Viernes 15
de noviembre de 2013
Por autor lunasexta
Por autor lunasexta
Eje: Violencia contra el maíz, soberanía
alimentaria y autonomía Táan U Xu’Ulsaj K-Kuxtal Maní, Yucatán 9 y 10 de
noviembre de 2013
Conmovidos por las dimensiones que ha cobrado el despojo en todo el
territorio de la península de Yucatán y el impacto que está teniendo sobre el
pueblo Maya y al mismo tiempo admirados por su resistencia y espíritu
sostenidos durante 521 años, emitimos este Dictamen en solidaridad y compromiso
con sus luchas.
Los ocho casos y los diez testimonios presentados dan cuenta y son una
muestra apenas, de un proceso mucho más amplio de acaparamiento de tierras y
bienes comunes, de destrucción socioambiental y territorial y de aniquilamiento
de los tejidos sociales que forma parte de un plan orquestado para el
desplazamiento y vaciamiento de los territorios.
El desplazamiento de sus tierras de las comunidades de San Antonio Ebulá,
Campeche; de los ejidatarios de Hopelchén, Campeche; de Chablekal, Yucatán; de
Bacalar, Quintana Roo; de Ich Ek y de los campesinos y campesinas que habitan
X-kix; da testimonio de un proceso brutal que utilizando la violencia, la
corrupción, la complicidad de funcionarios públicos con los intereses privados
y la negación de los derechos de los pueblos está llevando a situaciones sin
salida.
También compartimos la resistencia a la instalación del mega proyecto
comercial Dragon Mart en Quintana Roo, que impulsado por el mismo gobierno estatal
da cuenta de distintas violaciones de derechos humanos y un panorama futuro de
devastación ambiental.
La lucha de las comunidades apícolas mayas de la Península de Yucatán
resistiendo la implantación sin consulta de monocultivos de soya transgénica resistente
al glifosato, que amenaza contaminar y destruir su producción ancestral, dio
prueba de la importancia de la organización y la articulación en los caminos de
lucha.
La resistencia contra la invasión con semillas transgénicas se visibiliza
en experiencias concretas, tal como la del Comité de Defensa de Semillas, que
está conformado por diez comunidades del sur de Yucatán, que llevan más de diez
años asegurando el rescate de la semilla para solo depender de lo suyo, única
manera de seguir viviendo como mayas.
La movilidad humana en la región peninsular está marcada por la migración
centroamericana, que también es población maya, que se dirige a los Estados
Unidos. Todos sus derechos son violentados, en todo su recorrido, por el crimen
organizado aliado a las instituciones de gobierno. Por otra parte se encuentran
los flujos migratorios internos de personas que son expulsadas de Yucatán y
Campeche hacia los grandes centros turísticos de la Riviera Maya, donde el
pueblo indígena trabaja en la construcción, en los servicios o es víctima de la
explotación sexual. Esta zona es el paraíso de los tratantes de personas. Toda
esta violencia tiene su reflejo en la permanente amenaza y persecución de los
migrantes y sus defensores.
La participación de las mujeres no fue meramente estratégica, sino también
inscripta en su identidad. Defensoras genuinas de la naturaleza, ellas
mostraron cómo su presencia en estos espacios políticos y su participación
protagónica potencia la causa de los pueblos indígenas al enriquecerla con la
impronta de su género. También compartieron sus luchas contra el sistema
patriarcal y de violencia dominante y encarnado en las instituciones públicas.
Todos los casos presentados son formas de resistencia alimentadas y
construidas sobre la revitalización de su cultura y éste es un campo rico en
formas creativas de resistencia a la explotación, el despojo y la depredación
del planeta. Esta revitalización se contrapone con los sistemas educativos y de
salud oficiales que también son parte del sistema de opresión y genocidio que
opera en la actualidad.
En el campo de la tierra y el territorio los casos presentados evidencian
un despojo sistemático. En algunas ocasiones, como en el caso de Ebulá, el
despojo ha revestido características violentas. En otros casos, se realiza a
través de mecanismos de enajenación cubiertos de ropaje local. Otros más,
provocando y alentando el proceso de empobrecimiento hasta empujar a las
comunidades a la venta de sus tierras.
Las actuales embestidas del sistema capitalista depredador en crisis y
descomposición se hacen principalmente a través de este despojo. En los casos
visados hoy aparece el despojo territorial, pero no sólo de las tierras
físicas, sino del espacio en que los pueblos desarrollan su cultura, espacio para
seguir siendo pueblos y manejar sus asuntos como ellos quieren a través de la
autonomía.
En todos los casos funciona una alianza entre gobierno y empresas privadas.
