Guatemala: La reorganización de los pueblos indígenas “desde abajo y a la izquierda” como dicen los hermanos Maya de México
El delito más grande de todo pueblo indígena es defender sus derechos y a la Madre Tierra (Día de la Dignidad Indígena en Guatemala)
Valentina
Valle
ALAI,
América Latina en Movimiento
Guatemala,
2013-07-23
En el patio del Museo Maya Tz’utujil de San
Pedro la Laguna, el sagrado fuego ya estaba ardiendo desde hace una media hora
cuando los primeros rayos de sol aparecieron detrás del cerro. La doña de la casa
frente al Museo nos miraba asombrada desde su balcón, no podía creer que no era
una borrachera turística a despertarla sino una ceremonia Maya llevada a cabo
por autoridades ancestrales provenientes de las cuatro regiones del país. Desde
el 15 al 17 de julio, de hecho, en esta pequeña comunidad Maya Tz’utujil del
Lago de Atitlán tuvo lugar la Asamblea Nacional del Gran Consejo Nacional de
Autoridades Ancestrales Maya, Garifuna y Xinka de Ixim Ulew. El objetivo
indicado en la agenda del encuentro es “fortalecer
la estructura organizativa desde los pueblos para la articulación y la búsqueda
del camino para la liberación ante el Estado actual”. Un objetivo
ambicioso, expresado con términos altisonantes, que pero en el discurso de
abertura de la ceremonia, pronunciado por el guía espiritual Alberto Marroquín,
se tradujo en el concepto sencillo de volver a sus tradiciones, a su autonomía,
a su vida.
Desde
Argentina hasta México, el discurso de los pueblos originarios es
impresionantemente parecido, como impresionantemente parecido es el intento
aplastador de cada uno de estos gobiernos hacía la población indígena. También
Brasil, donde las políticas sociales de Lula y luego de Rousseff promulgaban a
los cuatro vientos su atención a los sectores más débiles de la sociedad, se
está demostrando dispuesto a atropellar los derechos más básicos del pueblo en
favor de la organización de un evento tan lucrativo cuanto inútil como la Copa
del Mundo. Desde los rincones más desconocidos de América Latina hasta las
ciudades más populosas, la denuncia de los pueblos indígenas sigue siendo la
misma: los Estados, todos los Estados, forman parte de un “plan de muerte global” que tiene como finalidad su desaparición.
Porque por lo que queda del capitalismo, lo que se define ahora “capitalismo por despojo”, no hay
enemigos más peligrosos de los que defienden sus tierras, aguas, mares y ríos,
en otras palabras los que no están dispuestos a dejarse despojar y que, además,
son los más numerosos. En un mundo donde las personas y las relaciones sociales
ya no se pueden explotar más, sólo queda un puñado de recursos naturales para
garantizar algunos años más de ganancia para los capitalistas. Y es una lástima
que no se tomó en cuenta la gran verdad expresada por el ex-presidente español
Aznar cuando en 2008 afirmó que “la
ecología es el nuevo comunismo”. Tenía rotundamente razón y, a pesar que
los dos términos no tengan nada que ver desde el punto de vista político, por
supuesto ambos se destacan para su capacidad de incitar la ira y represión más
feroces de sus opositores.
Un
activista colombiano por los derechos humanos lo explicó muy bien en un
convenio sobre los movimientos sociales que tuvo lugar el año pasado en Italia,
cuando recordó la respuesta del general estadounidense Pace frente al Congreso
de Estados Unidos. Cuestionado sobre los puntos de interés por la seguridad
nacional norteamericana en el área de su competencia (Comando Sur), el general
contestó: agua, oxigeno, petróleo, biodiversidad, extractivismo. Así que “en Colombia declararon guerra al pueblo”
comentaba el luchador social “porque los
Estados Unidos necesitan agua, oxigeno, petróleo, biodiversidad y minerales.
Somos un país-producto”, continuaba citando el ecuatoriano Alberto Acosta, “existimos sólo para que otros puedan sacar
nuestra riqueza. Nos hacen pobres para que podamos tener hambre y luego nos
dicen que tenemos hambre porque somos pobres. Pero nuestros países ya no
producen comida sino agrocombustibles para alimentar las autos del Norte”.
El eco de estas palabras se escucha en los cuatro rincones de la Tierra, desde
la India donde la joven escritora Arundhati Roy denuncia la tragedia de los
campesinos de las regiones centrales, diezmados por su resistencia a entregar
sus tierras a las empresas mineras y bajo a la excusa de pertenecer al grupo
armado Naxalita, hasta Uruguay, donde Eduardo Galeano ya en los años Setenta
reflexionaba sobre el desequilibrio de un sistema que “no ha previsto esta pequeña molestia: lo que sobra es gente (...) sin trabajo en el campo, donde el latifundio
reina con sus gigantescos eriales, y sin trabajo en la ciudad, donde reinan las
máquinas: el sistema vomita hombres” [1].
