Prepa Popular
Tacuba: resistencia y rebeldía
La
Voz del Anáhuac
Septiembre
de 2017
Después de haber participado en el Movimiento Popular-
Estudiantil de 1968 (entonces como estudiante de la Prevocacional 4,
Tlatelolco) y de haber estado en la Vocacional 6 en 1970-71, donde me tocó
estar el 10 de junio, entonces como parte del Comité de Lucha, fui uno de esos
estudiantes que vimos necesario pasar a otras formas de lucha que nos llevaran
a un proceso revolucionario que transformara el país en uno diferente, donde
construyéramos la justicia, la democracia y la libertad sin esperar que estas
nos llegaran de arriba, sino que fueran el resultado de la lucha del pueblo
explotado, oprimido, humillado, reprimido, despojado de sus derechos.
Esa
generación de estudiantes entendimos que esto no lo lograríamos desde los
partidos políticos, que no sería concesión del gobierno, que la única
posibilidad que había era lograr esa transformación organizándonos con el
pueblo trabajador de la ciudad y del campo.
Una
parte de esta generación decidió tomar las armas, considerando que el único
camino para lograr esto era mediante la violencia revolucionaria. Las masacres
del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y del 10 de junio de 1971 habían
demostrado que las vías civiles y pacíficas estaban cerradas. Había ya algunas
experiencias de esta forma de lucha: la que intentó Arturo Gámiz en Chihuahua
en 1965 y las que entonces desarrollaban Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en
Guerrero y Florencio Medrano en Morelos. En las ciudades se formaron diversas
organizaciones guerrilleras (Frente Urbano Zapatista, Comandos Armados del
Pueblo, Lacandones, Guajiros, el Frente Estudiantil Revolucionario de
Guadalajara, los “enfermos” de
Sinaloa y otros que después confluyeron en la Liga Comunista 23 de Septiembre).
Pero el
gobierno desató una guerra de exterminio (la llamada “guerra sucia”) encarcelando, torturando, desapareciendo,
asesinando a centenares de compañeros que se lanzaron a la guerrilla.
Muchos
de nosotros, al mismo tiempo que estudiábamos, éramos obreros fabriles. Esa
condición nos hizo ver que el nivel de conciencia de los trabajadores no iba
más allá de estar dispuestos a luchar por mejorar sus salarios, que no había más
allá en su perspectiva. Pero también estábamos convencidos de que la revolución
no podría se obra de un puñado de valientes, sino de todo el pueblo organizado
de manera independiente de los partidos políticos y del gobierno. Y persistimos en seguir trabajando con el
pueblo.
Fue en
ese período (1972-73) que junto con otros compañeros del IPN que estábamos por
la integración a la clase obrera, decidimos ir a la Preparatoria Popular, esa
sería nuestra pista de despegue y el
lugar al que nos mantendríamos vinculados, como retaguardia. Habíamos conocido
la experiencia de lo que era la Preparatoria Popular desde 1968, pues eran uno
de los contingentes más combativos del movimiento, además de que ahí se organizaban
de manera autónoma, autogestiva y sostuvo siempre el proyecto de una educación
crítica, científica y popular.
Había dos opciones:
Liverpool o Tacuba. Optamos por Tacuba, pues ese era nuestro rumbo. Algunos
vivían cerca del Casco de Santo Tomás, otros en Azcapotzalco. Algunos se
inscribieron como alumnos. Aunque no había terminado la Vocacional, en Tacuba
me propusieron que me sumara al cuerpo docente, por lo que en ese tiempo fui “maestro” de Seminario Político de dos
grupos del turno nocturno.
Para
Seminario Político no había programa. Era una clase propia de la Popular
destinada al análisis de la realidad, al debate, al estudio de la historia de
las luchas sociales, a la formación política y cada maestro la desarrollaba de
acuerdo a sus concepciones ideológicas. A mí se me ocurrió proponer desarrollar
una especie de programa muy sencillo, en tres puntos principales:
1.- Historia del Movimiento
Estudiantil,
2.- Historia de la
Preparatoria Popular,
3.- Papel de los estudiantes
en el proceso revolucionario.
Parece
que ese intento de programa fue adoptado posteriormente por la Prepa Popular Tacuba, como propio para los alumnos de nuevo ingreso.
En la Popular era conocido
como “el Pato”, en la Vocacional era “el Flaco”. Hoy, en La Voz del Anáhuac soy "Doroteo Arango".
Nuestra
estancia en la Prepa Popular estaba entendida como algo transitorio, por tiempo
breve, no fueron más que dos años: 1972 y 1973. No debíamos permanecer más tiempo
para no desviarnos del objetivo: trabajo político entre los obreros. Y por
seguridad también. La Prepa Popular era muy vigilada por la policía política. Y
aunque nuestro trabajo en las fábricas no era clandestino, había que cuidarlo,
realizarlo bajo medidas que evitaran que hasta allá llegara la represión
gubernamental, pues aunque la persecución policíaca iba especialmente dirigida
contra las organizaciones político-militares, todo activismo era golpeado
brutalmente. Nos veían como reservas
de la guerrilla y también como un peligro a largo plazo. De hecho, hasta
nosotros llegaron las balas asesinas de la Brigada
Blanca en 1976. Una de nuestras brigadas de volanteo en Naucalpan fue
confundida con la Brigada Roja de la
LC23S. Dos resultamos heridos. Ahí cayeron dos trabajadores asesinados por la
banda paramilitar.
Para ese
tiempo quienes caían en manos de las fuerzas represivas ya no eran
encarcelados, se les torturaba y luego se les desaparecía o asesinaba. Así
hasta principios de la década de los 80’s.
De 1970
a 1980 pasé por una docena de fábricas. De todas partes me corrieron por andar
de revoltoso. Algo se logró organizar
en una fábrica de jeringas, en una de electrodomésticos, en una maquiladora del
norte del país. Ahí andábamos apoyando los luchas de Lido, de Morganite del Caribe, de AcerMex, de Duramil, de Spicer y muchas otras. Finalmente, entre 1980 y 2010 trabajé en una paraestatal que
luego fue privatizada.
En 1994
conocí la experiencia del EZLN en Chiapas. Visité algunas comunidades. Me di
cuenta de que ahí se estaba construyendo algo diferente: la autonomía, la
democracia directa, la autogestión. Este proyecto me convenció. Por eso me sumé
al Frente Zapatista en 1996, a la Otra Campaña en 2006 y ahora a la Sexta.
Aunque
fue breve mi paso por la Prepa Popular Tacuba, considero que fue muy importante
para la reafirmación de mis percepciones político-ideológicas, formadas en el
activismo politécnico.
Saludo
fraternalmente a las compañeras y compañeros cuya cuna fue la Prepa Popular que
hoy siguen en la lucha, que no han claudicado, que no se vendieron, que no
traicionaron, que no escucharon el “canto
de las sirenas”, ni cayeron con los “proyectiles
almibarados” de la cooptación y la corrupción de los partidos políticos y
del Estado.
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