Algunos casos, como el despojo contra el ejido de Chablekal, desnudan la
postración de las autoridades frente a los poderes económicos: para permitir y
alentar un desarrollo inmobiliario de lujo, el gobierno implementó mecanismos
legales facilitadores (PROCEDE) por los cuales pudo comprar las tierras a los
campesinos y venderlas en condiciones extremadamente favorables a empresas.
El proceso de despojo también pasa por un mecanismo de destrucción del
tejido comunitario de los pueblos indígenas. No se trata solamente de la
ausencia de mecanismos de consultas que respondan a los estándares del convenio
169 de la OIT. Lo que se busca es fomentar la división comunitaria y la
cooptación de los líderes.
Constatamos que se impone la desregulación ambiental, sin que medie la
intervención eficaz de ninguna de las autoridades involucradas: CONAFOR, RAN, tribunales
agrarios, etc. A veces cómplice y otras protagonista, es casi imposible
encontrar una línea que divida los intereses del Estado y de los empresarios
nacionales o extranjeros que desean el territorio. El despojo se concreta a
partir de que el propio Estado, garante del modelo político y económico
dominante niega la existencia de los pueblos indios y despliega una política
encaminada a su desaparición por exterminio planificado.
La venta de tierras es promovida por instituciones de gobierno que funcionan
como intermediarios en beneficio de los inversionistas, mientras se promueven
proyectos que dividen a las comunidades, rompen el tejido comunitario e
individualizan las decisiones de los ejidatarios, como en Ich Ek, en la
Biosfera de Calakmul. Este caso es especialmente grave por sus contradicciones
ya que la expropiación se realizó en nombre de la creación de una “Reserva de la Biosfera”.
Se ignora el derecho a la consulta, y se imponen políticas públicas para condicionar
el uso de suelo de los ejidos, violentando las relaciones comunitarias y su
vinculación con la Madre Tierra.
Los Tribunales y autoridades agrarias retrasan las resoluciones de los
juicios de tal manera que las comunidades terminan cansándose y abandonando los
procesos; en contraste, las resoluciones en favor de los empresarios que
promueven proyectos encuentran soluciones inmediatas, como en el caso de Dragon
Mart, en Cancún.
Esta preaudiencia nos ha dado la oportunidad de situar los casos de despojo
de tierras y territorios en un proyecto geopolítico más amplio para todo
América Latina que incluye la dominación y control de la producción de
alimentos, la promoción de cultivos transgénicos, la pérdida de la soberanía
alimentaria y un extractivismo impúdico de los bienes naturales convertidos en
mercancía.
Se está imponiendo un sistema agrícola industrializado que implica la
deforestación de la región peninsular con la consecuente destrucción de la
biodiversidad y provoca el desplazamiento de los sistemas agrícolas
tradicionales e inundaciones como consecuencia de la mecanización de los
sistemas agrícolas.
La introducción de los organismos transgénicos en los territorios, que
suele presentarse como una técnica producto de la curiosidad individual y manifestación
de la omnipotencia humana de dominación de lo natural, constituye una
apropiación sistemática e instrumental de la naturaleza; y se convierte en un
instrumento de control territorial, político y cultural.
Esta nueva etapa neocolonial impone tecnologías que deben satisfacer la
organización global del capitalismo sustituyendo los modos tradicionales de
mejoramiento agrícola. La implementación de modelos productivos extractivos impide
profundizar las democracias de los pueblos, tiende a fragilizar los lazos
comunitarios del pueblo maya al ser forzados por la convergencia de gobiernos y
capital corporativo a entregar sus riquezas a través de la apropiación por
despojo del territorio, de sus actividades productivas y de su cultura.
Por eso el extractivismo es una pieza fundamental de esta etapa del modelo
neocolonial. Esa neocolonialidad es una construcción política adoptada para
Latinoamérica como mecanismo de saqueo de los bienes comunes y de la identidad
cultural y configura una verdadera guerra sostenida con tecnologías complejas
de alto impacto y difícil reversión que usan nuestros territorios como campos
experimentales. Son construcciones políticas ejecutadas por factores de poder
político-económicos que habilitan la penetración soberana y disponen el diseño
estratégico de la sociedad. El control del territorio se materializa en
reducción de autonomía al servicio de la mayor concentración y
transnacionalización. Es un sistema de saqueo e inequidad que no contempla el
bien común o la felicidad de los pueblos, que destruye vida, naturaleza y
autonomía y genera más hambre y exclusión. El negocio globalizado de alimentos
agota recursos no renovables por cuenta y necesidad de un modelo depredador que
necesita el control de toda la cadena para ejercer hegemonía y asegurar la
rentabilidad.
Ante la demostración, cada vez más inquietante, del impacto ambiental sobre
el suelo, flora y fauna de los agrotóxicos, ligados indisolublemente al paquete
tecnológico transgénico, se agregan los efectos indeseados sobre la salud de la
población, y más recientemente, las limitaciones de la seguridad biológica
implícitas en el propio procedimiento tecnológico.