En el
marco de esta política internacional de saqueo, despojo y ataque incondicionado
hacía los pueblos en resistencia, que se manifiesta a través de planes de
destrucción y muerte como el Plan Colombia, el Proyecto Mérida, el Plan
Mesoamérica o el Plan Martillo, la respuesta de los pueblos varia de país a
otro y, en Guatemala, la voz de los insumisos vuelve a levantarse después de
más de un decenio de silencio, debido a treinta años de conflicto interno que
sembraron muerte y terror entre campesinos e indígenas, los sectores más
golpeados por un genocidio del cual todavía no se habla abiertamente.
En los
tres días del encuentro, el planteamiento de cómo alcanzar una forma de autonomía
para las comunidades indígenas fue expresado a viva voz por las autoridades
ancestrales de todo el país, los pueblos Maya, Garifuna y Xinka siendo bien conscientes
de los intentos neo-colonizadores que ya tienen en jaque a la economía nacional
a través de los tratados de libre comercio y de la corrupción de la clase
política a todos niveles y que ahora amenazan directamente a sus territorios.
Más en
detalle, las autoridades del Norte destacaron las luchas que se están dando en
su territorio por el cuidado del medio ambiente y la defensa del territorio,
llevadas a cabo en la forma de rechazo a proyectos hidroeléctricos, defensa del
Lago Chichó y del río Ixbolay, recuperación de las semillas criollas, oposición
al monocultivo y al uso de agroquímicos, además de la constante batalla por el
derecho a una educación bilingüe.
En la
región Occidental las abuelas y abuelos denunciaron la criminalización de las
luchas sociales que se oponen a los proyectos mineros en San Miguel Ixtahuacán
y Sipacapa, a los hidroeléctricos en Huehuetenango, Barillas, San Mateo, Santa
Eulalia, San Juan Ixcoy, Totonicapán, Sololá y Santiago Atitlán, además que la
privatización de la educación bilingüe, el alto costo de la energía eléctrica y
la militarización del territorio bajo a la excusa de la seguridad ciudadana.
Con respecto al Oriente, la fuente de mayor preocupación resultó el proyecto
del Corredor Tecnológico [2],
seguido por la explotación minera, siendo el área muy rica en cobre, plata, níquel,
uranio y tierras raras. Todos los municipios de la región - Izabal, Chiquimula,
Jalapa, Jutiapa y Santa Rosa – resultan afectados por estas plagas, a las que
se deben sumar la militarización del territorio y persecución de los activistas
sociales. Una (mala) suerte compartida
por la región del Sur, donde los proyectos mineros e hidroeléctricos afectan a
las comunidades de Patzún, San Juan Comalapa, Sumpango, San Juan Sacatepéquez,
Palín, Escuintla, Santiago Sacatepéquez, San José Poaquil, Chuarrancho, San
José del Golfo. Además, todas las problemáticas planteadas se deben considerar
en el marco de la discriminación, desigualdad y racismo contra los indígenas
que caracteriza la sociedad guatemalteca desde hace la colonización.
Frente
a esta situación, que nos reinstituye la fotografía de un país donde las
profundas heridas de la guerra civil no sólo siguen abiertas sino
constantemente alimentadas, las autoridades ancestrales de los pueblos
originarios demostraron una gran fuerza de reacción y deseo de reorganizar sus
comunidades “desde abajo y a la
izquierda”, para utilizar unas palabras de los pueblos hermanos Maya de
México. Y la determinación y voluntad de seguir luchando que se vieron en estos
días, a pesar del cansancio debido a años de opresión, sugieren que la lucha
por el respeto, la autonomía y los derechos de los pueblos indígenas de
Guatemala llegará lejano, dando al mundo supuestamente desarrollado otra
demostración del poder de la organización comunitaria, del valor de la
espiritualidad ancestral y de la importancia de la relación con la
naturaleza.
[2]
El Corredor Tecnológico es un proyecto que busca unir las costas de Guatemala,
Puerto Barrios, Izabal con San Luis Moyuta, Jutiapa y que consta de una
carretera de 371km de extensión y cuatro carriles que uniría los puertos en los
océanos Atlántico y Pacífico, un ferrocarril de carga, oleoductos y gasoductos
interoceánicos, así como dos nuevos puertos y un aeropuerto.
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