Los movimientos sociales mantienen viva la llama de las grandes protestas que sacudieron Brasil hace un año
José
Manuel Rambla
Fuente:
Nueva Tribuna
26-06-2014
La violencia y la falta de objetivos
concretos limita la participación en las manifestaciones convocadas.
Brasil parece haber conjurado, al menos hasta
el momento, el fantasma de las grandes movilizaciones vividas por el país
precisamente hace ahora un año durante la pasada Copa de Confederaciones. Pese
a que las movilizaciones protagonizadas por diversos colectivos laborales las
semanas previas al inicio del Mundial de Fútbol parecían confirmar los augurios
que señalaban que la protesta volvería a ser la protagonista, lo cierto es que
hasta ahora su impacto está siendo más discreto.
El analista
político Leonardo Barreto considera que esta aparente desmovilización tiene su
origen en el incremento de la violencia durante las últimas manifestaciones. A
su juicio, esté fenómeno se plasma en dos hechos: el protagonismo adquirido por
grupos anarquistas como los blacks blocs
y la muerte de un camararógrafo de televisión el pasado mes de febrero por la
explosión de un artefacto lanzado por unos manifestantes en Rio de Janeiro. En
su opinión, todo ello ha provocado que el “protestante
de ocasión” haya desaparecido de las manifestaciones, haciendo que las
mismas queden reducidas a sectores más militantes y politizados pero, a la vez,
menos numerosos.
“Las protestas perdieron mucho apoyo después
de que ocurrieran esos hechos, porque la gente tiene miedo de exponerse”, señala Barreto.
Para él resulta significativo que “en las
marchas de junio (de 2013) podías
escuchar a los amigos que iban a ir con sus hijos para que las vieran, o por el
contrario los padres piden a sus hijos que se salgan de los actos”.
Precisamente la imagen de un padre obligando a su hijo menor de edad -ataviado
con la estética de los blacks blocs y
el rostro cubierto- a salir de una manifestación fue una de las más divulgadas
por el grupo de comunicación conservador O
Globo.
Ciertamente, todo
el mundo coincide en que la violencia ha desempeñado una importante función a
la hora de explicar la pérdida de apoyos en la protesta. Sin embargo, en lo que
ya no coinciden es a la hora de identificar las responsabilidades de la
violencia. “Nosotros solo respondemos a
la violencia, pero es la policía quien empieza”, comenta un adolescente que
prefiere mantener el anonimato. Él es uno de los blacks blocs que acude a la manifestación convocada por el Comité Popular da Copa de Rio en la
inauguración de los juegos. La mayoría de los que acuden a la cita no superan
los 17 o 18 años. Son poco más de una docena pero centran la atención de todos
los medios de comunicación que acuden a cubrir el acto. También la de muchos de
los otros manifestantes que acuden a la marcha, muchos de los cuales no dudan
en mostrar su simpatía y fotografiarse con estos enmascarados de negro.
Bajo la atenta
mirada del batallón de choque de la Policía Militar que les vigila de lejos, en
los prolegómenos de la manifestación estos jóvenes bailan, se golpean jugando
entre ellos, tal vez nerviosos ante la inminencia de un enfrentamiento que se
presiente. “Es verdad que a veces atacamos
algún banco o algún otro símbolo del capitalismo, pero siempre como reacción a
la violencia policial, intentando atraer hacia nosotros a la policía para
proteger a los otros manifestantes”, comenta uno de ellos, mientras a su
lado otros terminan de cubrirse el rostro. Son conscientes de que están en el
objetivo de los grandes medios de comunicación que les acusan de querer generar
disturbios durante el Mundial. Algunos de estos medios incluso no dudaron en
presentar como real un supuesto y delirante acuerdo con el Primeiro Comando da Capital, organización criminal de São Paulo
dirigida por narcotraficantes desde las cárceles, para provocar el caos durante
la Copa. “Son intentos de criminalizar
los movimientos sociales, nuestra lucha no busca el caos sino mejorar los
transportes públicos, una educación y una salud para todos”, señalan. Ese
día, la protesta se desarrolla con relativa normalidad, sólo algunos forcejeos
al acabar el acto. Varios manifestantes son detenidos, ninguno de ellos
pertenece al black bloc.
De hecho, la
realidad no parece confirmar esa reiterada equiparación entre protesta y
violencia que insisten en realizar los medios de comunicación. Buena prueba de
ello son los casos de agresiones a periodistas registrados en las protestas.