Asoma una sombra aún más ominosa: el potencial agravamiento de la situación
en los países productores con la llegada al mercado de las nuevas semillas,
donde se «apilan» modificaciones
genéticas que suman nuevos tipos de herbicidas para compensar el progresivo
fracaso de los transgénicos por resistencia de las malezas y descenso del
rendimiento por agotamiento de los suelos entre otros. Estas tensiones modelan
un mercado internacional cuyos rumbos futuros son inciertos, pero al mismo
tiempo reclaman un urgente y postergado debate sobre la autonomía en los países
periféricos.
El pueblo originario Maya asentado en la península de Yucatán pertenece a
una cultura de sabidurías, valores y principios milenarios, que contribuye a un
proceso de construcción comunitaria ofreciendo un legado histórico que la
humanidad conoce.
Desde la concepción del mundo Maya el mundo material es uno de los
componentes de la madre naturaleza y para que se convierta en la plenitud o la
vida es necesario que se complemente con el mundo de lo espiritual. Es decir
que la vida para el mundo Maya es una construcción permanente en interrelación
entre todos los elementos vitales, la comunidad humana y la comunidad natural.
Por lo tanto la naturaleza desde la concepción Maya es un sujeto actuante y no
un objeto como lo considera el mundo occidental.
Desde esta lógica tierra y territorio constituyen un espacio vital de la
Madre Naturaleza con derechos, al igual que los seres humanos. La tierra y
territorio para el pueblo Maya es la madre generadora de vida de todas las
existencias. En esta cosmovisión la tierra no se vende ni se compra.
Tierra y territorios son la base fundamental de la identidad de los pueblos
originarios donde se construye y se reconstruye la vida y el sentido
comunitario; es el espacio donde se articula lo espiritual y lo material, donde
se cultivan de los valores. La tierra es la casa común donde caben todos y
todas, donde se comparte y se alimenta la memoria histórica de los pueblos,
tejiendo en armonía el presente con el pasado para transformar el futuro.
RECOMENDACIONES
1. Recuperamos de los casos expuestos
el camino de la reconstrucción de los tejidos comunitarios, de los vínculos basados
en los valores de solidaridad, respeto mutuo, complementariedad y autonomía;
como esenciales para poder sostener las resistencias y avanzar en los procesos
propios de autonomía de las comunidades.
2. En acuerdo con la cosmovisión del
pueblo maya, los territorios no tienen precio y son patrimonio colectivo de los
pueblos que no deben ser introducidos en las leyes de mercado ni en los
mecanismos convencionales de las regulaciones nacionales o internacionales. Por
ello el dinero, las compensaciones materiales o el reparto de beneficios que
signifique la entrega de los territorios y la concreción definitiva del despojo
deben ser rechazados.
3. En todos los casos resulta un
reclamo indeclinable y urgente la restitución de la totalidad de las tierras
despojadas y la reparación de los daños ocasionados a las comunidades.
4. La justicia para todos los
atropellos cometidos también resulta otra de las demandas fundamentales de las
comunidades que deben ser atendidas y puestas en marcha sin dilación.
5. Condenamos y rechazamos los
intentos de introducir el maíz transgénico en México condenándolo a su
contaminación en su centro de origen, a la pérdida de diversidad y atentando
contra los pueblos que se han reconocido a si mismos como hijos del maíz.
6. Consideramos imprescindible no
dilatar la prohibición de los cultivos transgénicos y la declaración de la
Península de Yucatán, junto a todo México, como Libre de Transgénicos;
propuesta que ya está en la agenda de lucha de las comunidades apícolas mayas.
7. Condenamos las políticas públicas
del Estado mexicano que se ponen al servicio de los capitales especulativos para
consumar los despojos territoriales traicionando el mandato de los pueblos a
los que deberían servir.
8. Hacemos nuestras las palabras de la
Demanda General de esta Preaudiencia DENUNCIANDO que las políticas del estado
mexicano, en la Península de Yucatán, están diseñadas para acabar con el pueblo
maya, así como para acabar con todos los pueblos indígenas del país y Latinoamérica
y DENUNCIANDO el genocidio que está ocurriendo en tierras mayas, como
continuidad del sistemático genocidio que ya lleva 521 años. Por este motivo
solicitamos que el jurado de la Audiencia de Violencia contra el maíz,
soberanía alimentaria y autonomía condene al Estado mexicano y le exija que se
respete y se creen las condiciones jurídicas y efectivas, para la
reconstitución del pueblo maya y los derechos para la autonomía y la
autodeterminación.
“Buscamos el amanecer de nuestros
pueblos”
Ernestina López Bac, Sara López,
Sylvia Marcos, Gloria Muñoz, Andrés Carrasco, Raúl Lugo, Luis Macas, Carlos
Vicente
Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an de Maní,
Yucatán
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