Para el
marxismo, la liberación social, humana, hay que buscarla aquí y ahora con la
razón y la práctica
Discurso de Adolfo Sánchez Vázquez, La Habana, Cuba, 2004,
Publicado por Semanario Voz:
https://semanariovoz.com/se-puede-marxista-hoy/
El
8 de junio de 2011 falleció́ Adolfo Sánchez Vázquez. Su obra giró en torno a la praxis como la principal categoría de la filosofía marxista.
Al recibir el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de La
Habana, el 16 de septiembre de 2004,
pronunció este vigente discurso
07 de junio de 2020.
Adolfo
Sánchez Vázquez
(Universidad
de La Habana, Cuba,
16 de
septiembre de 216)
I
Voy a dedicar mi discurso de investidura a la
obra que tan generosamente se reconoce con el grado de doctor honoris causa. Y,
por supuesto, no para juzgarla, pues yo sería el menos indicado para ello, sino
para reivindicar el eje filosófico, político y moral en torno al cual ha girado
toda ella: o sea, el marxismo. Pero no sólo el marxismo como conjunto de ideas,
sino como parte de la vida misma, o más exactamente: de ideas y valores que han
alentado la lucha de millones de hombres que han sacrificado en ella su
tranquilidad y, en muchos casos, su libertad e incluso la vida.
Ahora
bien, ¿por qué volver, en estos momentos, sobre este eje, fuente o manantial
teórico y vital? Porque hoy, más que en otros tiempos, se pone en cuestión la
vinculación entre sus ideas y la realidad, entre su pensamiento y la acción.
Cierto es que el marxismo siempre ha sido no sólo cuestionado, sino negado por
quienes, dados su interés de clase o su privilegiada posición social, no pueden
soportar una teoría crítica y una práctica encaminadas a transformar
radicalmente el sistema económico-social en el que ejercen su dominio y sus
privilegios. Pero no es éste el cuestionamiento que ahora tenemos en la mira,
sino el que cala en individuos o grupos sociales, ciertamente perplejos o
desorientados, aunque no están vinculados necesariamente con ese interés de
clase o privilegiada posición social.
Esta
perplejidad y desorientación, que se intensifica y amplía bajo el martilleo
ideológico de los medios masivos de comunicación, sobre todo desde el
hundimiento del llamado «socialismo real», constituye el caldo de cultivo del
cuestionamiento del marxismo, que puede condensarse en esta lacónica pregunta:
¿se puede ser marxista hoy? O con otras palabras: ¿tiene sentido en el alba del
siglo XXI pensar y actuar remitiéndose a un pensamiento que surgió en la
sociedad capitalista de mediados del siglo XIX?
Ahora
bien, para responder a esta pregunta habría que tener una idea, por mínima que
sea, de lo que entendemos por marxismo, dada la pluralidad de sus
interpretaciones. Pues bien, teniendo esto presente, y sin pretender extender
certificados de «pureza», se puede
entender por él -con base en el propio Marx- un proyecto de transformación del
mundo realmente existente, a partir de su crítica y de su interpretación o
conocimiento. O sea: una teoría y una práctica en su unidad indisoluble. Por
tanto, el cuestionamiento que se hace del marxismo y se cifra en la pregunta de
si se puede ser marxista hoy, afecta tanto a su teoría como a su práctica, pero
-como trataremos de ver- más a ésta que a aquélla.
II
En cuanto teoría de vocación científica, el
marxismo pone al descubierto la estructura del capitalismo, así como las
posibilidades de su transformación inscritas en ella, y, como tal, tiene que
asumir el reto de toda teoría que aspire a la verdad: el de poner a prueba sus
tesis fundamentales contrastándolas con la realidad y con la práctica. De este
reto el marxismo tiene que salir manteniendo las tesis que resisten esa prueba,
revisando las que han de ajustarse al movimiento de lo real o bien abandonando
aquellas que han sido invalidadas por la realidad. Pues bien, veamos, aunque
sea muy sucintamente, la situación de algunas de sus tesis básicas con respecto
a esa triple exigencia.
Por lo
que toca a las primeras, encontramos tesis que no sólo se mantienen, sino que
hoy son más sólidas que nunca, ya que la realidad no ha hecho más que acentuar,
ahondar o extender lo que en ellas se ponía al descubierto. Tales son, para dar
sólo unos cuantos ejemplos, las relativas a la naturaleza explotadora,
depredadora, del capitalismo; a los conceptos de clase, división social
clasista y lucha de clases; a la expansión creciente e ilimitada del capital
que, en nuestros días, prueba fehacientemente la globalización del capital
financiero; al carácter de clase del Estado; a la mercantilización avasallante
de toda forma de producción material y espiritual; a la enajenación que alcanza
hoy a todas las formas de relación humana: en la producción, en el consumo, en
los medios masivos de comunicación, etcétera, etcétera.
