¿TERMINAREMOS DÁNDOLE LAS GRACIAS A TRUMP?
- Dr. Néstor García
Iturbe, editor del boletín electrónico El
Heraldo (Cuba)
América Latina en movimiento
31 de agosto del 2017
ALAI AMLATINA,
01/09/2017.- Quizás muchos se sorprendieron cuando Rusia, como
respuesta a las sanciones de Estados Unidos, expulsó de su territorio cerca de
800 “diplomáticos”. La sorpresa fue
causada por la respuesta del presidente Trump, que le dio la gracias a Putin
por aquel gesto. Trump explicó que entre sus planes estaba la disminución del
personal del Departamento de Estado, tanto en Washington como en el exterior y
que la acción de Putin le había ahorrado parte del trabajo. Aunque esto resulte
un sarcasmo, en cierta medida, coincide con los planes de Trump.
¿Terminaremos nosotros dándole
las gracias a Trump? Analicemos un poco este asunto.
Dentro de la sociedad capitalista, como en toda sociedad, existen
contradicciones. Cuando las contradicciones son armónicas, a
pesar de ellas, la sociedad avanza y se fortalece. Cuando las
contradicciones son antagónicas, la base de la sociedad va destruyéndose y
comienzan a formarse los cimientos de una nueva sociedad. Las contradicciones
antagónicas van permaneciendo en la sociedad, luchando entre ellas para
subsistir, pero en un momento determinado puede llegar un fenómeno social que
radicalice esa lucha y entonces cambia la naturaleza de la lucha, en lugar de
subsistir, la lucha se centra en eliminarse entre ella, lo cual rompe por
completo la coincidencia de intereses de la clase que domina esa sociedad.
¿Pudiera ser la administración
Trump ese fenómeno social?
Es evidente que las acciones de la administración Trump han causado
desasosiego en un alto número de personas, los inmigrantes que aspiraban que sus
familiares fueran a residir con ellos a Estados Unidos. Los ecologistas que
después de Estados Unidos retirarse del protocolo de Kyoto, entienden que la
destrucción del mundo está más cercana. Los llamados “transgenders”, cuyo derecho a defender
la patria les ha sido cercenado. Los afro estadounidenses, que han sentido
la fuerza con que atacan los supremacistas blancos, sobre todo en los sucesos
de Charloteville. Las mujeres, que desde antes de Trump llegar a
la presidencia ya se sentían discriminadas por éste.
El problema también se pone de manifiesto dentro de la propia clase
social a la que pertenece Donald Trump. Muchos millonarios sienten que sus
capitales están inseguros, tienen una idea distinta a la de Trump de cómo
llevar adelante la economía. Los capitalistas, por su propia característica,
son conservadores, han realizado inversiones en países que les han dado la
oportunidad de explotar mano de obra barata, materias primas a bajos precios y
la exportación de las ganancias a paraísos fiscales, que con los planes de
Trump, de que retornen las inversiones a Estados Unidos, todo lo que tenían
planificado para incrementar sus capitales, se pone en riesgo. Esto ha
provocado divisiones dentro del propio partido republicano.
La prensa, que responde a los grandes capitales, algunos le dicen el
cuarto poder, está en una guerra totalmente abierta contra Trump, prácticamente
no lo dejan trabajar. Todo lo que hace es criticado e investigado, si
encuentran alguna irregularidad, por pequeña que esta sea, se publica en
primera plana. Atacan a sus principales asesores, su familia y más estrechos
colaboradores. Algunas de esta personas son acusadas de “conservadores”, como si la casi totalidad de los políticos
estadounidenses no lo fueran.
Se incrementa la preparación y el armamento de
las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y la Policía, para sofocar brotes de
inestabilidad social, estilo las propias “primaveras”
que Estados Unidos ha organizado en distintos países del mundo para derrocar
gobiernos, con la única diferencia que ahora el gobierno a derrocar será el de
ellos.
La política exterior navega en aguas turbulentas, sin embargo en vez de
buscar soluciones diplomáticas que aseguren la paz y la seguridad
internacional, como se establece en la Carta de las Naciones Unidas, se
desenfundó el “Big Stick” (“Gran Garrote”), con la idea de que en
vez de infundir respeto, es necesario infundir miedo. El miedo es uno de los
artífices de la fracasada Guerra Fría, que para mantener las utilidades de las
empresas de la industria armamentista, se convirtió en Guerra contra el
Terrorismo.
No es lo mismo tratar de infundirle miedo a una organización terrorista,
de limitados recursos, muchas veces entrenados por las propias agencias
estadounidenses, que a un país en cuyos arsenales se encuentran algunas bombas
atómicas. El juego es distinto y estar promoviéndolo es una seria
irresponsabilidad, en relación con la cual muchos millonarios en Estados Unidos
no están de acuerdo y es otro punto de discrepancia dentro de la clase
dominante estadounidense.
La famosa unidad con Europa, tan preservada durante años, como el
principal aliado de Estados Unidos en el mundo, presenta seria grietas, en
buena parte, por la política de Trump, de que cada cual pague la parte que le
pertenece en la OTAN y en otros organismos que dependen de la Unión Europea.
Los planes contra Venezuela también están ganado opositores dentro de
Estados Unidos, su élite económica y financiera. Algunos consideran
que las propias sanciones impuestas por Trump pueden afectar y hacerle daño a
sus intereses económicos, otros consideran que debe hacerse más esfuerzo para
derrocar a Maduro por la vía constitucional, pero que un golpe de estado o una
invasión sería correr un alto riesgo, sin tener seguridad alguna, de que las
acciones estadounidenses tendrían éxito.
Entre otras actividades internacionales, las acciones de Trump en
relación con México y Canadá, aliados tradicionales de Estados Unidos y las
modificaciones que considera deben hacerse al TLCAN y seguramente después al
ASPAN, más el problema del muro, la deportación de ilegales y otras acciones
contra ambos países, han resquebrajado las buenas relaciones que aparentemente
existían.
La total entrega a intereses estadounidenses y los desmanes realizados
por gobiernos mediatizados, en Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Colombia,
Panamá, México, Guatemala, Honduras y algunos otros países de Nuestra América,
han originado movimientos de protesta, que van radicalizando la lucha en esos
países, algo que en el futuro se podrá observar más claramente.
Después de analizar estos puntos, a los cuales pudieran agregarse
algunos más, podemos llegar a la conclusión que estos Estados Unidos son
distintos a los que conocíamos. Divididos desde el punto de vista económico,
social, cultural, político y étnico. Donde las diferencias de clase se han
agudizado. Donde un grupo mayoritario manifiesta su inconformidad con el
sistema que permite la inmunidad, la injusticia y es incapaz de garantizar una
vida digna para los ciudadanos. Donde la inseguridad es diaria y la xenofobia y
el racismo se incrementan por día.
¿Este fenómeno social, consolida o va en camino de destruir el sistema
implantado en Estados Unidos?
En muchas ocasiones los caminos son largos, pero también, en ocasiones,
el nivel de resistencia llega a su límite y el camino se acorta.
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