La precarización
femenina como base de la agroindustria fresera en Zamora, Michoacán
Agencia
Autónoma de Comunicación SubVersiones
15
agosto, 2017
El estado de Michoacán ha figurado en las últimas
décadas como productor número uno de cultivos tales como el aguacate y la
fresa, sin embargo, el crecimiento y expansión territorial de estos alimentos
de lujo destinados principalmente a la exportación, han generado distintos
impactos ambientales y sociales: deforestación, contaminación, pérdida de agua,
desplazamiento del pequeño campesino, acaparamiento de tierras y control de la
producción por células criminales, entre otros.
Zamora, localizado al noreste del estado de
Michoacán, ha destacado como productor de fresa al ser el número uno a nivel
estatal y nacional. Tan solo en el año 2016, la superficie sembrada en dicha
jurisdicción correspondía a 1,870.41 ha [1], lo cual representa una cuarta parte del
total del cultivo de fresa a nivel estado. Anteriormente, la agricultura en
ésta municipalidad era una actividad diversificada en la que se producían
alimentos como maíz, trigo, garbanzo, papa, cebolla, hortalizas; la fresa se
introdujo a mediados de los años sesenta.
Debido a la creciente demanda de los países
del norte y la inversión de capital privado estadounidense en la industria
alimentaria, para el año 2000 el cultivo de fresa se convirtió en la prioridad
de los productores locales. Solo aquellos que contaron con los recursos
económicos suficientes para adquirir el paquete tecnológico ofertado o exigido
por Estados Unidos lograron participar en la producción, fue así que los
pequeños y medianos campesinos quedaron fuera de la dinámica, convirtiéndose la
agroindustria fresera en una actividad de elite.
La producción fresera es un modelo económico
de desigualdad y dependencia, en primer lugar porque los inversionistas de
capital privado, ya sea de carácter extranjero o nacional, se ven favorecidos
por el bajo precio de la renta de la tierra, el acceso ilimitado al agua, los
bajos costos de construcción y del mantenimiento de las instalaciones así como
la mano de obra. Además, EE.UU. produce, determina y comercializa la planta de
fresa que será producida en la región, así como los insumos necesarios para el
desarrollo agrícola como fertilizantes y maquinarias, entre otros.
La agroindustria fresera es considerada por
los gobiernos municipales y la población en general una fuente de empleos y
desarrollo, si bien es cierto que la producción fresera se ha convertido en la
principal actividad económica del municipio y ha influido en el crecimiento de
la ciudad, también es cierto que este modelo de producción genera trabajos
precarios que carecen de seguridad laboral, en los cuales se emplea
principalmente la mano de obra femenina.
«La naturaleza»
como justificación perfecta para la explotación
A la par del crecimiento agrícola fresero en Zamora y municipios
circunvecinos como Jacona, comenzaron a instaurarse empacadoras y procesadoras
para el tratamiento de los productos cultivados en la región. Hasta el 2016
existían un total de 92 empresas dedicas al empaque y procesamiento de frutas y
verduras en Michoacán[2], de las cuales 52 se concentran solo en los
municipios de Zamora-Jacona[3]. Debido a
la centralización de infraestructura en la zona, ambas municipalidades se
convierten en el principal destino de los productos cosechados en el estado.
La industria fresera en Zamora-Jacona se ha
caracterizado desde su inicio por la contratación predominantemente de mano de
obra femenina. Los patrones justifican la contratación de mujeres aludiendo a
una supuesta capacidad «innata» para
el trabajo delicado que demanda el tratamiento cuidadoso de la frutilla, por
otro lado, este se asocia a las labores que las mujeres desarrollan en el
hogar, se piensa que estas son un sector no cualificado para realizar los
trabajos, lo cual sin duda representa una ventaja para los jefes quienes pagan
más barato la mano de obra femenina, en comparación con la masculina.
Las características acuñadas a las labores
desarrolladas en la agroindustria fresera, basadas en la reproducción de los
roles y estereotipos de género han hecho de esta una industria que facilita el
acceso y contratación de mano de obra femenina, constituyéndose así en una
actividad económica feminizada.