En cuanto
a las tesis o concepciones que habría que revisar para ajustarlas al movimiento
de lo real, está la relativa a las contradicciones de clase que, sin dejar de
ser fundamentales, tienen que conjugarse con otras importantes contradicciones
en la sociedad actual: nacionales, étnicas, religiosas, ambientales, de género,
etcétera. Y por lo que toca a la concepción de la historia hay que superar el
dualismo que se da en los textos de Marx, entre una interpretación determinista
e incluso teleológica, de raíz hegeliana, y la concepción abierta según la cual
«la historia la hacen los hombres en condiciones determinadas». Y que, por
tanto, depende de ellos, de su conciencia, organización y acción, que la
historia conduzca al socialismo o a una nueva barbarie. Y están también las
tesis, que han de ser puestas al día acerca de las funciones del Estado, así
como las del acceso al poder, cuestiones sobre las cuales ya Gramsci
proporcionó importantes indicaciones.
Finalmente
entre las tesis o concepciones de Marx y del marxismo clásico que hay que
abandonar, al ser desmentidas por el movimiento de la realidad, está la
relativa al sujeto de la historia. Hoy no puede sostenerse que la clase obrera
sea el sujeto central y exclusivo de la historia, cuando la realidad muestra y
exige un sujeto plural, cuya composición no puede ser inalterable o
establecerse a priori. Tampoco cabe sostener la tesis clásica de la positividad
del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, ya que este desarrollo
minaría la base natural de la existencia humana. Lo que vuelve, a su vez,
utópica la justicia distributiva, propuesta por Marx en la fase superior de la
sociedad comunista con su principio de distribución de los bienes conforme a
las necesidades de cada individuo, ya que ese principio de justicia presupone
una producción ilimitada de bienes, «a
manos llenas».
En suma,
el marxismo como teoría sigue en pie, pero a condición de que, de acuerdo con
el movimiento de lo real, mantenga sus tesis básicas -aunque no todas-, revise
o ajuste otras y abandone aquéllas que tienen que dejar paso a otras nuevas
para no quedar a la zaga de la realidad. O sea, en la marcha para la necesaria
transformación del mundo existente, hay que partir de Marx para desarrollar y
enriquecer su teoría, aunque en el camino haya que dejar, a veces, al propio
Marx.
III
Ahora bien, reafirmada esta salud teórica del
marxismo, hay que subrayar que éste no es sólo, ni ante todo una teoría, sino
fundamental y prioritariamente, una práctica, pues recordemos, una vez más, que
«de
lo que se trata es de transformar el mundo» (Tesis XI sobre Feuerbach
de Marx). Pues bien, si de eso se trata, es ahí, en su práctica, donde la
cuestión de si tiene sentido ser marxista hoy, ha de plantearse en toda su
profundidad.
Pues
bien, considerando el papel que el marxismo ha desempeñado históricamente,
desde sus orígenes, al elevar la conciencia de los trabajadores de la necesidad
y posibilidad de su emancipación, y al inspirar con ello tanto sus acciones
reivindicativas como revolucionarias, no podría negarse fundamentalmente su
influencia y significado histórico-universal. Ciertamente, puede afirmarse sin
exagerar, que ningún pensamiento filosófico, político o social ha influido, a
lo largo de la historia de la humanidad, tanto como el marxismo en la
conciencia y conducta de los hombres y de los pueblos.
Para
encontrar algo semejante habría que buscarlo fuera de ese pensamiento, no en el
campo de la razón, sino en el de la fe, propio de las religiones como budismo,
cristianismo o islamismo, que ofrecen una salvación ilusoria de los
sufrimientos terrenales en un mundo supraterreno. Para el marxismo, la
liberación social, humana, hay que buscarla aquí y desde ahora con la razón y
la práctica que han de conducir a ella.
Aunque
sólo fuera por esto, y el «esto»
tiene aquí una enorme dimensión, el marxismo puede afrontar venturosamente su
cuestionamiento en el plano de práctica encaminada a mejorar las condiciones de
existencia de los trabajadores, así como en las luchas contra los regímenes
autoritarios o nazifascistas o por la destrucción del poder económico y
político burgués. Los múltiples testimonios que, con este motivo, podrían
aportarse favorecen esta apreciación positiva de su papel histórico-práctico,
sin que éste signifique, en modo alguno, ignorar sus debilidades, sombras o
desvíos en este terreno, ni tampoco las aportaciones de otras corrientes
políticas o sociales: demócratas radicales, socialistas de izquierda,
diferentes movimientos sociales, o de liberación nacional, anarquistas,
teología de la liberación, etcétera.
IV
La cuestión se plantea, sobre todo, con
respecto a la práctica que, en nombre del marxismo, se ejerció después de
haberse abolido las relaciones capitalistas de producción y el poder burgués,
para construir una alternativa al capitalismo: el socialismo. Ciertamente, nos referimos
a la experiencia histórica, que se inaugura con la Revolución Rusa de 1917, que
desembocó en la construcción de la sociedad que posteriormente se llamó el «socialismo real». Un «socialismo» que se veía a sí mismo, en
la ex Unión Soviética, como la base, ya construida, del comunismo diseñado por
Marx en su Crítica del programa de Gotha.
