De Madera a la fecha, nuestra sangre sigue latiendo y
muriendo porque lucha
La Voz del Anáhuac,
23 de septiembre de 2014
¿pa’ qué sirvió
la revolución
A 55 años de haberse iniciado la revolución
mexicana, aquella en la que pelearon Villa, Zapata y los hermanos Flores Magón
para que la tierra fuera de quienes la trabajan, en Chihuahua, en 1965,
existían los más grandes latifundios. Esto mantenía viva la lucha agrarista de
los campesinos. Había transcurrido más de medio siglo desde la revolución, pero
las mismas familias con dinero y poder son las que seguían controlando todo y
mangoneaban a los gobernantes.
Como si
ahí no hubiera habido revolución, pese a haber sido el territorio del mayor
ejército rebelde de entonces: la División del Norte, comandada por Pancho
Villa.
-Pues claro, ¿no ves que por eso lo
asesinaron, como habían ya asesinado a Zapata en Morelos y a Ricardo Flores
Magón en una cárcel de los Estados Unidos?
-Sí, y con ellos liquidaron a los
principales contingentes verdaderamente revolucionarios de aquel movimiento. La
‘revolución’ quedó en una pugna por el poder entre los llamados caudillos:
Carranza, Obregón, Calles…
-Y la ‘revolución’ se hizo gobierno,
defendiendo los intereses de las clases adineradas, de los terratenientes, de
los capitalistas, de los industriales, no los del pueblo trabajador.
Entonces se
necesita otra revolución
-Eso explica por qué medio siglo después de
la ‘revolución’ no había en muchas partes del país reparto agrario, por qué los
mismos señores terratenientes porfiristas seguían acaparando las mejores
tierras, por qué los campesinos pobres seguían igual de pobres después de la
‘revolución’…
-Pero los campesinos no se estaban quietos,
seguían peleando la tierra, seguían reclamando que se repartieran los
latifundios entre los peones del campo.
-Y con ellos los profesores rurales,
acompañando su lucha. Eran hijos de campesinos, de trabajadores del campo, lo
que aprendieron en la escuela debía servir para impulsar la lucha campesina a
la victoria.
-Y así levantaron sus demandas agrarias, por
la vía civil y pacífica, pero la respuesta era siempre la represión, los
‘guardias blancas’ de los hacendados, la policía, el ejército.
-Luego endurecieron su estrategia, dejaron
de pedir la tierra, la tomaron, ocuparon tierras que no se trabajaban pero que
pertenecían a terratenientes. Y aunque eran tierras ociosas, los sacaron de
ellas de manera violenta, con el ejército.
-Decían los compas: ‘si son tierras que el
hacendado ni está explotando ¿por qué no nos las reparten a los campesinos? Como
se hacía en décadas pasadas, el gobierno indemniza a los terratenientes y
cumple con la obligación de repartir los latifundios y de que no haya tanta
injusticia…
-Y se explicaba: lo que pasa es que los
gobiernos están al servicio de los ricos. Harán todo lo necesario para proteger
sus intereses, por eso hasta al ejército utilizan para resguardar la propiedad
privada.
-Y es que el pasar del peticionismo a la
toma de tierras fue considerado por el gobierno como una forma de radicalizar
la lucha que de inmediato había que colocar fuera de la ley, y llamó
delincuentes a quienes se atrevieron a entrar en grupos a los latifundios,
montar un campamento y comenzar a trabajar la tierra.
-No eran pocos, iban con toda su familia, con
mujeres, niños y ancianos, decididos a trabajar, a sembrar, a hacer producir
esas tierras abandonadas.
-Pero no. El gobierno cuidaba celosamente
la propiedad privada de los terratenientes, mandaba al ejército a sacar a los ‘invasores’
y como criminales se los llevaba a la cárcel, en el mejor de los casos, porque
frecuentemente había golpeados, heridos, torturados, ejecutados
extrajudicialmente, asesinados.