Flexibilidad
laboral, la trampa neoliberal
La dinámica al interior de las industrias empacadoras y procesadoras de
alimentos varía de una empresa a otra. Aquellas de capital extranjero[4] ofrecen algunas garantías laborales como seguro social, jornadas de ocho
horas y contrato laboral -aunque temporal-, en tanto que en las locales el
trabajo es informal, no existe una jornada de trabajo definida, tampoco
contrato y mucho menos acceso a la salud.
El modo de pago y contratación en la
agroindustria puede ser por hora, la cual es remunerada entre $23 a $25 pesos,
o por destajo, es decir por el trabajo realizado. En el caso del despate, como es nombrado por
las trabajadoras a la acción de arrancar las hojas y pata de la fresa, la caja
es pagada en $13 pesos. Para quienes poseen mayor experiencia en la labor, esta
forma de pago resulta más redituable ya que en un día pueden despatar más de 15 cajas.
La forma de pago para las trabajadoras
resulta un tanto tramposa. Las jornadas laborales son de lunes a sábado, si
inicias a trabajar el lunes, esa semana se te conceden el pago de lo laborado
solo durante tres días (lunes, martes y miércoles). El sábado de la segunda
semana se paga los días jueves, viernes, sábado, de la primera semana, así como
lunes, martes y miércoles, de la segunda, quedando siempre tres días de rezago
en el salario.
En las empresas locales no existe una jornada
laboral establecida, esta puede variar dependiendo de la cantidad de frutillas
disponible, las jornadas pueden ser de ocho, diez o hasta doce horas continuas
en las que las mujeres permanecen de pie sobre un banco metálico. Esta labor es
aburrida y repetitiva, así como físicamente agotadora, algunas de las mujeres
expresan que al inicio tenían mareos y dolores de cabeza, particularmente las
que laboran en el área de bandas[5].
Las mujeres que se emplean en la
agroindustria pertenecen a distintos grupos etarios y estados civiles, estos
dos factores resultan relevantes debido a que marcan distinciones en cuanto a
las posibilidades e intereses de las actoras sociales. En tanto que para las
jóvenes, solteras y sin hijxs el trabajo representa un ingreso que les permite
satisfacer necesidades y gustos, contribuyendo en menor medida al ingreso
familiar, para las mujeres casadas o con hijxs el trabajo es una fuente de
ingresos destinada principalmente a las necesidades del hogar.
Una de las características que distingue al
modelo productivo de la industria fresera en Zamora-Jacona es la supuesta
flexibilidad laboral. Para las empresas y los patrones el salario de las
mujeres es un complemento al de sus esposos, por lo que no representa el
sustento del hogar, bajo esta premisa algunas empresas otorgan a las mujeres
facilidades y permisos, por ejemplo abandonar el espacio laboral para ir por
lxs hijxs o incluso llevarlxs al trabajo -esto ocurre principalmente en las
pequeñas empresas-, lo cual resulta atractivo y conveniente para muchas de
ellas.
Esta flexibilidad puede resultar ambivalente,
ya que por un lado otorga condiciones moldeables que permiten a las jornaleras
conjugar la esfera productiva y reproductora, mientras que deniega garantías
laborales fundamentales, situación que favorece sólo a las empresas por la
reducción de costos.
Otro de los elementos a destacar es la
temporalidad del empleo. El período de producción de fresa, desde su plantación
hasta su cosecha, dura alrededor de seis meses en los que existe una elevada
demanda de mano de obra en la región, sin embargo, cuando la producción
disminuye un gran número de mujeres empleadas en las industrias son despedidas.
Por ello las trabajadoras se ven obligadas a intercalar diversas estrategias
económicas como desplazarse de una industria a otra en busca de empleo.
El hecho de que la demanda de mano de obra
femenina corresponda solo a una temporada implica que el resto de los meses
algunas mujeres carezcan de un empleo fijo, por lo que además de rotar en las
empresas deban emplearse en otras actividades como el comercio informal (de
alimentos o ropa) o empleo doméstico, por ejemplo. Esto es lo que las teóricas
feministas han denominado como «economía
subterránea» o «paralela».
Las trabajadoras que se
emplean en la agroindustria bajo ninguna prestación no tienen derecho a una pensión
o jubilación, por lo que aun a su avanzada edad deben seguir laborando. Tal es
el caso de la encarga de limpieza de una empresa en Jacona, esta mujer[6] de aproximadamente
ochenta años, trabajó toda su vida en las procesadoras de alimentos, sin embargo
debido a que su productividad ha bajado, fue asignada a esta tarea.
