MONCLOVA: EL LATIDO COLECTIVO (4ª sede del Festival de las Resistencias y Rebeldías en contra del capitalismo)
Agencia SubVersiones
30 diciembre, 2014
Fotografías de Xilonen
Pérez, Ingrid Fadnes, Marlene Mondragón, R. Rahal, Cristian Leyva y Heriberto
Paredes
«Somos los hijos del maíz que no han podido destruir»
Es ya la cuarta sede del Festival de las
Resistencias y Rebeldías en contra del capitalismo y al igual que en las otras
tres, el esfuerzo colectivo se respira; organizar un festival con 5 sedes y 3
semanas de duración requiere de grandes esfuerzos, pero sobre todo mucho
corazón.
#FestivalRyR: el Congreso Nacional Indígena Mérida
Publicado el 30/12/2014
Durante
la compartición del Festival de Resistencias y Rebeldías contra el Capitalismo
que se dio en la comunidad maya de Monclova (municipio de Candelaria en
Campeche), tuvimos la posibilidad de recopilar mensajes y entrevistas a
integrantes de diversas luchas que tienen como escenario la península de
Yucatán. Este es un mensaje que abre la difusión de los materiales.
Hemos llegado a Monclova, municipio de Candelaria en el estado de
Campeche, después de entre 17 y 24 horas de camino según las descomposturas
mecánicas –o humanas– de cada vehículo que conformaba la caravana; mismas que
fueron olvidadas al llegar al poblado que por la noche se convierte en
estrellas y grillos al abrigo de los gigantes árboles que lo resguardan.
Esa primera noche cortaron la luz, de acuerdo con
nuestros anfitriones, debido a que la Comisión Federal de Electricidad
(CFE) quitó el poco suministro debido al festival, y en ese intento de agravio
nos regalaron un cielo que no se mira en las grandes manchas urbanas, sin la
interferencia de un sólo foco, únicamente el contorno de la selva se dibujaba.
La pequeña y alejada comunidad, se encuentra a
mitad de la gran sabana selvática –que comienza a ser el ecosistema constante
en Campeche y que se convierte en el rostro de toda la península de Yucatán; su
clima es húmedo y templado. Mientras la noche se extiende sólida debido a la
falta de electricidad, cenamos arroz, frijoles y pan.
Darnos la mano y no soltarnos
Tras la llegada de la caravana del Congreso Nacional Indígena (CNI)
y los integrantes de la Sexta nacional e internacional, se inaugura el festival
tal como fue anunciado por la comandancia del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional: los padres y madres de familia de los normalistas de Ayotzinapa
encabezan las comparticiones, desde su dolor y su fuerza hablan uno a uno.
Sus rostros pronostican una lucha de largo aliento,
que irá forjándose gracias a la unión de las otras luchas, las que estuvieron
enlodadas y enterradas por mucho tiempo, para ahora encontrarse y mirarse de
frente cual espejo. «Nosotros somos las
autodefensas de nuestras tierras, nunca hemos dejado de ser raíz, árbol,
fruto…han florecido nuestras rebeldías», fue el aprendizaje de varias
palabras colectivas.
La rabia a momentos se convierte en llanto, de los
padres, de las madres, de nosotrxs, hasta que por fin las nubes también lloran;
la compartición es pausada mientras la lluvia arrecia lavando tanto dolor, las
gruesas gotas caen refrescando el calor que emana de una tierra verde y llena
de vida, nuestro sur nos escucha y latimos con él.
La palabra sería la materia en bruto para la
compartición de luchas y rebeldías; con «corazón
abierto» transmitieron a través de sus palabras, desde su lengua, desde su
visión del mundo, los dolores de sus pueblos, los sinsabores de sus comunidades
que han sido despojadas de sus riquezas, arrancando sus costumbres y
tradiciones por un sistema económico político y cultural depredador como lo es
el capitalismo dentro de la vertiente neoliberal.
Comienza la compartición y en cada intervención del
CNI, pueblos y luchas indígenas, aún se percibe la herencia de aquella antigua
costumbre de valorar todo a partir de un documento escrito y sellado. Por eso,
en los morrales y bolsas de nylon guardan los títulos de propiedad acumulados
desde tiempos coloniales. El pasado no sólo viaja en la memoria o en las
luchas, también viaja en el equipaje de personas de morena piel. El pasado del
país.
Para esperar que pase la lluvia y calmar los corazones
doloridos tomamos un vaso de pozol en la cancha del pueblo, unos a resguardo de
la lluvia, otros disfrutando sentir el agua lavar las penas y convertirse en
rabia y fuerza para seguir caminando. De pronto la lluvia cede a un sol que
refleja en los árboles la belleza de un pueblo digno.
