México: Ante la represión, la única vía es la organización ¡los trabajadores no tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas!
por Carlos López
Partido Comunista de México
Lunes, 30 de septiembre de 2013
Desde el pasado 13 de septiembre, el Zócalo de la Ciudad
de México
permanece ocupado por fuerzas de la Policía Federal (PF) y granaderos de la
Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF). La presencia
policial en la plaza carece de fundamento legal y representa un atentado
gravísimo en contra de las libertades de manifestación, expresión y libre
tránsito, garantizadas por la Constitución. Debemos recordar que el 13 de
septiembre, cerca de las 16:00 hrs., los trabajadores de la educación que
sostenían un plantón masivo en contra de la “Reforma
Educativa”, fueron desalojados por la fuerza para que Enrique Peña Nieto
pudiera dar “el grito de independencia”
dos días después, frente a unas cuantas centenas de acarreados desde algunos
municipios del Estado de México,
y para que el Estado burgués pudiera mostrar, como cada año, la fuerza militar
que tiene en sus manos para reprimir cualquier intento organizativo del pueblo
trabajador.
Los maestros, entonces,
trasladaron su plantón al Monumento a la Revolución, donde sostienen la
resistencia en contra de la “Reforma
Educativa”, convirtiendo ese espacio público en un bastión de la
solidaridad clasista que debe despertar entre los trabajadores cualquier lucha
por la justicia y en defensa de sus derechos históricamente conquistados.
Simultáneamente, el movimiento estudiantil se sumó de manera masiva a apoyar a
los profesores, impulsando asambleas y paros en distintos centros de estudio de
educación media superior y superior, así como la participación del estudiantado
en marchas, movilizaciones y brigadas que dieron a conocer a miles de
trabajadores el verdadero significado y los alcances de la nefasta reforma que,
como ya se ha señalado con anterioridad, atenta en contra de la educación
pública y gratuita, y también en contra de los derechos laborales de los
maestros de todo el país. Además, la presencia y solidaridad activa de los
trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) así como de diversas
organizaciones políticas y sociales, ha puesto de manifiesto que existe un
descontento creciente entre la clase trabajadora que define de manera cada vez
más clara su posición frente a la burguesía y el Estado, evidenciando que es
prácticamente imposible alcanzar un acuerdo por la vía de la negociación con
los representantes políticos de la clase dominante.
Muestra de esta imposibilidad,
de la cerrazón y de la vocación represiva del Estado, es la presencia de
policías federales y capitalinos que impiden el acceso a la plancha del Zócalo.
Para mantener la ocupación de la plaza, los gobiernos del priista Peña Nieto y
del perredista Miguel Ángel Mancera, pusieron como pretexto la realización de
una ceremonia de conmemoración por las víctimas del terremoto de 1985 el 19 de
septiembre y, después, la instalación de un “centro
de acopio” de víveres para los damnificados por los huracanes “Ingrid” y “Manuel”. En realidad, lo que ninguno de estos empleados de la
burguesía quiere es que la plaza más importante del país vuelva a ser ocupada
por el pueblo trabajador para mostrar su capacidad de organización y su repudio
en contra de las llamadas “Reformas
Estructurales”.
No es la primera vez que
sucede esto. El 1 de diciembre del año pasado, el Congreso de la Unión y el
Zócalo también fueron amurallados para impedir las protestas que suscitaba la
imposición en la presidencia de Enrique Peña Nieto, originando varios
enfrentamientos entre la policía y la gente que salió a las calles. Desde
entonces, la SSPDF ha puesto en marcha una estrategia represiva en contra de
los movimientos sociales, caracterizada por la violación sistemática a los
derechos humanos de todos los capitalinos y un número alarmante de detenciones
arbitrarias. Dichas detenciones se han extendido, también, a reporteros y
fotógrafos de medios independientes que cubren marchas y movilizaciones, y que
han documentado de forma valiente y comprometida los excesos cometidos por la
policía. El poder judicial en el DF ha llegado a decir, incluso, que el trabajo
de los periodistas independientes constituye un delito que “agravia a la sociedad”. El gobierno de Miguel Ángel Mancera,
producto de las negociaciones cupulares entre Andrés Manuel López Obrador y la
dirigencia perredista en el anterior proceso electoral, así como el de Enrique
Peña Nieto, se alistan para llenar las calles de escudos, toletes, gases
lacrimógenos, tanquetas y botas policiales. Los dueños del poder, al igual que
lo hicieron el 10 de junio, el 1 y el 13 de septiembre, amenazan con desatar
toda la fuerza represiva del Estado el próximo 2 de octubre, durante la jornada
de lucha que se desarrollará en la Ciudad de México para recordar la masacre ocurrida en Tlatelolco
hace 45 años.
