decididos de los que piensan que su lucha nos afecta a
todos; la lucha del pueblo mapuche es una lucha de todos nosotros, porque va a
determinar el destino de una buena parte de este territorio, pero también de
los movimientos sociales. Nos interesa que ellos avancen, falta mucho apoyo
desde los sectores organizados de acá y, en general, falta mucho apoyo
transversal acá entre nosotros: el movimiento estudiantil con el de los
trabajadores, con lo que pasa en la población… Necesitamos esos puntos de
conexión, necesitamos entender que es una misma lucha, un mismo enemigo. Ahí
está la clave de ciertas victorias o ciertos avances, en comprender lo
trascendente que es luchar juntos, golpear juntos.
.- ¿Cómo ves el momento político actual? ¿Cuál es el papel del
hip-hop en este momento en el que parece haberse cerrado el ciclo de protestas
abierto por el movimiento estudiantil, pero no se han solucionado los problemas
que lo originaron? ¿Cómo ves el gobierno de las “no reformas”?
Sí, en general hay desafíos políticos permanentes que no han
variado mucho y otros que van variando en el plano político. Nosotros seguimos
pensando que el principal objetivo es construir organización, espacios de lucha
por los derechos más básicos que nos ha arrebatado el neoliberalismo desde
Guzmán para adelante: educación, vivienda, trabajo digno, salud, que son las
cosas que uno necesita para vivir. Y a partir de ahí ir politizando los
conflictos en el sentido de que tengan que ver con una estructura de sociedad
como la que tenemos, como unir todos esos esfuerzos en función de un movimiento
anticapitalista que logre cuestionar las bases de lo que es el modelo, no
solamente sus aspectos más dañinos o más visibles. Nosotros no queremos una corrección
de la educación mercantil, un poco más humana; no queremos un código laboral un
poco más fácil para trabajadores y sindicatos, sino que queremos una
transformación más profunda. Obviamente eso pasa por ir luchando por pequeñas
cosas que son parte del camino, pero sigue siendo importante para nosotros ese
horizonte utópico y en eso no creemos que hayan variado tanto las tareas de
nuestro pueblo o de la militancia.
Lamentablemente los
tiempos de la política de los poderosos son distintos a los tiempos del pueblo.
Nosotros no estamos hoy día con un pueblo, con una construcción de organización
y conciencia gigante capaz de disputar ese nivel de política o de sentido
común, esa es la tarea. Es difícil pretender que hoy día haya una alternativa
popular o revolucionaria de transformación, eso hay que construirlo. Todo este
tema del proceso constituyente, de un nuevo ciclo de elecciones, son elementos
de la coyuntura que te van diciendo cómo está la lucha social, pero la tarea
particular de nosotros en este periodo es buscar los puntos de unidad ya de una
vez por todas. Hace demasiado tiempo que en Chile estamos muy fragmentados
entres distintas identidades, experiencias, nos hacemos zancadillas entre
nosotros, que no es tan distinto a otros países, pero aquí es demasiado miope
no tener esa visión como más grande, de que todos enfrentamos un mismo enemigo.
Poder trabajar juntos es relevante y trascendente, andamos en esa, por un lado
seguir construyendo poder popular y , por otro, seguir buscando puntos de unión
y, luego, la política institucional… bueno ya sabemos que ellos trazaron un
plan desde hace veinte años donde las reformas nunca cuestionan las bases del
modelo neoliberal.
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