Los sonidos de
madera
-Se llegó al límite. Frente a esa violencia
oficial no se podía seguir luchando de manera legal, ni civil, ni pacífica.
Surgió la idea de que era necesaria otra revolución, una que resolviera lo que
no resolvió la de principios del siglo, una que trajera por resultado una
libertad verdadera, una que construyera un país donde no se siguieran
enriqueciendo unos cuantos con el trabajo de la mayoría del pueblo, de los
campesinos y los obreros. Una revolución socialista.
-Y muy cerca, en el Caribe, en Cuba, a
fines de la década pasada (en 1959), había triunfado una revolución así. Ese
era un gran ejemplo a seguir y la demostración de que sí es posible ganar en
una revolución, de que ni el estar tan cerca de los Estados Unidos nos lo puede
impedir.
-En un lugar llamado Torreón de Cañas se
reunieron campesinos, profesores rurales, profesionistas, estudiantes
universitarios. Mucho discutieron y llegaron a esas conclusiones: es necesaria
una revolución socialista y ésta tiene que ser armada. En 1964 nació el Grupo
Popular Guerrillero.
-Durante los primeros meses de 1965 se
avocaron a prepararse en teoría y práctica. Estaban decididos a comenzar un
levantamiento. Una las primeras necesidades a resolver era el hacerse de armas.
-Alguien les informó que el cuartel militar
de Madera sólo estaba custodiado por dos pelotones (un pelotón consta de 10 a
12 elementos que pueden subdividirse en dos escuadras de 5 a 6 elementos), es
decir, combatirían contra unos 24 elementos. Así que, si se planeaba bien, era
un objetivo militar que daría al grupo guerrillero su primera victoria militar
y lograrían un buen arsenal.
-Decidieron realizar el ataque en la
madrugada del 23 de septiembre. Habían decidido participar un total de 40
camaradas. Se subdividieron en tres grupos: uno de avanzada, uno central y el
tercero transportando la mayor parte del armamento más potente con que contaban
entonces.
-Pero ocurrió que el grupo de avanzada,
luego de llegar a la ciudad de Madera en la noche previa y no encontrar a los
contactos previstos, lugareños que serían los guías y por el torrencial
aguacero que caía, creyeron que el plan se había pospuesto y se regresaron,
pues además habían percibido un ambiente tenso, como con mucha vigilancia.
-El grupo que transportaba el armamento no
logró llegar por lo intransitable del camino, el torrencial aguacero había
provocado crecidas en los ríos que les impidieron pasar con su carga.
-Sólo un grupo llegó, compuesto por 13
compañeros, entre ellos el propio Arturo Gámiz y el Dr. Pablo Gómez, quienes eran
los principales dirigentes. Todos iban armados, el hecho de que no llegaran los
demás compañeros no los desanimó. En fin, ya estaban ahí, además confiaban en
que dentro del cuartel sólo habría dos pelotones (unos 24 soldados, a lo más),
según se les había informado. Así que, aunque en desventaja, confiaron en que
podría más la conciencia de los combatientes que la disciplina militar y, a la
hora acordada, 5 de la madrugada, iniciaron el ataque.
-Grande fue su sorpresa a ver que en el
cuartel había no los que esperaban encontrar, sino muchos más: había 125
soldados. Además, no los encontraron durmiendo aún, sino ya preparados.
-Esto no fue un combate, fue una masacre,
Aunque los compañeros combatieron hasta el último. Ocho de los trece cayeron ahí
abatidos por las balas del ejército.
-Los caídos fueron: Arturo Gámiz García,
profesor rural y principal dirigente de la guerrilla; Pablo Gómez Ramírez,
médico y profesor de la Escuela Normal Rural "Ricardo Flores Magón"
de Saucillo Chih.; Emilio Gámiz García, estudiante y hermano de Arturo; Antonio
Scobell, campesino; Oscar Sandoval Salinas, estudiante de la Escuela Normal del
estado; Miguel Quiñones Pedroza, profesor rural y egresado de la Escuela Normal
Rural "Abraham González" de Salaices, Chih.; Rafael Martínez
Valdivia, profesor rural, y Salomón Gaytán, campesino de Dolores, Madera.
