¿El gobierno, quién es ese señor? Damnificados de Guerrero buscan a sus muertos y se organizan para sobrevivir
Edith Na Savi
Publicado el 23 de septiembre de 2013.
En los
pueblos más pobres de México y los más dañados por el huracán, la gente todavía
busca a sus muertos y se organiza para sobrevivir, en medio del abandono
gubernamental.
Tlapa, Guerrero. De lo último que recuerdo es que el 15 de septiembre todos se
preparaban para festejar el aniversario de la “independencia” de México, en medio de una lluvia que no paró por
tres días. Inclusive en Tlapa, un lugar seco, la gente empezaba a
preocuparse.
Ese día, iba con mamá rumbo a Tixtla. En el
trayecto vimos que la lluvia no paraba. Eran las cuatro de la mañana. Al llegar
a Tlatlauiquitepec, los choferes de los taxis comentaban por radio
que ya había derrumbes, algunos camiones de carga y autobuses parados de un
lado y otro, pero que podían arriesgarse a pasar a reserva de lo que
encontraran más adelante. Avanzamos y vimos las piedras gigantes sobre la
carretera, hasta llegar a Atlixtac, donde ya no pudimos avanzar. Un taxista
venía de regreso y mandó aviso por su radio para informar que en Petatlán
(antes de llegar a Chilapa) una parte de la carretera estaba caída y seguían
desgajándose los cerros, que no habían carros del otro lado, así es que mejor
abandonaran la ruta.
Regresamos a Tlapa. A las 10 de la mañana vimos
que los ríos estaban llegando a su máximo. Llegó la alerta de que no había ya
paso, pero el taxista se arriesgó y al parecer fueron los últimos carros que
pasaron, antes que se desbordara por completo. Eran ríos que se llevaban
árboles, algunas pertenencias, y ese apenas era el primer día de una historia
de terror que se vendría.
Durante esos días se vivió desesperación. Todos
estuvimos preocupados porque se había ido la señal de telefonía celular, el
internet y en algunas zonas de Tlapa, hasta la luz tenía fallas. Sin embargo,
no imaginamos la magnitud del problema, que cobró muertes humanas y un desastre
total en La Montaña.
De un día para otro llegaron las malas
noticias, las carreteras caídas, las personas muertas por derrumbes, el
desbordamiento de ríos, personas desaparecidas, algunas enterradas por los
cerros desgajados, las casas desechas. Un total desfiguramiento del rostro de
nuestra montaña, que aunque muchos vivimos en Tlapa por trabajo o estudio,
nuestras raíces, pueblos y familias se encuentran viviendo en la montaña alta.
Abandono del Estado
Ante la incapacidad del gobierno, de no tener noticias, ni siquiera un
interés de saber lo que ocurrió con los pueblos montañeros, a más de una semana
de los derrumbes –pues las noticias siguieron hablando de los “turistas de Acapulco”, de lo que pasaba
en Chilpancingo-, muchos nos dimos a la tarea de emprender un viaje a la
búsqueda de noticias y de nuestros familiares incomunicados desde hace más de
una semana.
Durante este trayecto, comenta Nicolás Herrera
Ortega, para llegar a la comunidad de San Marcos del Ejido de Zitlaltepec,
Municipio de Metlatónoc, se tuvo que recorrer un largo trayecto de 9 horas sin
parar.
Este recorrido inició a las 4:30 de la mañana en
un carro que lo dejó en el crucero de Alacatlatzala, al llegar ahí tuvo que
emprender el camino a pie con rumbo a Zitlaltepec y San Marcos. El trayecto fue
muy largo, tan solo para llegar de Alaca a Zitlaltepec fueron 9 horas y media
de recorrido, aun le faltaban otras dos horas. Todo este trayecto tan largo se
debió a lo peligroso del camino, había desgajamientos de cerros con árboles
caídos, no permitían el paso.
Los ríos estaban a su máxima capacidad, y nos
encontramos con Nicolás, que se quedó en el camino. Él iba con un grupo de
12 personas -principalmente hombres- y una joven que iba enterrar a su
padre, que resultó fallecido en San Marcos. Este grupo de gente fue en busca de
sus familiares, ya que el gobierno no dio reportes ni información sobre lo que
acontecía en los pueblos, particularmente en Metlatónoc.
Durante el trayecto, Nicolás recuerda que había
lugares imposibles de pasar. Al igual que él “muchos tuvieron que buscar los llamados caminos reales”, aquellos
donde se caminaba cuando no había carreteras ni brechas a las comunidades, los
cuales fueron por mucho tiempo utilizados para el traslado de alimentos con
animales de carga.