“Esta es nuestra ONU de los
pobres y de los de abajo... ¡y al aire libre!”: indígena
Purépecha de Nahuatzen, Michoacán
De Sonora a Campeche y de Morelos a Chiapas, los compañeros de las
comunidades indígenas comparten su palabra, que pasa como espejo de unos a
otros: despojo, violencia, desaparición forzada, encarcelamientos, asesinatos.
Los reflejos de las largas historias de los pueblos que han dicho «¡YA
BASTA!»
En la región peninsular se vive una política de
exterminio al pueblo Maya. Los delegados de Mérida, Yucatán, explican que la
historia oficial es una historia mal contada, pues la cosmovisión maya no ha
muerto, no es mero folclor, sino que persiste y el corazón maya quedó
intacto.
En Bacalar, Quintana Roo, las tierras comunales les
han sido prácticamente arrebatadas al ser compradas a cinco mil pesos por
hectárea. Veintiséis mil hectáreas han sido vendidas a familias menonitas,
empresas agrícolas alemanas, filipinas y japonesas.
Es un éxodo campesino provocado, que conjurado
desde las altas esferas del estado junto con monstruos transnacionales, esos
mismos que encabezan la terriblemente mal llamada «revolución verde» y ejecutada por SEMARNAT y SAGARPA junto con la
Procuraduría Agraria, dando el espaldarazo final al rezago económico
provocado en la región.
La comunidad anfitriona de esta tercera etapa forma
parte del Movimiento de Resistencia Civil
No al pago de luz, compuesta por 20 comunidades. Desde el año 2006, exigen
que la energía eléctrica no se privatice y que su administración quede en manos
del pueblo, además de un costo justo con base en las posibilidades de los
usuarios.
«El gobierno lucra con los pueblos, con el pasado indígena del país… pero nosotros y nosotras seguimos vivos, somos el presente.
Hay una luz de esperanza entre tantos escombros, seguimos vivos, somos mayas y luchamos contra el despojo», explican los delegados de Bacalar
Encontrarnos, darnos un abrazo, decirnos que esto
apenas empieza
Hay algo que queda claro: no importan las geografías, los colores, los
dialectos o idiomas, si somos del campo o generaciones atrás nuestros ancestros
migraron a la ciudad o de un país a otro: todos vivimos lo mismo, exactamente
lo mismo, sólo cambian los rostros del verdugo en turno.
También se escuchan las voces de la tribu
Yaqui, que en defensa del río ha emprendido una lucha en la que –como es
regla– sus integrantes han sido reprimidos y encarcelados; tal es el caso de Mario Luna y
Fernando Jiménez, presos políticos desde mediados de este año.
Nuestra libertad no la
cambiamos por el futuro de nuestros hijos, compartimos nuestro dolor con el de
los padres de Ayotzinapa, que muera el mal gobierno.
Como si los 500 años de la noche colonial fueran
mínimos, los pueblos indígenas tienen fresca la memoria de las luchas iniciadas
por el reconocimiento de sus derechos fundamentales. El hilo de la historia es
largo y corto, va del yugo colonial al gobierno actual pero es tan válido el
agravio del siglo XVI como el de este año. Dicen en las intervenciones:
Que el micrófono no sólo sirva
para nuestros dolores sino para nuestras propuestas.
Desde el Refugio de la 72, en Tenosique, Tabasco, resaltan
que México no se reconoce como país migrante de origen o de tránsito; por
lo que no se generan condiciones para detener la migración forzada a la vez que
se repele mediante «políticas de exterminio», en el plan perverso del gobierno
mexicano sin recursos para levantar muros, como en la frontera con Estados
Unidos, se cavan fosas para migrantes. Como los estudiantes y los pueblos
originarios, este es otro grupo incómodo para el gobierno. Mientras tanto,
los países de origen siguen nutriendo su economía con las remesas de sus
connacionales. En medio de esta crisis, el albergue que se encuentra en el
camino de la ruta migratoria en México, es una esperanza para quienes
transitan.
—Necesitamos
tomarnos de la mano y no soltarnos, hermanos, caminar juntos, tragarnos nuestro
luto para seguir con la lucha —así concluyó la compartición del primer día
entre un mar de consignas espejo de la lucha cotidiana. El espíritu de Zapata
vive y el espíritu de lucha renace ante tanta catástrofe para reforzar nuestra
convicción por un mundo donde los otros y las otras tengan la primera palabra,
aquélla que trasciende de cualquier postura partidista… «Somos pueblo y tenemos que hacer pueblo», subraya la voz combativa
de uno de los habitantes de San Pedro Tlanixco.
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