Según un informe elaborado por la Associação
Brasileia do Jornalismo Investigativo, la policía es responsable del 75.5%
de las agresiones sufridas por los periodistas que cubren las protestas. El
fotógrafo carioca Pedro Guimarães es tajante a la hora de denunciar como
habitual los casos de violencia policial. “El
discurso policial basado en el orden funciona de forma binaria, transformando a
todo manifestante en un enemigo del estado, incluso de forma sádica, riéndose
de la vulnerabilidad civil”.
Guilherme Boulos,
coordinador del Movimiento dos
Trabalhadores sem Teto (MSTS), uno de los colectivos que con su lucha por
una vivienda digna más se han implicado en las últimas protestas, también
coincide en destacar la importancia que la presión policial ha tenido en el
retroceso en el número de asistentes a las manifestaciones. “Desgraciadamente este momento se está destacando como un momento
represivo. Se han gastado 2.000 millones de reales (666 millones de euros) solo en el aparato de seguridad de la Copa,
exactamente para impedir que tuvieran un efecto mayor y pudieran crecer durante
el proceso”.
En realidad, son
muchas las voces que alertan de los peligros de esta militarización para la
sociedad. De hecho, el gobierno ha movilizado estos días efectivos del ejército
para lanzar operativos en algunas favelas de Rio de Janeiro y reforzar a la
policía en caso de disturbios. Además, se han aprobado nuevas normativas que
restringen algunos derechos de manifestación. Ante este panorama, Amnistía
Internacional ha impulsada en las últimas semanas una campaña para exigir que
se garanticen en Brasil los derechos de manifestación durante el Mundial. “Ese es el gran legado de la Copa, la
reciente militarización, sea a nivel local con los guardias municipales,
estatal con las policías militar y civil o federal con las fuerzas armadas”,
destaca Sandra Quintela de la Articulação
Nacional dos Comitês Populares da Copa.
Pero no solo la
violencia explica el retroceso de las movilizaciones respecto a las que hace un
año recorrieron el país como un terremoto. También estaría influyendo en este
relativo fracaso, la ausencia de un objetivo claro para la protesta. Así opina
Lucas Oliveira, miembro de Movimiento do
Passe Livre, cuya lucha contra la subida del precio de los transportes
públicos fue el detonante para la explosión de movilizaciones de junio de 2013.
“El año pasado la gente tenía una demanda
muy objetiva. Este año no existe una reivindicación tan concreta”, señala.
Sea como sea, lo
cierto es que las actuales protestas distan mucho de las celebradas hace ahora
un año cuando cientos de miles de personas llenaron las calles brasileñas
mostrando su descontento ante las muchas asignaturas que el gran país del milagro económico continúa teniendo
pendientes. Movilizaciones multitudinarias que se saldaron con ocho muertos,
837 heridos y 2,608 detenidos. Un movimiento que sorprendió por sus dimensiones
y que se articuló en torno a la exigencia de una mejora en el transporte y los
servicios públicos, especialmente la salud y la educación, así como en la
reivindicación de una reforma que afrontara algunos de los males políticos
endémicos del país como la corrupción o problemas en el sistema electoral.
Reclamaciones que obligaron al gobierno a realizar concesiones en todos estos
ámbitos, aunque con resultados desiguales.
En cualquier caso,
Sandra Quintela considera que todavía es pronto para ver qué ocurre con las
movilizaciones durante la Copa y, especialmente, cuál es su proyección más allá
de las competiciones. En este sentido, cree que habrá que esperar para
comprobar cómo se han consolidan algunos de los movimientos surgidos en este
proceso y que impacto político tienen en el país. También el representante del
MSTS considera que no se puede dar por finalizado el ciclo de protestas
iniciado hace un año. “Pensamos que este
proceso, incluyendo sus victorias, traerá una acumulación de experiencias
importante que en los próximos meses y años revertirá en el fortalecimiento de
las luchas sociales”, destaca.
Mientras tanto,
cientos de brasileños mantienen viva estos días la llama de la disidencia y la
denuncia. Y no se dejan desanimar, ni por la amenaza de unos despliegues
policiales que no pocas veces les superan en número, ni por la indiferencia de
los turistas que mecánicamente les fotografían como un atractivo más de Copacabana.
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