x Andrés Ávila Armella
(Sociólogo y Dr. en Estudios
Latinoamericanos por la UNAM)
La Haine
13/01/2016
México
Apenas se confirmó la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo Guzmán, el aparato de propaganda
del Estado mexicano, encabezado por su presidente Peña Nieto, ha publicitado el
hecho como una demostración de la solidez y solvencia del gobierno en turno
para combatir al crimen organizado; al tiempo, es perceptible que muchos de los
críticos del gobierno buscan desesperadamente una antítesis del hecho para
disminuir el impacto propagandístico, sin embargo, resulta importante
establecer algunos puntos para evitar confundirnos entre el fondo y la forma de
la crítica.
Acerca del narcotráfico en
México se especulan muchas cosas, la prensa siempre trata de descubrir algún
testimonio o dato curioso que alimente el carácter novelesco y sensacionalista
de los sucesos relacionados al contrabando en México, inspirando incluso
novelas y series televisivas. En ese tenor, tanto propagandistas de Estado como
críticos del gobierno en turno, tratan de acudir a “informantes anónimos” o a la imaginación para especular sobre
cuáles son los motivos por los cuales se escapó o se aprehendió al Chapo Guzmán o bien, desentrañar sucesos
similares de la política mediática mexicana.
Por mi parte, me parece
importante aclarar que la mayoría de la información relacionada con el tema
está profundamente viciada y es poco confiable, pues contiene un sinnúmero de
trampas cuya confirmación es prácticamente imposible. Así pues, parece correcto
cuestionar la veracidad de todas las historias relacionadas con el Chapo, de principio a fin, por ejemplo:
¿Cómo sabemos que de verdad el Chapo
es quien se ha dicho que es? ¿Hasta qué punto es cierta la existencia del
Cartel de Sinaloa? ¿Quién puede asegurar que él es la cabeza de esa estructura
organizativa? Al final de cuentas todos sabemos que quien trata de averiguar a
fondo esas cosas termina siendo asesinado o desaparecido, y por tanto toda
aseveración al respecto en principio proviene de alguien que a pesar de
averiguarlo continúa vivo, lo cual, según las reglas de ese juego, implica que
participa en él, y, si así es, ¿por qué creerles?
Estamos aparentemente ante
un callejón sin salida, no existe información alterna y confiable que nos
permita saber con detalle qué tipo de pactos y arreglos tenga el tal Chapo Guzmán con las autoridades policíacas
de México y Estados Unidos, por lo tanto aconsejo abandonar ese terreno
infértil y concentrarnos en aquello que sin ser tan específico suele ser
acertado, el análisis de los intereses y las fuerzas que intervienen.
Marx explicó que el
capitalista es la personificación del capital, o bien, el capital dotado de
personalidad y conciencia, aunque son en
realidad indisolubles, no existe capital sin los capitalistas ni viceversa[1];
lo mismo vale cuando nos preguntamos cuál es la relación entre el narcotráfico
y los narcotraficantes. Además de ser una rama de la propia economía
capitalista, y comprender que en lo general se rige por las mismas reglas que
el resto del capital, es fundamental entender que si el narcotráfico existe es
simplemente porque existen fuerzas sociales que lo impulsan y promueven,
intereses muy claros que ganan con la producción, comercio y combate al
contrabando de narcóticos, y que ese capital que toma la forma concreta de “drogas”, “armas” y otras tantas mercancías que giran alrededor de estas,
encuentra a su portador, el narcotraficante, pero eso no significa que esa
persona sea imprescindible como tal en el negocio, lo único imprescindible es
que haya quien lo haga.
El contrabando comparte
con otros rubros de la economía capitalista, el hecho de ser sostenido por la
estructura económica, su reproducción se debe a poder completar el proceso de
producción hasta llegar al consumo y mantener un mercado que admite la
reinversión e incluso el crecimiento del mismo, la codicia y la ambición son el
estímulo del capitalista legal e ilegal y la riqueza su recompensa. Pero el
contrabandista se distingue en que es indefendible desde el punto de vista de
la superestructura jurídico-política, es decir, el Estado como organización
predilecta de la clase dominante, encuentra muy complicado justificar
ideológicamente la existencia y reproducción de ciertos rubros de la economía y
por lo tanto tiene que sacrificarlos para rescatar a la parte “buena” del capitalismo.
La historia nos muestra
que el interés económico cuando es muy fuerte termina por subordinar al interés
político pero que la parte política del capital, entiéndase el Estado, se
esfuerza por obtener las ventajas económicas y sólo eliminar las desventajas políticas
de un fenómeno tan contradictorio como lo es el narcotráfico.
En este caso, la respuesta
es muy clara, el capitalismo en México y Estados Unidos, así como en otros
países, ha encontrado en el narcotráfico una válvula de escape a una importante
cantidad de capital dinero estancado, así como la agilización de la circulación
de mercancías. En lo político, el clima de violencia le ha facilitado al Estado
realizar labores represivas como en el caso Ayotzinapa; pero eso no quiere
decir que alimentar la economía y la política de un elemento como este no sea
riesgoso también para la clase capitalista y para el Estado, quienes a través
de una excesiva corrupción, pueden ver vulnerados sus sistemas básicos de
seguridad.