-Los sobrevivientes lograron huir. Después,
junto con los otros compañeros que no lograron llegar y los que se habían
retirado al creer que por las condiciones adversas la acción se había
pospuesto, trataron de reorganizarse, pero fueron fieramente perseguidos, casi
hasta el exterminio total.
-Cuando la tropa echaba a una fosa común
los cadáveres de los guerrilleros asesinados, dicen que el comandante de la
tropa, un tal Práxedis Giner Durán, vociferó: ‘¿Querían tierra? ¡Dénselas hasta
que se harten…!’
Una explosión de
rebeldía
Tres
años después, en 1968 un movimiento estudiantil que sacudió conciencias en todo
México. Una protesta por abusos policíacos en una vocacional es brutalmente
reprimida y esto desencadena un movimiento grande, de protesta contra la
represión, por las libertades democráticas, que comienza en el IPN, se crece a
la UNAM y posteriormente a la mayoría de las universidades del país. No se
pretendía hacer una revolución, pero el gobierno, desde el principio lo trató
como movimiento subversivo. Nada que se moviera fuera del control oficial podía
ser tolerado. O había ‘intereses
políticos’, o de plano era el preludio a un caos auspiciado por el ‘comunismo internacional’. Los primeros
días (fines de julio) todo el poder del estado, ejército incluido, pretendió
imponerse.
Pero no
pudo, como una ola incontenible, cientos de miles de estudiantes se volcaron a
la calle, los de la UNAM cobijados por su rector, los del Poli rompiendo con
todos les mecanismos de control, desde la organización estudiantil charra hasta
el director general. Y sumándose las Normales, las Universidades de los estados
y hasta algunas privadas. Las calles fueron tomadas, además de las grandes
manifestaciones por miles de brigadas que diario recorrían la ciudad
brigadeando en el transporte público: informando a la población de la verdad
del movimiento y recolectando ayuda para sostener el movimiento, así pronto se
hizo que el movimiento estudiantil era entendido y apoyado por gran parte de la
población.
Así
transcurrió todo el mes de agosto, pero desde la víspera del informe
presidencial, el gobierno desató a sus grupos de golpeadores y formó grupos
paramilitares para hostigar al movimiento. No quería que se viera la mano
oficial, que pareciera que eran ‘ciudadanos’
que no estaban de acuerdo con los ‘desmanes
estudiantiles’.
En
septiembre, cuesta arriba, el movimiento todavía pudo organizar la gran
Manifestación Silenciosa y los festejos de la independencia en los campus
estudiantiles (CU, Casco de Santo Tomás, Zacatenco).
Pero el
gobierno ya había decidido aplastar el movimiento. Faltaba menos de un mes para
que iniciaran los Juegos Olímpicos. Así que el 18 de septiembre, a la
medianoche, el ejército federal tomó la Ciudad Universitaria, sin encontrar
ninguna resistencia. Obviamente seguiría el Politécnico. Entre los días 21 y 22
de septiembre hubo algunos enfrentamientos en Tlatelolco y en Zacatenco. Y ahí
se mostró por parte de los estudiantes del IPN que no entregarían pacíficamente
sus escuelas, que estaban decididos a defenderlas, que resistirían.
Así que
el 23 de septiembre el Casco de Santo Tomás fue sitiado. Todo el día los
granaderos estuvieron arremetiendo para tomar el campus, pero una batalla en
las calles se los impedía, no sólo enfrentaban estudiantes, muchos jóvenes de
los barrios populares aledaños hicieron causa común, pues igual para ellos la
policía es su enemigo cotidiano.