Sin
entrar ahora en las causas que determinaron el fracaso histórico de un proyecto
originario de emancipación, al pretender realizarse, puede afirmarse:
- PRIMERO: que, no obstante los
logros económicos, sociales y culturales alcanzados, condujo a un régimen
económico, social y político atípico -ni capitalista ni socialista-, que
representó una nueva forma de dominio y explotación.
- SEGUNDO: que ese «socialismo» significó, no obstante, un
dique a la expansión mundial del capitalismo, aunque es evidente también que
con su derrumbe la bipolaridad en la hegemonía mundial dejó paso a la
unipolaridad del capitalismo más depredador, concentrada en el imperio de
Estados Unidos.
- TERCERO: que la opción por, y las
esperanzas, en la alternativa social del socialismo quedaron sumamente
reducidas o cegadas, así como las del marxismo que la inspiró y fundamentó. A
ello contribuyó decisivamente la identificación falsa e interesada del «socialismo real» con todo socialismo
posible y la del marxismo con la ideología soviética que lo justificó.
V
Puesto que no es tan fácil negar el carácter
liberador, emancipatorio, del pensamiento de Marx y del marxismo clásico, los
ideólogos más reaccionarios, pero también más perspicaces del capitalismo,
tratan de sostener la imposibilidad de la realización del socialismo. Y para
ello recurren a diversas concepciones idealistas del hombre, la historia y la
sociedad. Unas veces apelan a una supuesta naturaleza humana inmutable
-egoísta, competitiva-, propia en verdad del homo economicus capitalista, incompatible con la fraternidad,
solidaridad y cooperación indispensable en una sociedad socialista. Otras veces
se valen de la concepción teleológica de la historia que decreta -muy
hegelianamente- la inviabilidad del socialismo al llegar aquélla a su fin con
el triunfo del capitalismo liberal, o más exactamente neoliberal.
También
se recurre a la idea fatalista de que todo proyecto emancipatorio, al
realizarse se degrada o desnaturaliza inevitablemente. Y, por último, se echa
mano del «pensamiento débil» o
posmoderno para el cual la falta de fundamento o razón de lo existente invalida
toda causa o proyecto humano de emancipación. Como es fácil advertir, en todos
estos casos se persigue o alimenta el mismo fin: confundir las conciencias,
desmovilizarlas y cerrar así el paso a la organización y la acción necesarias
para construir una alternativa social al capitalismo y, por tanto, a todo
pensamiento que -como el marxista- contribuya a ella.
VI
Ahora bien, aun reconociendo la falsedad de
los supuestos ideológicos en que se apoyan estos intentos descalificadores, así
como los intereses de clase que los promueven, es innegable que, a raíz del
hundimiento del «socialismo real», se
da un descrédito de la idea de socialismo y un declive de la recepción y
adhesión al marxismo. Y ello cuando la alternativa al capitalismo, en su fase
globalizadora, se ha vuelto más imperiosa no sólo porque sus males estructurales
se han agravado, sino también porque al poner el desarrollo científico y
tecnológico bajo el signo del lucro y la ganancia, amenaza a la humanidad con
sumirla en la nueva barbarie de un holocausto nuclear, de un cataclismo
geológico o de la supeditación de los logros genéticos al mercado.
De tal
manera que, en nuestros días, el agresivo capitalismo globalizador hegemonizado
por Estados Unidos, al avasallar, con sus guerras preventivas, la soberanía y
la independencia de los pueblos, al hacer añicos la legalidad internacional, al
volver las conquistas de la ciencia y la técnica contra el hombre y al
globalizar los sufrimientos, humillaciones y la enajenación de los seres
humanos, atenta no sólo contra las clases más explotadas y oprimidas y contra
los más amplios sectores sociales, sino también contra la humanidad misma, lo
que explica el signo anticapitalista de las recientes movilizaciones contra la
guerra y de los crecientes movimientos sociales altermundistas en los que
participan los más diversos actores sociales.
La
emancipación social y humana que el marxismo se ha propuesto siempre pasa hoy
necesariamente por la construcción del dique que detenga esta agresiva y
antihumana política imperial estadunidense. Pues bien, en la construcción de
ese dique al imperialismo que tantos sufrimientos ha infligido al pueblo
cubano, está hoy sin desmayo, como siempre, y fiel a sus orígenes martianos, la
Revolución Cubana.
VII
Llegamos al final de nuestro discurso con el
que pretendíamos responder a la cuestión de si se puede ser marxista hoy. Y
nuestra firme respuesta al concluir, es ésta: puesto que una alternativa social
al capitalismo -como el socialismo- es ahora más necesaria y deseable que
nunca, también lo es, por consiguiente, el marxismo que contribuye -teórica y
prácticamente- a su realización. Lo cual quiere decir, a su vez, que ser
marxista hoy significa no sólo poner en juego la inteligencia para fundamentar
la necesidad y posibilidad de esa alternativa, sino también tensar la voluntad
para responder al imperativo político-moral de contribuir a realizarla.
Por
último, reitero mi más profundo agradecimiento a la Universidad de La Habana,
porque con la alta distinción que me otorga, me da un vigoroso impulso para
continuar, en su tramo final, la obra que ha tenido y tiene como eje teórico y
vital al marxismo.
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