Brigadas de
Voluntarios en la CDMX:
El México profundo se
asoma en cada esquina
Gloria
Muñoz Ramírez
Fotos:
Luis Jorge Gallegos
Desinformémonos,
periodismo de abajo
20
septiembre, 2017
Ciudad de México/Desinformémonos.- Jóvenes
hombres y mujeres tomaron hoy las calles afectadas por el sismo de 7.1 grados
Richter que dejó más de mil inmuebles seriamente afectados en la Ciudad de
México, Morelos y Puebla, con un saldo de 225 personas fallecidas hasta el
momento.
La
juventud chilanga viaja en bicicleta, motocicleta y a pie e inunda las calles
repartiendo víveres y agua, poniéndose a las órdenes en las tareas de rescate,
comprando palas y picos, lámparas y pilas. Prácticamente no hay sitio devastado
que no cuente con el apoyo de la sociedad organizada. No se trata de actos de
caridad sino de expresiones de auténtica solidaridad y responsabilidad civil.
En el cruce de Medellín y Viaducto, en la colonia Roma, hay cientos de personas
de a pie que organizan a la gente que llega con acopio y conforman las brigadas
de rescate. Grupos de soldados, policías y de personal del gobierno de la
Ciudad de México prácticamente se ponen a sus órdenes, atrasito de las amas de
casa que preparan alimentos y hacen botiquines de medicamentos, y de los
hombres que organizan el reparto de palas y picos.
Las
calles de la colonia Roma amanecieron con gente recorriéndolas brindado apoyo.
De hecho en muchos centros de acopio se logró reunir comida y agua suficiente,
pero esto no detiene la ayuda. Personas caminan de un lado a otro cargando
garrafones de agua, palas, lonas, latas de atún, lámparas y medicamentos,
mientras los establecimientos comerciales abren sus puertas para lo que haga
falta. Un salón de belleza que cuenta con luz se ofrece a cargar celulares y
llegan decenas de personas; una tlapalería ofrece toda su mercancía gratis, una
pastelería regala sus pasteles y ofrece café a todos los transeúntes. La gente
se hace cargo de la emergencia con autonomía, sin esperar a que alguien le diga
qué hacer.
La recuperación de su ciudad, en definitiva, está en manos de
los chilangos. Camiones de carga llevan brigadas de 10, 20 o 30 personas en la
caja de atrás, son jóvenes con palas y cascos naranjas con actitud de
rescatistas. No hay protagonismos, sobran ganas y no faltan personas.
“Faltan
vendas”, grita una señora frente
a la fábrica textil ubicada en las calles de Bolívar y Chimalpopoca, en la
colonia Obrera, y de pronto brotan quién sabe de dónde decenas de paquetitos
amarillos con vendas nuevas. “Se
necesitan cajas”, dice otra. Y aparecen las cajas como por arte de magia. “Veinte voluntarios por acá”, y se
juntan 200 en cuestión de minutos.
Bajo los escombros de la fábrica rescataron
ayer a 14 personas, la mayoría costureras. Otra vez, como en el sismo de hace
32 años, son trabajadoras de la industria textil las afectadas. Hoy por la
mañana rescataron a una más y aún se busca vida. Los cientos de rescatistas que
palean los escombros se detienen de pronto y alzan los brazos encima al mismo
tiempo. ¡Silencio!, gritan. Y en unos segundos la muchedumbre se calla. Es la
señal de que escucharon voces y pueden venir de abajo de las piedras.
El México profundo se asoma en cada esquina,
mientras pequeños grupos de soldados y uno que otro camión se hacen visibles en
las calles. La novedad hoy es el derrumbe de edificios que quedaron afectados
ayer y que en cualquier momento pueden venirse abajo. Han sido evacuados pues
el peligro es latente.
El temblor en tiempos de redes. La gente
responde a las convocatorias y solicitudes de ayuda, ofrecen sus servicios
médicos, ingenieros, enfermeras y arquitectos. También empresas ponen a
disposición excavadoras y demás maquinaria para el rescate. Si el Facebook
hubiera existido en 1985, otra historia sin duda se hubiera contado.
Cientos de jóvenes se organizan para limpiar
los escombros de la escuela Renacimiento, en la calle de Orizaba, en la Roma.
Hombres y mujeres cargan pesados cargamentos de piedras y organizan cadenas
humanas para sacar las cubetas y costales rellenos.
No hay tregua mientras se acerca la segunda
noche en la que decenas de familias volverán a dormir en sus carros o a la
intemperie.
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