Desde
las escuelas se echaba mano de todo cuanto pudiera servir para la defensa,
desde las clásicas molotovs, hasta otros ejemplos de ingenio, como las ‘ballestas’. Afilando electrodos para
soldadura eléctrica con el esmeril; soldando una cruceta con dos tramos de
ángulo y tensando entre los dos extremos y un punto medio un tramo de cable de
acero, así, en forma de ‘ballesta’,
las ‘saetas’ serían los electrodos
afilados. O el previo derrame de aceite en el pavimento y lanzar una molotov a
la hora que pasan los camiones de granaderos. O tirar canicas y balines al paso
de los caballos de la policía montada. O las bazucas: tubos que guiaban el
disparo de cohetones contra los policías.
¿Coincidencia?
También un 23 de septiembre tomó el ejército el IPN, cuando en 1956 rompieron
la huelga y clausuraron el internado. Esa había sido una gran huelga
defendiendo el carácter popular del IPN, originalmente pensado como opción
educativa para hijos de obreros y campesinos. La Escuela Superior de Medicina,
por ejemplo, entonces también se llamaba de Medicina Rural. Y por eso había
internado en el IPN, para albergar a los estudiantes de bajos recursos que
venían de los estados.
El 23
de septiembre de 1968 sólo pudo ser tomado el Casco de Santo Tomás hasta que
intervino el ejército. Pero por la resistencia y las formas ingeniosas de ésta,
al siguiente día se nos tachó de guerrilleros urbanos. Hay que reconocer que
aunque era reciente, la historia del 23 de septiembre de 1965 en Madera, la
lucha de Arturo Gámiz, era poco conocida entonces.
Pero
1968, pese a la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, vino a echar un balde
de agua sobre muchas conciencias hasta entonces dormidas. Y no sólo quisimos
mantener viva la memoria de nuestros muertos, sino aprender de las otras luchas
populares anteriores. Ya no sería posible prescindir de toda esa enseñanza. Si
no queremos que el 2 de octubre se repita, es decir, que haya más masacres como
esa, tenemos que aprender la historia, la nuestra, pero también la de los
padres y abuelos y, con todo ese bagaje aprender a luchar mejor, más
inteligentemente, más persistentemente, más ingeniosamente.
Armarse o dejarse
matar
Tres
años más y vino otra masacre: la del 10 de junio de 1971. La que sobrevino
cuando se quiso volver a ganar la calle. Los Halcones ya eran un grupo de
choque del DDF desde 1968. Para entonces ya los habían entrenado y armado. Sus
mandos hasta a la Escuela de las Américas habían ido (escuela de contrainsurgencia
del gobierno norteamericano dedicada a impartir cursos de tortura, espionaje,
sabotaje, infiltración, combate y todo lo relativo a la guerra
antiguerrillera). Los estudiantes divididos en diferentes corrientes
ideológicas de izquierda, unos más reformistas, otros más radicales,
difícilmente podían ponerse de acuerdo para realizar grandes acciones
conjuntas. Con sus bemoles algo de esto se consiguió para que saliera la marcha
del 10 de junio. Pero vino la represión y las divisiones se profundizaron.
Para
muchos de los que sobrevivieron al 2 de octubre ya les había quedado claro que
lo que se necesita es una revolución y que ésta no son los estudiantes quienes
la hacen. Las revoluciones las hacen los pueblos. Entonces hay que ir al pueblo
a organizar la lucha, a fundirse con el pueblo y con él emprender ese camino.
De esta
parte del movimiento hubo quienes decidieron hacerse obreros, o colonos, o
campesinos. Pero también hubo centenares, miles quizá, de compañeros que
optaron por las armas. Las masacres del 2 de octubre y del 10 de junio no
habían dejado ya ninguna duda de que en México las vías civiles y pacíficas habían
quedado cerradas. La disyuntiva era: armarse o dejarse matar. Y así surgieron organizaciones
guerrilleras en diversos estados.
