Flujos masivos de migrantes rebasan respuestas oficiales en Estados Unidos, México y los países de origen.
Agencia Autónoma de
Comunicación SubVersiones
Y yo pregunto a los economistas políticos, a los
moralistas, si han
calculado el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la
desmoralización, a la infancia, a
la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta,
para producir un rico.
–Almeida
Garret
El éxodo centroamericano continúa.
Cada
vez es mayor el número de migrantes en el contexto mexicano, mesoamericano,
y latinoamericano, que son mujeres, de origen indígena, y/o menores de edad. Ha
sido especialmente notorio en las últimas semanas el éxodo masivo de migrantes adolescentes y otros menores no acompañados,
y de niñas y niños que migran con su madre o como familia, en búsqueda de la reunificación con sus familiares en Estados Unidos. Han
aumentado un 90% estos flujos, llegando a cifras de hasta mil por día y sumando
más de 47 mil detenidos entre octubre de 2013 y junio de
2014 –aproximadamente 10 mil hondureños– en comparación con 24 mil 493 del
año anterior. Son principalmente de origen centroamericano, pero incluyen
también a 11 mil mexicano/as, hasta el punto que el gobierno estadounidense ha
declarado una «crisis humanitaria» en la frontera con México por estos
motivos.
Se programó además una cumbre regional emergente el 20 de junio, en
Guatemala, para discutir el tema, donde participaron el vicepresidente
estadounidense Joseph Biden, los mandatarios de Guatemala, El Salvador y
Honduras, y diplomáticos mexicanos. El éxodo actual plantea la necesidad
de extender un trato humanitario a cada uno/a de estos jóvenes y familias, que
debería incluir medidas especiales transitorias de protección y/o el reconocimiento
de su derecho al refugio o asilo, en aras de la reunificación de sus familias
que han sido divididas en gran parte por los laberintos de las políticas
migratorias estadounidenses. Todo esto rebasa los límites tradicionales de la
definición del refugio o asilo en el derecho internacional, que
tampoco se adecuaron a los flujos masivos de Centroamérica como resultado de
las guerras regionales entre 1979 y 1996 (Aguayo, 1985).
La respuesta del gobierno de Obama a esta crisis ha incluido la apertura de
albergues improvisados con altos niveles de hacinamiento, malas condiciones de
higiene y pocos o nulos servicios de atención psicosocial. Están ubicados en
Nogales, Arizona, y en bases militares estadounidenses en Texas, Oklahoma y
California, previo a lo que se teme implicará la deportación masiva de miles de
estos jóvenes. Estas medidas reproducen respuestas similares ante los flujos
masivos de haitianos y cubanos por el Caribe en los años 80 y 90, que
incluyeron el estreno de la base militar estadounidense de Guantánamo como
centro de detención, mucho antes del traslado y la tortura sistemática allí de
sospechosos supuestamente vinculados al “terrorismo”
después del 9/11 y la invasión estadounidense a Afganistán en 2001.
La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiado/as
(ACNUR) recientemente publicó un informe que documenta las dimensiones y características de la
migración masiva de niño/as y jóvenes menores de edad, muchos de ellos no
acompañados o separados de sus familias, de origen mexicano, guatemalteco,
salvadoreño y hondureño hacia Estados Unidos, de aproximadamente unos 60 mil
menores por año. La cifra correspondiente de migrantes menores de origen
mexicano se ha duplicado en este mismo período e incluye un
aumento muy significativo en el número de menores migrantes detenidos en la
frontera estadounidense: de 13 mil en 2011 a 15,709 en 2012 y 18,754 en 2013.
Las dimensiones de los flujos por territorio mexicano desde Centroamérica y
la región andina se reflejan en el aumento notorio en el número de menores
migrantes detenidos y deportados por autoridades mexicanas de 4 mil 160 en 2011
a 6 mil 107 en 2012 y 9 mil 813 en 2013; un aumento de 137% entre 2011 y 2013.