En algunos trayectos, con lugares totalmente
desechos, la tierra está totalmente suelta, el lodo llegaba hasta el pecho. Es
muy riesgoso caminar porque puedes quedarte atorado. La gente que caminó
tuvo que pasar colgada y agarrada de cuerdas, esta hazaña fue en la zona que
conecta a la comunidad de Huehuetepec hasta el crucero de Chinameca.
A diferencia de otras comunidades donde a pesar
de estar destruida la carretera, no hay acceso en carro pero sí caminando, hay
pueblos donde ni eso, este es el caso de Zitlaltepec, Ojo de Luna, San Marcos
(el más afectado), Santa Cruz Cafetal, Itia ndichi koo , Ojo de pescado y
Chilixtlahuaca. Todas estas comunidades quedaron incomunicadas, no hay
paso por camino de terracería y el acceso a pie es muy riesgoso y complicado.
Se ha reportado que, en el caso de los pueblos
del Ejido de Zitlaltepec, como varios en la montaña, no hay paso ni para
personas. Si quieres llegar al pueblo, “tiene
uno que arrastrarse, colgarse de reatas, y tener cuidado de no resbalar porque
hay lugares donde por un descuido puedes caer al vacío a una altura de 400 a
500 metros”, comenta Nicolás, y agrega que él por poco cae al vacío si no
es por un joven que lo apoyó.
Es por eso que el gobierno no ha atendido, es
por eso que ni los militares ni protección civil se arriesgan a ir. Apenas
sobrevolaron helicópteros la zona pero se dice que no lograron aterrizar porque
había “neblina y mucha lluvia”. Nos
preguntamos cómo es que para estos casos de emergencia nadie se arriesga,
mientras que para reprimir las recientes protestas, o militarizar las zonas
indígenas en la montaña, utilizan todo el aparato del Estado. Cuando se trata
de reprimir, de hostigar, de detener a los policías comunitarios como hace
poco, pueden llevar equipos especiales y helicópteros de primera. ¡Qué
contradicción!
Y aquí los daños, tan solo unos datos.
De los datos cuantificados, por un grupo de pobladores que vimos la
zona, tenemos que tan solo en San Marcos, se reportan cuatro
muertos; un señor que se encontraba sacando la tierra que caía en el
techo de su casa, de los otros fallecidos (una niña y dos jóvenes) se
dice que venían de regreso a casa después de ir a pastorear a sus chivos.
Si bien la mayoría de la comunidad alcanzó a
salir corriendo de sus casas, los que estaban muy cerca no tuvieron
oportunidad de escapar, la niña y el señor (abuelo y nieta) quedaron enterrados
ahí mismo, cerca del lugar donde cayó la avalancha. Los cuerpos de los otros
dos muchachos fueron encontrados más lejos, uno a 300 metros del río grande, y
el del otro joven fue encontrado hasta Chilixtlahuaca.
Cuentan los vecinos que nadie se dio cuenta,
todo pasó tan rápido, todo aconteció el día lunes 16 de septiembre,
aproximadamente a medio día. Narran que escucharon un trueno como si
fuera rayo, la gente vio que venía una avalancha de lodo provocada por el
retumbe de un cerro contra otro. En ese momento, ante el asombro, muchos
corrieron, la gente empezó a gritar no a todos les dio tiempo, porque vuelven a
decir que “todo pasó tan rápido”. Fue
solo cuestión de minutos para ver cómo ese retumbe traería consigo la desgracia
de varias familias.
La comunidad de San Marcos huyó por sus vidas,
con lo poco que tenían a la mano, hay familias que perdieron todo. Varias
parcelas de milpa también fueron arrasadas, y aunque no es lo primordial, la
gente comenta que “lo más
importante es la vida de la gente y por eso tuvimos que salirnos”.
A sus muertos los tuvieron que buscar sin
la ayuda del gobierno, que hasta ahora no ha llegado. “Es como si no valiéramos para ellos”, narra un abuelo de la
comunidad, quien dice que tuvieron que buscar a sus muertos, a “Vitor” -así se llamaba al que quedó
sepultado- tuvieron que buscarlo entre escombros, a uno de los jóvenes tuvieron
que hallarlo hasta el río, mientras el otro apareció en un pueblo de los
últimos del ejido. Para ello, llegaron a la comunidad alrededor de 200
comuneros, de los distintos pueblos que conforman el anexo, para ayudarse. Dicen
que el trueno de los cerros fue tan intenso que inmediatamente se imaginaron
que algo malo y muy grave había pasado. Llegaron de todos los pueblos, solo así
pudieron sacar a toda la gente, buscar a sus muertos y enterrarlos en Ojo de
pescado.
Ahora se encuentran en dos lugares,
algunos llegaron hasta Ojo de pescado, principalmente mujeres, niños y sus
esposos. Viven con sus familiares, quienes los han recibido, aunque el tema de
los alimentos se convertirá en problema mientras los días vayan pasando porque
la gente si bien se solidariza y se hermana por ser de la familia, hay varios
que no tienen más que para alimentar a los de su casa, lo que puede generarse
escasez.
