Todo
trabajo cuyo salario no cubre la canasta básica es un trabajo esclavo
Pedro
Pierre,
América
Latina en movimiento:
02 de
julio de 2020.
El asesinato del negro estadounidense George
Floyd ha revelado que el racismo es una
forma disfrazada de la esclavitud moderna. Hay que decirlo bien alto: todo trabajo o empleo cuyo salario no cubre
la canasta básica es un trabajo esclavo. En Europa y otros países
industrializados, las y los trabajadores lograron en mayo de 1968 la equivalencia entre la canasta básica y el salario
mínimo, sabiendo que cada fin año se vuelve a calcular el monto de la canasta
básica.
Recordemos
también que fue también en estos levantamientos europeos de 1968 que se logró igualar el salario de la mujer con el del
varón. En Ecuador estamos lejos de la cuenta: a medio camino si se
considera que actualmente la canasta básica ecuatoriana ha llegado a los 800
dólares y creo que no cubre todos los elementos que incluye la canasta europea.
Nos engañamos si creemos que algún buen
gobierno nos va a regalar este derecho del salario mínimo equiparado a la
canasta básica: los derechos se
conquistan en duras luchas, cuando se ha hecho conciencia de su necesidad y
se está organizado en consecuencia. En Ecuador no es el pan que hace falta, es
nuestra falta de conciencia, organización y valentía.
¿Qué es
lo que nos puede motivar para esta lucha? Partamos de la semana laboral.
Mediante numerosas luchas y mucha sangre derramada por la represión, se había
logrado que la semana de trabajo fuera de 6 días con 8 horas de trabajo diario
y de un día de descanso obligatorio.
La mal llamado ley ecuatoriana recién aprobada de ‘apoyo humanitario’ ha derrumbado este logro sin que muchas ni
muchos protestáramos por este atropello mayúsculo. Así se pierden los derechos que no somos capaces de defender. No sólo
hay que echar la culpa al gobierno de los empresarios, banqueros y corruptos,
sino a nuestra indiferencia, cobardía e insolidaridad.
Aprovechemos
que creemos todavía que somos ‘país
católico’ paras echar un ojo a la Biblia. La organización del tiempo en ‘semanas’ de 7 días viene de las
religiones del Medio Oriente que adoraban a la Luna. Esta organización fue
asumida por el pueblo de Moisés y el día de descanso fue insertado en los 10
mandamientos hace más de 1,000 años antes de nuestra era. Leamos lo que dice
este mandamiento en el libro bíblico del Éxodo: “Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo. Trabaja seis días, y
en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día de descanso,
consagrado a Yavé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus
hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los forasteros que
viven en tu país”.
Tal vez
nos sorprendemos de este largo mandamiento más de 3 veces milenario. En ese
tiempo el día de descanso era el día sábado, primero de la semana. Para marcar
la nueva era en tiempos de Jesús de Nazaret el día de descanso pasó a ser el
domingo, reconocido igualmente como primer día de la semana. Curiosamente en
los tiempos modernos, por razones de economía turística, se consideró el domingo
como último día de la semana y se lo unió al sábado para invitarnos a ir de
paseo… Pero el paseo alcanza a pocos trabajadores… Perversamente se levantó la
costumbre del descanso dominical obligatorio con el fin de abrir los
supermercados y otros negocios. ¡El descanso incluye no sólo a las y los
vendedores sino también a las y los compradores!
Digo ‘perversamente’ porque la justificación
bíblica del descanso semanal tiene 2 motivos: Era “consagrado a Yavé” el Dios del Pueblo de Moisés. El otro motivo es
señalado en el texto bíblico en la introducción a los 10 mandamientos: "Yo soy Yavé, tu Dios, el que te sacó de
Egipto, país de la esclavitud”. La finalidad de los 10 Mandamientos era la
negación de la esclavitud. Con el paso de los siglos se transformaron los 10 Mandamientos
en preceptos individualistas y espiritualistas, cuando originalmente era el
resumen de la Carta Magna del Pueblo de Moisés que buscaba proclamar que ya no
eran esclavos ni se hacían esclavos unos a otros. Por reafirmar esta libertad
frente a la esclavitud de Egipto y de los pueblos vecinos dejaban de trabajar
un día a la semana, varones y mujeres, extranjeros y hasta los animales. Veían
en este propósito la mano de Dios que los quería libres, fraternos y creyentes.
¡Cómo han cambiado los tiempos en 3 milenios! Y no me parece ser un avance
humanitario, sino más bien lo contrario. El trabajo dominical es actualmente,
además de los salarios de miseria, los grandes signos de la esclavitud moderna.
Tal vez nos hayamos olvidado de que Dios es un Dios liberador de los esclavos y
de las víctimas de las injusticias… porque la fe no es sólo creer en Dios, es
vivir como hermanos iguales y de manera equitativa, o sea, que cada uno tenga
satisfechas sus necesidades básicas…
¡Cuán
lejos estamos del proyecto de Moisés, que es el proyecto de Dios, que es
también el proyecto de Jesús! ¿De qué sirve que nuestra Constitución “invoque el nombre a Dios” si lo
transforma en el dios de los opresores? Que esta reflexión sobre el descanso
dominical nos haga valorar nuestra dignidad, reconocer nuestros derechos,
construir una fraternidad equitativa, desbancar este sistema neoliberal y ser
varones y mujeres libres, libres para trabajar, libres para descansar, libres
para conformar un país donde vivamos en paz.
Comentarios