Jerarquía
y acoso
La organización del trabajo al interior de las empacadoras y
procesadoras de Zamora-Jacona corresponde a una estructura jerárquica. En cada
área hay una supervisora a cargo del resto de las trabajadoras, esta a su vez
se encuentra subordinada a un superior hombre. Este tiene mayor capacidad de
acción e incidencia en la coordinación del trabajo en las empresas, funge
también como el autorizado para llamar la atención a la supervisora y a su
grupo de trabajadoras delegadas.
Los hombres son designados a las tareas
consideradas «difíciles» como cargar
o lavar cajas y botes, reparar y dar mantenimiento a la maquinaria, además
estos representan una mayoría en los puestos administrativos al interior de las
empacadoras y procesadoras.
El acoso de parte de los supervisores es una
realidad a la que las mujeres se deben enfrentar en estos espacios laborales.
Una de mis interlocutoras se desempeñaba como supervisora en una procesadora
extranjera, pese a que se encontraba satisfecha con su trabajo tuvo que
renunciar a este después de sufrir el hostigamiento y acoso de su superior.
Pese a que denunció a este con su patrón, el acosador la amenazaba
constantemente con despedirla al negarse a mantener relaciones sexuales con él.
A nivel regional no existe un sindicato independiente
o institución gubernamental que brinden atención y servicios especializados a
las demandas y problemáticas particulares de las trabajadoras, como por ejemplo
el que puedan denunciar los abusos de poder de parte de los supervisores o el
acoso de sus compañeros de trabajo.
Consideraciones
finales
La expansión del cultivo de la fresa en Zamora obedece a un modelo
extractivista caracterizado por la sustracción de grandes volúmenes de recursos
agroalimentarios destinados a la exportación directa. El monocultivo de fresa
ha generado reducidos efectos positivos, mientras que produce una serie de
impactos sociales y ambientales negativos. A esto se suman las normas de inocuidad
establecidas por Estados Unidos que exigen el riego del cultivo con agua
prístina, priorizando el acceso y consumo de ésta a los grandes productores
sobre el abastecimiento de la población, lo cual comienza a tener efecto sobre
la cantidad y calidad de agua de los cuerpos de agua de la región.
El sistema económico neoliberal marco un
retroceso en los avances que las luchas de la clase trabajadora a lo largo y
ancho del mundo había ganado. Por ello actualmente desconocemos y nos
conformamos con las raquíticas garantías laborales que nos ofrecen las grandes
empresas como es el caso de la agroindustria fresera en el valle de Zamora.
Para algunas mujeres, el trabajo en la
industria fresera es generoso debido a que les otorga un ingreso a su hogar,
además la flexibilidad les permite estar al tanto del cuidado de sus hijxs así
como abandonar el trabajo cuando tengan una oportunidad mejor. En tanto que
para otras representa la última opción laboral debido a que no existe un
salario fijo, tal como lo expresaba una trabajadora con quien tuve la
oportunidad de platicar.
Sin duda los inversionistas privados son los
principales beneficiados por la sobreoferta de mano de obra femenina y las
condiciones de precariedad económica en la que vive la mayor parte de las
mujeres en los municipios de Zamora y Jacona, quienes aceptan insertarse en
este empleo pese a que no se les garantice seguridad laboral.
NOTAS:
[2] Cabe
señalar que en este registro fueron descartadas las empresas destinadas al
empaque del aguacate, debido a que el objetivo era conocer la infraestructura
desarrollada en el estado de Michoacán respecto al procesamiento de frutillas
como fresa, zarzamora, arándano, mango, entre otros productos.
[3] Directorio
Estadístico Nacional de Unidades Económicas (2016).
[4] Cabe destacar que existe opacidad
respecto a la información sobre el origen y magnitud del capital invertido en
las empacadoras y procesadoras de alimentos que operan en los municipios de
Zamora-Jacona.
[5] El área de bandas es el lugar donde la fresa
es sometida a un proceso de lavado y selección, donde se separa de las
podridas, magulladas o que aún tienen lodo. Para ilustrar el proceso de la
fresa, así como el discurso que manejan las empresas puede consultar este
video.
[6] Los nombres han sido omitidos para resguardar la seguridad de las
interlocutoras.
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