Las personas mayores, señores principales
así como las autoridades de la comunidad, se quedaron en un lugar conocido como
Tu ya’vi, ubicado en una lomita antes de llegar a la comunidad de Ojo de
pescado. Ahí se encuentran compartiendo alimentos, agua, techo divididos entre
dos casas del actual Comisariado de bienes ejidales de Zitlaltepec.
Aunque dicen que entre ellos se cuidan, a los
que están enfermos, y quienes saben que tienen que compartir lo poco que aún se
tiene, la preocupación principal es saber sobre sus casas, se preguntaban ¿Qué
pasará? A donde se irían a vivir, la milpa que se perdió, los enfermos, la
escuela de los niños. Les preocupa también la atención médica porque todos
están amontonados en ese lugar, aunque por el momento es refugio. Se encuentra
en zona de riesgo ya que toda la zona está devastada, sigue lloviendo y por lo
mismo, dice la gente, los cerros siguen ablandándose y hay mucha agua todavía
que hace el lodazal y riesgo de caminar.
Algunos se aventuran y corren el riesgo de
regresar a sus casas sólo por algunas pertenencias, a sacar un poco de maíz, a
sabiendas que en cualquier momento otro cerro puede desgajarse, porque los
niños y las mujeres y los mayores no pueden aguantar el hambre, tienen que
comer.
Aunque el 21 de septiembre estuvo por Tlapa la
esposa del gobernador, no ha habido ninguna declaración de lo que acontece en
la Montaña, tal pareciera que no se quiere visibilizar la realidad cruda y tan
dramática que la envuelve. Pareciera que las apariencias son parte del show, que seguramente en pocos días irán
haciendo aparición muchos oportunistas políticos, políticos y líderes que se
querrán aprovechar de esta situación lamentable.
Es como si las lluvias se hubieran llevado a los
presidentes municipales. La gente pide a gritos auxilio, hay pueblos de donde
no se tienen noticias y tampoco han mandado a nadie a cuantificar los daños. No
hay un programa para dar atención, auxilio y socorro a los pueblos.
Tenemos que reconstruir nuestra montaña
La Montaña, muchas veces olvidada, sufre uno de los desastres más
catastróficos de los últimos años, sumado a las condiciones de marginación,
despojo, saqueo de sus recursos, utilitarismo de sus gobiernos y abandono a su
suerte. Hasta ahora no hay reportes por parte de las autoridades de los
verdaderos daños que hay en los pueblos indígenas de la montaña.
Quizás esa sea la razón, porque somos indígenas,
sigue habiendo una política racista y discriminatoria, de exclusión, que atenta
contra nuestros derechos. Los gobiernos corruptos tienen que hacer esta labor
de rescate de pueblos aislados, de los cuerpos sepultados por los cerros
desgajados y los ríos desbordados.
De los pocos espacios en la montaña que han dado
seguimiento a esto que acontece en la región, está el Centro de Derechos
Humanos de la Montaña Tlachinollan, que inició la denuncia de lo que está
aconteciendo en nuestros pueblos, han hecho un llamado a la solidaridad en
varios medios, e instancias, apoyados en el recorrido a varias comunidades
nahuas, mephaa y ñuu savi de la montaña por los alumnos (acompañados de algunos
asesores) de la Licenciatura en Desarrollo Comunitario Integral (LDCI) de la
UPN subsede en Tlapa.
Desde esta zona, hacemos un fuerte llamados a
las autoridades del orden municipal, estatal, federal a que respondan al
llamado de auxilio de nuestros pueblos, San Marcos del ejido de Zitlaltepec, un
pueblo ñuu savi (mixteca) perteneciente al municipio de Metlatónoc, que ahora
vive una situación de abandono, de aislamiento y cuyo llamado no ha sido
atendido. Conocemos que así se encuentran muchos pueblos ñuu savi y me phaa de
la zona montaña alta, como: San Miguel Amoltepec, Yosondakua, Espino Blanco,
Colombia de Guadalupe, San Miguel del Progreso y muchos otros más, de los
municipios de Metlatónoc, Cochoapa el Grande, Malinaltepec, y muchos pueblos
más que no han podido salir para denunciar lo que pasa. Para saber lo que
realmente está sucediendo, tenemos que ir a las comunidades, recorrer una zona
lamentablemente desfigurada y caminar entre lodo, tierra nada firme y
peligrosa, ocho o 15 horas a pie, arrastrándote, colgándote, cayéndote,
tropezando en el camino y arriesgando tu vida porque la de tus familiares
también importa, porque la de nuestros paisanos montañeros es importante.
Con mucha organización podremos reconstruir lo
que “Manuel” se ha llevado.
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