Oaxaca está de pie
América
Latina en Movimiento
La
Jornada, Opinión.
12
septiembre, 2017
Solidaridad cívica contra rapiña.
Autoorganización popular contra clientelismo político. Cooperación ciudadana
contra especulación comercial. Vigilancia y cuidado mutuo contra vandalismo y
pillaje. Generosidad fraterna contra el agandalle
de vivales. Mesura y serenidad informativa contra siembra de pánico y
charlatanismo. En la lucha por enfrentar la devastación y sufrimiento que trajo
consigo el sismo del pasado 7 de septiembre en el Istmo de Tehuantepec
coexisten y se enfrentan lo mejor y lo peor de la vida política y social del
país.
El luto, la
incertidumbre, la ira, la desolación y el miedo se instalaron en el Istmo. El
temblor segó vidas, destruyó y dañó viviendas, provocó sed y hambre, quitó
empleos, esfumó patrimonios, dejó sin energía eléctrica, dio al hampa un
terreno fértil para operar, sembró temor y desconfianza.
Pero, en medio de esa
desgracia, floreció un humanismo genuino. La magnitud de la tragedia precipitó
la emergencia de la comunalidad profunda de los pueblos oaxaqueños. Miles de
mujeres y hombres desconocidos, muchos de ellos jóvenes, invisibles para el
poder, usualmente menospreciados, se convirtieron en personajes originales y
únicos de una epopeya cívica y comunitaria. Han sido ellos quienes, en acciones
coordinadas sobre la marcha, con recursos provenientes del México de abajo,
supliendo las deficiencias gubernamentales, han atendido a millares de
víctimas.
Y, paradojas de
nuestra modernidad salvaje, la adversidad también trajo de la mano el
vandalismo y el pillaje. Las denuncias abundan y han sido ampliamente
documentadas por medios locales como Cortamortaja. A pesar de la presencia del Ejército, en
ciudades como Juchitán, delincuentes han saqueado almacenes y robado las
escasas pertenencias de los afectados. Comerciantes inescrupulosos ocultan
mercancías o suben los precios. Grupos clientelares (algunos trasladándose en
mototaxis) acaparan la ayuda humanitaria que llega. Políticos van a la zona de
desastre tan sólo a tomarse la foto, mientras otros acopian despensas para
repartir en la temporada electoral a cambio de votos.
La desconfianza
ciudadana hacia funcionarios y políticos es profunda. Las denuncias contra
ellos son interminables. En las redes de WhatsApp
que sirven para coordinar la solidaridad circulan múltiples mensajes en este sentido,
similares al enviado al grupo bautizado como Ayuda Ixtepec-Cheguingo. “No envíen víveres a los centros de acopio
organizados por políticos, porque algunos están acaparando despensas con fines
electorales –advierte uno de sus miembros–; hay que organizarse y buscar la manera de llevarlos directamente al
lugar del terremoto”.
Otro recomienda: La ayuda debe ser vigilada, para que llegue
a manos de quien en verdad la necesita. Esa ayuda siempre toma otro destino en
manos de los políticos o personas que está al frente de su distribución. La
esconden para su beneficio en campañas electorales. Surgirán nuevos millonarios
en el país y en el estado más pobre de nuestro México.
En contraste, ante el
desastre natural y la incapacidad gubernamental para atenderlo, la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la vilipendiada Sección 22
han tenido un comportamiento ejemplar. Los maestros oaxaqueños de inmediato
pusieron su experiencia y estructura organizativa al servicio de las víctimas.
Llamaron a los profesores de base a trabajar junto a las autoridades
municipales y la comunidad donde laboran para organizar la recepción de
víveres, la ayuda popular, el traslado de heridos, la remoción de escombros y
la vigilancia permanente. Los convocaron a que, junto a los padres de familia,
realizaran las valoraciones correspondientes para revisar la seguridad de los
planteles. Abrieron centros de acopio y distribución de comida y medicinas
entre los afectados. Formaron brigadas de apoyo con médicos voluntarios.
Los resultados de
esta iniciativa son palpables. El 9 de septiembre salió con destino a Ixtepec,
desde el centro de acopio instalado por el magisterio oaxaqueño en Ciudad de
México, el primer camión cargado con más de 16 toneladas de víveres, medicamentos
y agua, que la sociedad civil les hizo llegar.
La iniciativa de la Sección
22, parte de una autoorganización ciudadana mucho más amplia del que también
participan otros grupos igualmente desdeñados y demonizados; es expresión de
una amplia desobediencia civil. Sobre la marcha, desbordando al gobierno, la
gente ha desplegado sus propias capacidades organizativas al margen de la
autoridad. Guiada por la solidaridad y la necesidad se ha hecho cargo de
albergues, calles, casas en ruinas, y comenzado a resolver urgencias
alimentarias y de salud.
El número de
voluntarios que ofrecen trasladarse a las comunidades devastadas por el
sacudimiento es muy relevante. Quieren ayudar, sin pedir nada a cambio. Están
dispuestos a viajar centenares de kilómetros y pasar penurias para apoyar a
desconocidos. Saben que es una causa justa por la cual intervenir sin un
patrocinador visible. Muchos no pueden llegar a la zona de desastre porque
carecen de los recursos para hacerlo.
No son los únicos en
apoyar. En todo el país, la CNTE se ha movilizado en apoyo de los damnificados.
La iniciativa de solidaridad convocada por el artista Francisco Toledo es
ejemplar y confiable. No son los únicos. La respuesta social a los llamados de
ayuda ha sido notable. En Ciudad de México hay más acopio que vehículos para
trasladarlo. Diversas brigadas se proponen llevar directamente lo recolectado,
para dar confianza a quienes apoyan y a quienes lo reciben. En el abasto
recogido hay latas de frijol y frascos de mayonesa rotulados en tapa: No están
solos y Ánimo.
A pesar del dolor y
la adversidad, de la simulación y la rapiña política, en Oaxaca no hay lugar
para la desesperanza. Guiados por la fuerza y la persistencia de la
comunalidad, sus maestros y sus pueblos se han comprometido en el rescate de
sus comunidades y de sus paisanos con responsabilidad y entereza. Al hacerlo,
protagonizan una hazaña de enormes consecuencias sociales y políticas. No
obstante la tragedia, gracias a sus pueblos, Oaxaca está de pie.
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