Según el diario “24 Horas”, la SSP y la PF preparan un
operativo conjunto en el que intervendrán más de 7 mil uniformados y cerca de 350
agentes ministeriales (policías judiciales infiltrados en la marcha) para “evitar” cualquier acto de “violencia”[i]. Se demuestra, con esta
disposición de los gobiernos federal y capitalino, que en realidad la
violencia, si llegara a haberla, provendrá del Estado y no de quienes salgamos
a manifestarnos ese día. La presencia policiaca en una manifestación política constituye,
en sí misma, un acto de provocación. Tal pareciera que la burguesía quiere, de
manera definitiva, acabar de un solo golpe con el movimiento magisterial,
estudiantil y popular que se desarrolla ininterrumpidamente desde que fue
presentada en el Congreso la iniciativa de ley de la “Reforma Educativa”. Los hemos visto actuar en Atenco, en Oaxaca
con la APPO, en Guerrero y Michoacán contra estudiantes normalistas, y en
últimas fechas también en el Distrito Federal, en Veracruz y en cualquier otra
parte de la República donde crece, de manera inevitable, el descontento social.
Ceder más terreno frente a la
represión es un error que nos puede costar muy caro. Por ahora, y de manera
estrictamente coyuntural, se han perdido espacios como el Zócalo y las inmediaciones
del Congreso. Además se levantan voces, provenientes del panismo y el priismo,
que quieren “reglamentar” la
realización de marchas y manifestaciones, es decir, impedirlas por completo
bajo amenaza de usar indiscriminadamente a la policía en contra del pueblo
trabajador. Por otra parte, no podemos perder de vista que hace unos días entró
en vigor el “Protocolo de Actuación
Policial para el Control de Multitudes”[ii], que establece el marco
jurídico para garantizar la impunidad en cada acción emprendida por el cuerpo
de granaderos en el DF. En resumen: ceder ante la represión significa, en los
hechos, resignarse a la criminalización de la protesta social, aceptar la
cancelación sistemática de los derechos humanos y admitir la normalización de
las prácticas represivas del Estado.
Ante este escenario, tenemos
que insistir en la necesidad de la organización en todos los espacios donde
desarrollamos nuestra vida cotidiana. Las iniciativas de organización en la
base, en nuestros centros de trabajo, colonias, escuelas y barrios, sin
embargo, deben ir acompañadas de la puesta en práctica de medidas concretas de
contención ante cualquier acto represivo antes, durante y después de una acción
de masas. Así como la policía se prepara para golpear y encarcelar a
trabajadores y estudiantes, los trabajadores y estudiantes debemos prepararnos
para llevar a cabo nuestras movilizaciones dándole prioridad a la seguridad de
todos los contingentes; pero sobre todo, debemos tener la firmeza política
necesaria para no permitir ni un atentado más en contra de nuestro derecho a
manifestarnos. No podemos olvidar que uno de nuestros principales factores a
favor es el número. En términos generales, somos muchos más quienes queremos
construir una sociedad más justa, que no sea regida por la explotación y la
producción de ganancias para unos cuantos capitalistas, sino que se base en la
solidaridad y garantice la satisfacción de las necesidades básicas de todos los
mexicanos, es decir: una sociedad de trabajadores para los trabajadores. Sin
embargo, este número es poco significativo si se encuentra disperso y
desorganizado. La coordinación de todos los esfuerzos es una tarea urgente y
necesaria, en vista de la disposición salvaje del Estado para aplastar
cualquier protesta social y política.
Por eso es indispensable
fomentar la unidad de nuestra clase: el proletariado; defender su independencia
frente a corrientes reformistas y oportunistas que pretenden entregar a los
trabajadores en brazos de la burguesía; basar nuestra acción en un análisis
científico de la realidad; aumentar nuestra conciencia de clase y, con ello,
nuestra combatividad. Recordemos que los
trabajadores no tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas; tenemos, en
cambio, un mundo que ganar. ¡VENCEREMOS!
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