En
Guerrero estaban alzados en armas Genaro Vázquez y Lucio Cabañas. Los
sobrevivientes de Madera buscaban contacto con los nuevos grupos combatientes.
En Sinaloa, Sonora, Baja California, Chihuahua, Jalisco, Estado de México,
Distrito Federal y otros estados habían estado surgiendo nuevas organizaciones
guerrilleras.
Pero al
auge revolucionario buscaba aplastarlo el gobierno. Desató a un grupo élite policíaco
y militar que uno a uno fue desmantelando estos grupos.
Cada grupo
solo y por su lado poco lograría, era necesario coordinarse y formar una
organización que coordinara las acciones. Por lo que luego de un proceso de
maduración, contactos, reuniones, consensos, el 15 de abril de 1973 buena parte
de las organizaciones dieron paso a la fundación de la Liga Comunista 23 de
Septiembre, en la ciudad de Guadalajara. La Liga tomó su nombre de la fecha en
que cayó Arturo Gámiz en combate en contra del cuartel Madera y este fue el
nombre de su periódico clandestino.
Entre
las acciones de combate de la LC23S para hacerse de recursos estaban las
expropiaciones a bancos y comercios, el secuestro de industriales, personajes
políticos o diplomáticos, los secuestros también eran una forma de liberar
presos políticos. Hubo acciones en las que se sorprendía a elementos del
ejército o la policía para tomar sus armas. A puerta de fábrica se realizaban
las acciones de propaganda armada, es decir, brigadas de distribución del
periódico clandestino Madera custodiadas por milicianos. También se realizaron
acciones de reintegración de dinero al pueblo, donde se metía en multitud de
sobres el dinero producto de alguna expropiación y se repartían en las filas de
las lecherías populares.
Contra
la LC23S todas las fuerzas policíacas y militares bajo el mando de la llamada
Brigada Blanca. En los primeros años era la detención, el encarcelamiento y la
tortura, pero de 1974 en adelante ya no habría prisión, sería la desaparición
forzada, la tortura, la ejecución extrajudicial o el asesinato (difundidos en
los medios como ‘muerto en enfrentamiento
con las fuerzas del orden’). Centenares de jóvenes con la firme convicción
de que las cosas deben cambiar en México, de que ya estuvo bueno de que un
puñado de ricachones viva de explotar la fuerza de trabajo de los demás, de que
ya basta de un sistema que humilla al ser humano, que todo lo vuelve mercancía,
que nos condena a todos a la miseria, a la desesperanza. No, eso ya no. Debemos
luchar por la dignidad, por la verdad, por la libertad, por la justicia, porque
la humanidad viva en paz; porque trabajemos en colectivo, no para enriquecer a
nadie sino para que todos vivamos mejor; que nadie mande sobre todos, sino que todos
desde abajo decidamos lo mejor para la buena convivencia común. Un mundo donde
el trabajo de todos sea el motor de una sociedad justa, libre, digna. Eso
queremos, dijeron, dijimos, decimos. Ayer fue la masacre, la guerra de
exterminio contra el M68, contra la LC23S, contra todo lo que se saliera del
control oficial. Hoy la persecución sigue, la tortura sigue, la desaparición
forzada sigue, la ejecución extrajudicial sigue, los asesinatos siguen, la
guerra contrainsurgente sigue.
Ayer:
23 de septiembre de 1965, 2 de octubre de 1968, 10 de junio de 1971,… 22 de
diciembre de 1997, 2 de mayo de 2014…
La
sangre de nuestros hermanos, nuestra sangre sigue derramándose, sigue abonando
esta tierra que nos vio nacer y nos verá morir porque en nuestras venas siguen
latiendo Madera, Tlatelolco, San Cosme, Acteal, La Realidad.
Azcapotzalco,
23 de septiembre de 2014.
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