Así pues, tanto el Estado
mexicano como el norteamericano tienen claro que no van a eliminar el
narcotráfico, ni están interesados en hacerlo, pero sí están interesados, sobre
todo el Estado norteamericano, en contener los riesgos que implica un
crecimiento no controlado de ciertas áreas relacionadas al mismo. En este caso
la salida ha sido el crear una capa de personajes capaces de dirigir el negocio
en cierto nivel, los cuales atraen toda la atención mediática, mientras que se
mantiene oculta la identidad de todos los empresarios legales cuyas empresas
forman parte de las cadenas productivas ligadas a los negocios ilegales o cuyo
dinero está invertido en ellos. Esta capa de personajes entre los cuales ha
destacado el Chapo Guzmán, suelen ser
desechables, y mediáticamente su ascenso es tan estrepitoso como su caída.
Si nos preguntamos por qué
el Chapo puede escaparse de una
cárcel de máxima seguridad o por qué puede ser aprehendido, es simplemente
porque existen intereses que son lo suficientemente fuertes para hacer una cosa
y la otra. El Chapo no es propiamente
un bandido legendario como lo han
querido explicar algunos medios relacionados a la propaganda estatal,
comparándolo con John Dillinger ni
tampoco es el “verdadero presidente de
México” como lo han querido colocar algunos críticos del gobierno mexicano.
Se trata de un personaje que ha sido una pieza importante en algunos momentos
de la expansión del narcotráfico en México y Estados Unidos, evidentemente bien
relacionado con funcionarios importantes del gobierno mexicano, una persona con
dinero para gastar y para mover en algunos mercados, pero, a pesar de que la
revista Forbes lo caracterizara como un hombre
poderoso, lo cierto es que no pertenece a la oligarquía, al selecto grupo
de grandes capitalistas que toman las decisiones de Estado.
En otras palabras, la
luminosidad del Chapo, se debe a los intereses que lo pusieron ahí, y no a sí
mismo, tanto desde el punto de vista económico como político y mediático es
simple y sencillamente sustituible.
Es importante aclarar
también que el comportamiento de la clase dominante así como el de la
burocracia de Estado, aunque observa tendencias, no deja de ser contradictorio,
y por lo tanto, tampoco debe
sorprendernos de más el hecho de que ciertos grupos de poder promuevan su
captura mientras otros promuevan su liberación. Su pasada fuga del penal del
Altiplano refleja en efecto que grupos con bastante poder y con acceso a
información y medios importantes, lograron realizar un escape, y su reciente
aprehensión refleja que otros grupos quienes se van a beneficiar de su captura,
lograron capturarlo. Siendo así las cosas, y dando por cierto que hubo una fuga
y una reaprehensión, podríamos decir que una fuga y una captura de estas
características, sólo se puede dar por el grado de compenetración que hay entre
las mafias de narcotraficantes y el Estado mexicano, y así como es posible
encontrar un policía para dejarlo salir, también es fácil encontrar un
delincuente para entregarlo, aun cuando mafia y Estado no son canales
homogéneos, es evidente que están comunicados.
Para concluir esta breve
reflexión, sólo resta subrayar que el compromiso del capital está con el
capital mismo, y sólo en segundo término con algún capitalista en particular, y
en este caso, podemos decir que el proceso de acumulación capitalista en México
está comprometido, cuando menos en mediano plazo con el narcotráfico, pero no
tiene un compromiso indisoluble con algún narcotraficante en particular. El
negocio del narcotráfico e incluso el negocio administrado por el supuesto
Cártel de Sinaloa, va a seguir en pie, pero el Chapo Guzmán parece ser un personaje agotado en sus funciones; todo
parece indicar que su libertad y captura, siempre ha dependido de qué tan útil
es afuera o adentro de la prisión. Aunque la política en México suele
sorprender incluso a guionistas y novelistas, y por tanto no sería 100%
descartable una nueva fuga, parece que esta vez, el proceso está en manos del
Estado norteamericano y que ya se han tomado decisiones importantes en cuanto a
la vida del Chapo, por lo que será
difícil la realización de una nueva fuga.
Aún con ese grado de
incertidumbre lo importante es tener claro que estamos ante un fenómeno
estructural y cuyo impacto todavía tendrá aliento tanto en la economía como en
la política mexicana y norteamericana, y que este tipo de personajes a mayor y
menor nivel buscan ser reproducidos para ocupar ese escalón desechable de la
economía capitalista y de la burocracia estatal, y que en ese proceso, el
pueblo trabajador se ve afectado por el grado de vulnerabilidad que se vive en
medio del auge de la violencia capitalista a todos los niveles. Pronto veremos
como el Estado renueva su manejo mediático del narcotráfico y próximamente
presenciaremos la invención de nuevos personajes.
NOTA: [1] Marx, Karl. El Capital, crítica de la economía política.
Tomo I. Sección II. La transformación del
dinero en capital.
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