Las cifras más recientes señalan la persistencia actual de estos flujos, con
855 detenidos y deportados sólo en enero de 2014. En marzo del mismo año
se comenzó a detectar una intensificación de estos flujos, reflejada en la detención
en una sola semana (entre el día 17 y el 24 del mes) de 370 migrantes menores
abandonados sobre la ruta por los que los traficaban, de origen guatemalteco,
salvadoreño y hondureño, principalmente; 163 de ello/as no iban
acompañados.
Se ha ido extendiendo este fenómeno a la región andina, incluyendo un flujo
muy significativo de migrantes menores de edad de origen ecuatoriano en
búsqueda de reunificación con sus familiares en Estados Unidos (FNS 2014).
Muchos de estos menores, sean de la región mesoamericana o la andina, son de
origen indígena; 48% en el caso guatemalteco.
Estas tendencias se reflejan también en el crecimiento del número de
menores no acompañados o separados de sus familias, de origen guatemalteco,
salvadoreño y hondureño, que han sido detenidos por autoridades
estadounidenses: de 4,059 en el año fiscal 2011 a 10,443 en 2012 y 21,537 en
2013, lo que representa un aumento de 432% entre 2011 y 2013. Las cifras se
duplican de 2011 a 2012 y de nuevo entre 2012 y 2013, de acuerdo con el informe
de la ACNUR.
Este flujo migratorio forma parte de otro más amplio, realmente masivo, de
entre 400 mil y 800 mil personas por año. Muchas de ellas, en número creciente,
de origen indígena también. Principalmente desde Centroamérica y la región
andina hacia Estados Unidos, que pasa por territorio mexicano (TICPM 2010).
Este flujo, y su aumento, se refleja en la escalada de casos potenciales de
asilo en la frontera estadounidense con México, de 5 mil 369 en el año fiscal
2009 a 36 mil 174 en el año fiscal 2013; 70% de estos casos involucran a
personas de origen mexicano, guatemalteco, salvadoreño, y hondureño.
Datos del Instituto Nacional de Migración (INM) de 2010 indicaban que
alrededor de 40 mil niñas y niños mexicanos eran deportados o repatriados “voluntariamente” cada año de Estados
Unidos y que casi la mitad llegaban hasta allá sin acompañamiento familiar; a
esto habría que sumar otros 12 mil que son interceptados cada año antes de
cruzar la frontera, aproximadamente 142 por día. En 2009, uno de cada 12
migrantes en tránsito por México era menor de 18 años, en tanto que las
autoridades migratorias de Estados Unidos deportaron 16 mil mexicanos menores
de 18 años, de los cuales el 79% viajaban sin ser acompañados.
El informe de ACNUR también subraya la correlación entre las violencias
multidimensionales asociadas a la pobreza –tanto de origen estatal como la
vinculada a las mafias y delincuencia–, el impacto de la privación material y
los orígenes de los flujos migratorios. Este estudio se construyó sobre la base
de una muestra representativa de más de 400 entrevistas con niñas, niños, y
jóvenes migrantes menores de edad de origen mexicano, guatemalteco,
salvadoreño, y hondureño. Una de sus conclusiones es que además del papel
preponderante del temor fundado a la violencia relacionada con la
militarización de las políticas anti-drogas en los países clave de origen, el
factor de privación material también tiene un peso importante en general a
través de la muestra.
El impacto más contundente de la privación material como factor causal fue
entre los entrevistados de origen indígena, 48% de Guatemala, y 55% de
los entrevistados guatemaltecos señalaron a la «privación» como el principal factor precipitante de su decisión de
migrar. Todos estos factores juntos plantean la necesidad de extender un trato
humanitario a cada uno/a de estos jóvenes y familias, que podría incluir
medidas especiales transitorias o el reconocimiento de su derecho al refugio o
asilo, en aras de la reunificación de sus familias.
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